Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

miércoles, 28 de diciembre de 2016

CANTOS ANCESTRALES

Arturo Álvarez D´ Armas
Caracas. VIENTO DEL SUR EDITORES. 
2016
(11 poemas)



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Ay Negra
El único miedo a que llegue la muerte
es que salgas de mi memoria
no recuerdes las formas en que hacíamos el amor
ni toque tus senos
piernas
labios.
No estaremos frente a frente
con nuestros sueños y anhelos
confundidos cuerpo y labios.
La muerte es un largo silencio.
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El ensueño de la noche
me llevo al Mont Petit.
Subí al segundo piso
a ver a mi hembra pura de ébano.
Se levanta como astro por el firmamento
vinieron besos
movimientos de cintura.
Tu vestido fucsia le viene a la carnosidad de tus labios.
Un fuego violento salía de tus poros.
Llegaron los orígenes secretos
ríes con efusión y picardía.
Ando ebrio de caricias.
Carne con carne recorro esa topografía de montañas y ríos.
Suena el timbre fin del tiempo.
Busqué en ella la Luz, la Paz, mi esperanza.
Cerraste las piernas
para abrir al nuevo morador de la habitación.
Dijo adiós la negrita de La Guaira.
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Tu faz
ojos de centellas.
Irradias sándalo y cayena.
Igual que la boa
Dan-Gbi
usaré
la punta de mi lengua.
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TRAVESÍA
Atrás quedaron los baobab
dolor de cadenas.
El viento lleva al galeón
arenas de plasma.
Panojas de guinea
lanzan a la costa.
Tocan cuerpos oscuros
dientes blancos
senos duros.
Tasadas al mejor precio.
A Nora Carrasquel
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Bajo el sol de África
al otro lado del Atlántico
besé tu cuello de bubulcus ibis
y tu cabeza de Oni
absorbí el licor de tus senos
trepé tu cuerpo
como la araña Anancy.
Lucy brotó en el río Awash.
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El gallo de Gorée
El guerrero de la cresta roja
y largas espuelas
ronda la sombra del patio
llama del alba.
El cortejo
semeja un baile andaluz
vuelta sobre vuelta
el ala estirada
salta al ansiado trofeo
el pico córneo
sujeta las plumas de la sesera
ni sangre ni rudeza
bailadores de San Juan.
El gallo de Gorée no es para los orichas.
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Recuerdo
Voy por La Habana
con mi mulata rumbera.
Diablitos yorubas danzan el día de Reyes.
Hay rumbas, guarachas, sones y boleros.
Las comparsas, congas
y chambelonas van arroyando.
El Alacrán,
Príncipes del Rajá,
Los Marqueses de Atarés,
Los Dandys de Belén.
Pasamos por La Víbora, Neptuno,
Marte, El Prado, Obra Pía,
Jesús María y
La Calzada del Monte.
Viejos caminos del mito y de la fe.
En La Habana de Yemaya,
las olas se mueven como la mulata.
No existe la CMQ,
Ni la Mil Diez.
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DAMBALLAH
Soy la sepiente sagrada
oriunda de Uidah,
de la dinastía de Abomey.
En la bodega de barcos negreros
me hice a la mar
llegué a tierra de samanes y mastranto
ríos que recuerdan el Pendjari y el Alibori.
Por la ribera del río madre
brotó tu piel
bañada por una luz de oro y plata.
Recorrí tu cuerpo de banjo
abrevé en la hojarasca de tus pezones.
Renacen los ancestros.
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Bajamos la montaña rumbo a la costa negra
angostas curvas
árboles vetustos como la tierra.
Cantos de aves
siembra de cacao
fragancia de chocolate.
Mujeres de caderas con ritmos de tambor.
Beso la arena
se escurre con el agua marina.
El movimiento de las olas se oye como la música de Angola.
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Un caballo alazán
corre libre en la sabana
montado por Yemayá
en la lejanía del mañana.
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Las piernas de mi mujer
son el pilar del orbe.
En el río Oggún
Entre Ifé e Ibadán
mora el humor eterno.

viernes, 25 de noviembre de 2016

RECUERDOS DE MI CALLE

Argenis Ranuárez
argenisranuárez@gmail.com

Homenaje a Irma Marina (11/07/2008)



Bien por la idea de esta actividad. Buena la iniciativa de este homenaje. Compromiso contraído con anterioridad  nos impide estar en cuerpo y alma. Nuestro corazón aquí, en la voz de la mujer amada, ama de llaves de nuestros sueños, para decir ¡PRESENTE!
Participamos en este coloquio, con lo único que podemos, la palabra labrada por el sentimiento. Por una parte, la pasión por este San Juan y por la otra, la admiración y afecto por esa venezolana de altísimos kilates personales y profesionales llamada IRMA MARINA MENDOZA, toda empeños, toda esfuerzos, toda entrega a lo suyo, que son familia y Patria.
Muy cerca de este Teatro de Bolsillo creado por el Alcalde Spartalian, artes, ciencias y letras hoy, donde ayer se guardaban las urnas de la funeraria “La Milagrosa” de la familia Hurtado, está la casita de nuestra feliz infancia. Esa casita nuestra llamada ANALUZ por nuestra tía Luz y por mamá Ana, la Tía Luz hoy con ochenta y cuatro años a cuestas, invidente pero con los ojos del alma intactos. La tía Luz pasa sus días peleándose con los fantasmas del pasado que ella se empeña en llamar espíritus burlones.
Aquí estoy Irma Marina, para expresar con voz prestada, un sentimiento muy propio. La inmensa alegría que me embarga. Aquí guardaban las cajas forradas en terciopelo negro, donde tantas veces nos ocultamos jugando al escondido con los hijos de Doña Emma y Don Rafael, la Negra, Carmen, Rafucho y El Chino.
La calle Mariño comenzaba en el cruce con la calle Ciencias, antes Calle del Ganado y hoy Monseñor Sendrea. Cuando fue construida la Avenida Sucre, la calle Mariño quedó reducida a dos cuadras, desde el templo evangélico hasta El Mercado Municipal. La casa que está al lado de estas, la adquirió el Alcalde Julio Torrealba por compra al exgobernador Carlos Días Heredia y hoy ocupa dependencias municipales. Allí tuvo taller de bicicletas, refresquería y arepera, el musiú Giovanni.
Al Mercado Municipal íbamos de niños, de la mano del abuelo Pedro. Luego, solo, a comprar, a hacer los mandados. Un kilo de carne, dos bolívares, un kilo de costilla, un bolívar, un kilo de verduras, un bolívar, café a medio la papeleta, maíz a real el kilo y la sal, a medio. Nos atendían los pesadores Paco Muñoz, Jesús, Rafael Esperandío y Ramírez. Si era cochino lo que buscábamos, lo vendía Don Pedro Montero, todavía vivo, con noventa y cinco años, por allá por el barrio Agua Hedionda, camino de los llanos.
El policía del mercado era un gigantón cordial y afectuoso a quien le decían sanjuanote. El encargado de mantener el mercado impecable, era un hombre flaco, desgarbado, tímido y de sonrisa infantil, llamado Guillermo Agraz, descendiente del Capitán Agraz, corneta del Libertador, Bajando de aquí donde hoy está el restaurant DINASTÍA, estaba la casa y bodega de Rosendo, ultimado por uno de sus hijos, años más tarde en una crisis de locura psicotrópica. En esa misma casita de bahareque, vivieron los isleños Doña Concha y Don Ventura Piñero, con sus hijos Luis y Juanito, el terrible Juanito…
Al lado, los Del Nogal: María de Jesús, Rafael, Nelly  y Miguel. Don Miguel encendía cada tarde los bombillos de las calles del pueblo, con una vara larga como él mismo. Doña Josefa era costurera y bordadora de las mejores. Frente a los Del Nogal, vivía Doña Carlota Power, madre de Antonio, Daniel y Horacio Scott. Era una bella que a los noventa, todavía pedaleaba en su vieja SINGER. Al lado se instaló el isleño Antonio Cáceres, quien comercializaba cebolla, tomate y papas. Su hijo Raúl, contemporáneo nuestro, todavía mantiene ese negocio, ampliado a otros productos de la tierra.
Al lado de los Del Nogal vivía Genaro, un regordete de voz metálica, padre de la esposa de Don Simón Belisario, quienes vivieron allí varios años. Recuerdo a Chichi y a Lilita. Cuando se fueron, alquilaron la casa a Maruja, una gallega que instaló la Pensión España, con el que presentó como su hermano llamado Pepe y que terminó siendo su marido. En esa pensión vivió Gumersindo Muras, gallego también quien vino como técnico de los equipos de lavandería del Cuartel Zaraza. Hace rato Muras cumplió los ochenta y todavía atiende su Estacionamiento Noguera en la Sendrea.
Al frente los Pozzo, Clemente y Don Antonio, la casita de Clemente era diminuta, con una ventanita por donde se asomaba Marcos, el hijo mayor, nuestro alumno muchos años después, hoy ya ido del mundo de los vivos. Clemente era enfermero de la PGV, beisbolista en sus años mozos, compañero de la Escuela Aranda de Israel, nuestro padre.
Al lado de los Belisario, nosotros, casa construida en 1929 por Juan Herrera el viejo, comprada por nuestro abuelo en 1932 a crédito en dos mil bolívares, patio inmenso, tres mangos, un ciruelo, dos naranjos, un gigantesco merecure donde anidaban los azulejos y un azahar cuyas flores impregnaban media calle. Frente a nosotros, los Velázquez oriundos del Tigre, peleones y fiesteros. Tocaban y cantaban, eran: Josefa, Rosita –tuvo una hija de Manuel Sarmiento-, Ramón Salvador, Ada y Lorenzo. Ada fue nuestra primera ilusión. En esa casa vivió también el Perezjimenista Miguel Arroyo Luder, alcohólico muy culto casado con María, a quien duplicaba en edad.
Luego de nuestra casa, callejón –hoy calle- Mellado de por medio, la casa de COPEI, donde también funcionó el FEI con Teobaldo Mieres al frente, y el MAC dirigido por el Doctor Carlos Alfonso Vaz.
Al lado de los Velázquez, los Torrealba. El sabio vivió primero en la casita nuestra con Doña Rosa su esposa, y sus doce hijos. Esa casa de los Torrealba parece que brotó del fondo de un hueco, allí cantaba y tocaban. Daria Morgado, muerta hace unos meses, cocinaba en latas y el leña. Aquello era un zoológico. Tenían un burro, un mono, un patio lleno de aves, unos mamones dulces como la sonrisa de Doña Rosa, y allí vi por primera vez un microscopio, donde Torrealba me enseñó a conocer el mundo de los microorganismos.
Al lado, en la casa de COPEI, vivía Doña Rosa Díaz, la abuela de Ofelia y de José Ramón Sojo, quien crió a sus sobrinas Hilda y Carmencita. Subiendo la pequeña cuesta, el señor Domínguez, dueño de la Casa Imperial, trabajador como él solo, la mirada larga como su tristeza, al lado, los Padilla, Don Antonio, Providencia Irazábal Ron de Padilla, hermana del Jefe Civil de San Juan por esos días de los años cincuenta, y los muchachos, Toñito – a quien todavía llaman nariz de cuchillo-, Carmencita y Kiko.
Al final de la calle, ya en el voladero, los Martínez, Don Dionisio, albañil de los mejores, Sebastiana su mujer hacía unas arepas en budare y a la leña que sólo competían con las de María del Socorro Pozzo. Dos hijos tuvieron, Josefina y Valentín. Valentín fue cazador, pescador y ciclista. Trabajó en el MOP. Todas las mañanas “coge sol” en la acera de atrás de nuestra casa montonera, está vivo porque se alimenta de recuerdos.
Frente a los Padilla, casa de alto con un mural ecológico con especies de agua dulce, allí vivió el Doctor Shult, primer oftalmólogo que tuvo el pueblo de los Morros. Sus hijos fueron, Junto a Carlitos Belisario y Tulito Pineda, los pioneros del tenis en San Juan. Esa casa la compró José Eugenio Silva con su mujer Carmen Espinoza y sus ocho hijos. Raúl, Catire y Eugenio fueron nuestros compañeros de sana aventura, Río San Juan arriba hasta el Chupón, río San Juan abajo hasta Pueblo Nuevo. Eugenio es un genio. Vivió en Brasil, ahora en los Estados Unidos, y es una figura internacional de las artes plásticas. Cuando dirigimos la Casa de la Cultura de San Juan, fundamos un taller de Artes Plásticas en el Parque Roscio, con Eugenio como Director. Cuando se fue a vivir a Estados Unidos, quedó  al frente Abilio Briceño.
Y abajo, en la orilla del río llamada hoy calle Los Puentes, antes Avenida Gómez en tiempos del benemérito, allí los Araujo. El maestro Arquímedes, corpulento, voz grave, orejas peludas, manos gigantes, fabricaba muebles, ensalmaba niños y hablaba del Libertador, su esposa se llamaba Constanza, una santa. Uno de sus hijos, llamado Julio, era mecánico, beisbolista y pescador, murió en un accidente de tránsito  cuando regresaba de San José de Tiznados. Tinto y Pichón militaban en la juventud comunista y con ellos libramos tiempo después -años sesenta- duras luchas. Carmen Araujo había sido nuestra maestra de tercer grado y con Adela comenzamos el bachillerato en el viejo Liceo Roscio de la avenida Bolívar.
Por esa calle Mariño y por esa avenida Sucre subían y bajaban cada noche mujeres de vida triste que alquilaban sus cuerpos por cinco bolívares de los de antes en unos sucuchos de barro debajo del puente de La Mulera. Recordamos a Bola de Nieve, la Batatera, la Cinco Minutos, la Gata y la Quiebra Palo. En uno de esos ranchos murió el fotógrafo Temístocles Salazar, padre de su homónimo, líder máximo de la Juventud Comunista en el Liceo Roscio, y de Carlitos, residenciado en París.

