Dedicado a compartir asuntos de historia, crónicas, sociología, educación, ciencia y tecnología, política, teatro, tradición, cine, literatura, artes y filosofía (San Juan de los Morros, Venezuela)
Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar
Esta semana han comenzado experimentos en dos de las estaciones de tren más transitadas de la capital japonesa, con unas baldosas de piso especiales que se han instalado frente a los torniquetes. Cada vez que un pasajero pisa las baldosas, se produce una pequeña vibración que puede almacenarse como energía.
Multiplicado muchas veces por las 400,000 personas que usan la estación Tokio en un día promedio, según el East Japan Railway, esto genera suficiente energía para iluminar vallas publicitarias.
“Estamos probando el sistema por el momento para examinar su potencial”, dijo Takuya Ikeba, un vocero de JR East, añadiendo que las baldosas están hechas de capas de lámina de caucho que absorben las vibraciones, y cerámica.
Profundamente dependientes del combustible importado para operar sus industrias, las empresas japonesas están en la punta de lanza de la investigación acerca de las fuentes de energía limpias y reusables.
Al otro lado de Tokio, la extraordinaria cantidad de 2.4 millones de personas pasan a través de la extensa estación Shibuya en un día de semana promedio, donde muchas de ellas ahora caminan sobre el “Piso generador de energía” (”Power Generation Floor”) de la Soundpower Corp.
“Una persona promedio, que pese 60 kg, generará tan solo 0.1 vatios en el segundo que le toma dar dos pasos sobre una baldosa,” dijo Yoshiaki Takuya, un planificador de Soundpower Corp. “Pero cuando están cubriendo un área grande de piso y miles de personas están pisándolas o saltando sobre ellas, entonces podemos generar cantidades significativas de electricidad”.
Almacenada en capacitadores, la electricidad puede canalizarse hacia áreas de la estación que la requieran, dijo, incluyendo los sistemas de iluminación eléctricos y los torniquetes.
A mi amigo Arturo De Armas, que no comulga con los que aún siguen atascados en el "precámbrico del marxismo"
Artículo que escribí luego que el amigo Arturo me enviara traducida la canción "Woman" de John Lennon.
Por supuesto que en la letra de "Woman" se aprecia el concepto o idea que el ex-Beatles tenía de la mujer. Si la oyes completa, notarás que al principio el cantante susurra unas cortas palabras. Se trata de una cita o pensamiento de Mao que dice: "La otra mitad del cielo" ¿Cuál es la otra mitad del cielo? No existe tal mitad. Cualquier división que se haga del cielo es imaginaria o artificial. Lo mismo, asegura Lennon, sucede con el hombre y la mujer. En la última entrevista que le hicieran horas antes de ser asesinado explicaba que eso de "hombre" y "mujer" era lo mismo que decir "la otra mitad del cielo", una tontería, una manera estúpida e ilógica de clasificar. En esencia, hombre y mujer son una misma y sola cosa. Eso dijo. Sin duda era un feminista. Él dijo que lo era. De 1975 hasta 1980 abandonó el mundo del espectáculo y de la música para dedicarse a cuidar de su hijo recién nacido y a hornear el pan como lo haría cualquier panadero o mujer. Descubrió y se entregó al romanticismo de lo cotidiano y anónimo. Vivió la vida como algo que tiene significado en sí misma, sin los adornos de los títulos o de la fama A sus 35 años, dejados atrás las glorias de la Beatlesmanía y sus resonantes éxitos, hallaba placer en el desempeño de las artes domésticas mientras su esposa se ocupaba de los negocios. Esos cinco años, que fueron los últimos de su vida, constituyeron para él los más fructíferos y valiosos de todos los que había vivido. No quería terminar como Elvis Presley: un rey con fama pero hinchado y sudoroso sin vida doméstica que sucumbió bajo el efecto de las drogas y que le vendió al público una falsa imagen de sí mismo.
La canción, vale decirlo, tiene mucho de autobiográfica. "Me gusta la música en primera persona" dijo una vez. "Escribo todo acerca de mí, y es por ello que me gusta. Es yo y nada más". La letra fue concebida pensando en Yoko Ono, su esposa desde 1968, una talentosa artista japonesa de vanguardia cuya obra jamás fue reconocida como se lo merecía. Una artista "underground" o "subterránea" de esas que en las galerías de arte del "alocado Londres" de los sesenta colocaba manzanas frescas sobre pedestales y cobraba a los espectadores doscientas libras para verlas podrirse. Su libro de poemas con "instrucciones para leer" decía cosas tan insólitas como "hazte un cigarrillo con tu vello púbico y fúmatelo", o algo como este otro poema: "Imagínate mil soles encendidos en el cielo / luego déjalos apagar lentamente / hazte un bocadillo de atún y cómetelo"
El merito de esta mujer consiste en haber sacado a su esposo de esa sandez que era la mítica leyenda que se creó en torno a los Beatles, la Beatlesmanía y su música en general, devolviéndole su identidad y la normalidad propia de los seres humanos comunes y corrientes, de esos que caminan por las calles como lo haría cualquier ciudadano de cualquier metrópoli. Porque, siendo el pueblo anglosajón irremediablemente religioso hasta la médula, colocaba en los conciertos de los Beatles a los lisiados en las primeras butacas a ver si eran sanados por algún tipo de milagro. Absurdo pero así fue. Cosas de la idiosincrasia de un pueblo, empeñado en profesar religiones y hallar héroes que encarnen su orgullo nacional.
Después que asesinaron a John Lennon aquel 8 de diciembre de 1980, mi hermano mayor, que trabajaba en "Trofeos de Venezuela" allá en Caracas, me trajo una revista en la que aparecía una entrevista hecha a Lennon horas antes de morir. Cuando le pidieron que hablara de su nuevo disco, él respondió: "No voy a volver a vender mi alma al diablo para tener un disco que sea un éxito. Solo estoy trabajando con mi mejor amigo, y mi mejor amigo es mi mujer. ¿Se puede pedir algo más?" Y en la entrevista que le hiciera la revista "Rolling Stones" en 1970 declaró: "No voy a sacrificar el amor, el amor verdadero, por ninguna puta, ningún negocio ni ningún amigo, porque al llegar la noche uno se queda solo. He pasado por todo eso y nada funciona mejor que alguien que te ama, te abrace"
Esas palabras, pronunciadas por el hombre más irreverente de la década de los sesenta, me han perseguido desde los dieciséis años hasta hoy, como si hubiesen salido de una biblia.