Jeroh Montilla
CONTENIDO
Introducción
Una nueva mentalidad
Aproximación hacia la historia de las mentalidades
Acercamiento crítico
Bibliografía
INTRODUCCION
En la década de los años sesenta el historiador venezolano Elías Pino Iturrieta realiza un Doctorado en Historia en el Colegio de México bajo la guía del historiador español José Gaos. Para el logro de este Doctorado presenta un trabajo titulado Mentalidad venezolana de la emancipación, dicha tesis tuvo como marco metodológico la corriente historiográfica conocida como “Historia de las ideas”. Pino Iturrieta señala que su investigación se reduce al estudio de las ideas de aquellos hombres que introducen la modernidad en Venezuela, “los grupos dirigentes de la revolución en los años que van de 1810 a 1812, período correspondiente a la formación y pérdida de la Primera República” (Pág. 14). Desde el inicio el autor hace hincapié en el carácter restringido de su investigación. Estudia el pensamiento de un pequeño grupo en un tiempo relativamente breve. Trabaja solo fuentes documentales existentes en el Colegio de México y algunas que le envían desde Caracas, cuestión que, según el autor, limita sensiblemente el panorama de estudio. Dichas fuentes consisten en materiales de primera mano como documentos manuscritos del Archivo General de la Nación, escritos impresos de los revolucionarios implicados, testimonios de los testigos inmediatos a los acontecimientos de la época, aparte de un material auxiliar de libros de historia social, económicos y políticos de Venezuela.
Para el desarrollo del presente ensayo se analizará preferentemente la primera parte de dicha tesis titulada. “En Venezuela se gesta una nueva mentalidad”, claro está que a la hora de un análisis amplio se tomará en cuenta de manera referencial la totalidad de la obra. El objetivo es analizar los hallazgos manejados en esta tesis que describe las ideas de la época emancipadora bajo la óptica de la Historia de la Ideas bajo el parecer de la Historia de las Mentalidades, corriente historiográfica donde se inscribe últimamente el historiador Pino Iturrieta.
UNA NUEVA MENTALIDAD
La creación y arraigo de la sociedad colonial fue un proceso caracterizado por la violencia. La guerra y establecimiento de grupos religiosos se combinan en un primer momento para lograr el reblandecimiento moral de los habitantes aborígenes del territorio y la imposición de un nuevo tipo de mentalidad cuyas líneas principales responden a una serie de intereses anidados en el seno de la metrópoli española. Según Pino Iturrieta (1984) esta toma violenta del territorio y establecimiento del conquistador culmina en:
…una síntesis de elementos interiores y exteriores cuya influencia conduce a un comportamiento homogéneo de la sociedad. Primero a través de un mecanismo de imposición y fiscalización, pero más tarde como consecuencia de una rutina sustentada en los intereses predominantes en la región, se forja un conjunto coherente de actitudes, opiniones y sentimientos cuyos puntos cardinales condesa y respalda un pensamiento oficial (Pág. XI)
Fue así consolidándose de este modo lo que el autor señala como la base y la orientación de mentalidad tradicional, la cual responde de manera coherente a las necesidades de dominación socio-económicas de la casta que desciende directamente del conquistador peninsular. Este proceso de implantación, brutal en una primera etapa, al aclimatarse lentamente es asumido como un hecho natural por la mayor parte de los factores constitutivos de la sociedad colonial, sobre todo por los sectores de los blancos criollos y los peninsulares. La mentalidad tradicional pasa a ser entonces “… hija del juego intestino entre dos sectores dominantes que en su acomodo forjan un parecer estable y colectivo” (Pág. XII)
El predominio de esta mentalidad se logra, sobre todo, es a través de una indeclinable función vigilante y didáctica de los sectores de la iglesia católica implicados en la vida colonial. La iglesia es un factor regulador del hacer social a través de una preceptiva donde se combinan el ejercicio de una rígida moralidad junto a un sinfín de actividades de tipo religioso. Son muy famosas las listas de libros prohibidos, los cuales, según el parecer de la iglesia, relajan peligrosamente la vida espiritual. Otra institución propagadora de esta mentalidad tradicional es la universidad, donde predominan los estudios de latín y retórica en función de las actividades religiosas. En esta solo se estudia a Aristóteles y la Escolástica, desatendiendo el estudio de las ciencias conocidas como profanas.
