Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

viernes, 1 de febrero de 2008

VIVE LA VIDA COCA


Efrén Barazarte*

Las pruebas remiten que vive la vida coca. Ya no se trata de la acusación de Ramos Allup y los come zanahorias de Acción Democrática o de Ledezma, que imputan de insania mental al Presidente. Es la vivencia de cada mañana, masticando la hoja. La misma hoja que mastican los indios del Perú y de Bolivia. No lo digo yo, él mismito lo dijo ante los medios de comunicación. Pero ocurre como siempre la injusticia más grande que podemos tener los venezolanos. No irse a su trabajo sin masticar tan milenaria hoja, estimulante revolucionario que Mercal o Pdvsa deberían tener en sus anaqueles de los mega mercados donde un pollo es igual a horas de cola e inversamente proporcional al hambre. Masticamos y olvidamos que existe un país sin producción agrícola decente. Hay que recordar que allá arribita en el antiguo Alto Perú, el mismo Libertador la masticaba para evitar el mal del páramo, el mareo de la montaña y para activar la agudeza mental. Atravesar a caballo esas altas montañas no era cosa fácil en esas latitudes y menos en ese frío del siglo XIX. Y si es cierto lo que dicen las malas lenguas que la hoja de coca no hace falta en nuestro trópico, infiero que masticarla aquí sería un acto de dependencia y una acción delictiva; pero no voy a ahondar en tanto asunto de criminología. Lo cierto es que en un país donde hay un notorio desabastecimiento de productos básicos, el orgullo es una nota de un discurso presidencial que apunta hacia los regalos de Evo y de Fidel. Hay hoja de coca en Miraflores pero no hay leche en Venezuela. Se habla de la hoja de la Erythroxylum coca como un acto digno de la Venezuela Heroica de Eduardo Blanco mientras se le pide a la comunidad internacional, que aprueben la beligerancia a la guerrilla colombiana que vive de la coca, la marihuana, el terrorismo y el secuestro. Ya entiendo por qué vive la vida coca. El estimulante no lo hace ver al país, sino su sombra; no le hace ver el paludismo y mal de chagas que vinieron desde el pasado gomecista. La coca también es el petróleo, el betún de nuestro subsuelo que le regala a Cuba mientras las calles del país son sólo unas líneas negras en el mapa y que la realidad está hecha de huecos. Con qué precisión Evo envía su coca, que ahora es el máximo símbolo de la revolución, que sustituye las ramitas de Olivo de los antiguos griegos por el tradicional papelón con limón. De repente, la hoja podría tener la orden del Libertador en su Primera Clase.
Entonces la vida coca se mastica como si fuese un pitcher de las grandes ligas al masticar su chicle. Nos lanza la inflación más grande de América Latina. Mientras mastica la hoja, la delincuencia mata, nos mastica la vida y nos vomita. ¿Qué le puedo decir a mi hijo de once años sobre la hoja de Coca? ¿Qué se la lleve para el recreo? Vivir la vida coca podría ser una canción a estilo de Ricky Martín donde meneamos divinamente las caderas al compás del himno nacional, o con unos poemas de Isaías junto al CD de rancheras que editaron del Presidente en el país azteca. Pero ocurre un problema al venezolano de a pie. La Guardia Nacional, donde el Honor es su divisa, no podrá incautarle a un ciudadano una pasta de coca porque sería tan legal como fumarse una lumpia, como una vez lo dijo un ex ministro de educación, que por educación omito el nombre. La vaina es tan legal como comerse un bolibomba.
Periodiquito Maracay, 31 de enero de 2008
*Poeta y escritor venezolano

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