Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

jueves, 24 de junio de 2010

Crónicas de una carnicería

LA GUERRA FEDERAL: GRITOS DEL ODIO (I)


-Alberto Hernández-


** El pueblo, traicionado por algunos de sus libertadores, encuentra en montoneros y pequeños caudillos a los que llenarán de sangre nuevamente el mapa de Venezuela.

Muerto Bolívar, el reparto se impuso en aquel borroso y desvalido país. Páez, habitado por las voces que aún lo aupaban como el Centauro de los Llanos, hizo del territorio una hacienda y emergió como el Caudillo más poderoso de Venezuela. Pero no tardaría en aparecer en escena una disidencia voraz que pregonaba –con la mano derecha sobre el sombrero alón- el reparto de tierras y la negociada libertad de los esclavos.
El descontento social y económico fue considerado como la causa más importante para que se desatara la terrible Guerra Federal. “Este descontento se mantuvo atenuado a raíz de la desmembración de la Gran Colombia, ya que parte de la propaganda para ello se basaba en que la situación económica de Venezuela era resultante de su subordinación a Bogotá; y con la efímera bonanza de la oligarquía, gracias a medidas del hacendista Michelena y el mayor precio que los productos agrícolas adquirieron en el mercado internacional”, así lo escribe Siso Martínez.
La crisis apareció en 1840, cuando la oligarquía se divide y nace el Partido Liberal. Mientras todo esto acontecía, el país estaba sumido en desigualdades tan profundas que ningún plan de gobierno era capaz de sostenerse. La llegada al poder de Monagas profundizó más los problemas por tratarse de un gobierno totalitario, personalista. En su afán por mantenerse en el poder, la oligarquía conservadora -representada por lo más rancio de aquella sociedad producto de la pólvora y las arengas de las montoneras post independentistas- se apoderaba de las tierras baldías. Igual, con la ayuda del poder político malversaba los bienes públicos y hacía del peculado norma del gobierno dinástico. El pillaje, la persecución política, el abigeato y la concentración del odio empujaron la violencia, provocaron la explosión que en 1958 tuvo nombres en Medrano y González, quienes expresaron su descontento a través de asonadas y levantamientos armados.
Algunas regiones fueron escenario del pillaje mediante el caudillismo local. El comercio ilegal, el contrabando y el acaparamiento de las oportunidades dieron al traste con el comercio y trajeron consigo la rebeldía de un pueblo que consideraba que el país estaba siendo vendido al extranjero.

-Gritos de odio y justicia-
Portuguesa, Barinas y Apure concentraban la fiebre del alzamiento. Al grito de “¡Mueran los blancos¡ ¡Todos somos iguales¡ ¡Abajo los godos¡ ¡Hagamos la patria de los indios”, la llanura se incendió con los miserables a la cabeza. El ofrecimiento demagógico de tierras cegó a libertos, indígenas y habitantes pobres de caseríos y pueblos.
La insurrección comenzó el 20 de febrero de 1859 en Coro. Al frente de esta rebelión estaban Jesús M. Hernández y Tirso Salaverría, quienes acuden a Ezequiel Zamora para que conduzca el movimiento. De modo que se convierte en el músculo de este acontecimiento que pondría en jaque a la oligarquía conservadora, representada en algunos personajes de la gesta libertadora, con Páez a la cabeza. “En 1846, como en 1859, de nuevo las mismas montoneras de Boves y de Páez bajo el brazo vigoroso de otro gran caudillo de la misma fisonomía, del mismo empuje heroico, del mismo desprendimiento, de los mismos instintos oclocráticos y hasta podemos decir que de la misma raza del asturiano legendario”, deja escrito Vallenilla Lanz. La referencia al pasado sangriento toma aliento en esta guerra que convertirá sabanas, pueblos y valles en escenario de verdaderas carnicerías humanas.
Para reforzar su pequeño ejército, Zamora se interna en los llanos. Derrota a José Laurencio Silva, quien fuera cercano a Bolívar. Se trata del prócer con cuya una de sus camisas vistieron el cadáver del Libertador. Comienza entonces a correr la especie según la cual los conservadores conocerán el miedo.
Siso Martínez cita al general Soublette, quien relata: “Hasta ahora nuestras medidas han tenido un carácter de provisorias, que les daba la persuasión de que la guerra era momentánea...Pero las operaciones de Barinas nos han revelado una profunda y terrible verdad, que la guerra es duradera...Las provincias de Portuguesa y Barinas en masa hacen hoy causa común con Zamora y su facción, quien dueño de todo el territorio tiene en jaque al general Silva en Barinas...y a la mejor ventaja que adquiera lo tendremos sobre Barquisimeto y San Carlos”.
El mandato de Julián Castro comenzó a sufrir los embates de las acometidas de Zamora en los llanos. De José Antonio Sotillo, Julio C. Monagas y José Loreto Arismendi en Oriente. Fue Falcón quien quebró el régimen de Castro, por lo cual éste hace público un manifiesto en el que señala: “El gobierno se ocupa actualmente de los últimos acontecimientos con fe y lealtad. Si apareciese que la federación que se proclama es el voto de la mayoría de la nación, el gobierno le prestará todo su apoyo. Nadie sino la mayoría es soberana”. Castro defeccciona: nada lo diferencia de Falcón, lo que pone a dudar a los conservadores y quitarle su confianza al Presidente. Ese día, con su característico encendido modo de hacer periodismo, Juan Vicente González escribió: “Adiós, general: el hierro va a sonar en sus oídos en vez de mis débiles palabras. El cielo salve a la República y a usted”. Y en verdad, la República, siempre vapuleada por las ambiciones, comenzó a tambalearse ante los avances de los federalistas. Venezuela había salido de los españoles, a través de una guerra civil, para adentrarse en otra entre los mismos hermanos que duraría cinco largos años. Zamora se encargaría de incendiar el país mediante “guarimbas”, trampas y retrocesos que le valieron el reconocimiento de sus seguidores.
Caído Julián Castro, fue designado como Presidente Pedro Gual, pero fue sustituido por el vicepresidente Manuel Felipe Tovar. La ingobernabilidad agitaba el destino de un país que aún escuchaba el casco de los caballos, los sables y gritos de las carniceras batallas de Independencia.

