Edgardo Malaspina
IV
En la madrugada observo desde el balcón el
jardín que rodea el hotel. Hay un silencio absoluto, extraño y misterioso. Es
la misma ciudad, cuya historia no se puede conocer sin asociarla a hechos
ruidosos, sangrientos, tumultuosos. Enfrentamientos bélicos, conquistas,
intrigas palaciegas, pugnas familiares impúdicas e inmorales por el poder,
vesania con sangre real, patricios, plebeyos ,los senadores clavando sus
puñales sobre el cuerpo de César ,la algarabía de la turba enardecida en el
circo…Todo cruza mi mente en una mezcla de cine y lecturas en la vigilia del
parque inmóvil.
A
las seis de la mañana los pájaros cantan, pero no veo ninguno. Salgo. El rocío
se siente en los zapatos ; aquí, el crujir de mis pasos; más allá, un rumor de aguas . Un cuervo grazna sobre un
pino. El manto de los olivos cubre el camino de rosas blancas. Unas tupidas
enredaderas son las fronteras del hotel.
Saludo
al vigilante. Se llama Alfonso . Alimenta a unos gatos que están a su alrededor
con aspecto callejero, mientras comenta que la ley los protege.
-Los
animales merecen respeto, dice, y agrega: Roma es una ciudad tranquila. Está
urbanización se llama Fuente Maravillosa. Aquí viven los ricos. Estamos cerca
de la Vía Apia…
La Vía Apia es la construcción que simboliza
la grandeza romana en materia de caminos. Sirvió a los romanos no sólo para triunfar en encuentros bélicos
importantes, sino también para derrotar a los pantanos palúdicos , expresión
redundante porque paludismo en latín evoca a los pantanos ( cuyo otro nombre en
italiano es malaria: mal aire , ) que antiguamente cubrían el sendero. Ambos
términos, como se nota, surgen entre los romanos y relacionan la etiología de
la afección con algunas emanaciones perniciosas. No eran tiempos de pensar en
mosquitos.
Las laderas de la Vía Apia se convirtieron
en la última morada de los esclavos
derrotados que acompañaron a Espartaco. Fueron crucificados.
Hoy recorrimos las calles de Roma; tal vez
tuvimos un orden en nuestro paseo, pero en mis recuerdos reina el caos. Las termas de Caracalla no
sólo era un espacio para la diversión, sino también una fuente para mantener la
salud, cuya triada en el mundo grecorromano la conformaban la higiene, las
dietas y el ejercicio físico. Los baños calientes y fríos tomados en las termas
de Caracalla eran un mecanismo para fortalecer las defensas del organismo al
aumentar su capacidad de adaptación. El Circo Máximo , construido en el lugar
donde fueron raptadas las sabinas, recuerda las carreras de carros, pero
también la forma primitiva de conformar una familia, la guerra entre romanos y sabinos y su reconciliación,
hechos que simbolizan la paz como destino final de odio entre los pueblos.
El Palatino , legendaria morada de Remo(754
a.C), luego residencia de Augusto y de los reyes que le sucedieron. Augusto se
hizo amigo de los médicos después que Antonio Musa trató exitosamente sus padecimientos de
reumatismo(10 d.C). Como Musa además de médico era botánico, Carlos Linneo usó
su apellido para denominar a la familia de vegetales parecidos al plátano (Musa
Paradisíaca).
El
Foro, el templo de Hércules y la Fortuna son apenas fugaces visiones llenas de
historia. La Colina del Capitolio, en cuyos terrenos se encuentra la Roca
Tarpeya, alegoría del fin de los traidores: la romana Tarpeya colaboró con los
sabinos en contra de su gente, siendo despreciada por ambos pueblos en pugna y
arrojada desde la roca que lleva triste y vergonzantemente su nombre. El teatro
de Marcelo, construido en honor de Marco
Claudio Marcelo, sobrino de Augusto, quien murió (23 a.C) con sólo 19
años de edad de una enfermedad sospechosamente parecida a un envenenamiento.
Cruzamos la Vía del Corso y llegamos a la Plaza Venecia que alberga las ruinas
del Ateneo de Adriano, quien en el 118 d. C liberó a los médicos del servicio
militar. La Columna de Trajano, la Basílica
de San Juan de Letrán, la primer iglesia del cristianismo,los restos de
la Basílica de Constantino. La leyenda afirma que enfermó de lepra y el
paganismo aconsejaba bañarse en la sangre de tres mil niños, cuyas madres
pidieron clemencia. San Silvestre se le apareció en un sueño y lo curó, motivo
por el cual se convirtió al cristianismo.
Las murallas aurelianas para defender la ciudad de los bárbaros. La tumba-pirámide de Cayo Cestio, quien la mandó
a construir en tiempos de la egiptomanía que envolvió a Roma tras los
escándalos de Cleopatra.
