Efrén Barazarte*
Dos tomos, que recogen novecientas páginas nos presenta el Centro de Investigaciones Populares (CIP) para dejar constancia de la investigación más sustancial que se ha realizado en Venezuela en los términos del conocimiento comprensivo del mundo de vida popular del delincuente venezolano. Alejandro Moreno Olmedo, sacerdote salesiano, psicólogo y Doctor en Ciencias Sociales, junto a un reconocido grupo de investigadores: Alexander Campos, Mirla Pérez, William Rodríguez, María Isabel Bustos, María Gabriela Marín Figuera, Pedro Parra, Blanca Benavides y Julio César Pérez González, son los autores de este título auspiciado por las Ediciones del Vice Rectorado Académico de la Universidad del Zulia. 2007. La obra establece un mundo de definiciones articuladas por medio de un lenguaje que hace explícito una red de terminologías que van descifrando los hilos que mueven al delincuente venezolano dentro de sus motivaciones más profundas.-definiciones que trataremos a grandes rasgos-. Los volúmenes van soportados con un cuerpo de referencias bibliografías, consultadas y no consultadas, que dialogan con los métodos cualitativos de corte biográfico, mas no se refiere a la autobiografía como tradicionalmente se conoce, sino de las nombradas “historias de vida”. Se advierte que el investigador no disfruta la cómoda actitud de indagar desde su escritorio sino que se convierte en actor social y participa de la vida de los actores que trata de conocer compartiendo sus mismos lugares de intercambio y formas de vida. Este tipo de investigación de carácter empírico contribuye a conocer, más allá del basamento teórico, una interpretación objetiva sobre los hechos y adquiere validación cuando la biografía está narrada por el propio actor (Historiador) en una relación de acompañamiento físico o no con el investigador (Co-historiador). Las trece historias de vida tratadas en esta investigación se desenvolvieron generalmente, por medio de un contacto permanente entre el historiador y el co-historiador.
Destacamos la existencia de un magistral prólogo que abona un terreno para otras reflexiones relacionadas con el delincuente popular del país y advierte que, desde un proceso hermenéutico de interpretación, sin la emoción de un artículo de prensa o la declaración de un criminalista, que los significados de las historias de vida se encuentran dentro de una relación de vida de los sujetos estudiados y no fuera de ellos. Alejandro Moreno apunta que esta investigación es convivida. Es decir, en la posibilidad de conocer la realidad desde dentro de ella misma. En ese transitar, difícil de resumir aquí, encontramos grandes revelaciones en relación a la comprensión de la familia venezolana. Existe así, un vivir en movimiento en el mundo-de-vida popular dentro de un discurrir que sintetiza el sentido de la palabra vivimiento, término que implica el modo de vida del pueblo venezolano desde la relación y para la relación y esa relación de lo vivido posee una significación, un sentido dentro de su propia realidad. Así pues, el venezolano popular se inserta fundamentalmente dentro de la noción de la familia matricentrada: la madre con sus hijos como la central y necesaria imagen familiar. De la ausencia de esa relación de vida con la madre, pende en gran manera la forma de vida del delincuente venezolano. Cuando acaece el ejercicio del vivir se entiende “por hombre aquel que vive y se vive hijo y por mujer, la que vive y se vive madre”.
Alejando Moreno, manifiesta la existencia de la relación en - madre que el hombre venezolano practica y que entendemos como una relación del adentro hacia el afuera y viceversa. Nosotros proponemos algo cercano al término matricentrismo, aunque el vocablo sea insuficiente. Reiteramos, pues, que la imagen de la madre centrada en un movimiento interno y constante y del fracaso de ese mover se origina y fluye la conducta distorsionada de un vivir desde y para la delincuencia. Es sorprendente el lenguaje determinante de los volúmenes. Ello obedece a la práctica “real” de la investigación vivida y realizada por años. El autor manifiesta: “Los hechos nos han confirmado, por una parte, que en una sola historia-de-vida están presentes los significados propios del delincuente violento en cuanto a tipo real”.