-El comienzo: ¿pesadilla a pasitrote?-
El comienzo fue el final para Zamora. La batalla de Santa Inés, el 10 de diciembre de 1859, en la que ganan los federales, y la de Coplé, en la que sale derrotado Juan Crisóstomo Falcón por los hombres de León de Febres Cordero, confirman que el viento no estaba a favor de nadie. Muerto Zamora -un mes después en el sitio de San Carlos- la Guerra Federal se multiplica en muerte y desolación. El mismo Lisandro Alvarado afirmaría, a propósito del Decreto de Garantías que cierra la guerra, lo siguiente: “Incorrecto es quizás en alcance y redacción el decreto de garantías, no importa. Su oportunidad fue incontestable. Reconcilió a Patiño con Gil, a Costa con Vallenilla, a Mendoza con Romero, a Lugo con Olivo, al cabecilla desalmado con su implacable enemigo, hasta entonces reconciliados por la muerte. No es poco esto en los instantes del triunfo”. Pero, ¿quién triunfó, si no fue la muerte la que puso la mesa?, nos preguntamos hoy. (Continuará).

domingo, 13 de junio de 2010

Esquina El Chimborazo Calle José Cornelio Muñoz cruce con Atanasio Girardot. Aportes al conocimiento de la historia local.

Hugo Rafael Arana Páez
Miembro investigador del Centro de Estudios
Histórico-Sociales del Llano Venezolano.
Casa de Bolívar San Fernando.
Hugoarpa24@hotmail.com.
Fotografías: Hugo Arana Páez

1. ¿Dónde estaba la esquina El Chimborazo?

Hasta comienzos de la década de los años sesenta del siglo veinte, funcionó en el ángulo Noroeste del cruce de las calles José Cornelio Muñoz y Atanasio Girardot, un negocio de víveres conocido como “Pulpería El Chimborazo”, propiedad del comerciante apureño, apodado el Teniente Cordero.
Actual esquina El Chimborazo, cruce de las calles José Cornelio Muñoz y Atanasio Girardot. Lugar donde estuvo la pulpería “El Chimborazo”, propiedad del comerciante apureño, apodado “El Teniente Cordero”.

2. ¿Por qué El Chimborazo?

Posiblemente el Teniente Cordero fue un viejo apureño, admirador del padre de la patria y cuando a finales de la década de los años treinta fue a constituir su negocio de víveres, se le ocurrió consagrarlo con ese nombre. Seguramente este pulpero se inspiró en el Bolívar pensante y utopista, en el héroe de tendencias románticas, proféticas como fue el Bolívar de "Mi delirio en el Chimborazo. El monte Chimborazo está situado en la provincia del mismo nombre, en Ecuador, y a sus pies se halla la ciudad de Riobamba, capital de dicha provincia. Chimborazo es el nombre del dios de la antigua nación Puruhá, que más tarde fuera adorado por los Incas. Su nombre tiene varios significados en los dialectos vernáculos. Viene del jíbaro chimbu, asiento, dueño de casa; del aymará rassu, montaña; del colorado shimbu, mujer y rassu, nieve. También se cree que chimbo es de origen chimú y significa sombra protectora. En idioma quichua, chimbo o chimbu significa la del otro bando y rassu quiere decir nieve. Es decir "Nieve del Otro Bando", lo cual concuerda con la mitología indígena que considera al Chimborazo como esposo de la Tungurahua, montaña situada frente al mitológico cónyuge. Los indígenas de la provincia del Chimborazo creen que las dos montañas se unen cuando el cielo resplandece por los relámpagos en las noches de tormenta. Alexander Von Humboldt intentó llegar a la cima de esta montaña, pero sólo alcanzó los 5.900 metros sobre el nivel del mar.

3 El Libertador y “Mi delirio sobre El Chimborazo”

El cerro El Chimborazo, en la República de Ecuador, fue escalado en el siglo diecinueve por ilustres visitantes, entre otros: La Condamine, Humboldt y Simón Bolívar; de esta hazaña El Libertador, escribió uno de los ensayos más hermosos y diáfanos que haya producido el intelecto humano. Es una obra literaria referida a la voluntad y las pretensiones del hombre; escrita en bella prosa y que sería conocida por las generaciones presentes como “Mi Delirio sobre El Chimborazo”.
…” Yo venía envuelto en el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; las seguía audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? ¡Sí podré! Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo. Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía. De repente se me presenta el Tiempo bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano… "Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo tu Universo? ¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano". Sobrecogido de un terror sagrado, « ¿cómo, ¡oh Tiempo! -Respondí- no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino». "Observa -me dijo-, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres". El fantasma desapareció. Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio”... (1)
Es posible, que este teniente del ejército venezolano de comienzos del siglo veinte, convertido en pulpero de pueblo (pulperos famosos hubo en Venezuela como José Tomás Boves en Calabozo y Ezequiel Zamora en Villa de Cura), haya leído este escrito del padre de la patria y hallándolo tan hermoso, quiso consagrarlo, dándole con mucho orgullo el nombre a su negocio “Pulpería El Chimborazo”.