Por eso, por esos Morros, por esa calle –la más corta y bella avenida del planeta- y con esa gente, aprendimos a amar siendo amados, a respetar siendo respetados, aprendimos a soñar soñando y a vivir viviendo. Llegue este recuerdo bueno a la homenajeada Doctora Irma Mendoza, emprendedor espíritu quien tiene la especial condición de estimular, alentar, ayudar como lectora y seguidora de trabajos de historiadores y cronistas, lee, analiza, interpreta, recomienda, aconseja, sugiere y propone. La calidad humana de Irma se pierde de vista. Su angustia es la nuestra, patria, país y república. Partimos de la historia y a ella llegamos. Queremos hacer más, quisiéramos llegar a más en esta búsqueda para nosotros y para los demás. Amén.

domingo, 16 de octubre de 2016

EL TIEMPO AL DESCUBIERTO...

Rebeca Vargas


Descubrí que el sonido más completo es aquel suspiro al despertar, sintiendo latidos de múltiples esperanzas, aquellos que resumen el poder verte dormir.
Descubrí lo que por años deseamos sentir con alguien puede estar en una sonrisa, aquella que sale en momentos llenos de silencios.
Descubrí que hay tiempos en que la amistad y el amor se encuentran y alguien le toca sufrir.
Descubrí la belleza de cada mirar, en cada olor que me lleve a los buenos recuerdos, son reflejos de esos segundos en lo que somos plenos.
Descubrí que puedo ver constelaciones en los ojos de alguien que no ve estrellas en los míos... y aun así, seguir viviendo.
Descubrí que ya no quiero seguir siendo temporal para nadie más... y aun así, sigo aguardando...somos un puñado de tiempo, que no sabemos abrazar.
Acepté que las horas pasan sin poderlas controlar, buen sentido tienen si en medio estás.
Acepto que puedo escribir con pasión los sueños que en mi boca aguardan con temor, pero que no son comunes en ello.
Sé que no soy la única que se arrepiente de algunas cosas, pero que no importa estar vulnerable, cada vez que pueda diré: gracias y otras tantas más un te quiero inmerso en los "cuídate mucho"... y aún así, seguir siendo!!!


*Imagen: Persistencia de la memoria. Óleo sobre tela de 24.1 x 33 cm. Salvador Dalí, 1931.

martes, 20 de septiembre de 2016

SOLO EN SOLEDAD. CESARE PAVESE.