Sin embargo esta mentalidad tradicional va a comenzar a ser vulnerada por la lenta infiltración de las nuevas ideas vigentes. Paradójicamente el comercio y el contrabando se convierten en los vehículos de una modernidad naciente. A través de estos llega a la región toda una serie de publicaciones contentivas de ideas contrarias a los esquemas mentales que sustentan la vida cotidiana y política de la sociedad colonial. Muchos testimonios de viajeros de la época dan cuenta de la cantidad de libros prohibidos y modernos que copaban los estantes de bibliotecas privadas, incluso de autoridades peninsulares. Esto no acontece repentinamente sino que viene ocurriendo a medida que la Ilustración penetra también a la península española. Es significativo como con relativa libertad, intelectuales como Simón Rodríguez, el obispo Hernández Milanés y Miguel José Sanz exponen sus críticas al sistema educativo colonial presentando al mismo tiempo propuestas reformadoras que afectan hasta los indiscutibles intereses pecuniarios de la iglesia. Contienen también estos escritos una censura directa a la alta casta social dominante y el estímulo a los oficios de agricultores, artistas y fabricantes en función de promover el hacer industrial colonial.
La penetración de una nueva mentalidad no alcanza solo a los sectores dominantes, es significativo como cuajan entre algunos sectores económica y socialmente disminuidos las ideas de Manuel Gual y José María España. La base social de este movimiento conspirativo la constituyen los blancos de orilla, los pardos, militares de baja graduación, comerciantes y artesanos.
APROXIMACION A LA HISTORIA DE LAS MENTALIDADES
Construir las razones del presente desde el pasado es lo usual en el hacer historiográfico. Esta línea explicativa es conocida como “historicismo”. Ella presume que existe internamente un hilo de continuidad en la dimensión espacio-temporal de las diversas sociedades y culturas. Conocer el entramado de relaciones que unen los aconteceres del ayer, remoto o cercano, trae luz sobre la actualidad, descifra su complejidad cambiante.
La corriente historiográfica conocida como Historia de las Mentalidades no escapa a ese esquema epistemológico, donde todo efecto es reconocido necesariamente por su causa o causas. La historicidad como forma explicativa es un lugar común en desciframiento de los fenómenos humanos. Sin embargo, con la aparición del estructuralismo en el horizonte intelectual europeo el historicismo, como instrumento de análisis, comenzó a ser revisado y cuestionado en su posición de privilegio dentro del hacer epistémico. Así el pasado no siempre puede explicar el presente. Los estudios aun le confieren un lugar a lo histórico, pero ya no de índole preponderante. Para la corriente estructuralista el “proceso” y la “estructura” mantienen una relación de incertidumbre. Reacuérdese el principio de Heisenberg: cuando se conoce la velocidad de un electrón se desconoce su posición y viceversa.
Ahora bien ¿Qué busca la Historia de las Mentalidades? Según Luis Felipe Pellicer (2000):
Lo que pretende investigar la historia de las mentalidades se encuentra en la mente de la gente, pero no en lo que esta tiene de individual, sino en lo que posee de colectiva; es un conocimiento más o meno consciente y no sucede aislado de la vida material, sino que es su expresión. (Pág. 163)
Entonces las mentalidades busca una explicación del ser colectivo, dentro de un contexto y tiempo articulados. Indaga en lo común de lo histórico con el fin de poner al descubierto esa identidad colectiva que imprime un sello específico a los pueblos. Para lograr esto la Historia de las Mentalidades hace un uso especial del saber antropológico sin abandonar los rieles y perspectivas de la historicidad. Hurga en los recovecos de lo cotidiano, toca aquellos aspectos descuidados por el hacer historiográfico oficializado.