4 La Esquina El Chimborazo y las escuelitas de primeros estudios en San Fernando

Algunos niños de San Fernando hasta finales de la década de los años cincuenta tenían sus primeras experiencias de aprendizaje en varias escuelitas que existían estratégicamente ubicadas en diferentes barrios. En ellas comenzaban con la popular cartilla y continuaban con el clásico libro primario de “Mantilla”. Estas escuelitas funcionaban en casas de familia, donde una sola maestra se encargaba de impartir lecciones a los párvulos que ansiosos acudían en búsqueda de conocimiento. La edad para ingresar a estas instituciones oscilaba entre los cinco y los ocho años. Los recursos didácticos utilizados por estas docentes, era entregarles un puntero que podía ser un pedacito delgado de madera, con el cual iban señalando las primeras letras a medida que las repetían en voz alta. De igual manera estas maestras aplicaban severos castigos a sus pupilos (eran las estrategias educativas que se utilizaban en la época), estos castigos se aplicaban sin contemplaciones, pero también sin ser exagerados. Estos consistían en la jaldera del cabello, mejor conocidos como “peladientes”; por aquello de que al tirar la docente los cabellos del niño, éste hacía una mueca de dolor, cerrando los ojos, abriendo simultáneamente los labios y dejando los dientes al descubierto. Pero también estas maestras recurrían al clásico palmetazo o al templón de orejas; cuando la falta era suave los obligaban a arrodillarse en el piso o sobre un ladrillo y en casos extremos, sobre granos de maíz. Cuando las faltas eran graves o no se aprendían la lección, implicaba un castigo adicional como era dejarlos “pésimos”. Quedarse “Pésimo”, consistía en prohibirle al niño salir a jugar en la media hora de recreo o receso. En ese tiempo, el infeliz muchachito permanecía sentado en su pupitre escribiendo una “Plana”, que consistía en llenar fila tras fila en el cuaderno la frase “Debo portarme bien en clase” o “Debo aprender bien la lección”.
Eso sí, los niños que egresaban de estas escuelitas, ya estaban capacitados, para ingresar al segundo grado de cualquier escuela oficial. Pionera de esta enseñanza en San Fernando fue Doña Andrea Hurtado de Santamaría. Ella tenía su escuelita precisamente en la esquina El Chimborazo, en el cruce de las calles José Cornelio Muñoz y Batalla de Boyacá; allí vivía con sus hijas Blanca Hurtado de García y Rosa Lerma Hurtado; su yerno José García y su nieta Edith. En esa escuelita de la Chimborazo, se le enseñaba a los niños a leer con más soltura, a pronunciar bien las palabras y también las cuatro reglas de la Aritmética (la llamada tabla de sumar, restar, multiplicar y dividir). Valga el testimonio del economista apureño Cesar Humberto Ramos…”De allí salíamos listos, para ingresar a cualquiera de las escuelas de educación primaria”… (2)
Otra reconocida escuelita en San Fernando en esa época, era la de la Niña Candelaria Velásquez. Este centro de enseñanza funcionaba en su residencia familiar ubicada en la Esquina Botellofón, situada en el cruce de las calles José Cornelio Muñoz y 24 de julio, donde había una casona de bahareque, techo de tejas, de anchos portones y enormes ventanas de madera, amén de un amplio corredor que miraba al hermoso patio, sembrado de mamones, guayabos, ponsigué, matas de cayena, rosas y capachos que hacían las delicias de los pequeños estudiantes. El corredor fungía como salón de clases, por lo que la iluminación y ventilación eran excelentes

Actual esquina El Chimborazo. La vivienda a la derecha donde funcionó la escuelita de Doña Andrea Hurtado de Santamaría en el cruce de las calles José Cornelio Muñoz y Atanasio Girardot.

El Teniente Cordero era un hombre cordial y muy dado a las chanzas. Era además de pulpero, gallero empedernido, poseía la reacción natural de los jugadores, es decir, jovial cuando ganaba y malhumorado cuando perdía. En ese sentido los muchachos de la barriada, los días domingos, solían pedirle prestada la sala de su casa, la cual estaba al lado de la pulpería, para hacer los “Picoteos” (fiesta amenizada con aparatos de sonido llamados Pick-up o Picót), después que él se marchaba a la gallera. En ese sentido vale la pena citar a Cesar Humberto Ramos en su obra Remontando el Apure viejo.
….”El Teniente nunca decía que no, pero los asistentes a esas fiestas corrían un albur cada vez que el Teniente regresaba de la gallera. Como él tomaba bastante ron puro, siempre llegaba “prendió” de la gallera. Cuando ganaba, regresaba bañado de rosas, contento y exclamaba ¿Cómo están muchachones? ¡Que siga la fiesta! ¡Aquí tienen otra botella de ron! Pero cuando perdía , llegaba mareado a su casa , se metía directamente a su cuarto y salía con una peinilla en la mano y rastrillándola en el piso , gritaba : Bueno ¿Y qué vaina es esta ¿Qué hace este gentío en mi casa? ¡Se me van pal carajo toditos! “… (3)
Actual esquina El Chimborazo. En el ángulo Noroeste estuvo la pulpería El Chimborazo que le dio nombre al lugar.

