Daniel R. Scott*
Este jueves quiso el día vestirse con su elegante traje gris de lluvia que habitualmente usa por estos días del año, pero en verdad perdió su tiempo: no logró conmoverme ni me llamó a la acostumbrada sesión de melancolía. Hoy he decidido sentirme lleno de paz y sosiego. Todo dentro de mi es quietud y tranquilidad. No quiero llenarme de otros sentimientos. Antes de venir a la Biblioteca (estamos trabajando horario especial de vacaciones de 9:00am a 2:00pm ) me traje de un kiosco el Reader's Digest correspondiente a este mes de agosto. Siempre he comprado el Readers Digest pero últimamente ya no lo leía con mucho interés. O sería más exacto decir que ya no lo leía: lo compraba y lo dejaba tirado por allí, para que otro lo leyera. Es más: este año hice lo que nunca había hecho en 17 años: dejé de comprar algunos ejemplares. Claro: ¡es tanto y tantas las cosas importantes las que nosotros los hombres del siglo XXI tenemos que hacer! Tanto y tantas que dejamos de hacer lo que realmente nos gusta. Preferimos andar disfrazados de hombres emprendedores muy a tono con las exigencias de nuestra cultura. Nos creemos un Og Mandino o un Camilo Cruz y no nos damos cuentas que tan sólo somos los mendigos de la Postmodernidad , los más dignos de lástima de toda la Historia.
Pero, en esta mañana lluviosa de agosto hice lo que hacía cada vez que compraba la revista: la abrí al azar y dejé que el primer artículo que apareciera a mi vista fuera el primero en ser leído. Son rituales tontos de gente tonta. Pero de no ser por los rituales, ¿qué sería de nuestra vida? En esta ocasión el ritual dió sus flores y sus frutos: el artículo "Esas pequeñas cosas" de Petricia Espino cautivó mi corazón y renovó ese amor que sentía por la revista, amor que comenzó un julio de 1976 cuando la adquirí por primera vez al ridículo precio de Bs. 4,50. "¡Ay Dios casi cinco bolívares!" pensé yo revisándome los bolsillos en busca de las monedas mientras la vendedora me aseguraba: "Esta revista es muy buena. ¡Trae de todo! Además es lo único que no pasa de cinco bolívares" Lo cierto es que Patricia Espino reavivó ese cariño que yo dejé de sentir por la revista desde hace unos cuatro años mas o menos. "Un día descubrí que no es tan difícil cambiar al mundo" dice la articulista comenzando su relato, y al final concluye: "Con sólo animar a los demás podemos ayudarlos a interesarse unos por otros y a realizar mejor sus actividades, y lograremos que este mundo sea un lugar más agradable para vivir: un mundo con más amor... ¿por que no comenzar con cosas pequeñas? Deja de fruncir el entrecejo, pon tu mejor sonrisa, sal al mundo frío y oscuro, y derrama un poco de luz, amor y calidez sobre quienes lo necesitan"
Con la convicción que dan los años y la sabiduría (la revista nació en 1922 en los Estados Unidos y en 1940 adquirió la nacionalidad de habla española) el Reader's Digest me dijo que sí podemos iluminar y cambiar el minúsculo sitio que la vida o Dios nos dió por habitación de nuestra existencia.
O, al menos, vale la pena intentarlo. Los buenos intentos ya son de por sí una buena recompensa (2 de Agosto de 2007)
*Bibliotecario y escritor venezolano.
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