Inés Vargas


La soledad es tal vez la compañía más cercana al hombre. Podemos estar rodeados de personas y sentirnos infinitamente  solos, es una experiencia interior que se traduce en aislamiento físico o afectivo.
Muchos escritores, poetas a lo largo de su corta o larga vida han experimentado esa soledad, hay un vacío, de ahí la necesidad de conocerse a sí mismo; en estos casos esa soledad no es mala, al contrario, ésta conduce a la inteligencia creativa, a entenderse  hacia adentro, sin tener que aislarse de su entorno y las relaciones diarias.
Es absurdo pensar que la soledad condena en todos los casos al destierro y la infelicidad, porque es la forma de llegar a los sentimientos y a las necesidades  propias del ser humano.
Ayuda a encontrarnos y a anhelar lo que no tenemos y que otros tienen. Porque se puede vivir en soledad, pero de llegar a la ingrimitud, estaríamos negando nuestra propia existencia.
En ocasiones se proyectan en las creaciones literarias los fantasmas interiores tales como inquietud, desasosiego, desamor, desamparo y refleja, vivencias que hubiesen querido vivir, las pasiones que no  pudieron sentir, y elijen  la soledad porque nunca lograron  experimentar el sentido de la vida.


“PATERNIDAD
Cesare Pavese



Hombre solo frente al inútil mar,
aguardando la noche, aguardando la mañana.
Los niños allí juegan, mas este hombre querría
él tener un niño y mirarlo jugar.
Grandes nubes hacen un palacio sobre el agua
que cada día se derrumba y resurge, y colorea
a los niños en el rostro. Allí estará siempre el mar.

La mañana hiere. Sobre esta húmeda playa
se arrastra el sol, agarrado a las redes y a las piedras.
Sale el hombre en el turbio sol y camina
a lo largo del mar. No mira las mojadas espumas
que pasan por la ribera y no tienen más paz.
A esta hora los niños dormitan todavía
en la tibieza del lecho. A esta hora dormita
dentro del lecho una mujer, que haría el amor
si no estuviese sola. Lento, el hombre se desviste
desnudo como la mujer lejana, y desciende al mar.

Después de la noche, que el mar se desvanece, se escucha
el gran vacío que está bajo las estrellas. Los niños
en las casas enrojecidas van cayendo en el sueño
y alguno llorando. El hombre, cansado de espera,
levanta los ojos a las estrellas, que no escuchan nada.
Allí están mujeres a esta hora que desnudan un niño
y lo hacen dormir. Allí está alguna en el lecho
abrazada a un hombre. Por la negra ventana
entra un jadeo ronco, y ninguno lo escucha
excepto el hombre que sabe todo el tedio del mar.”

(Gente desarraigada y otros poemas, por Cesare Pavese)

viernes, 16 de septiembre de 2016

BLANDOS DE GABRIELA ROSAS

Jeroh Juan Montilla



Quien padece el furor de escribir poemas hace cartografías, ineludiblemente traza rutas que develan los taxones del libro de la vida. Pasa sus días sobre el blanco de estas páginas, y en la orientación de su propia caligrafía exhibe sin pudor la miríada de criaturas  que pululan solapadas en los nervios del Ser. Gabriela Rosas es uno de estos bondadosos y felices penitentes que exploran el  filum invisible de lo inagotable. Poeta confesada y reincidente en la serenidad creativa de lo dúctil. Cuántos nobles animalejos asoman sus ojazos tras el cristal de su poética, saturados por el licor de su vigilia. Tal es el hado de su poemario Blandos (Caracas, Editorial El pez soluble, 2013)
Tras la lectura de estos dieciocho poemas me pregunto, ¿existe el verbo blandor? ¿No? Hay entonces que darle rienda suelta, escritura, conjugarlo dos veces en cada novena que protagonice lo amoroso. El auténtico y único infinitivo que tiene parentela con la palabra amor. Aunque podríamos innecesariamente repetir con Ivonne Bordelois: “no es amor el único nombre del amor”
Imagino un lugar común: toda dureza es señal inequívoca de aprendizaje. La infalible y acogedora escoria del conocimiento, allí envejecemos aptos para el itinerario ante la nada. Pero hay una especie para lo adverso, creada para el desconocimiento de aquel mandato. Por tanto fallida y sobreviviente. Esos son los blandos. A ellos se describe en estos poemas donde se narra la historia vacilante de su corporeidad, dulces y porosos en la consistencia existencial, moldeables ante el goce o el desconsuelo que procura el roce de unos dedos ajenos.
Para Tales de Mileto el arjé es el agua, el vientre fenoménico del mundo. Sin embargo, el provocador de Heráclito añade, con sarcasmo, que de la tierra nace el agua, pero de esta última emerge la sutileza, lo más blando, el alma. Devolverse a lo terroso es para el agua la misma muerte, por eso el alma deja atrás el agua porque la lleva en sí misma. Ahora, existen blandos de otra materia, sabemos por ellos que el alma también arde, la poeta lo confirma: “los blandos se queman por dentro”.
Las entrelíneas de este poemario me confiesan que la blandura no está en uno, que ésta, enigmática y necesariamente, solo reside en el otro. Que originalmente no me pertenece, ella es dádiva en lo incalculable de la otredad. Que no la conozco, pero en esa ineptitud todo lo blando sabe a bondad. Solo así nos contagiamos. En la contradicción de no ser lo que rotundamente seremos en la liturgia del afecto. La poeta Gabriela afirma: “nadie sabe de qué está hecho/ para el otro/ en el otro/ lejos del otro/ uno se equivoca” En definitiva, saber no es conocer. Lo verídico es reconocerse en lo primero y no en lo segundo. Que la opción frente a los blandos es desconocerse y estar a merced. En la identidad del amor mucho se y poco conozco. Heráclito también dice: “La condición humana no posee conocimientos; la divina, en cambio, sí.” Amar entonces es únicamente humano. Por tanto fue ese el tramposo trueque del Edén. Ya los dioses querrían estar en nuestras médulas.
Saber desde el poema es lo más próximo a los intentos alelados del beso, al sabor capitulante de unos labios, a una lengua dulce y sin defensa, o al aliento, el tercer elemento de los blandos. Toda boca es fácticamente un orbe de blanduras, nuestro órgano común con los blandos. El reino de las humedades trenzadas con la misma carne del corazón.

