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lunes, 24 de diciembre de 2007

EL VUELO DE LA REINA


Daniel R Scott*

Lluvia densa y fría del mes de octubre. Los sonidos de la calle me llegan lentos, apagados y difusos, como procedentes de otra dimensión. Hacia los lados de los árboles que bajan por el río en silenciosa procesión, el gris del día pluvioso se percibe y palpa tan sólido que bastaría cincel y martillo para sacar ladrillos de sus canteras o labrar una escultura, pero la realidad no da para tanto. No se podrá, pues, erigir un monumento dedicado a las lluvias matutinas e insalubres del mes de octubre.
Ya casi termino "El vuelo de la Reina" de Tomás Eloy Martínez, escritor argentino. Algunas de sus novelas, según leo, han sido traducidas a 36 idiomas. Vaya satisfacción para quien se precie de escritor. El tema está bien definido y delineado en la contraportada de la obra: "La corrupción política y la impunidad de un país que se viene abajo, y el creciente delirio erótico". No me gusta mucho la trama de la obra pero sí su técnica y estilo. Algunas líneas, párrafos y argumentos me traen a la memoria el "Americano Impasible" de Graham Greene, relato que leí con placer en 1993 unas seis veces hasta que por obra y gracia del fastidio ya no pude leer más. Me vienen a la memoria también extractos de los diarios del escritor venezolano Argénis Rodríguez, quien a la hora de escribir poseía un estilismo literario que me sedujo a la primera lectura y que yo intenté reproducir conscientemente y sin éxito en algunas entradas de mi propio diario. "El vuelo de la Reina" debe leerse en compañía del lápiz y del papel porque son muchas sus "citas citables", dijera el Readers Digest, que recogen a mi ver, la madurez literaria y filosófica del autor. He aquí algunas: "El mundo sería nada sin las ideas que siguen en pie, obstinadas, sobreviviendo a todas las adversidades". "Soy como escribo, soy lo que escribo". "En este país siempre parece que está por pasar algo terrible, y no pasa". "Cuanto más imagina uno como van a suceder las cosas, más diferentes son". Y así, por ese estilo. Se puede llenar una o dos paginas con frases de esa naturaleza.
Aquí la vida se construye sobre la madera común e inflamable del lado oscuro de la realidad y se pierden de vista las piedras preciosas del ideal. Es la vida en bruto, vivida como venga en gana. Atmósfera psicológica turbia, el instinto corriendo desbocado y sin frenos por las praderas de lo prohibido y coercitivo. El poder que atropella vidas, humildades y conciencias; el desamor, seres humanos que se extravían y perecen dentro de ellos mismos, existencias que son callejones sin salida. Hormigueros humanos que tienen más de hormiguero que de humanos, una era que rebosa de artilugios tecnológicos y en donde la virtud se halla ausente. El mal luchando contra el mal para imponer las razones y los caprichos del mal. Se insiste en una visión gnóstica de Cristo, que es la moda y la manía del último decenio y que ha inquietado a muchos creyentes nominales. Aun no termino la novela pero se me adelanta ya el final: "un final imprevisible, que arrastra a los lectores otra vez a la primera línea del libro".
Se sale de estas lecturas cansado, experto, con otra perspectiva del mundo y con un poco más de canas. Se vive en la vida de otros sin correr riesgos de sufrir en carne propia las consecuencias. Es que al leer una novela uno vive varias vidas en los contextos más disímiles: con Isabel Allende eres ciudadano indefenso que padece los rigores de una dictadura de derecha, y con Tomás Eloy Martínez te ves redactando una página editorial en un prestigioso diario de cualquier capital del territorio latinoamericano.
Asi es la lectura.
*Bibliotecario y escritor venezolano

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