5 ¿Quién fue el Teniente Cordero?

Se llamaba Juan Bautista Cordero, era Teniente del ejército de Venezuela y hasta el año 1929 era el Comandante de Los Cañitos, en el hato La Candelaria; siendo reemplazado por un teniente tachirense de apellido Cárdenas. En el lapso 1908 a 1935, Juan Vicente Gómez era el amo absoluto de Venezuela, principal accionista de la Compañía Anónima Venezolana de Navegación CAVN, del lactucario de Maracay, de mataderos y dueño de los mejores hatos ganaderos, centrales azucareros, y haciendas cafetaleras según refiere Miguel Acosta Saignes en su obra Latifundio
…”Juan Vicente Gómez era el mayor terrateniente venezolano y quizás de América. El cálculo preliminar de sus inmuebles diseminados por todo el país y especialmente constituidos por haciendas y hatos, de un monto de 126 millones de bolívares, según la Junta de Reclamaciones contra los bienes del dictador”… (4)
De esos ciento veintiséis millones de bolívares correspondían al Estado Apure 1.829.388,05. Sin embargo después se comprobó que la fortuna total de El Bagre representó un mil millones de bolívares. En Apure tuvo el hato La Candelaria, ubicado en el hoy Municipio Autónomo Pedro Camejo, al Sur del río Arauca y Norte del río Cunaviche. Fue un hato inmensamente rico, con una extensión de ciento veinte mil hectáreas y una población bovina entre 240.000 a 360.000 cabezas aproximadamente, amén de un considerable rebaño de ganado caballar. Según refiere Ramón Oviedo Montoya
…”Para finales del año 1929 era administrador de ese hato, el Coronel Miguel Poveda. El asiento principal de esta vasta propiedad era El Paso Arauca, adonde había sido trasladado desde Los Cañitos, obedeciendo a razones de orden estratégico y de seguridad, además de la cercanía de las poblaciones de San Juan de Payara y San Rafael de Atamaica. …Las propiedades de Gómez todas eran cuidadas por el ejército y en consecuencia; en el asiento del hato había un pelotón militar. De igual manera existía otro en Los Cañitos….En Los Cañitos el Comandante de ese puesto, era el Teniente Juan Bautista Cordero; a quien conocí personalmente en su bodega El Chimborazo; calle Girardot con Muñoz en San Fernando de Apure a principios de los años cincuenta. Por razones estrictamente militares, al Teniente Cordero le correspondió ser reemplazado en su puesto de mando, por otro teniente de apellido Cárdenas”…. (5)

6 ¿A qué precios y qué vendían las pulperías de San Fernando a mediados del siglo veinte?


Tomando los datos de Ramón Oviedo en su obra Sabaneando mis recuerdos, se mencionan los precios de venta de algunos productos para el año 1945. Un kilogramo de carne res Bs. 1,45 Una panela dulce (1 kg) 0,25 Medio kilogramo de carne y un kilogramo de hueso Bs. 1,37 Un kilogramo de verdura (yuca, topocho y ocumo) Bs. 0,50 Una panela de jabón (de la tierra o amarillo) Bs. 0,25 Un kilogramo de manteca vegetal Bs. 3,00 Un Kilogramo de azúcar Bs. 1,00 Un kilogramo de arroz Bs. 2,00 Un kilogramo de papas Bs. 1,00 Un Kilogramo de Cebolla Bs. 2,00 Un Galón de aceite (3,785 Litros) Bs. 13,00 Una lata de Kerosene (18litros) Bs. 3,00 Una lata de Creolina (1/2 litro) Bs. 2,00 Un Kilogramo de frijol Bs. 1,00. Además de estos bajos precios el pulpero recompensaba a sus clientes con la conocida ñapa.

Esquina El Chimborazo. Vista desde la calle José Cornelio Muñoz. El edificio de la izquierda actual sede administrativa de la empresa CANTV, donde hasta mediados de la década de los años sesenta, la familia Guaitero-Díaz, vivió en una casona de adobe y tejas. A la derecha estaba la pulpería El Chimborazo.

7 La Ñapa y las viejas pulperías

Hasta mediados del siglo veinte en San Fernando, no existía pulpería sin ñapa y es que dar ñapa era una práctica usual en esos negocios. Hoy esta práctica y hasta la misma voz están desparecidas del léxico y si no es así pídanle la Ñapa a un chino propietario de una cadena de supermercados. Esta voz se hallaba difundida en casi toda América. El centro de origen es del Perú incaico; en quechua, Yapa es aumento, incremento o añadidura; Yapar es dar la yapa. Del Perú al pasar a Colombia se hizo ñapa. Esa ñapa se extendió por toda Venezuela, por las Antillas, América Central y México e incluso hasta el Mississippi. Su uso está asociado a las viejas pulperías como El Chimborazo, donde el cliente decía ¡Deme un real de mantequilla! Y mi ñapa e queso o ¡Véndame un Kilo de azúcar y un caramelo e ñapa! Aunque los modernos supermercados la han desterrado, nuestra ñapa no va a desaparecer porque todavía en sentido figurado le quedan otros usos. Así todavía escuchamos: El policía le dio su buen bollo y le acuñó unos planazos de ñapa o fulanito se salvó de ñapa (que se salvó por un tris) , ¡Ni de ñapa acepto yo eso! , ¡Ahora pa mas ñapa se le reventó un caucho al carro! o ¡Mira fulano como esa ñapita e mujé gobierna a ese hombrón!