CUATRO
Lloro siempre porque soy de agua.
Ojo conmigo. Calibro mal el dolor.
                          Carina Sedevich
Hoy las hormigas caminan adentro de la piel
pienso en la corta vida de los labios
en lo que se apaga
le hago caso al aire que me falta
un poema llueve
esa caricia
sobre el hombro
es un pez
somos la voluntad de escuchar
el silencio
lo simple
el pequeño mordisco
que se queda en los dientes
las tormentas que dan miedo
nunca le mientas a un deseo
cuando escampe
todo lo que caiga será tuyo
hay personas que viven bajo el agua.

(Gabriela Rosas, Blandos, 2013) 

miércoles, 14 de septiembre de 2016

EL VERBO SER DE ANDRÉ BRETÓN

Nelson Yegûez

Como bien indica el título, el poema engloba lo que es el ser, es decir, todo. Por un momento me sentí como si presenciara una película surrealista llevada a poema, una de las principales razones es por el hecho de encontrar “la desesperación” en distintas circunstancias, las imágenes de ese texto circulaban a través de cortes directos, en un momento estábamos en un barco acribillado de nieve, al otro admirando la agonía de las aves; muy parecido a lo que hizo Luis Buñuel en su película “Un perro Andaluz”, en un momento vemos como la luna es cortada por una nube y al otro un ojo cortado por una navaja.
El mensaje quiere decir que al final la desesperación es pasajera, lo que ayer nos atormentaba hoy será parte de la cuenta de nuestra vida, y a su vez esta se repetirá constantemente como si fuera un círculo. Existe un contraste interesante con una oración que en el mismo poema se repite constantemente “Conozco la desesperación a grandes rasgos” orientada hacia un lado mucho más pasivo donde habla de la libertad y como muere la misma a causa de la melancolía; pero luego la oración anterior experimenta una modificación: “A grandes rasgos conozco la desesperación” donde se habla de la altanería y la ira.
Un día podemos sentir el “Conozco la desesperación a grandes rasgos”, al otro podemos transformarnos en “A grandes rasgos conozco la desesperación”.

EL VERBO SER
André Bretón



“Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene alas, no se sienta necesariamente a una mesa quitada en una terraza, de noche, a la orilla del mar. La desesperación es y no es el retorno de una serie de pequeños hechos como semillas que al caer la noche dejan un surco por otro. No es el musgo sobre una piedra o el vaso de beber. Es un barco plagado de nieve, si queréis, como los pájaros que mueren y su sangre no tiene el más mínimo espesor. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Una forma muy pequeña, delimitada por joyas de pelo. Es la desesperación. Un collar de perlas para el que no se sabría encontrar broche y cuya existencia no pende siquiera de un hilo, eso es la desesperación. Del resto no hablemos. Acabaríamos por desesperarnos si comenzáramos. Yo desespero del tragaluz hacia las cuatro, desespero del abanico hacia las doce, desespero del cigarrillo de los condenados. Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene corazón, la mano permanece siempre ante la desesperación jadeando, ante la desesperación que los espejos jamás nos dicen si ha muerto. Vivo de esa desesperación que me encanta. Me gusta esa mosca azul que vuela por el cielo a la hora en que las estrellas canturrean. Conozco a grandes rasgos la desesperación de los largos y frágiles asombros, la desesperación de la soberbia, la desesperación de la ira. Me levanto todos los días como todo el mundo y extiendo los brazos sobre un papel de flores, no me acuerdo de nada, y siempre descubro con desesperación los bellos árboles desarraigados de la noche. El aire de la habitación es bello como unas baquetas de tambor. Forma un tiempo de tiempo. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Es como el viento que me ayuda. ¡Se tendrá idea de semejante desesperación! ¡Fuego! Ah, vendrán otra vez... ¡Socorro! Helos ahí cayendo por la escalera... Y los anuncios de periódico, los letreros luminosos a lo largo del canal. A grandes rasgos la desesperación carece de importancia. Es un incordio de estrellas que de nuevo va a formar un día de menos, es un incordio de días de menos que de nuevo va a formar mi vida.”

JANO: DE ESPALDAS A UNO MISMO A propósito del poema homónimo de Arnaldo Acosta Bello

Diego Ranuárez

La primera referencia que sin duda se nota, es aquella de la casi omnipresente cultura griega: partiendo del título, “Jano”, para algunos hará recordar a la consorte del Rey Olímpico en su denominación romana, pero aquellos algo más adentrados en la mitología sabrán que el punto de partida de este poema es la difusa y poco conocida figura de aquella divinidad dual de los caminos, del hola y del adiós.
Si bien importante, “Jano”, la divinidad, no es centro del poema, sino que sirve de conducto o excusa para un fenómeno que no tarda en aparecer: la contemplación, vista en este caso como el campo inerte de las experiencias desapegadas, o mejor dicho, que no “se quedan” en el observador.
Al principio, la calma y armónica maravilla de los ojos como enlace entre quien contempla, la arena como el tiempo en que nos desenvolvemos, las estrellas como el ideal de lo misterioso brillante, y el mar como espejo profundo cuyos reflejos contienen la inmensidad de lo que somos y de lo que no sabemos.
A continuación, un lamento por no haber “probado”, pero que a pesar de ello se valorice, mida y contabilice todo. Las muestras/imágenes de tristeza que se suceden después, responde a una protesta ante la ausencia de aprovechamiento y disfrute verdadero de las cosas, a un darles por hecho.
Dicho esto, queda preguntarse: ¿la voz que se lamenta habla desde dentro o desde fuera del problema? La última línea del poema quizás nos arroje algo del luz al respecto: admite haber “probado”, pero nada ha aprovechado o disfrutado en realidad al no quedarse en el nada de lo “probado”.
Acá, “Jano” no es más que la dualidad de quien no se escapa de lo banal que critica, aun a pesar de haberse dado cuenta de sus faltas. Y es de ahí de donde nace la voz.

