Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

lunes, 21 de julio de 2008

DIARIO DE MOSCÚ. PARTE 5

Edgardo Malaspina*


MIERCOLES, 30 DE AGOSTO.
Me despierto a la siete y quince. La mañana es oscura y fría. Los cuervos graznan como en concierto. El viento despega las hojas de los árboles. Nos dirigimos a mi universidad, ahora llamada Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos. En la Facultad de Medicina mi tutor, Alexie Frolov, fumando pipa y con bastón, me reconoció inmediatamente y me obsequió su más reciente libro de ensayos humanísticos. Me presentó al Consejo Científico y a la gente del decanato, el cual dirige desde hace veinte años. Esboza una sonrisa y dice: “Cumplí setenta años y lo celebré por todo lo alto”. Entiendo su sonrisa que se traduce como una victoria sobre las expectativas pronosticadas hace cuarenta años cuando le diagnosticaron varias enfermedades graves. Dice que la universidad recibe un cuarenta por ciento del presupuesto del gobierno y el resto lo producen ellos mismos: “Al principio con la perestroika pasamos mucho trabajo, ahora estamos bien”. Le pregunto si considera la situación de ahora mejor que antes y no demora en responder afirmativamente.
Con el decano de la facultad de medicina de mi universidad en Moscú, Frolov...........

Al recorrer la facultad donde estudié constató que nada ha cambiado, excepto en algunos pequeños detalles. El busto de Pavlov está en la entrada, recibiendo siempre a la gente con su rostro pensativo, pero el de Lénin fue removido y ya no preside la entrada del decanato. Los profesores son prácticamente los mismos y me da la impresión de que ni siquiera han envejecido como si hubiesen bebido el elixir de la eterna juventud. Chibis sigue estudiando los biorritmos del sol relacionados con la salud, Tolia todavía cree que puede resolver cualquier problema médico a través de la filosofía, y todo el equipo junto de fisiopatología se ocupa del funcionamiento del corazón, como siempre.
Claustro de la facultad..........................

Voy al rectorado. Svetlana Grigorievna, representante para América Latina, nos recibe y promete concertar una entrevista con el rector. Salimos rumbo a la avenida Lénin. ¡Todavía se llama así! Llueve bastante. Compro un paraguas en el camino. La Lénin conserva su aspecto siempre acogedor, genuinamente moscovita. El Moskva, que era una modesta tienda en el socialismo, ahora es un centro comercial de lujo. Pregunto por un telescopio y la vendedora dice que se venden muchos: “Hay tantas cosas buenas y productos alrededor que ahora la gente quiere ver para arriba”.
Natalia..................

Regresamos en un taxi pirata. El chofer dice que como siempre unos están contentos y otros quejándose. “El socialismo resolvió unos problemas puntuales. Ahora la tierra que era del Estado se repartió, pero la gente no sabe que hacer con ella, no tiene medios para trabajarla”.

Natalia y Edgardo....................

Algunas notas periodísticas hablan del aniversario de la creación del sistema de teatros en Rusia , y el primero en el mundo, según ukaz de la emperatriz Elizabeta Petrovna el 30 de agosto de 1756.

Bebo dos tragos de vodka antes de meterme a la cama para estar acorde con la costumbre de los rusos.

En la casa de Chejov..................

JUEVES, 31 DE AGOSTO.

Está entrando el otoño. Hace frío. Camino cuarenta minutos para comprar los periódicos. Celebramos el cumpleaños de Natalia con varias bebidas y muchos bocadillos. Vladi, un amigo de Alexei, que estuvo peleando en Chechenia habla de la tragedia de esa guerra; Tolia, el esposo de Katia, conversa de los cambios sociopolíticos, de las matemáticas, la historia, el enciclopedismo y remata diciendo que en el socialismo la sociedad la movían los disidentes, que ahora no son necesarios(¿?) porque todo se hace en libertad. Serguei me dice al oído: “Sabe tanto que el cerebro no le cabe en la cabeza”. Alexei toma la guitarra y canta composiciones de su propio padre.

VIERNES, 1 DE SEPTIEMBRE.