C O N C L U S I Ó N:

Hasta mediados del siglo veinte existieron en la capital apureña muchas pulperías (LA Vencedora, El Matajey, Mi Tesoro, La Mariposa, El Verdún, El Chimborazo, El Pabellón del Pueblo, El Combate, La Aragüeña, La Pluma de Oro, etc) que dieron nombre a muchas esquinas de la zona histórica de la ciudad. Entonces eran modestos negocios (atendidos por venezolanos, que recompensaban la fidelidad del cliente con la conocida Ñapa). Lamentable y progresivamente se fueron convirtiendo en “Bodegas”, “Casas de abastos” , hasta convertirse en “Automercados”, “Supermercados”; siendo sus propietarios, ciudadanos italianos, españoles y a partir de la década de los años setenta, nacionales del Medio Oriente (libaneses, sirios, árabes, etc) y últimamente del lejano Oriente, conocidos todos ellos como “chinos” (no sé, si peyorativamente). Lo cierto es que en todos estos grandes mercados no dan ñapa y al contrario, cuando al infeliz cliente le queda un vuelto de dos o tres bolívares, estos comerciantes le entregan (de mala gana) a cambio, dos caramelos de pésima calidad o una cajita de fósforos y si es una dama, una límita de madera para las uñas. ¡No jile, ah tiempos aquellos! En que los viejos pulperos entregaban el vuelto completiiiiiico, amén de compensarte con tu buena ñapa.
San Fernando, 11 de junio de 2010

Citas al pie de página
(1) Enciclopedia Wikipedia, Versión digital (Internet)
(2) RAMOS, Cesar Humberto Remontando el Apure viejo, Pag.57.
(3) Ibídem Pág. 85
(4) ACOSTA SAIGNES, Miguel Latifundio Pág. 128
(5) OVIEDO MONTOYA, Ramón Sabaneando mis recuerdos Pág. 36

FUENTES:
BIBLIOGRÁFICAS:
ACOSTA SAIGNES, Miguel Latifundio,
DECANIO, Edgar Repuntes II El San Fernando de ayer
OVIEDO MONTOYA, Ramón Sabaneando mis recuerdos
RAMOS, César Humberto Remontando el Apure viejo 1930-1050
ROSEMBLAT, Ángel Buenas y malas palabras

DIGITALES:
Enciclopedia Wikipedia Mi Delirio sobre El Chimborazo
ORALES:HERNANDEZ, Nelsón “Caboluís”
OVIEDO MONTOYA, Ramón
BUAIZ, Jorge
TESTIMONIALES:
ARANA PAEZ, Hugo Rafael
CADENAS, Miguel
CASTILLO PILDAÍN, Federico

jueves, 10 de junio de 2010

Crónicas de una carnicería

UN BALAZO EN LA SIEN

Alberto Hernández
Los hombres de verdad se suicidan en las chiquiticas, en los extremos. No, definitivamente. No se trata de tomar un revólver y descerrejarse un tiro en la cabeza. Es más simple, se trata de pedirle perdón a Dios y después pegarse un balazo en la sien izquierda o derecha, según sea diestro o siniestro el héroe, que no es igual, pero para los efectos de la fotografía es la misma vaina. La historia sabe de estas cosas. De los misterios y secretos que se guardan hasta que se sabe todo. Los organismos de seguridad suelen ocultar parte de la historia, pero los curiosos siempre dudan y le ponen sal al caldo. La muerte, por ejemplo, del presidente Allende estuvo rodeada de historias. Al desclasificarse la verdad –más anécdota que fondo- quedó al descubierto que el doctor Salvador Allende se pegó un tiro y se desfiguró el rostro. ¿Fue un acto de cobardía? Para los que nunca hemos olido la pólvora, pero intuimos que un disparo duele, se trata de una acción heroica, como la que llevaron a cabo los hermanos de la resistencia en Lídice contra la SS de Hitler.
Un balazo en la sien a tiempo puede salvar la patria. O la vida de muchos. O la propia historia de quien hala el gatillo. No es cinismo, pero tiene sus rasgos de bondad divina. El suicidio puede aparecerse con muchos rostros, muecas y gestos. Hay suicidios muy largos, casi eternos: una dictadura, por ejemplo. No luchar contra ella significa aceptarla y ser pasto de los abusos del poder absoluto. Una mujer o un hombre fastidiosos: ambos se consagran en tales al abandonar la cama.