JANO
Arnaldo Acosta Bello


"Doble cabeza, doble espalda,
ojos que el viento almacena
donde arena y estrellas se juntan
por encima del mar, mar con lomos
plateados y látigos que caen
sobre mi pecho. Padezco sin embargo
porque alguien no ha probado ni fruta
ni leche, miga o pan entero, y sus ojos
con la virtud de darle a todo
su forma y su tamaño, el valor
y la proporción que le pertenecen,
matan en mí la dicha, el sueño,
dejan una flor seca en la botella,
traen el desabrigo, me entregan
al frío de la noche, al ladrido
del perro, a la urna sin nombre
que se cierra con hierro diestro
y pesado. Anciana, pálida ceniza
cae sobre la mesa donde un reloj
debilita al tiempo y borra con arco
oscuro la blanca superficie.
Cada segundo hace temblar la mano
cerca del espíritu ardiente de un verso
cerca de la salida donde el destierro
corre a mi encuentro.
Nada he visto, nada sé y todo lo he probado."

UN PENSAMIENTO SOBRE EL POEMA “Y la muerte no tendrá señorío” de Dylan Thomas

Nathalia Uzcátegui

Quizá es odioso y superficial recurrir a la aparente obviedad de algunas cosas, pecar de ser muy simplón o inocente, pero me atreveré a serlo. Ciertas creaciones humanas gritan con inocencia hacía el que las mira: atrás quedaron los ambiguos abismos, los grises; ahora solo existe la claridad, misma que la muerte no puede arrebatar al arte que dejaron quienes sufrieron, vivieron, amaron antes que nosotros.
“Y la muerte no tendrá señorío” ¿Acaso hay algún clamor más valiente? porque la valentía está reservada para los idealistas y soñadores y para los enfermos de libertad. Porque es el clamor que expulsa el miedo a la muerte del espíritu y lo subyuga solo a ser parte de la vida y no un abismo.
Y nosotros recordaremos a esos locos como cuerdos y sobre ellos la muerte no tendrá dominio ni reino.

Y la muerte no tendrá señorío
Dylan Thomas




" Y la muerte no tendrá señorío. 
Desnudos los muertos se habrán confundido 
con el hombre del viento y la luna poniente; 
cuando sus huesos estén roídos y sean polvo los limpios, 
tendrán estrellas a sus codos y a sus pies; 
aunque se vuelvan locos serán cuerdos, 
aunque se hundan en el mar saldrán de nuevo, 
aunque los amantes se pierdan quedará el amor; 
y la muerte no tendrá señorío. 

Y la muerte no tendrá señorío. 
Bajo las ondulaciones del mar 
los que yacen tendidos no moriran aterrados; 
retorciéndose en el potro cuando los nervios ceden, 
amarrados a una rueda, aún no se romperán; 
la fe en sus manos se partirá en dos, 
y los penetrarán los daños unicornes; 
rotos todos los cabos ya no crujirán más; 
y la muerte no tendrá señorío. 

Y la muerte no tendrá señorío. 
Aunque las gaviotas no griten más en su oído 
ni las olas estallen ruidosas en las costas; 
aunque no broten flores donde antes brotaron ni levanten 
ya más la cabeza al golpe de la lluvia; 
aunque estén locos y muertos como clavos, 
las cabezas de los cadaveres martillearan margaritas; 
estallarán al sol hasta que el sol estalle, 
y la muerte no tendrá señorío. "

martes, 13 de septiembre de 2016

POSTALES NEGRAS DE JACQUELINE GOLDBERG

Jeroh Juan Montilla




Voy a escribir en toda la oportunidad que me dé el espacio en blanco de una postal. Por tanto, mucho por decir quedará fuera de esta blancura.
Una postal puede ser un testamento, quien la remite entrega una herencia. En ella se ajustan los polos del espacio y el tiempo para darle holgura a la memoria. Toda postal nos insta a contemplar una lejanía. Este poemario (esta postal) de Jacqueline Goldberg tiene la rareza hipnótica de las gemas. Hermoso y abisal en lo textual y con el acabado de una indiscutible joya editorial. Tiene el mar como centro batiente, “agua entrampada” en el marco sereno de postales marinas, pausado piélago para el vaivén del meditar poético. Pero, más allá de los logros particulares de la autora y el editor (Igor Barreto, Ediciones Sociedad de Amigos del Santo Sepulcro, San Fernando de Apure, 2011), lo que me embelesa de sus páginas es la madeja de interrogantes que me abordan después de cada poema, que me atrapan con una red de algas en el goce pleno de la pregunta que extasía y revela la sencilla solemnidad de bastarse a sí misma.
¿Será que nos mintieron? El engaño, gracias a Dios, tiene sus aciertos poéticos y ontológicos. ¿Será que el tiempo no es el Rio del que tanto escriben? ¿No es la gruesa hebra del Ser? La reiterada imagen que fluye inclemente y sucesiva por todas las capilaridades del mundo. ¿No es el discurrir de una corriente? ¿Es acaso la auténtica imagen del tiempo ese mar oscuro que nos aguarda y tememos? Una enorme blandura que se balancea. Un océano insoportablemente extenso con muchas orillas que no se vislumbran mutuamente. ¿Tenía razón el viejo filósofo de la Selva Negra cuando nos recita sus galimatías del horizonte del Ser, el tiempo como como una planicie ontológica, un no ente?
¿Esta orilla que me apresa onticamente es el pasado? ¿Ese denso monstruo que mordisquea sin consuelo mis pies es el presente? Falsa e higiénicamente azul al mediodía. ¿Y el futuro? ¿Es la otra orilla imposible o nunca vista? Todo eso apelmazado en la temporeidad originaria del poema.
“Habrá un libro. El anhelado./ El de las postales y los artilugios de la claridad./ El que mienta sobre las razones que lo limitan./ Libro último, tan mío y tan de otros. Negro.”