La mañana es fría y lluviosa, pero salgo a caminar con el perro. Hoy es un día festivo y se llama del Conocimiento: empiezan las clases en todos los niveles de educación. En las escuelas de primaria, secundaria y en las universidades se inician las actividades académicas. Es un día de muchas flores, poesías y discursos con loas a las ciencias, las artes y el saber en general. Vamos al museo de Chéjov en la calle Sadovoe-Kudriskoe. Lo creó la familia del escritor en 1912. Allí vivió Chéjov desde 1886 hasta 1890 y allí escribió muchos de sus relatos. Se mudó a esa casa en la época cuando no duraba más de un día haciendo un cuento. “Los escribía con la misma rapidez que un reportero hace una nota sobre un incendio”, afirmaba el propio escritor. En el museo están la sala; el cuarto de trabajo, donde Chéjov consultaba a sus pacientes y escribía sus libros (lo hacía escuchando música, que tocaba en un piano su hermano Nicolás. La música preferida de Chejov era el Preludio nro 6 de Chopin ) ; y los dormitorios de él y sus familiares. El guía nos muestra el título de médico obtenido en la Universidad de Moscú y nos cita unas palabras del escritor: “No tengo dudas, las clases de medicina influyeron enormemente sobre mi actividad literaria. Ellas aumentaron el diapasón de mis observaciones, me dieron muchos conocimientos, cuyo verdadero valor para mí como escritor lo puede entender sólo un médico…la medicina es mi esposa y la literatura es mi amante.” Vemos su maletín médico, un mortero para preparar remedios, una campanita…Más allá una fotografía de Chaikovski, quien lo visitó en 1889 para agradecerle la dedicatoria del libro Gente Triste. La biblioteca que una vez estuvo aquí, no está ahora-dice el guía. Chéjov ordenó entregarla después de su muerte a su ciudad natal , Tagangor. Luego agrega, mostrándonos una foto: vean a Chéjov en la clínica atacado por la tuberculosis en 1897…Tolstoy lo visitó y hablaron de la inmortalidad del alma…Salimos del museo y yo recuerdo unas palabras de Chéjov sobre ese tema: “Creer en la inmortalidad del alma es una cobardía que reconforta”.

En la casa de Dostoyeski.......................

Vamos al museo de Dostoyeski, en la calle que lleva su nombre. Es un edificio construido en 1806 como hospital para pobres, llamado la Casa de Dios o el Hospital de María, y donde vivió y trabajó de médico el padre del escritor. En 1812 Napoleón, durante la invasión a Moscú, convirtió el edificio en su hospital militar. Allí nació Fiodor Dostoyeski en 1821. La infancia de Dostoyeski se relaciona con este hospital y así lo manifestó en sus diarios. Sus recuerdos se remontan a los dos años de edad “cuando su madre lo llevó a la iglesia y observé a las palomas volando de ventana en ventana”.

El guía nos explica que el apellido Dostoyeski procede de la comarca Dostoyes en Lituania, adquirida por un ruso en 1506. En el siglo XVII los Dostoyeski que no aceptaron el catolicismo huyeron hacia Ucrania. El abuelo del escritor, Andrei Dostoyeski, era un sacerdote ortodoxo. Fue uno de los autores de un libro de versos religiosos, uno de cuyos ejemplares perteneció a Fiodor y se encuentra en el museo, junto a su biblioteca, un candelabro, su pluma con el tintero, y el diván que usó para escribir Crimen y castigo.

En tranvía...........................

El director del museo nos invita para que nos quedemos y escuchemos el concierto de un cuarteto en honor a las festividades por la fundación de Moscú. La pequeña sala esta abarrotada y ya no hay asientos; pero nos buscan unas sillas y muy amablemente nos las ofrecen. Escuchamos composiciones del joven Mozart. A la salida damos un paseo en tranvía. No llevamos un rumbo preciso, sólo paseamos en ese medio de transporte , y es claro que nos lleva a otras épocas. La ciudad está adornada con bambalinas y la gente camina enarbolando banderas…

*Médico, poeta e historiador venezolano (San Juan de los Morros, estado Guárico)

1 comentario:

Alí Reyes dijo...

Los detalles de tu crónica hablan más alto acerca de los cambios en Rusia que la misma narración

Saludos a tí y a tu familia Edgardo.

www.tigrero-literario.blogspot.com