Alberto Hernández*
I
Por los lados de Perro Seco la mitología universal carga sus muertos y sus vivos, sus interminables anécdotas. Pero ¿dónde queda Perro Seco? Manuel Bermúdez, quien hace equipo y morral de ese imaginario, toda vez que comparte lo que muchos apureños llaman la ciencia de la embusterología, es el instigador de esta constante topográfica, suerte de Macondo o Santa María, en la que no hacen falta esos tales García Márquez o Juan Carlos Onetti.
Perro Seco es La Mancha del cuentero Manuel Bermúdez, parodiado desde el anonimato de la ironía, conspiración de Sancho en Barataria. Perro Seco es parte del inmenso patio de San Fernando de Apure, cuyos personajes “insignificantes” han adquirido notoriedad en la lengua enciclopédica de nuestro maestro y académico de la lengua, catalogador de apodos, narrador de la imaginación veguera.
Quien lo antecede en las páginas de la Enciclopedia rústica de personajes insignificantes de Apure, Luisa Rodríguez Bello, dice: “En esta obra los personajes reproducen, en su mayoría, el patrón de la orfandad, reflejo de las condiciones socioeconómicas de Perro Seco que, a decir del narrador era “como un soneto con estrambotes”. La certeza de esta afirmación colide con la psicología de la picaresca: todo jodedor es pobre de solemnidad y rico en calle. No olvidemos el talento migratorio y público de El lazarillo de Tormes o las desventuras de los personajes que le han agregado a los pueblos el infaltable gracejo para que puedan ser pueblos de verdad. La pobreza –cinismo aparte- es creadora de un talento social comparable con ciertos rasgos donde genio y demencia andan juntos, parejitos. Eso no quiere decir que ser rico sea malo, como dice la jerga del poder asistencialista. No; se trata de aquella pobreza, de acuerdo con lo señalado por la autora del prólogo, “unida a una limitación física o mental cercana a la locura” y “frecuente en los personajes de la Enciclopedia.. .”. Sí, Quijote y Sancho vertidos en osadía para construir el imaginario de nuestra cultura. Estrambótico es exagerado, barroco, desmedido, desmesurado. Un soneto de estrambotes debe ser un simpático despropósito, hecho de propósito con la lengua viperina de quien narra.
II
De los personajes, líbranos Señor, no tanto porque alberguen maldades o sacrilegios, sino porque, al caer en la lengua del compilador, son convertidos en una ensoñación que como lectores nos hacen parte de sus desmanes. Y ser loco en estos tiempos, es como aspirar a ser rico. A los locos no les gusta el oropel, pero sí las palabras. Y más, fantasía de una realidad que el llanero escritor llevó al recinto de la universidad y santiguó con mano protectora. El autor, un Pedro Nomeimportpas paseante de París y buscador de enigmas, y que el Negro Bermúdez, quien resultó ser Manuel, somete al escarnio frente a dos supuestos autores que no escriben esas cosas:
“-Esa obra la escribiste tú, Pierre Nomeimportpas, que naciste en Perro Seco y como eras hijo clandestino del Sordo Toribio y Sabina Farfán te fuiste a estudiar a Francia. Y ahora como un nuevo Quijote andas desandando el camino, con el empequeñecimiento del orbe y ensanchamiento de la aldea. Por eso no te acuerdas que, una vez, le dijiste a un amigo sentado en la esquina de una calle de Venecia: Esta vaina es igualita a Perro Seco de Apure cada vez que se inunda”.
III
Bocaeburra Llovera, llamado también Vitoco. Juan Bolívar, limpiador de escusados, en buen uso del mierdómetro. Casimiro Rodríguez, improvisador. Chila Rodríguez. Filocha Aponte. Fernando Aponte, cargador de pianos de cola. Guzmán, el viejo. Panchita Hernández, espiritista y lectora de Julio Florez y Vargas Vila. Este personaje crucificó al médium Arriaga, quien en su último trabajo se le metió en el cuerpo Nuestro Señor Jesucristo. Fue crucificado y muerto, razón por la cual no resucitó, y por la misma razón la cual la policía encanó a los que no tuvieron tiempo de deletrear la palabra INRI. Este pasaje de la crucifixión reventó en la memoria de quien esto escribe. El también apureño José Vicente Abreu, tan caro a nuestras andanzas en la Caracas de los años 80, lo refiere en su novela Palabreus:
“(Cuando yo tenía diez años vi la crucifixión en Almagro, tan joven, y tan blanco, sin pelos en el pecho, con el mentón partido como Jesús y una cruz tatuada en el esternón de una brújula que iba de la vida a la muerte en ese péndulo de la libertad.
“Lo sacrificaron los espiritistas que le prometieron la resurrección a los tres días...”. ¿Se trata del mismo personaje o es una revelación del inconsciente colectivo, fragua de cacheros trágicos o una simple sinrazón amparada por los embusteros del llano? ¿Eran Arriga y Almagro la misma persona?
Sigue la lista: Iñigo, el bobo, inspirado en San Ignacio de Loyola y el Marqués de Santillana. Jorobado, el quasi-monstruo de Nuestra Señora de Perro Seco. Kabuya, el bochador. Y así, hasta el final, cuando Pierre regresa al terrón llanero a investigar quién es el autor de la Enciclopedia. El Negro Bermúdez, que es el mismo Manuel Bermúdez, lo saca de la duda y le endilga la autoría de la obra, en una parodia donde el viejo Bajtin juega carnaval sin agua con el narrador.
Dejemos que el lector se deshaga en el texto. Dejemos que los “insignificantes” tomen por asalto la soledad de quien abra estas páginas. Dejemos que Manuel continúe la conversa con Pierre y nos entregue mañana la continuación de esta Enciclopedia tan extraña. En todo caso, Perro Seco sigue latiendo en la genealogía de los apureños de San Fernando.
* Poeta, periodista y escritor venezolano (Las fotografías que ilustran esta nota fueron tomadas por el poeta Arturo Alvarez D'Armas)