domingo, 17 de julio de 2016

MEMORIAS DE ITALIA (I, II y III)

Edgardo Malaspina


I

   De Mamavira, nuestra abuela salernitana, conservo vagos recuerdos .La vi un  par de veces en Santa María de Ipire. Era muy blanca, tenía los ojos azules y hablaba una mezcla de español con italiano.
 En nuestra casa de Las Mercedes del Llano, encontré un libro grueso de cocina italiana. No sé si estaba allí desde los tiempos cuando vivió en ella Mamavira o lo trajo luego la tía Carolina al venir a vivir con nosotros. Lo cierto es que yo sólo contemplaba en ese libro, sin  tapas y con sus hojas desencajadas, unas patas de rana. Las miraba y pensaba con asco que alguien pudiera preparar y comer semejante plato. En mis divagaciones infantiles, que no llegaban hasta los más variados gustos gastronómicos de otros pueblos, concluí que el consumo de anfibios por aquellas lejanas tierras de la abuela se debía a la escasez de carne de res, la cual en nuestra casa sobraba, pues siendo Alfonso, nuestro padre, carnicero, la teníamos en el desayuno, el almuerzo y en la cena. Más tarde, cuando estudié fisiología, supe que la preferencia culinaria (por esos batracios y sus ancas)  de los italianos permitió a Luis Galvani descubrir la naturaleza eléctrica del impulso nervioso. Habló al principio de electricidad animal. Volta lo refutó, y estas discusiones científicas permitieron la creación  de la pila eléctrica. Inventos, entre muchos otros en el campo de la medicina, como la electrocardiografía están relacionados con el  descubrimiento galvánico.
 Y a propósito de comida y medicina, fue el estudio de la digestión de los alimentos en las esponjas y en las estrellas de mar lo que llevó al científico ruso Elias Mechnikov a descubrir la fagocitosis cuando descansaba en el puerto siciliano de Mesina: introdujo una espina en el cuerpo trasparente de una estrellamar y observó como la rodeaban células , de manera igual como una astilla en un dedo de una persona que no ha tenido tiempo de sacársela es rodeada de pus. Había nacido la teoría celular de la inmunidad, complementada luego por la humoral de Paul  Ehrlich. Para seguir esa línea en materia de nutrición, Mechnikov , fue el primero el  estudiar el yogurt y sus propiedades y concluyó que su consumo es bueno para frenar el proceso de envejecimiento, luego de lo cual todo el mundo ingiere yogurt para mantenerse saludable.

II

Me enteré de la existencia de Roma en la escuela  con la maestra Dalila, como cualquier estudiante venezolano de las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, cuando la Historia se estudiaba apenas se aprendía a leer .En nuestra memoria quedaron para siempre la loba, Rómulo y Remo, la  Monarquía, La República ,el  Imperio, Julio César, Marco Antonio, Cleopatra, y otro montón de nombres que vienen y se van; y hasta la palabra “pírrico”, cuyo significado aprendí entonces.

III

 Entramos a Roma . Hay muchos semáforos y pocos ruidos de bocinas de los automóviles. A un costado, el río Tíber. En el año 291 a.C , una epidemia azotó la ciudad. La serpiente de Esculapio, dios de la medicina, la salvó. Desde entonces en la Isla Tiberina se construyo un templo en su honor, un recinto sagrado para recordar la curación milagrosa. Los enfermos acudían en peregrinación en busca de la salud perdida. Hoy, en lugar del templo hay  un hospital administrado por El Vaticano. Paganismo y cristianismo juntos.
 Ya estamos en el hotel Aran Park. Está un poco retirado del centro de la ciudad. En los corredores y en el cuarto hay muchas pinturas en claroscuro, sepia o gris , que ilustran  la historia de Roma. Servio Tulio, Publio Cornelio ,Tiberio Graco, Virgilio, Augusto, el Coliseo, una Guerra Púnica, y muchos otros personajes, acontecimientos y ruinas de edificios  están en marcos de madera teñidos con un barniz  plateado de falsa venerable antigüedad.
 Hacemos un recorrido por la ciudad. Construcciones modernas se alternan con las propias del pasado glorioso romano. El Panteón con la tumba de Rafael , el Mausoleo  de Adriano, ahora Castillo de Sant Ángelo, otrora fortaleza de papas y cuyo nombre recuerda la peste que el 590 azotó a Roma. El papa Gregorio I vio al Arcángel de San Miguel con su espada sobre el castillo, señal de que la epidemia había sido vencida.
  En la Fontana de Trevi no cabe un alma más. Todos quieren lanzar una moneda hacia donde  están las estatuas de Neptuno , la Abundancia, la Fertilidad y la Salubridad(Salus: hija de Esculapio. Es la misma Higea de los griegos).Hay que hacerlo de espaldas y con la mano derecha por sobre el hombro izquierdo. El lanzamiento de una moneda asegura el regreso a Roma; dos, un nuevo romance; y tres, matrimonio o divorcio. En plena revolución técnico-científica el hombre sigue profesando el pensamiento mágico que nos legó la prehistoria.