La bala que le quitó la vida a Ezequiel Zamora en Cojedes le dio un respirito a los hostigados habitantes de aquella Venezuela y “salvó” lo poco que quedaba de país, aunque después de la estampida Venezuela tuvo que pasar por otros dolores para poder exterminar el caudillismo. Escaramuzas y una larga dictadura cuya paz era perfecta, puesto que se expresaba en los cementerios. Zamora fue un episodio más de la historia de este país. Zamora fue otro pistoletazo en la cabeza. Zamora fue su propia traición.

Ahora, luego de la borradura que significó Gómez, traducida en la pasantía guerrillera de un Maisanta, de un Arévalo Cedeño, de un Mocho Hernández o de los muchachos de los años sesenta del recién fenecido siglo XX (salvando las distancias pese a que no jugaban con agua), regresamos a aquel disparo, al estruendo de aquellos hombres a caballo que tenían como objetivo arrasar con todo en nombre de la pigmentación de la piel, de un enfermizo anticlericalismo y de políticas vengativas contra la ingente burguesía de aquellos tiempos. Este regreso a través del túnel del tiempo podría dar al traste con nuestra civilidad, incluyendo los postulados de la llamada revolución bolivariana. ¿Cuántos Atila podemos contar con los dedos de las manos? ¿Cuántos Andrés Bello, Fermín Toro, José María Vargas, Rómulo Gallegos podemos colocarnos en la solapa antes de entrar a una democracia donde impere el pensamiento y el disenso como valores de un modelo que realmente nos conduzca a ser un país de estos tiempos?

Es falso que una nación moderna se construye con batallas, cañones, fusiles y arengas militares en una plaza civil. Allí está parte de Europa destruida. Es mentira que seamos herederos de aquellos que mataron y fueron muertos por sus errores. Constituye una falacia creerse depositario de las ideas de aquellos que tuvieron que soportar imperios, crímenes y el yugo de potencias que lograron pisar este territorio. Nadie es más patriota que otro porque pregone que lo es. La patria podría ser un espejismo, un rasgo muy pequeño en el espíritu de una nación. Los nacionalismos suelen halar el gatillo para destrozarle la cabeza al Zamora de ocasión. He allí el miedo que esto le insufla a un conglomerado social cuya meta está al final de una puerta entornada.

Los símbolos del fracaso no pueden, entonces, destacar como fabricantes de ilusiones. Que las ilusiones en política son promesas. El pasado tiene una carga pedagógica tan delicada que no todo el mundo puede hacerla herramienta de sus apetencias. Por allí se escapa la paz. La simbología de los viejos tiempos cala bien en la literatura, en algunas premisas aplicadas por hombres doctos, no por diletantes que han convertido el país en una anécdota permanente.
La historia –esa señora a veces con legañas- es tan sabiamente inútil que suele confundir a los caudillos. Les estropea la fiesta. Les agua el guarapo. Que lo diga Zamora, Maisanta o el mismo Boves. Por eso es preciso enterarse de lo que pasará próximamente. Sólo que no queremos oír disparos ni mucho menos ver regado sesos en el piso, porque ya eso lo vimos un abril en Caracas, cuando la estupidez mostró su cara de discurso repetido y la verdadera intención de la belleza que nos ofrecen.

martes, 8 de junio de 2010

SALVACIÓN PROVISORIA*

-->
Luis Emilio Romero
En que parte de mí
escarba un caracol su alba.

Debelando sin descanso
óxidos en los bordes de la noche.

Una escritura balbuciente en los ecos sumergidos
ata un lento silabario
de vuelos azules.

La hora en que desde el fondo
gotean anémonas
al alma desleída del paisaje.
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La luna es un espejo
donde se miran nuestros deseos.

Cae como un ángel de heladas alas
hasta nuestras manos.

Es la hora
en que parten las estrellas
cargadas en un tranvía que rueda
sus amuletos sobre rieles de nácar.

Es la hora
en que desde el fondo de su alma
el mar se dobla como un niño dormido.

Trae antiguos rumores sumergidos
deletrea a mis pies su fina caligrafía
de vientos mareas desguarnecidas.

He aquí la edad de esa piel
tiene el rubor de un beso
unos labios entreabiertos
se despeñan desde mis ojos trasnochados.

En la hora
tendida como un mapa
ella me pierde.
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Ven
bebe en mis manos
el licor del último pleamar.

Cabalgo una nube
sobre una playa sedienta.

Marzo levanta la casa
hace jirones los muebles
la yesca de la centella.

Ven
lee en mi sangre
el negro eclipse de la tempestad
que llevo por dentro.

Sacúdeme el nombre
que verán tus ojos
bajo el trópico destartalado
condúceme al pleno mediodía
de mi sombra quemada por el rayo.

Ven
inclina tu espalda
lava mi cuerpo
sálvalo del apuro
con que traga el mar.

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Plantado a lo lejos
un faro lastima la bahía

Toca la noche su magia como un mármol
los seres hasta las profundidades

Carne a la deriva mi desvelo
escurre sobre tu cuerpo lucero agobios

El ser entero fue un cielo desparramando
promesas cegueras contra la piel ardiente

Toca con tu desnudez la piel del agua
sed que la distancia reconcilia

Humano como el primer nombre
adoro tus estudiadas formas.

