Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

lunes, 9 de junio de 2008

LA DESPEDIDA DE MONTEJO

-La voz del poeta Eugenio Montejo ha sido una de las más prolíficas en el haber literario venezolano de los últimos tiempos. Es, sin duda, un gran representante de la poesía suramericana-


Dura menos un hombre que una vela
pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.



El hombre que dejó estas hermosas líneas, apenas vivió 69 años. Anoche, tras un padecimiento de cáncer en el estómago, falleció Eugenio Montejo, uno de los poetas más admirados y reconocidos de la Venezuela actual.
Eugenio Montejo poeta y ensayista venezolano, nació en la ciudad de Caracas en 1938. Fundó la revista Azar Rey y cofundó de la Revista Poesía de la Universidad de Carabobo. También fue investigador en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Además, fue extenso colaborador de gran cantidad de revistas nacionales y extranjeras. Recibió importantes galardones por su obra literaria, entre ellos el Premio Nacional de Literatura en 1998.
Montejo, uno de los grandes escritores venezolanos de los últimos años, cobró notoriedad gracias a la película 21 gramos, dirigida por el mexicano Alejandro González Iñárritu. En ella, el actor Sean Penn recitaba un verso de Montejo: "La tierra giró para acercarnos, giró sobre sí misma y en nosotros, hasta juntarnos por fin en este sueño".
Desde sus primeros poemas, Montejo comenzó a desarrollar un intento de ordenar el universo de su poesía. Los versos de este poeta se han caracterizado por el espesor y la rica gama textual, además de la pasión constructiva y el casi perfecto control del desarrollo del poema. Cualquier poema suyo parte de un punto y vuelve a él, pero para enriquecerlo, para dejarnos ver la amplitud de su recorrido y las sucesivas relaciones que va generando.
Montejo también destacó por su faceta de escritor. Entre los libros que ha publicado se encuentran: Elegos (1967), Muerte y memoria (1972), Algunas palabras (1977), Terredad (1978), Trópico absoluto (1982) y Alfabeto del mundo (1986). De la misma manera, es autor de importantes ensayos, tales como La ventana oblicua (1974), El taller blanco (1983) y El cuaderno de Blas Coll (1981).
Su poesía infantil se ha publicado con el seudónimo de Eduardo Polo y entre sus obras destaca Chamario (2003). Son poemas musicales, inteligentemente humorísticos, que parecen sencillos, pero cuya composición revela talento poético y un gran dominio del lenguaje.
Su obra es un registro de lo que siempre está allí, de lo que acompaña lavida en silencio y casi sin hacerse notar. Montejo siente la presencia de las cosas y los objetos que rodean nuestro días.

Un encuentro memorable

En 2004, Elizabeth Araujo realizó para TalCual una entrevista al poeta, la cual es reproducida a continuación:

“Hay que invocar la lucidez”

Ante el mal comportamiento del poder, Eugenio Montejo pide prestada la frase que el joven Picón-Salas empleó para entender el gomecismo: “Lucidez, lucidez, no me abandones”.