Regresamos. Es casi medianoche y la gente pasea bajo una luna grande. Recorremos  la Vía Ostiense por el sitio donde supuestamente  fue decapitado San Pablo. Según la leyenda la abadía Tre Fontana recuerda que su cabeza rebotó tres veces y originó tres fuentes. En el hotel  Natalia y yo celebramos con vino y trufas.

domingo, 3 de julio de 2016

Plantas Medicinales: Aporte Bibliográfico

Arturo Álvarez D´ Armas

Las carencias sanitarias y educativas en nuestro medio han arraigado creencias medicinales que aún cuando puedan tener una base científica, lo mágico y religioso destacan en su práctica, así vemos como recetan y curan infinidades de dolencias con remedios caseros muy sencillos que solo un conocimiento profundo de la naturaleza justifica la necesidad de aplicarlos.
En el continente africano se viene trabajando desde hace muchos añosla llamada medicina popular cuya base son las plantas medicinales.
El presente trabajo bibliográfico se ha realizado con el fin de proporcionar una ayuda a los investigadores y estudiosos de las plantas medicinales.
ALBORNOZ M., Américo. Productos naturales: estudio de las sustancias y drogas extraídas de las plantas. Prólogo: Marcial Granier-Doyeux. Caracas: Publicaciones de la Universidad Central de Venezuela, 1980. 616 p.
ÁLVAREZ D´ ARMAS, Arturo. Medicina Tradicional y Plantas Medicinales: África y Afroamérica. Ocumare del Tuy: Ediciones Cumbe y Tambor, 1990. 16 p.
ARMAS ALFONZO, Alfredo. Yerbas. A manera de introducción: Francisco Tamayo. Caracas: Ediciones Corpoven, 1983. 133 p.
BATH, Keshava. Herbolario tropical. /Presentación/ Diego R. Silva. Cumaná: Industria Gráfica Oriental, 1981. 153 p.
BAUDI O., J. C. Plantas medicinales existentes en Venezuela y Latinoamérica. Caracas: Editorial América, 1987. 260 p.
CABRERA, Lydia. El Monte (Igbo-Finda; Ewe Orisha. Vititi Nfinda). (Nota sobre las religiones, la magia, las supersticiones y folklore de los negros criollos y el pueblo de Cuba). Cuarta edición. Miami: Ediciones Universal, 1975. 564 p.
CAMARGO, Maria Thereza Lemos de Arruda. Plantas medicinais e de rituais afro-brasileiros. I. Sao Paulo: ALMED, 1988. 97 p.
CHIRINOS, Diego Nicolás. El Anamú serrano: legítimo mapurite. Naguanagua, Estado Carabobo: Ediciones de “La Voz de San Luis”, 1983. 47 p.
CHIRINOS, Diego Nicolás. El milagro de los vegetales (200 casos curados de Cáncer y Leucemia). Segunda edición. Prólogo: Dr. Marino Colina. Preámbulo: Dr. Secundino Urbina. Presentación: Dr. Wilfredo Perfetti C. Valencia: Alfa Impresores, 1988. 107 p.
CHIOSSONE VILLAMIZAR, Carlos. Flora médica del Estado Lara. Trabajo presentado ante la Ilustre Universidad Central para optar al título de Bachiller en Filosofía y Letras. Caracas: Coop. de Artes Gráficas, 1938. 177 p.
DELASCIO CHITTY, Francisco. Aportes al conocimiento de la etnobotánica del Estado Cojedes (Venezuela). Presentación: Hermano Ginés. Caracas: Fundación La Salle de Ciencias Naturales, Estación de Investigaciones Agropecuarias Fundación La Salle – San Carlos – Estado Cojedes, 1978. 126 p. (Contribución, N° 1).
DÍAZ FABELO, Teodoro. Diccionario de yerbas y palos rituales, medicinales y alimenticios. La Habana: 1968. 390 h.
ERNST, Adolfo. Las familias más importantes del reino vegetal especialmente las que son de interés en la medicina, la agricultura e industria, o que están representadas en la flora de Venezuela. Caracas: Imprenta de Espinal e hijos, 1881. 80 p.
ERNST, Adolfo. Obras completas. (Compilación por Blas Bruni Celli). Vol. II. Botánica – 2. Caracas Fundación Venezolana para la Salud y la Educación, 1982. 695 p.
FATUMBI VERGER, Pierre. Ewé. O uso das plantas na sociedade Iorubá. Sao Paulo: Companhia Das Letras, 1995. 762 p.
GARCÍA BARRIGA, H. Flora medicinal de Colombia. Vol. I, II. Bogotá: Talleres Editoriales de la Imprenta Nacional, 1975.
GÓMEZ RODRÍGUEZ, Ángel Félix. Margarita: medicina popular. Presentación o prólogo: Carlos Rodríguez H. Caracas: Ediciones de la Federación Farmacéutica Venezolana, 1982. 146 p. (Serie 3. Vol. I).
GOSSWEILER, John. Nomes Indígenas de Plantas de Angola. Luanda: 1953.
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