Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

jueves, 21 de agosto de 2008

PRESAGIO POLÍTICO

Efrén Barazarte*


Imagínese que usted es un marinero más de un barco a la deriva y al capitán se le ocurre la genialidad de llamar a la tripulación y decirle que la ley lo habilita a cambiarle el nombre a la nave y que son vainas del imperialismo yanqui poner un mascarón de adorno a este barco y que el mascarón será la imagen trillada del Libertador y que esta vez no estará arando en el mar y que el barco será rojo, el uniforme rojo y se lamentará que el mar rojo no pertenece a nuestro pasado republicano y que se navegará rumbo hacia la dimensión desconocida, por aquello de inventamos o erramos. Cierre los ojos, si es que puede, y encontrará a ese innombrable capitán como el mismo loco de la novela de Melville, el alucinado capitán Ahab, llevando a los marineros al suicidio colectivo porque hay que matar a Moby Dick o la ballena blanca, por adeca e imperialista y en ese delirio el barco se deteriora a pedacitos porque los marineros tienen que echar pa lante y no hacerle mantenimiento ni nada que huela a profesionalismo, por ordenes del capitán y comandante en jefe y que no importa preocuparse por comer, ni por sus familias, ya que la familia es el word revolution y que no importa el calzado ni el vestido en nombre de la causa y como a él no le interesa la alimentación de su tripulación porque su vida va en función de su propia gloria de matar la ballena. La vida comienza por él y debe haber un pensamiento único. Entonces comienza el malestar. Usted comienza a pensar libremente y el capitán comienza a intuir ese peligro. El ejercicio del pensamiento es lo contrario de los designios de un Estado neototalitario como el que ese que usted se está calando a bordo de ese barco bolivariano con un orate capitán ensimismado. La gente del barco no come bien y el cocinero le sirve a la tripulación carne con gusanos. Frente a este atropello los marineros denuncian que los quieren matar con una alimentación así y el capitán envía al médico del barco para darle carácter constitucional a esos gusanos y que una vez llegado el médico, declara que la carne está apta para el consumo humano y dice que todo aquel que diga lo contrario es traidor a la patria y traidor a las ideas del demente capitán. Y ya la gente no cree en la canción del capitán que alguna vez dijo que en el mar de la felicidad la vida es más sabrosa, pero por allá en tierra firme existe el descontento, el jefe anda de mar en mar, regala el dinero que no es suyo, existe la escasez, hay violación de derechos humanos, en lo civil, en lo jurídico y la delincuencia más feroz del continente. El que alguna vez dijo que la constitución pasada era letra muerta, lo materializa con la actual constitución. Un huracán entra en el caribe, es el fantasma del populismo que recorre los mares latinoamericanos. En tierra firme se le arrecha la gente. El poder comienza a reprimir, no hay peor arma antimotín, que la violación de la libertad de los derechos a elegir a sus gobernantes; no hay peor arma que la desaparición de la propiedad privada cuando ésta es el fruto legal cosechado y vivido por sus ciudadanos. Hay fuego en el 23. Roma arde mientras Nerón regala el petróleo. Se oye desde lejos la paradoja de una canción de Silvio y el capitán habla demasiado de lo posible. Los tripulantes del barco se amotinan y en tierra firme se suscita el imperio del caos, el único lenguaje del poder. Vienen tiempos de calle. De voto democrático. El poder del Ahab bolivariano existe en la medida del terror y el miedo que él practica. Su debilidad es esa vieja palabra griega llamada democracia. Al no haber estado de derecho, ni instancia para el dialogo, la calle se le convierte en miedo. De sólo imaginárselo, sólo usted cambiará el curso del barco de los locos.
*Docente y poeta venezolano (Maracay, estado Aragua)

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