En El Vaticano, desde la Plaza de San Pedro,
nos señalan las ventanas papales. Están cerradas, y eso significa la ausencia
del Sumo Pontífice.
En La Capilla Sixtina la gente recorre su pequeño recinto y habla en todos los idiomas. Cuando el
volumen de las conversaciones aumenta
tanto que no se escucha nada, entonces uno de los vigilantes de la Gendarmería Vaticana con su elegante
vestimenta religioso-policial, pide silencio con un fuerte grito en inglés: sailen plis. Natalia y yo nos
sorprendemos y no podemos evitar una sonrisa por no soltar una irrespetuosa
carcajada.
Una señora está sentada y cambia el pañal
del hijo que carga en sus brazos.
Disimuladamente coloca los desechos debajo del banquillo. Lo divino y lo
profano juntos; la beatería y la hipocresía dándose la mano en la más famosa y
sagrada de las capillas del cristianismo, casi frente a Dios y totalmente en
presencia de las magníficas obras pictóricas
de los semidioses Miguel Ángel, Rafael y
Botticelli.
Entramos
a la Basílica de San Pedro donde está
enterrado el fundador de la Iglesia y primer papa. Su tumba y la de Juan Pablo II son las más admiradas. Eso
me parece.
En
el Coliseo o Anfiteatro de Flavio, espacio para el ocio del pueblo romano,
recorremos los pasillos entre grandes
bloques de piedra. En una de esas paredes, en su parte más alta, está dibujado
un gran pene sobre un arco o fornix. Durante los espectáculos las prostitutas
recibían a sus clientes bajo esas bóvedas ; y de fornix, fornicar.
Observamos las ruinas del Coliseo: el suelo de
madera, el cual se cubría de arena para los combates, está cortado
especialmente para dejar ver el subsuelo, donde se alojaban las fieras. La
escuela de gladiadores, llamada Ludus Magnus, estaba unida al Coliseo por un
pasaje subterráneo, a través del cual se
trasladaban los combatientes hasta la arena. Me imagino a Galeno, en el siglo II,
socorriendo a los gladiadores heridos. A pesar de que Galeno hizo sus descubrimientos anatómicos y
fisiológicos en animales es muy probable
que haya comprobado sus experimentos estudiando las heridas graves de sus
pacientes luchadores.
El Anfiteatro de Flavio se popularizó con el
nombre de Coliseo porque muy cerca estaba una estatua gigantesca o colosal de
Nerón, el emperador que temía ser envenenado y por eso agregó a la poción de
Mitrídates carne de víbora porque las
mismas no mueren con su propio veneno,
suponía. Mitridatismo o resistencia a
los venenos es un término proveniente de Mitrídates IV, rey del Ponto (120-63
a.C), enemigo de Roma. Tomaba mezcla de venenos en pequeñas cantidades
diariamente para obtener inmunidad y no pudieran envenenarlo. Cuando fue
vencido no pudo suicidarse con veneno, método usual para evitar la humillación
de la derrota. Se clavó una espada.
Llegamos hasta la iglesia de San Pedro
encadenado construida en el 442 .Alberga las cadenas que llevó San Pedro por
nueve meses antes de ser crucificado con la cabeza abajo, por deseo propio al
considerarse indigno de morir como Jesús, en el año 67. Aquí está también el
mausoleo de Julio II, el Papa guerrero,
constructor de la Basílica de San Pedro ; y el Moisés de Miguel Ángel.
Nuestra
última visita por hoy es a la Basílica de Santa María la Mayor, un verdadero
compendio de historia, construida por Sixto III para rendir homenaje a la
Virgen María como Madre de Dios. Nestorio, Patriarca de Constantinopla (428) decía
que María era la madre de Jesús, pero no de Dios. Esa afirmación escandalosa
fue considerada una herejía por el Concilio de Éfeso en el 431. Nestorio fue
expulsado de la iglesia y María fue declarada Madre de Jesús y de Dios también. Para ratificar esa doctrina
mariana se construyó la Basílica. Este conflicto religioso se reflejó en la
historia de la medicina: Nestorio y sus seguidores expulsados fueron
perseguidos y por eso emigraron a Persia y Mesopotamia, allí trabajaron en labores sanitarias y enseñaron
la medicina griega. Tradujeron a árabe a Hipócrates, Galeno, Dioscórides (padre
de la farmacología), Oribasio y Pablo de Egina, destacados médicos de Bizancio.
En
esta Basílica hizo su primera Misa San Ignacio de Loyola en 1538; se encuentran los restos del pesebre donde
nació Jesús, según la leyenda; las tumbas de varios papas y la de Paulina
Bonaparte, quien estando en su lecho de muerte en 1825 se vistió con su mejor
traje y pidió ser enterrada entre Sumos Pontífices. No quería ser menos que su hermano,
parece ser.