Daniel R Scott*
Sobre charcos, bajo lloviznas y entre el tráfico compré a unos buhoneros copias baratas y de muy mala calidad del "Álbum doble blanco" de los Beatles que yo igual disfruto hasta el infinito en mi modesto equipo que tengo en casa. Sépase que yo vine a comprar esta producción por primera vez y original un abril de 1982. Sin embargo el "Long Play" o "Larga Duración" como se les llamaba para ese entonces ya tenía mucho tiempo rodando en las discotiendas de todo el mundo. Se grabó en 1968, dos años antes de que el famoso cuarteto (hoy leyenda e icono de la cultura pop) se disolviera en medio de las disputas financieras y la animadversión. Y es que los Beatles, más que un "yesterday" que se oye y disfruta en la radio, era y sigue siendo un negocio muy lucrativo. El álbum incluye clásicos tales como "Cuando mi guitarra dulcemente solloza" que tanto le gusta a mi esposa.
Buen trabajo discográfico, un importante avance musical del grupo. Al momento de escribir estas líneas, el silencio de la noche se ve poblado con las notas de "Obla-di Obla-da", canción ésta que a juicio de los críticos, es "dulce como un pudín".
A mi el álbum me evoca mucho más: la casa paterna, la nalgada que le di a mi sobrina por hallarla jugando con mis discos, mi primer gran amor, mi buen amigo Marcelo Belisario y los disgustos y pataletas que armaba papá porque yo escuchaba a esos "drogadictos" de los Beatles y "al comunista" de John Lennon. Ah, y eso sin mencionar que Rubén Blades "cantaba como un chivo". Pero esa es otra historia. Por Dios... ¡cuánto me irritaban sus críticas! Y a veces, me apena decirlo, hasta creí aborrecerle. Más de una vez lo mandé al mismísimo cuerno, por no decir la palabra exacta. No me quedaba otra. Pero papá no tenía la culpa de nada. ¡Imaginaos a un progenitor que por su edad podía muy bien ser tu abuelo! Que aprieto: sus gustos no podían ser los míos. Nacido en 1912, tenía 52 años el día que yo nací. "¿Qué le vio mi mamá a ese anciano?" pensaba con la inmadurez del adolescente que cree saberlo todo. Y es que cuando mamá aún no llegaba a los cinco años de edad ya papá se estaba casando con su primera esposa, criada y pariente del General Eleazar López Contreras, presidente de Venezuela entre 1936 y 1941. Se cuenta que su luna de miel fue interrumpida y alterada por los disturbios acaecidos a raíz de la muerte de el Dictador Juan Vicente Gómez.
Hoy, sobre la cúspide de mis 43 años, veo y percibo nuestros épicos encontronazos con mucho cariño y nostalgia. La edad pone las cosas en su sitio y nos devuelve a la realidad.
La voz de la sangre es muy poderosa y al final te impone el cariño que le debes profesar a los tuyos. Entiendo que la conducta de papá fue una consecuencia o derivación social de esa transición del siglo XIX al XX. Era un hombre terrible e irremediablente anticuado. Su cara de por si era una pieza de museo. Nada de particular tiene que papá aprendiera la ética y las artes de gobernar una casa de algún pariente de Joaquín Crespo, por ejemplo. En efecto: según alguna carta por allí, su abuelo mantuvo alguna relación o contacto con el caudillo, militar y político venezolano.
Para la década de los sesenta, ya este mundo no era su mundo. ¡Cómo quisiera que muchos adolescentes leyeran estas palabras y aprendieran a ser más pacientes y tolerantes con sus padres! Y yo tengo autoridad de sobra para hablar ya que al carecer de hijos no se me puede acusar de ser un padre latoso y sermoneador. Sigo siendo hijo. No soy padre.
Fue Gabriel García Márquez quién dijo que el paso del tiempo borra de los registros del corazón todo lo malo que nos haya sucedido en la vida y tan solo preserva los buenos momentos. Yo diría (y perdonad mi osadía de pigmeo)
que el premio Nóbel se quedó corto. En mi caso yo atesoro con cariño y nostalgia nuestras reyertas. Con lo mala que haya sido nuestra relación filial hoy pienso que eso sería preferible a haber sido un "niño de la calle" o un "huelepega".
Si del Cielo se me concediera el poder de echar atrás las manecillas del reloj y se me permitiera recorrer nuevamente el camino de la adolescencia, sería más cariñoso y paciente con él y, de paso (¿por qué no?) ¡Le echaría en la cara y a quemarropa una andanada de insultos más! Es broma...
Si del Cielo se me concediera el poder de echar atrás las manecillas del reloj y se me permitiera recorrer nuevamente el camino de la adolescencia, sería más cariñoso y paciente con él y, de paso (¿por qué no?) ¡Le echaría en la cara y a quemarropa una andanada de insultos más! Es broma...
Pero hoy sólo se me permite oír "Dear Prudence" de los Beatles, recordar como un anciano de noventa años y escribir con pluma obsesiva y delirante. Y tener que soportar la tiranía del perverso tiempo-espacio haciéndome las muecas de un mono de zoológico. (3 de Agosto de 2007)
*Bibliotecario y escritor venezolano.
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