*Estos cuatro poemas pertenecen al libro Salvación provisoria (Caracas, editado por El Perro y la Rana en el año 2006) Luis Emilio Romero es licenciado en Letras por la Universidad del Zulia. Lleva tres poemarios publicados. Es ganador de varios premios literarios nacionales. Profesor y director en instituciones educativas secundarias y universitarias de la Isla de Margarita. Fundador y directivo de la conocida revista de arte y literatura Tropel de Luces.
Imágenes:
-->Caspar David Friedrich, 1774-1840 (Las tres edades, La luna saliendo a la orilla del mar y Monje a la orilla del mar)

sábado, 5 de junio de 2010

EN BARINAS

Edgardo Malaspina



Con el Dr. Alexis Castrillo viajamos a Barinas para participar en los XXXI Juegos Intercolegios Médicos Nacionales En la noche vamos a la inauguración oficial con discursos de bienvenida y un grupo de baile que danza maravillosamente bajo una ráfaga hermosa de fuegos artificiales.
Hago paseos matutinos por los caminos de la Universidad Experimental Ezequiel Zamora. Recorro espacios amplios bajo un cielo claro. Hay un bosque con árboles grandes y pájaros en sus enramadas. Llego hasta la escultura dedicada a la diosa indígena de la agricultura.
Para conocer el alma de una ciudad hay que visitar su casco histórico. Me voy al centro. Alrededor de la plaza Bolívar hay unas casas antiguas. Entro a la catedral. Es de los tiempos coloniales. Converso con el cura. Es joven y se llama Andrés Eloy. Dice que es de Barinitas. Me habla de catedral y de otros sitios de valor turístico.

Entro a la Casa de la Cultura. Se llama Napoleón Sebastián Arteaga. Tiene campanario (la campana rota recuerda una de las refriegas de Zamora en 1859), un patio grande y varias salas. Fue una cárcel desde la colonia hasta 1966. Agustín Codazzi la remodeló en 1846. Antonio Nicolás Briceño (El Diablo) estuvo preso allí antes de ser fusilado. Páez fue detenido en 1813 y encerrado con grillos. Logró escapar y regresó para liberar a los otros presos. En su intento liberador le cayó machetazos a los gendarmes. Uno de esos golpes quedó para siempre en la puerta de entrada, y hoy es una de las piezas museísticas de la institución cultural. Páez en sus Memorias narra el hecho así: “Dirígime entonces a la puerta de la cárcel , eché pie a tierra, y sin decir una palabra a la guardia…comencé a repartir sendos sablazos con tal furia, que todavía se conserva la señal de uno de tantos en una hoja de la puerta…”
Me dirijo al Museo de Barinas Alberto Arvelo Torrealba. Está ubicado es una casona
que perteneció a los Pulidos, una familia rica y culta de la región.. Tiene varias salas. Hay fotos, manuscritos y algunas pertenencias, como un tintero, del poeta Arvelo Torrealba. En otra sala se exponen espadas, artesanía indígena y un fósil: el Barinasuchus Aerveloi. Es una enorme cabeza pétrea con dientes grandes. Es del jurásico. Se parece a un caimán.
En el Colegio de Médicos voy a la biblioteca José León Tapia y conozco el busto dedicado a Manuel Palacio Fajardo, un médico y prócer de independencia nacido en Barinas. Su hermano, Miguel Palacio Fajardo, también médico y político, vivió en Calabozo; y pesar de haber nacido en Barinas se consideraba calaboceño. Lorenzo Rubín Zamora afirma que cuando Monagas asaltó el Congreso Nacional en 1848 Miguel Palacio Fajardo gritó: “Nosotros los calaboceños morimos en campo abierto…”. Era un guariqueño de corazón.

martes, 1 de junio de 2010

Crónicas de una carnicería

ZAMORA Y MAISANTA, HIJOS DEL FRACASO


Alberto Hernández

** Dos personajes que han servido de calco para quienes se creen dueños de la historia. Dos perfiles que se funden en la misma violencia. Dos angustias, dos montoneras sembradas de cadáveres.



La muerte de Zamora y el fracaso de la guerra de Coplé, luego del triunfo en la batalla de Santa Inés, inducen la huida de Falcón hacia la Nueva Granada. Los soldados provocan una diáspora definida como una verdadera tragedia para la causa revolucionaria. Unos desertan, otros se pasan al bando enemigo. Un verdadero desastre. Los federales se funden con el paisaje aún impregnado con el hedor de los cuerpos mutilados.

