Manuel Soto Arbeláez*
En los últimos 40 años del siglo XIX la política venezolana estuvo dominada por la pólvora. José Martí así lo había dicho: “El país de Bolívar huele a pólvora”. Las ideas brillaban por su ausencia, en su lugar se expresaban los chopos, siendo el caballo el medio de movilización dominante. Cada cuadillo levantaba un ejército con la peonada de sus hatos. La osadía, una proclama, unos pocos hombres armados con máuseres y machetes era todo lo requerido para intentar una asonada. Algunos personajes llegaron a tener tal prestigio que les aseguró un área de influencia en la que, a manera de amo feudal, señoreaba almas y propiedades. A Pesar de la severa derrota que los Restauradores infligieron a los generales Matos, Pulido, Guerra, (Domingo Monagas no pudo concurrir porque murió de una cagueta en Valle de la Pascua), y a otros caudillos en la Victoria en 1902, muchos de ellos se convirtieron en un problema para el nuevo Gobierno de Juan Vicente Gómez instaurado el 19.12.1908.
A todos esos prestigios de oropel el "Bagre" los engañó de una manera casi infantil: Creó para ellos un Consejo de Gobierno: "Al que teóricamente consultaría el Presidente en materia de alta política, en cuestiones de gran significación. Todos estaban convencidos que sus opiniones serían decisorias; sin embargo, el objetivo era tenerlos juntos y controlados en Caracas, con una buena remuneración, con un falso "Status", asistiendo a reuniones que aparentemente eran muy importantes, pero que en la práctica no valían nada porque todas las decisiones las tomaba Gómez a espaldas del Consejo. Cuando se dieron cuenta que sólo eran juguetes en manos del Presidente, ya no había solución posible para volver a las armas y ser los caudillos levantiscos que siempre fueron. Al manifestar el menor descontento iban directo a la cárcel de la Rotunda o al exilio” (Rodríguez Gallad dixit).
La larga dictadura de Juan Vicente Gómez Chacón se apoyó siempre en el ejército. "En efecto durante 27 años, con todas sus limitaciones el gomecismo logra construir un aparato militar de alcance nacional, que va a diferenciarse totalmente de las anteriores estructuras político-militares de carácter regional-caudillesca existentes en las últimas décadas del siglo XIX. Este aparato será a su vez el basamento sobre el cual se introducirán las modificaciones que, a partir de la muerte del Dictador y más tarde con el golpe militar de octubre en 1945 permitirán organizar las modernas Fuerzas Armadas Nacionales"(..), dice Elías Pino Iturrieta.
Gómez tuvo la visión de que en el país no podían seguir existiendo militares de chopo y ruana. Él, por intuición, era un firme creyente de las jerarquías y de los galones. Creó la escuela militar trayendo instructores de Chile y Alemania; sin embargo, pese a las ventajas ofrecidas, no hubo vocaciones suficientes para estudiar la carrera militar. La disciplina era muy rígida hasta el extremo de la violación sistemática de lo que hoy llamamos derechos humanos. Esta es la razón por la cual no se produjo un relevo generacional gradual en los mandos. Estos siguieron bajo el dominio de los oficiales de la "Invasión de los Sesenta", a tal punto que todavía en el gobierno del general Isaías Medina Angarita figuraban en los altos mandos castrenses algunos carcamales de doble plancha dental, cuyos fundillos les caían en las corvas, y con unas mentalidades seniles.
El gobierno que se instaura el 19 de diciembre de 1908, y fenece con la desaparición física del dictador el 17 de diciembre de 1935, trajo algunos adelantos desde el punto de vista económico, mas no así desde la perspectiva política. La represión fue indiscriminada, la arbitrariedad era la norma, la violación de los derechos humanos permanente, la concusión siempre presente enriqueció a los privilegiados funcionarios. Al morir, Gómez tenía un capital de más de 60 millones de dólares, los cuales, gracias a Dios, estaban todos en el país pudiéndose confiscar buena parte en bienes. Todavía no existía la práctica de cuentas en el extranjero, estas comenzaron a aparecer en el gobierno de Pérez Jiménez, llegando a su clímax a medida que la renta petrolera es mayor. El nuevo pensamiento es no capitalizar, sino atesorar. Si los dineros mal habidos se depositan en el extranjero, mejor. manuelsotoarbelaez@yahoo.com Continuará....
*Historiador, cronista y articulista.