–¿Qué acontecimiento marcó su ingreso en la poesía?–
Más que suceso fue una vocación profunda. Cuando tenía 15 años formé un grupo literario .Eso se conecta con los descubrimientos que hacemos de la vida. Así como la gente se deslumbró por los viajes a la Luna, a mí, desde niño, me asombró la invención de la escritura. Pasaba días pensando cómo había sido el mundo antes de la escritura. Imaginaba eso de meter a todos en 28 caracteres. Después, andando el tiempo, me di cuenta de que no era invento de un hombre ni de dos ni de diez días, sino de generaciones que la habían hecho. Eso me llevó a la poesía.
–¿Concuerda con la afirmación de Jorge Luis Borges de que la poesía habita en el reino de la perfección?–
Si Borges dijo eso, yo no soy quien para desdecirlo. Pero sí creo en lo que señala Joseph Brodsky de que la poesía es nuestro fin antropológico genético. Lo que nos separa del animal es el lenguaje, y el lenguaje alcanza la mayor intensidad, la mayor felicidad verbal, en la poesía. Es nuestro fin absoluto. La palabra reino no me gusta tanto, pero es verdad: la poesía es la búsqueda de la perfección, en este caso la perfección verbal.
–¿Cuáles son sus poetas preferidos?–
Eso varía con los años. Hoy te mencionaría al viejo Giuseppe Ungaretti, quien, curiosamente, nació el mismo año de Fernando Pessoa, y T.S. Eliot. Umberto Saba es otro que me interesa mucho. Pero estoy en una familia verbal y la familia verbal está dentro de mi lengua que tiene mil años. Todo lo que pasa en el Romancero, Jorge Manrique, Fray Luis de León, Francisco de Quevedo. En esa línea me siento bien.
Uno no anda con grandezas sino con poetas que tengan su misma sangre. Un poeta que siento con más identidad ahora es el franco-uruguayo Jules Superville.
–¿Hoy es más necesaria la poesía que en otras épocas?–
Sin dudas. La poesía acompaña al hombre en todas las circunstancias, y en una época de crisis como la que vivimos es una compañía indispensable. Pero no como bálsamo. La poesía es despertadora del ser, alumbra el camino. En épocas difíciles está al lado del hombre y surgen los grandes poetas.
–¿Debe el poeta involucrarse en los hechos políticos o sociales que signan su época?–
La conducta de militancia política es individual, la asume una persona con todo su riesgo y toda su seriedad. Lo que no debe hacerse es poner la poesía al servicio de alguien. Ahí caemos en lo que se llama poesía cartelaria o arte comprometido, que es una larga discusión de los años 50 y que dejó mucha mala poesía por el camino. Pero el hombre, en tanto que ciudadano, debe implicarse en todo lo que crea socialmente posible.
–¿Cuál es el poema de Neruda que más emoción suscita en usted?–
Neruda me parece un poeta desbordado, con dones inequívocos, pero a veces con falta de compromiso formal. Le sobró compromiso político pero le faltó compromiso formal. En Residencia en la Tierrase encuentran sus poemas de mayor fuerza. Pero, como es un poeta de genio, tiene destellos en muchas otras partes.
–¿Con cuál poeta ya desaparecido le gustaría conversar?–
Sin salir de Venezuela, me hubiese gustado conocer a Ramos Sucre. He visto su caligrafía, muy cuidada, nerviosa.Y últimamente se me acaba de ir Juan Sánchez Peláez. Con él tuve una vinculación muy estrecha, era mi maestro. Me llamaba todas las noches y hoy me hace falta su voz.
–¿Se puede vivir en Venezuela solamente de la poesía?–
En lo absoluto.Hay siempre actividades complementarias. Octavio Paz lo dice con precisión, que la poesía en los tiempos actuales se refugia o en las universidades o en las catacumbas.
–¿Reconoce alguna influencia de otro poeta en su obra?–
Sí, cómo no.Todo lo que un poeta escriba ya está de cierta manera en su fuente en el idioma. Nadie nace e inventa todo a partir de cero. En el caso mío, es la línea que parte de César Vallejo en Latinoamérica, que relee a Quevedo, más los poetas brasileños, como Manuel Bandeira, los siento afines a mi creación.
–¿No cree que con el desarrollo de los medios audiovisuales y de Internet la poesía perderá su poder de cautivar?–
Lo ha perdido momentáneamente, pero lo cierto es que la poesía es más antigua que la escritura y esos medios van a envejecer, y terminarán incorporando la poesía.
–¿Qué tipo de reacciones genera cuando se presenta como poeta ante personas que no se interesan por la poesía?–
Primero, nunca me presento como poeta. No uso esa palabra porque la respeto mucho. Si estoy en compañía de personas que desdeñan la poesía, simplemente les recuerdo que la poesía no es como tomarse una aspirina.
–¿Es el poeta, como dijo Pessoa, un fingidor, que “finge tan completamente que hasta finge que es dolor, el dolor que de veras siente”?–
Esa es una hermosa expresión de Pessoa.Yo creo que el gran fingidor es el tiempo que finge que pasa y que no pasa, que esta allí, que en verdad se va y fingiendo nos envejece y nos lleva de aquí y no nos damos cuenta. El fingidor no es el poeta sino el tiempo.
–¿Cuál es su mensaje en esta atmósfera de odios polarizados que envuelve al país?–
En tiempos como los que vivimos hay que invocar al joven Picón-Salas, cuando tenía 24 años y, de paso por Caracas en pleno gomecismo, dijo “lucidez, lucidez, no me abandones”. En épocas como estas hay que asociarse para invocar la lucidez que nos hace falta. Ante el desafuero, la palabra fuera de sitio, el mal comportamiento del poder, hay que invocar la lucidez.
–¿Recuerda un verso que para usted encierra toda la esencia de la poesía?–
Desde el punto de vista formal, la poesía es un laconismo instintivo. Lo señala el Infante Don Juan Manuel, de El Conde Lucanor, cuando dice “pónelo en las menos palabras que puedan ser”. Si uno logra decir todo con lo mínimo, allí se resume el arte poético. En sentido del alma, recitaría a Ezra Pound, en una línea para sentirla y meditarla: “nada de lo que amas te podrá ser jamás arrebatado”.
–¿Qué libro recomendaría a un joven que desea escribir poesía?–
Las recomendaciones son muy personales, pero no dudaría sin embargo en invitarlo a leer a los poetas del Romancero.
–Una palabra para definir a Venezuela–
Mas que una palabra, un verso, y no mío sino de Juan Antonio Pérez Bonalde, quien dijo “país de tanta luz y tanto absurdo”.
–¿Cómo reaccionó al saber que la Semana Internacional de la Poesía será dedicada a usted?–
Antes lo hicieron con Rafael Cadenas, Elizabeth Schön, Ramón Palomares. Este año me la dedican y me siento muy agradecido. Con ello pienso que se está reivindicando ante la sociedad la centralidad de la poesía. La poesía tiene en la sociedad un campo central. Más aún en un país militarista.
–¿Cuál es la razón por la que usted recurre a otros nombres, como Blas Coll,Tomás Linden, Sergio Sandoval y ahora Eduardo Polo, para firmar sus obras?–
Esa tendencia se llama heteronimia. He escrito algunos libros. No son seudónimos sino heterónimos.
Son personalidades autónomas a quienes se les atribuye determinada obra. En mi caso, comencé con un viejo chiflado que trata de transformar la lengua, que se llama El Cuaderno de Blas Coll y se reunía en Puerto Malo.
Todos los que se reunían con él van sacando sus propios cuadernos, como Sergio Sandoval, una especie de místico que hacía coplas populares y escribió Guitarra del horizonte.
Tomás Linden es un sueco, que publicó un libro de sonetos, El hacha de seda, y ahora salió un libro para niños, Chamario, que dejó Eduardo Polo.
–¿Y quién es en realidad Eugenio Montejo?–
Esa es la gran pregunta que me estoy haciendo desde que nací.

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