Los párrafos anteriores intentan crear en el lector la necesidad de leer con sentido de profundidad este importante título, así como la obra prolífica de Alejandro Moreno, que no podemos emprender en banales resúmenes. No obstante, es de nuestro interés formar otra interpretación del libro vinculada con el acontecer violento del modo de vida del político venezolano desde la práctica del poder. No vamos a repetir un resumen de las conclusiones del autor sobre el proceso del delincuente popular venezolano ya que el libro es profundamente explícito y certero, sino conformar un puente entre las conclusiones de la investigación mencionada y el (los) discurso (s) del mundo de vida de ese particular quehacer político y cómo opera, en el terreno de las relaciones, un discurso que desintegra al ciudadano en la práctica del vivir democrático. Nuestro cotejo interpretativo es un ejercicio de la lectura más que una intención dominante signada por una percepción subjetiva. Desde la interpretación de las historias de vida, reiteramos que unos de los perfiles del delincuente venezolano violento se expresa desde los siguientes aspectos que la investigación de Moreno nos muestra: “no asumir ninguna responsabilidad por los propios actos; afirmar su yo sobre y contra todos los límites; lenguaje centrado en el yo; los problemas vividos siempre como el yo, nunca como de los demás; búsqueda del dominio y el protagonismo siempre y en todo.” Podríamos asumir y vincular estos rasgos en aquello que muchos periodistas de la investigación, sociólogos, historiadores y ensayistas han referido como la naturaleza forajida del régimen político actual. El solo análisis del programa Aló, Presidente da señales de las grandes anécdotas centradas en el yo protagónico y del desinterés manifiesto sobre temas estructurales y coyunturales del acaecer político venezolano. Por ejemplo, el caso de la maleta de Antonini no se nombra porque es considerado a secas como un asunto policial, mientras que el problema de la delincuencia se encuentra por debajo del discurso oficial, que es cada vez más intenso, mediático y totalizador.
Advertimos que no se acusa de delincuente violento al ejecutivo sino que encontramos en los significados de su habla, signos evidentes de un mundo centralizado en sí mismo. “Si yo entrego el pincel otra persona alterará los colores del cuadro”. Este su reciente decir es manifiesto y ejemplarizante, otras muestras discursivas superarían el límite de nuestros espacios. Y como las actuales políticas gubernamentales están centradas en la práctica desde el poder ejecutivo, se habla de un estado forajido, al margen de una vivencia política descentralizadora en cuanto al equilibrio de los poderes signados por la Constitución y su vinculación con el ejercicio del libre pensamiento y de las toma de decisiones de interés colectivo. El lenguaje descentralizado de un Estado que cada vez se centra en el yo con un componente mesiánico, afirma el alejamiento con la gente. La noción de Estado-Gobierno-Mesianismo forma una tríada que distorsiona la relación de una verdadera realidad democrática donde el pueblo participa desde, con y para la dedocracia. Ese mismo fenómeno crea un rizoma de lenguaje bélico: la vivencia permanente -dice Moreno- de riesgo mortal asumida como natural y expresada en la frase: jugar a estar vivo.
Es igual que la arenga oficial de Patria, Socialismo o Muerte dicha a gritos por civiles y militares. Se abre entonces la posibilidad de investigar con mayor profundidad la visión del derecho político, que define como delito un sistema autoritario y defensor constante de su propio régimen.
EL PODER POR ENCIMA DE TODO COMO VALOR SUPREMO
Este subtítulo tomado de Moreno, afirma que el malandro maneja la díada del poder y respeto. El delincuente se rebela contra todo principio de autoridad, por eso merece “respeto” y de la misma manera observamos que un Estado delincuente es aquel que no le importa, por ejemplo, los principios elementales en cuanto a los derechos humanos. Recordamos los hechos ocurridos en torno a las protestas de los estudiantes universitarios por el caso del cierre de Radio Caracas Tele-visión. El Defensor del Pueblo se negó, alegando una noción equivocada de soberanía, a dar información a los organismos internacionales de derechos humanos sobre el número de jóvenes detenidos durante las protestas de mayo. Por otro lado, consideramos que esto no es nada nuevo en la política venezolana desde el nacimiento de nuestra República hasta nuestros días. La rebeldía ante las leyes naturales, sociales y constitucionales de parte de los gobernantes siempre fue y es el pan de su cada día. Los estudios de la praxis constitucional en Venezuela demuestran el desacato a nuestra Carta Magna.
Actualmente este fenómeno se ha agravado hasta tal punto que desde el origen de la actual Constitución, gracias a un proceso constituyente, nuestro Estado atrasado tipo Luis XIV, que maneja la practica del L’Etat, c’est moi “El Estado soy yo”, se ha dado la tarea de crear sistemas paralelos al margen de una legítima gobernabilidad. Un Estado-Gobierno, rebelde a toda norma nacional e internacional que no gobierna en el buen sentido del término sino que mantiene el poder como un fin en sí mismo. Un Estado que cada vez se parece al delincuente violento: Culpa a los demás de sus propios errores y desviaciones y se relaciona constantemente con un sector de la población violenta, que alimenta ideológicamente, y materializa sus distintas acciones dentro de otras distorsiones sociales, fomentando así un modo de vivir de los malvivientes fanáticos: la invasión de la propiedad privada; las pedradas lanzadas a un canal de televisión, así como la acción de impedir el desenvolvimiento de una marcha opositora. Respetando el espacio de este prestigioso diario, nos preguntamos el por qué el Presidente dijo en una ocasión que si él fuera un hombre sin trabajo robaría para darle de comer a sus hijos. Nos preguntamos, al respecto, el fondo real del significado de esas palabras, quizás venidas de unos de los sentidos trágicos del mundo de vida de la cultura venezolana. Manifestamos al respecto, que estos volúmenes abren distintas posibilidades de interpretación sobre estos grandes interrogantes y una invitación a su lectura para que nuestros hijos no salgan a matar gente.
Dos tomos, que recogen novecientas páginas nos presenta el Centro de Investigaciones Populares (CIP) para dejar constancia de la investigación más sustancial que se ha realizado en Venezuela en los términos del conocimiento comprensivo del mundo de vida popular del delincuente venezolano. Alejandro Moreno Olmedo, sacerdote salesiano, psicólogo y Doctor en Ciencias Sociales, junto a un reconocido grupo de investigadores: Alexander Campos, Mirla Pérez, William Rodríguez, María Isabel Bustos, María Gabriela Marín Figuera, Pedro Parra, Blanca Benavides y Julio César Pérez González, son los autores de este título auspiciado por las Ediciones del Vice Rectorado Académico de la Universidad del Zulia. 2007. La obra establece un mundo de definiciones articuladas por medio de un lenguaje que hace explícito una red de terminologías que van descifrando los hilos que mueven al delincuente venezolano dentro de sus motivaciones más profundas.-definiciones que trataremos a grandes rasgos-. Los volúmenes van soportados con un cuerpo de referencias bibliografías, consultadas y no consultadas, que dialogan con los métodos cualitativos de corte biográfico, mas no se refiere a la autobiografía como tradicionalmente se conoce, sino de las nombradas “historias de vida”. Se advierte que el investigador no disfruta la cómoda actitud de indagar desde su escritorio sino que se convierte en actor social y participa de la vida de los actores que trata de conocer compartiendo sus mismos lugares de intercambio y formas de vida. Este tipo de investigación de carácter empírico contribuye a conocer, más allá del basamento teórico, una interpretación objetiva sobre los hechos y adquiere validación cuando la biografía está narrada por el propio actor (Historiador) en una relación de acompañamiento físico o no con el investigador (Co-historiador). Las trece historias de vida tratadas en esta investigación se desenvolvieron generalmente, por medio de un contacto permanente entre el historiador y el co-historiador.
Destacamos la existencia de un magistral prólogo que abona un terreno para otras reflexiones relacionadas con el delincuente popular del país y advierte que, desde un proceso hermenéutico de interpretación, sin la emoción de un artículo de prensa o la declaración de un criminalista, que los significados de las historias de vida se encuentran dentro de una relación de vida de los sujetos estudiados y no fuera de ellos. Alejandro Moreno apunta que esta investigación es convivida. Es decir, en la posibilidad de conocer la realidad desde dentro de ella misma. En ese transitar, difícil de resumir aquí, encontramos grandes revelaciones en relación a la comprensión de la familia venezolana. Existe así, un vivir en movimiento en el mundo-de-vida popular dentro de un discurrir que sintetiza el sentido de la palabra vivimiento, término que implica el modo de vida del pueblo venezolano desde la relación y para la relación y esa relación de lo vivido posee una significación, un sentido dentro de su propia realidad. Así pues, el venezolano popular se inserta fundamentalmente dentro de la noción de la familia matricentrada: la madre con sus hijos como la central y necesaria imagen familiar. De la ausencia de esa relación de vida con la madre, pende en gran manera la forma de vida del delincuente venezolano. Cuando acaece el ejercicio del vivir se entiende “por hombre aquel que vive y se vive hijo y por mujer, la que vive y se vive madre”.
Alejando Moreno, manifiesta la existencia de la relación en - madre que el hombre venezolano practica y que entendemos como una relación del adentro hacia el afuera y viceversa. Nosotros proponemos algo cercano al término matricentrismo, aunque el vocablo sea insuficiente. Reiteramos, pues, que la imagen de la madre centrada en un movimiento interno y constante y del fracaso de ese mover se origina y fluye la conducta distorsionada de un vivir desde y para la delincuencia. Es sorprendente el lenguaje determinante de los volúmenes. Ello obedece a la práctica “real” de la investigación vivida y realizada por años. El autor manifiesta: “Los hechos nos han confirmado, por una parte, que en una sola historia-de-vida están presentes los significados propios del delincuente violento en cuanto a tipo real”.
Los párrafos anteriores intentan crear en el lector la necesidad de leer con sentido de profundidad este importante título, así como la obra prolífica de Alejandro Moreno, que no podemos emprender en banales resúmenes. No obstante, es de nuestro interés formar otra interpretación del libro vinculada con el acontecer violento del modo de vida del político venezolano desde la práctica del poder. No vamos a repetir un resumen de las conclusiones del autor sobre el proceso del delincuente popular venezolano ya que el libro es profundamente explícito y certero, sino conformar un puente entre las conclusiones de la investigación mencionada y el (los) discurso (s) del mundo de vida de ese particular quehacer político y cómo opera, en el terreno de las relaciones, un discurso que desintegra al ciudadano en la práctica del vivir democrático. Nuestro cotejo interpretativo es un ejercicio de la lectura más que una intención dominante signada por una percepción subjetiva. Desde la interpretación de las historias de vida, reiteramos que unos de los perfiles del delincuente venezolano violento se expresa desde los siguientes aspectos que la investigación de Moreno nos muestra: “no asumir ninguna responsabilidad por los propios actos; afirmar su yo sobre y contra todos los límites; lenguaje centrado en el yo; los problemas vividos siempre como el yo, nunca como de los demás; búsqueda del dominio y el protagonismo siempre y en todo.” Podríamos asumir y vincular estos rasgos en aquello que muchos periodistas de la investigación, sociólogos, historiadores y ensayistas han referido como la naturaleza forajida del régimen político actual. El solo análisis del programa Aló, Presidente da señales de las grandes anécdotas centradas en el yo protagónico y del desinterés manifiesto sobre temas estructurales y coyunturales del acaecer político venezolano. Por ejemplo, el caso de la maleta de Antonini no se nombra porque es considerado a secas como un asunto policial, mientras que el problema de la delincuencia se encuentra por debajo del discurso oficial, que es cada vez más intenso, mediático y totalizador.
Advertimos que no se acusa de delincuente violento al ejecutivo sino que encontramos en los significados de su habla, signos evidentes de un mundo centralizado en sí mismo. “Si yo entrego el pincel otra persona alterará los colores del cuadro”. Este su reciente decir es manifiesto y ejemplarizante, otras muestras discursivas superarían el límite de nuestros espacios. Y como las actuales políticas gubernamentales están centradas en la práctica desde el poder ejecutivo, se habla de un estado forajido, al margen de una vivencia política descentralizadora en cuanto al equilibrio de los poderes signados por la Constitución y su vinculación con el ejercicio del libre pensamiento y de las toma de decisiones de interés colectivo. El lenguaje descentralizado de un Estado que cada vez se centra en el yo con un componente mesiánico, afirma el alejamiento con la gente. La noción de Estado-Gobierno-Mesianismo forma una tríada que distorsiona la relación de una verdadera realidad democrática donde el pueblo participa desde, con y para la dedocracia. Ese mismo fenómeno crea un rizoma de lenguaje bélico: la vivencia permanente -dice Moreno- de riesgo mortal asumida como natural y expresada en la frase: jugar a estar vivo.
Es igual que la arenga oficial de Patria, Socialismo o Muerte dicha a gritos por civiles y militares. Se abre entonces la posibilidad de investigar con mayor profundidad la visión del derecho político, que define como delito un sistema autoritario y defensor constante de su propio régimen.
EL PODER POR ENCIMA DE TODO COMO VALOR SUPREMO
Este subtítulo tomado de Moreno, afirma que el malandro maneja la díada del poder y respeto. El delincuente se rebela contra todo principio de autoridad, por eso merece “respeto” y de la misma manera observamos que un Estado delincuente es aquel que no le importa, por ejemplo, los principios elementales en cuanto a los derechos humanos. Recordamos los hechos ocurridos en torno a las protestas de los estudiantes universitarios por el caso del cierre de Radio Caracas Tele-visión. El Defensor del Pueblo se negó, alegando una noción equivocada de soberanía, a dar información a los organismos internacionales de derechos humanos sobre el número de jóvenes detenidos durante las protestas de mayo. Por otro lado, consideramos que esto no es nada nuevo en la política venezolana desde el nacimiento de nuestra República hasta nuestros días. La rebeldía ante las leyes naturales, sociales y constitucionales de parte de los gobernantes siempre fue y es el pan de su cada día. Los estudios de la praxis constitucional en Venezuela demuestran el desacato a nuestra Carta Magna.
Actualmente este fenómeno se ha agravado hasta tal punto que desde el origen de la actual Constitución, gracias a un proceso constituyente, nuestro Estado atrasado tipo Luis XIV, que maneja la practica del L’Etat, c’est moi “El Estado soy yo”, se ha dado la tarea de crear sistemas paralelos al margen de una legítima gobernabilidad. Un Estado-Gobierno, rebelde a toda norma nacional e internacional que no gobierna en el buen sentido del término sino que mantiene el poder como un fin en sí mismo. Un Estado que cada vez se parece al delincuente violento: Culpa a los demás de sus propios errores y desviaciones y se relaciona constantemente con un sector de la población violenta, que alimenta ideológicamente, y materializa sus distintas acciones dentro de otras distorsiones sociales, fomentando así un modo de vivir de los malvivientes fanáticos: la invasión de la propiedad privada; las pedradas lanzadas a un canal de televisión, así como la acción de impedir el desenvolvimiento de una marcha opositora. Respetando el espacio de este prestigioso diario, nos preguntamos el por qué el Presidente dijo en una ocasión que si él fuera un hombre sin trabajo robaría para darle de comer a sus hijos. Nos preguntamos, al respecto, el fondo real del significado de esas palabras, quizás venidas de unos de los sentidos trágicos del mundo de vida de la cultura venezolana. Manifestamos al respecto, que estos volúmenes abren distintas posibilidades de interpretación sobre estos grandes interrogantes y una invitación a su lectura para que nuestros hijos no salgan a matar gente.
*Profesor de literatura y poeta venezolano