Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

lunes, 4 de mayo de 2009

Palo e’ Mujeres

María Carmela Escobar*






Sucede que la Asamblea Nacional está discutiendo un proyecto de ley para sustituir la actual Ley sobre la Violencia a la Mujer y a la Familia, ampliando su alcance y fundamentándola en el concepto de la “igualdad de género”. El proyecto de esta futura ley (que sin duda se aprobará) reconoce en el artículo 5 que todos los venezolanos tenemos derecho “a vivir una sexualidad placentera y la capacidad de ejercer la orientación sexual e identidad y expresiones de género sin discriminación”. Contra cualquier crítica furibunda que pueda hacérsele al gobierno, hay que reconocer que plantear estos conceptos es avanzado y meritorio.
Para ser latinoamericano, Venezuela es un país bastante igualitario y, contrario a lo que pudiera parecer a primera vista, poco machista. Tiendo a pensar que más por las pelotas que le echan las mujeres y por la ineptitud de los hombres, que por algún consenso que hayamos desarrollado como sociedad de avanzada.

Los estudios sociológicos indican que en la mayoría de los casos, el núcleo familiar se determina por una relación matrilineal: abuela-madre-hija. Alrededor de ellas hay niños y machos proveedores. Supongo yo que machos chulos también, pero esos deben entrar en la categoría de niños, aunque midan un metro ochenta y pesen cien kilos. Las niñas, por su parte, dejan de serlo en el momento en que se convierten en madres.

Las mujeres tienen un rol activo y decisorio en la vida cotidiana. Pongo un ejemplo que descubrí haciendo un video para la empresa constructora Odebrecht. En la más reciente generación de contratados para las obras del Metro de Caracas, de trece escogidos, doce eran ingenieras. De hecho en Venezuela, aproximadamente el 50% de los cargos técnicos y gerenciales de esta empresa lo ocupan mujeres. Los ejecutivos brasileños y colombianos nos decían, con complacido asombro, que eso era inaudito, que en sus países no se daba, ni de lejos esta relación.

Aunque la palabra no sirve para nada si no se corresponde en acciones, creo que esta ley de géneros será muy beneficiosa, porque en realidad está regularizando una dinámica social que ya está encaminada. Y quizás, algún día, cuando las mujeres se sientan más seguras, nos libraremos de esa tara innecesaria e inútil de enumerar: “Ciudadanos y ciudadanas”, “niños y niñas”, “presidentos y presidentas”. Nunca está de más recordar que los idiomas son el resultado de la costumbre y la economía intelectual. Lo lógico es evolucionar hacia lo más práctico.

Es decir, cuando digo “los niños”, se sobreentiende que incluyo a los menores de ambos sexos y eso no es de ninguna manera discriminación. Igualmente, porque yo, retóricamente, diga “niños y niñas”, no le estoy otorgando a las mujeres un pasaje para la igualdad. Si las palabras, como conjuros mágicos, transformaran la realidad, Irán sería el país más igualitario del mundo, pues en el persa sólo existe diferencia entre género humano y no humano. Y hasta donde sé, a las mujeres las tienen bien fregadas por allá, aunque verbalmente no haya ninguna discriminación.

Para finalizar esta digresión, el ejemplo más útil de lo inútil que resulta esta enumeración, se ve cuando los políticos idiotas cierran su frase con un: “…para todos y todas”. Al decir “todos”, estamos hablando de la totalidad. Que casualmente la palabra termine en “o” y que por eso nos suena a macho, no quiere decir que “todo” tenga sexo, sino que es, gramaticalmente hablando, de género masculino. TODO, equivalente a TOTALIDAD, que, a su vez, tiene género femenino, pero que juro por Dios que no tiene vagina.

Bueno, nada, entre tanto despropósito político, quise destacar algo positivo. Listo, volvamos de nuevo a la realidad.

*Estudiante de postgrado de la Unerg (Venezuela)