Según Beltrán Moya (1997) el francés Robert Mandrou definió la Historia de las Mentalidades “como la historia de las visiones del mundo, no de los fenómenos objetivos, sino de las representaciones de dichos fenómenos.” (Pág. 37) Busca estudiar la sensibilidad social, ese valorar ético e intelectual que de modo consciente o inconsciente se manifiesta en el hombre. De que abstracciones colectivas se vale este para atrapar dentro de sí la complejidad de lo real.
En la Historia de las Mentalidades hay un claro consenso en referencia a lo intencional, a donde apunta, cual es su horizonte, en cambio en lo conceptual, son diversos los pareceres y desacuerdos. Una de las tantas razones de esto es lo relativamente reciente que es la existencia de dicha corriente. No han trascurrido las suficientes aguas para que el proceso de legitimación disciplinar, desde el hacer académico, establezca en torno a esta corriente un cerco de conceptualizaciones y categorías unificantes. Su riqueza epistémica es todavía un conocimiento fresco y disperso. Sergio Ortega Noriega (2005) en un ejercicio integrador afirma que:
El concepto de mentalidad es aun impreciso. Se aproxima a lo que Althusser denominaba “ideología práctica”, o sea, una compleja formación de ideas, representaciones o imágenes que se corresponden con ciertos comportamientos y actitudes de los individuos, de tal modo que en su conjunto funciona como norma práctica que rige la posición concreta de los hombres frente a su historia. Este concepto es fundamental en historia de las mentalidades, pues el acercamiento a la dinámica social se logra mediante el análisis de esa correspondencia entre los comportamientos concretos de los hombres y las ideas, representaciones e imágenes mentales” (Pág. 1)
La mentalidad adquiere su relevancia en ese juego de características que los distintos individuos comparten en el seno de los grupos humano, como dice más adelante este mismo autor, en esa especie de “impersonalidad” que los involucra. Busca, a partir de esto, la Historia de las Mentalidades conocer y explicar el cómo los miembros de un colectivo social perciben y viven su historicidad, tanto en lo económico como lo social.
Historiográficamente la Historia de la Mentalidades surge del seno de Escuela de los Annales. Desde la primera generación de escuela historiográfica francesa hasta la más reciente, sus integrantes se han dedicado, unos más que otros, a perfilar sus características metodológicas. Nombres como Philippe Aries, Alphonse Dupront, Robert Mandrou, Emmanuel Le Roy Ladurie, Jacques Le Goff, Georges Duby y Michel Vovelle, entre otros constituyen el fundamento de este movimiento dentro de la Escuelas de los Annales.
En Latinoamérica las mentalidades surgen en México hacia los años setenta. Como ya se dijo al principio, diez años antes, en la mítica década de los sesenta Elías Pino Iturrieta entra al Colegio de México y bajo la batuta del maestro español José Gaos se inicia en la historia de las ideas, una de las tantas fuentes donde se alimenta el cauce de la Historia de las Mentalidades.
Estudiar la historia nacional desde la perspectiva de las mentalidades no es la manifestación de un modismo historiográfico. Hay en la sociedad venezolana suficientes motivos investigativos para asumir esa perspectiva. Hay madurez de condiciones. Según Pellicer (2000): “Una corriente o escuela historiográfica nace de la correlación entre el conocimiento histórico y el acontecer histórico de una sociedad, y aunque esa relación no es mecánica y automática la historiografía es, generalmente, expresión de ese acontecer.” (Pág. 164)
ACERCAMIENTO CRÍTICO
En realidad este acercamiento crítico es partir de las interrogantes que surgen con la lectura del texto de Pino Iturrieta. Desde un primer momento la noción de mentalidad e historia de las ideas deja ver más problemas que afirmaciones. En primer lugar se puede arrancar de las afirmaciones de Pino Iturrieta sobre mentalidad tradicional. Él identifica una mentalidad tradicional, la colonial, que lentamente es desplazada por el crecimiento de otra mentalidad novedosa con sentido emancipatorio. Cabría preguntarse ¿Existe una mentalidad de la emancipación? Las 224 páginas del libro de Pino Iturrieta pretenden demostrarlo. Como toda corriente historiográfica la Escuela de las Mentalidades tiene investigadores que le hacen cuestionamientos.
