Daniel R. Scott*
En los seis meses siguientes de su muerte, ¡cómo nos acordábamos de papá! El problema de ser el hijo cuarentón o sesentón de un hombre recio de casi cien años de edad es que se da por sentado el absurdo de que tu padre es un ser inmortal. Y él parecía eso: un ser sempiterno, el hombre que había descubierto el secreto de la eterna juventud. Nunca pensábamos en la posibilidad de su muerte y, cuando él nos la mencionaba como teniéndola ya cercana, nos reíamos en su cara. "Vas a asistir al entierro de nuestros nietos" le decía yo. A veces se me antojaba verlo como a uno de esos patriarcas vigorosos y milenarios sacados de una antiquísima genealogía del Génesis. Nunca se enfermó, no lo postraba dolencia alguna, no padeció los achaques propios de su avanzada edad y conservó siempre la vitalidad física y mental de los mejores años de su juventud. Un mes antes de su muerte escribí en mi diario: "Si con la Biblia aprendí que el hombre es frágil como la telaraña, con papá voy entendiendo que la vida también puede ser fuerte como el roble y hace todo lo posible por mantenerse en pie, como los árboles" Una mañana de marzo de 2005, conversando de cualquier cosa o tema, recordamos su participación en los sucesos del 24 de noviembre de 1948.
Como se sabe, esa es la fecha del golpe de Estado que las Fuerzas Armadas dieron al gobierno presidido por el escritor, educador y político Rómulo Gallegos, electo presidente el 14 de diciembre de 1947. Gloria de nuestras letras, mundialmente famoso por su afamada novela "Doña Bárbara," Gallegos no supo o no pudo manejarse en las complicadas artes de gobernar. Su gobierno y el partido que lo elevó a la primera magistratura del país resultaron abusivos, sectarios y anárquicos en el poder. Esto terminó por crear malestar en las Fuerzas Armadas. No pasó mucho tiempo sin que corrieran los rumores de golpe de Estado y derrocamientos. El presidente por su parte desmentía los rumores y hasta recibía a periodistas con sus pantuflas puestas como una señal inequívoca de que todo marchaba bien. Sin embargo el 20 de noviembre se suspenden las garantías constitucionales. Ya era demasiado tarde: desde el Ministerio de la Defensa el General Delgado Chalbaud dió el golpe de Estado.
¿Estaba papá informado del golpe? Los acontecimientos de ese día parecen confirmarlo. Él, como fundador del partido socialcristiano COPEI, sufrió en carne propia la conducta sectaria del partido de gobierno. "Cuando Caldera daba un mitin nosotros sus simpatizantes nos presentábamos al lugar con cabillas disfrazadas de banderines verdes" rememoraba papá. "De manera que si el partido de gobierno buscaba las maneras de sabotear el acto público encontraban en nuestros banderines un arma bien contundente." Además, el estamento militar contó con la colaboración de sectores políticos y religiosos del país, por lo cual se entiende que él estaba al tanto de lo que se venía fraguando en el ejército.
Ese día papá entró al cuartel, se trajo consigo a un pelotón de temerosos soldados e hizo preso a los dirigentes más destacados del régimen aquí en San Juan. La escena era insólita: él caminaba adelante y la tropa le seguía más atrás recorriendo las calles de la ciudad. Algún ciudadano se aventuró a gritar: "¿Y por qué se llevan preso a Antonio?" En esta parte del relato, papá invariablemente se echaba a reír. "Es que mi amigo no se daba cuenta que era yo quien capitaneaba a los valerosos cruzados." Calle a calle y uno a uno la dirigencia fue puesta bajo arresto, aún aquel pobre hombre que para escapar de sus captores se ocultó dentro de una letrina y luego tuvo que pasar por la vergüenza de estar tras las rejas con su traje teñido de malolientes sustancias excrementicias.
Ya avanzado el día se corrió el rumor de que la asonada había fracasado y que venía procedente de Maracay una división blindada para aniquilar la insurrección en San Juan. "¿Y ahora que vamos a hacer?" dijo la tropa mirándose las caras unos a otros. Papá tomó la palabra y sugirió: "Hagamos bombas molotov." Los soldados volvieron a verse las caras, confundidos. "¿Bombas qué?" preguntaron. "¿Qué es eso?" Entonces el civil, con el alma en vilo, procedió a explicarles cuán sencillo era fabricar una bomba molotov y de sus letales efectos sobre una unidad blindada. Los reclutas no salían de su asombro y papá, mientras giraba instrucciones y ayudaba a fabricar las fulanas bombas, pensaba: "Antes que caiga la noche soy hombre muerto." Ya muy anciano contaba: "Los soldados no sabían que hacer. Fueron momentos de mucha tensión. Su ignorancia en las artes de la guerra doméstica era cosa que me dejaba pasmado".
No hubo necesidad de utilizar las tales bombas. El presidente Gallegos fue detenido ese día en la mañana y en la tarde se constituyó una Junta de Gobierno Militar. El 5 de diciembre fue expulsado del país con toda su familia. El resto es Historia harto conocida. Papá quedó en las mentes de sus contemporáneos como el civil que se atrevió a entrar al cuartel durante el golpe del 48. Más interesante: los que apresó en aquella jornada terminaron siendo sus amigos.
Aún el del traje condecorado de sustancias excrementicias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario