Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

domingo, 4 de octubre de 2009

DIARIO DE INVIERNO. MOSCÚ, 2009-09-29

Edgardo Malaspina

DOMINGO, 11 DE ENERO


2 grados bajo cero

Con Serguei hablamos de Tsereteli el escultor del momento, cuyas obras monumentales están en varios sitios de Moscú y en algunas ciudades como Paris y Nueva York . Son impresionantes el monumento a Pedro El Grande en el rió Moskva y el complejo conmemorativo de la victoria de los rusos en la segunda guerra mundial en el Park Pobedi. Tiene su propia galería de arte y prácticamente participa en cualquier proyecto urbanístico de Moscú. Cuando le preguntan cómo hace para hacer tantas cosas, contesta inmediatamente: me levanto temprano.

En la noche vamos al cine. La película que está en primer lugar en la cartelera es Stiliagui (Presumidos). Retrata la vida de la juventud soviética en los años cincuenta del siglo XX. Muchos jóvenes de la época de Jrushov querían imitar a sus contemporáneos del mundo en sus vestidos, peinados, música y bailes. El Partido Comunista los catalogaba de decadentes, de “steliagui-presumidos que habían sucumbido ante las tentaciones del capitalismo. Los muchachos del Komsomol se organizaban en brigadas para perseguirlos y castigarlos por traidores a la patria. Nadie podía tener inclinaciones personales, sino seguir las pautas del colectivo. Esa era la consigna para formar el hombre nuevo, según los jerarcas del régimen soviético. El héroe del film es un muchacho, miembro ejemplar del Komsolmol que se convierte en steliagui. Su nombre es emblemático, y allí el gran problema. Se llama Mels. Sus padres lo llamaron así al tomar la primera letra de los grandes teóricos del socialismo: Marx, Engels, Lenin, Stalin. Otro joven steligui es hijo de un hebreo. Su padre trata de convencerlo para que abandone ese camino peligroso que el gobierno no tolera. Una vez lo increpó duramente y le preguntó: ¿sabes para qué tenemos esa maleta detrás de la puerta con las cosas lista para salir de casa?. El mismo padre le contesta: “para llevarla a la cárcel en el momento en que nos declaren traidores a la patria. Así estamos preparados en muchos hogares. Son tiempos sombríos”.


LUNES, 12 DE ENERO


La temperatura oscila entre un grado bajo cero y uno por encima. La nieve cae, pero no termina de llegar al suelo cuando ya se ha convertido en lluvia. Los techos de las casas son limpiados por obreros que lanzan pedazos de hielo. De esa manera se evita que una de esas masas congeladas caiga por su propia cuenta y provoque un accidente.

Por la avenida Lénin llego hasta la el Hospital Nro 1 de Moscú Nikolai Pirogov. Allí está la iglesia del Santo Zarievich Dimitri de la Asunción. En ese mismo templo durante mis estudios de medicina pasé el curso de oftalmología. Entonces nos llamaban la atención los pisos hermosos de una cerámica antigua y algunos iconos que aún se conservaban en las paredes. Ahora los feligreses escuchan misa, cantada desde un balcón.

El hospital lo construyó en 1801 el príncipe Golitsin en honor del heredero del trono de los zares, el joven Dimitri, asesinado en 1591, tal vez por Boris Godunov para quedarse con el trono. La gente empezó a adorar al zarevich muerto, y se decía que su alma ayudaba a los enfermos. El hospital se inauguró en calidad de institución para pobres, y al morir su fundador, el príncipe Golitsin, fue enterrado en la iglesia. En 1818 los bolcheviques exhumaron sus restos y tomaron la urna de bronce para fundirla y “emplearla el algo más útil para la revolución”.

En 1812 Napoleón tomó el hospital, donde trabajaron médicos rusos y franceses mancomunadamente para atender a los soldados heridos de los dos bandos. Cuando los galos intentaron volar el Kremlin, sólo algunos vidrios del hospital se rompieron por acción de las ondas expansivas.

En 1881 el zar Alexander I asistió a la iglesia para rezar después de su coronación y alabó la noble actitud del Golitsin que dejo su fortuna para construir un centro de salud.

En el hospital trabajaba de médico el suegro de Alexander Borodín. Este último, también médico y compositor, solía quedarse en la residencia, ubicada en el mismo nosocomio. Allí escribió su célebre opera El Príncipe Igor.

Durante la segunda guerra mundial el hospital, prácticamente era el único que atendía heridos en pleno bombardeo.