Uno de ellos es Geoffrey E. R. Lloyd, para él no existe una mentalidad única, no puede ser diagnosticada, la idea de una mentalidad global le parece una hipótesis absurda. Pino Iturrieta respondería que la nueva mentalidad emancipadora no es homogénea, que es heterogénea y diversa. Así parece demostrarlo cuando se refiere al pensamiento ambivalente de Navarrete o a las ideas modernas de Juan Germán Roscio. Vistas estas a través de su correspondencia privada. Roscio es libre pensador, admira a Descarte y fustiga a la Iglesia, pero al mismo tiempo es un fiel creyente. Para Lloyd es confuso decir que una mentalidad es diversa, en el caso de Roscio se podría decir que no es una mentalidad dividida sino que son dos mentalidades distintas que conviven en su conciencia. Aquí cae la denuncia de Lloyd sobre las mentalidades, su carácter confuso. El problema para este autor no es que lo planteado no sea importante sino el modo de encausarlo. Según Joaquín Aguirre (2005) “Lloyd analiza cómo las categorías que se establecen en muchos casos para determinar las diferencias de mentalidades entre dos momentos, sociedades, etc., son aplicaciones de categorías que no se corresponden con los valores que esas sociedades poseían” (Pág. 1) ¿Son compatible las categorías de Historia de las ideas con las de Historia de las mentalidades? Cabe también preguntarse si las ideas que Pino Iturrieta analiza en su texto terminaron por convertirse realmente en las representaciones colectivas de la sociedad venezolana en los tiempos republicanos.
BIBLIOGRAFIA
Aguirre, Joaquín (2005) Las mentalidades y su desenmascaramiento. En: Especulo, revista de la Universidad Complutense. [Revista en línea] Disponible: hhtp://www.ucm.es/info/especulo/numero5/gerlloyd.htm [Consulta: 2005, julio 16]
Beltran Moya, José Luis (1997) La historia de las mentalidades o la mentalidad en la historia. En: Iber Didáctica de las Ciencias Sociales. (N° 12, Pp. 37-46) Barcelona: Iber.
Mora-García, J. Pascual (2001, julio) Federico Brito Figueroa y la historia de las mentalidades en Venezuela. En Revista de Ciencias sociales de la región centroccidental. Pp. 73 – 90.
Pellicer, Luis Felipe (2000) Vernos desde el pasado: la historia de las mentalidades en Venezuela. En José Ángel Piñango (Compilador) Visiones de oficio, historiadores venezolanos en el siglo XXI. (pp. 161 – 170) Caracas: Academia Nacional de la Historia, Comisión de Estudio de Postgrado-FHE (UCV)
Pino Iturrieta, Elías (1991) La mentalidad venezolana de la emancipación. Caracas: Ediciones Eldorado.
__________________ (1984) Sentido y fundamentos de la mentalidad tradicional. En La Gaceta de Caracas (Tomo VI, pp. XI - XXXII) Caracas: Biblioteca de la Academia de la Historia de Venezuela.
Ortega Noriega, Sergio (2005) Introducción a la historia de las mentalidades. Aspectos metodológicos. En: Ejournal.unam [Revista en línea] Disponible: http://www.ejournal.unam.mx/historia_novo/ehn08/EHN00806.pdf [Consulta: 2005, julio, 16]
Pulso.com (2005) Mentalidad, ciencia e historia: a propósito de Geoffrey E. R. Lloyd. En: Pulso.com [Página en línea] Disponible: http://www.pulso.com/aen/85_65.htm [Consulta: 2005, julio 16]