Ezequiel Zamora


Los exiliados recurren a los amigos en Colombia. Inclusive, Guzmán Blanco es protegido por el General Tomás Cipriano de Mosquera, quien fuera edecán de Simón Bolívar. Mientras tanto, en Venezuela, Páez se adueña del aparato político y se declara dictador. Desde el país vecino el otrora Centauro recibe comunicación de Mosquera quien insiste en mantener la idea de Bolívar de la integración. Pero el hijo de Guzmán Blanco se opone. En tal sentido le escribe a su propio padre: “Yo estoy en el foco de las cosas y sé lo que estoy hablando. Mi camino es el de la revolución genuina, y de todos, el de un resultado más próximo”. Nadie podía imaginarse que el vástago de Antonio Leocadio iba a someter al viejo Guzmán, quien sufre la decepción al ver a su propio hijo enfrentarlo.
Pasados algunos sobresaltos, Juan Crisóstomo Falcón llega a Caracas, triunfante, el 24 de julio de 1863. Con él está Guzmán Blanco, el joven. Este viaja a Londres en búsqueda de dinero y regresa a los tres meses. Quedaban atrás cuarenta mil muertos producto de la Guerra Larga, que así también fue llamada la Guerra Federal.
Según el escritor Héctor Mujica, “aparte de la democratización de las instituciones, la guerra federal deja solamente el saldo positivo de la igualdad, el igualitarismo, en el corazón y la mente de los venezolanos. Ese sentido de la igualdad social en Venezuela es lo que hace posible la convivencia de Simón Bolívar, el aristócrata, y el Agachado, oscuro hombre del pueblo, en el Panteón Nacional de los próceres. Ese sentido igualitario de nuestro pueblo es lo que ha hecho posible el surgimiento de hombres simples y sin ninguna ascendencia, ni política, ni económica, ni social”.
Más adelante, el profesor, periodista y escritor venezolano se pregunta hasta qué punto fue “traicionado el espíritu auténticamente revolucionario de los hombres que habían combatido, que en la Constitución federal de 1864 se concede a la Iglesia católica, no obstante el establecimiento de la libertad religiosa, el privilegio de ser la única que pueda oficiar fuera de sus templos. Por ello, dadas todas estas vacilaciones y traiciones, se explica que las más enconadas figuras antifederalistas, los más encarnizados enemigos del liberalismo se pasen tan pronto a las filas del Gobierno. ¿Es que acaso ese nuevo Gobierno, el Gobierno de la Revolución Federal, afectaba en lo más mínimo sus intereses? ¡Hasta Juan Vicente González publica un nuevo periódico para alabar al federalismo y escribe una biografía de Falcón¡”. Esa Venezuela, al parecer, no ha cambiado.
El tiempo, máquina de moler reputaciones, dejó en el camino del siglo XIX nombres y eventos que tuvieron asiento entre 1859 y 1863, el lustro de la guerra larga, y desfilaron en la memoria del inconsciente colectivo hasta un poco antes de comienzos del XX, cuando los andinos iniciaron el periplo político hacia la capital. Venezuela era hollada por hombres a caballo.
Un nuevo período destacaría el carácter guerrero de aquellos hombres desprendidos de ideales, capaces de incendiar bosques, valles, llanuras y dejar hileras de cadáveres en pueblos, caseríos, campos de batalla y ciudades. La Venezuela que se debatía entre el pasado y la modernidad, albergaba aún viejos personajes, bueyes cansados que la Independencia y la Guerra Federal no lograron vencer.
En ese camino de nuevas venganzas aparece Pedro Pérez Delgado, al que mentaban “Maisanta” por el grito que lanzaba, más de queja que de guerra. Ese “mai santa” es la invocación de la madre ausente, la madre protectora, pero también la madre muerte, la madre peligro.
En la introducción del libro Maisanta, el último hombre a caballo, Orlando Araujo dejó dicho: “Se trata bien de hechos vividos de algún modo por el autor como en el caso de testimonios de guerrilla o de política, o bien de hechos no vividos directa o indirectamente, pero recogidos oralmente en confesiones, relatos y recuerdos de quienes estuvieron personalmente vinculados a los mismos, como es el caso, precisamente, de los dos trabajos que acreditan el esfuerzo intelectual de José León Tapia: Por aquí pasó Zamora, y este “Maisanta”...”.


Pedro Pérez Delgado, Maisanta

Dicho lo anterior acerca de la metodología practicada por Tapia para entrarle a la investigación, Araujo precisa: “Zamora y Maisanta son dos formas distintas de una misma violencia”. De eso sabía Orlando, quien había escrito una extensa obra sobre la violencia en Venezuela. Así, destacada esta imagen de la lucha de los dos personajes, Orlando Araujo escribe: “Los dos nacieron para mandar, tienen carisma, se hacen caudillos populares, combaten contra un Estado despótico y pierden la vida por la causa cuyo triunfo no logran alcanzar”. Es decir, ambos son hijos del fracaso. Y para marcar más esta afirmación, Araujo destaca que “esto es lo que los une en la fatalidad de una violencia frustrada”.El caos político de aquel trágico lustro, al parecer, tenía la mirada puesta en una Venezuela aún dolida por el yugo feudal. Si bien la tropa de Zamora fue bautizada como “La Oposición”, la Federación devino complicidad en los líderes que quedaron vivos. Zamora fue traicionado, a juicio de muchos. Igual pasó con Maisanta, un individuo que resbaló sobre el lomo del gomecismo y resultó encerrado en el Castillo de Puerto Cabello, donde dejaría la vida. La muerte y la prisión de ambos guerrilleros serían parte de esta historia que aún no ha terminado, pues el país de hoy regresa a aquellos ruidos a través de misiones y patrullas parecidas a las guarimbas que Zamora y Pérez Delgado usaron para atacar al enemigo. Si Zamora fue algunas veces un “simple comandante a las órdenes del gobierno”, Maisanta tuvo su lado oscuro al escribirle en varias ocasiones a Gómez para solicitarle ayuda económica. Rasgos de personalidades disgregadas y atormentadas que dejaron una profunda huella en la memoria histórica del país, la cual se hace calco en quienes se creen imanes para atraer el pasado al presente. Terminan también en el fracaso. (Continuará).


Imágenes tomadas de http://movimientorepublicano.blogspot.com/2009/04/el-mutilado-arbol-de-las-tres-raices.html y http://es.oocities.com/ceciliagils3/hid3252/074/personajesilustres.html