Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

miércoles, 4 de febrero de 2009

DIARIO DE INVIERNO (Moscú. 2008-2009)


Edgardo Malaspina*





MARTES, 16 DE DICIEMBRE DE 2008


Llegamos en la tarde a Moscú con una confusión. Pensamos que el aeropuerto de aterrizaje era el Shremetievo, pero resultó ser el Domodiedovo (La casa del abuelo). Por eso nadie nos estaba esperando. Al rato viene por nosotros Alexei, el esposo de Valia, una de la hijas de Serguei, hermano de Natalia. Los termómetros marcan diez grados bajo cero. En la casa el banquete está servido. Las bienvenidas y las despedidas son motivos fundamentales de celebración para los rusos. Hasta tiene un chiste para ilustrar su cultura etílica: un hombre no encuentra una razón para beber, cuando de pronto observa una cucaracha y se le ocurre una idea brillante. Amarra el insecto con un hilo. Lo deja ir, se echa un trago y le dice “hasta la vista”. Luego recoge el hilo y se echa otro trago para darle la bienvenida. Nos ofrecen vobla, pescado de mar seco, que se pasa con cerveza, y es considerado una delicia. La conversación, luego de los saludos correspondientes, gira sobre todos los temas hasta llegar al lógico: el de la política. Ahora Rusia tiene a Pútin de Primer Ministro, y a Medvediev de Presidente. ¿Quièn manda?. Serguei tiene una anécdota para cada situación, y en la siguiente demuestra que Pútin sigue siendo el jefe: Pútin le regala a Medviedev un carro. Medviedev se sienta en el automóvil y nota que no tiene volante. Inmediatamente le pregunta a Pútin por la ausencia de esa pieza importante para conducir. El Primer Ministro le contesta: no te preocupes, está en buenas manos.

Ahora hablamos de socialismo. Alexei dice tener un mal recuerdo: cuando tenía trece años desapareció la leche de los estantes de las tiendas. Serguei lo reprende. Eso es una pequeñez, dice, lo insoportable del socialismo era que casi no había vodka.


MIERCOLES, 17 DE DICIEMBRE DE 2008.

8 grados bajo cero.


Hace 18 años no veía y sentía la nieve. Salgo a pasear con Natalí y la perra de Alexei, Kalista. La nieve apenas cubre el suelo, pero está seca y muy dura. Las palomas y las cornejas atraviesan el bosque. Siento frío sólo en la cara. El cambio de horario me afecta mucho y siento sueño. Ya en casa, Natalia prepara unas arepas y los rusos dicen que son sabrosas. Son las tres de la tarde y ya todo está oscuro, muy oscuro y silencioso. Veo la televisión. Un programa musical tiene un nombre curioso: Sólo lala y nada de blablablá. Pasan la película 17 instantes de una primavera, la cual vi en mis tiempos de estudiante El héroe, Stirlez, es un ruso que se hace pasar por alemán durante la segunda guerra mundial y como espía mantiene informado al comando soviético. Stirlez dice que los fanáticos pueden triunfar pero no pueden defender y mantener su victoria por mucho tiempo, por la vacuidad de su causa. En otro programa, un profesor recuerda y explica lo que era el socialismo. Hay un canal sólo de cultura con entrevistas, exposiciones pictóricas, teatro y música clásica. Ahora veo una velada de chistes. Un cómico dice : yo pensaba que Carlos Marx y Federico Engels eran marido y mujer, pero ahora sé que eran cuatro personas. En otra época ese cómico hubiese terminado en el banquillo de los acusados. Llaman y preguntan sobre la poca nieve. Explican que es un fenómeno que a veces se repite, pero que habrá nieve abundante. Para los rusos el invierno es alegría, y esa alegría la dan las nevadas. En la noche conversamos. Los rusos dicen que mientras haya comestibles de todas las marcas en los supermercados, los comunistas no volverán al poder. Serguei dice que la transición del socialismo al capitalismo fue difícil porque escaseaba todo. Por las mañanas, dice, se iba al bosque a recoger hongos.


*Docente universitario, poeta, médico, editor y cronista venezolano. San Juan de los Morros, estado Guárico.