Dedicado a compartir asuntos de historia, crónicas, sociología, educación, ciencia y tecnología, política, teatro, tradición, cine, literatura, artes y filosofía (San Juan de los Morros, Venezuela)
Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar
miércoles, 7 de mayo de 2008
ESCRIBIR DESDE EL INTERIOR
La palabra interior produce fascinación. Invita al regodeo. Maleable como hecha de arcilla. Instiga aguzar el sentido. Atrae el ojo creador. Muchas formas hay, parece decir desde la página. Muchos caminos por tomar, dice.
Entonces, tentados encontramos en la primera búsqueda, que la palabra interior tiene 13 acepciones y dentro de ellas, una es inherente nada más al habla de los venezolanos.
Ahora revisemos que dice el Diccionario del Habla actual de Venezuela, de Rocío Núñez y Javier Pérez:
Interior: m 1Todo el país apartando la ciudad capital /2 Prenda de vestir masculina que consiste en un pantaloncillo que se usa como ropa interior. Obs.: es más usual la forma plural.
Después de estás indagaciones tomamos como punto de partida la acepción: Todo el país apartando la capital. Desde allí, desde ese espacio, que más parece un resto, algo indefinido. Desde esa acepción, que nos recuerda el dicho Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra, escribimos estas anotaciones.
Quien escribe desde el interior del país ¿se siente un escritor de provincia? Creemos que no. El escritor, esté donde esté, hace el oficio de la escritura sin plantearse este tipo de definiciones.
El acercamiento a la literatura, el oficio de escribir es un trance desgarrador con raptos de felicidad. Es un acto desesperado, no porque se necesite dinero o notoriedad, sino porque es un acto de creación. El creador sumergido en esta búsqueda, puede demorar en ver su obra terminada. Decimos, no se publica a cada instante. Además, las posibilidades de publicación tampoco abundan.
Sin embargo, creemos que esta limitación es mayor, para quien escribe desde el interior de nuestro país, porque la espuela de lo inédito o de la imposibilidad de publicar se afinca con más fuerza en la piel huérfana de quien está alejado.
Se termina un libro, en el que puede haberse invertido un tiempo de dos, tres o más años. Luego se va haciendo una ruma de años y de lo imposible por editar. Las carpetas se apilan en el escritorio, en la mesa de trabajo. Difícil para todos publicar, más hoy cuando en nuestro país se ha hecho cada vez más y más complicado y muchas editoriales alternativas dejaron de un plumazo de recibir los subsidios.
La opción de la publicación no es lo que fácil fulgura para el que vive en internamiento en el país, e interiorizado. Esa primera posibilidad está más cerca de quienes habitan en Caracas, en la capital. Porque lo demás, como dice el dicho, es monte y culebra.
En el habla. En el pensamiento escrito u oral, a veces hay algo que se va enlazando. Se engarza como en un tejido una idea que enhebra a otra y otra sin que notemos la ilación. Los dichos del habla popular están llenos de sabiduría y sus aristas son abundantes. Por estas aristas nos gustaría ver qué contenidos encierra: lo demás es monte y culebra.
Seguimos apegados al DRAE, éste nos indica que monte significa también, un grave estorbo o inconveniente que se halla en los negocios, difícil de vencer o superar. Y ciertamente eso es así para quien escribe si tomamos en cuenta que además, negocio del latín negotĭum significa ocupación, quehacer, trabajo.
Si engarzamos, si enlazamos, tenemos que en el trabajo del escritor y en particular, del escritor que está en el interior hay mucho monte, todo está enmontado. Hay muchos obstáculos. El poeta escribe ese flagelo que le persigue, tal vez desde el terreno del inconciente, cito in extenso: Estoy desyerbando el patiecito/ voy a sembrar/ Pero... / ¿Adonde está lo que te di Rómulo? De qué estás viviendo? –Bueno/ soy escribiente padre /Escribiente, -Entonces /No fuiste lo que yo soñé -Ay padre /lo que soñaste se lo llevaron las aguas/Ahora sólo hay malezas /malezas ¿ves? /Estoy limpiando el patiecito.
Lo que el escritor, en este caso el poeta Ramón palomares, escribe se vuelve también, maleza, obstáculos. Hay mucho que limpiar en la hoja de papel. Tal vez en eso consista muy buena parte del oficio: no escribir, desyerbar. También Miguel Ramón Utrera dice: todos tenemos un patio en el corazón metido. El poeta nombra ese espacio que también pertenece al interior de la casa y lo ubica en el interior del ser humano. Un pequeño cercado amoroso que el escritor, el poeta desyerba y desmonta una y otra vez en el rectángulo de papel que es la hoja.
Cuando el desyerbero o desyerbante después de la ardua jornada deja limpio el terreno y cree con satisfacción que ha terminado, deja caer su cuerpo laxo. Fija sus ojos en la nada y sólo allí cae en cuenta que transita de nuevo por los pasillos del laberinto de la soledad: Estaba solo antes, nadie podía acompañarle en el oficio, pero ¿Quién le acompañará ahora? Descubre que no tiene la menor idea. Sólo se ha dado cuenta que no ha concluido como imaginaba.
Como creador ha pasado por el período de la concepción. Ahora lo concebido está allí, en la pila de papeles atravesada por cintas y cintas negras de palabras. Mas, eso no es suficiente. Tiene que abordar una nueva travesía. El parto: dar a la luz el libro. Publicarlo.
El escritor de alguna manera está confinado a estar siempre en el interior de si mismo. Aquí vemos como los significados de las palabras comienzan a revelar, a dejar ver por los intersticios todos los matices y posibilidades que encierran.
Entonces quien escribe desde el interior está doblemente interiorizado. Está en un lugar apartado de la capital, en ese resto del país que es monte y culebra, y también en su propio interior.
Arde la flama de la soledad. ¿Quién puede acompañar a quien se encuentra solo con su espíritu? Y si ese que escribe íngrimo, está, además, en el interior, donde todo es monte y culebra ¿Cuántas pueden ser sus oportunidades en esta hora de su realidad personal y de una realidad nacional que mientras más fragmenta, más aísla a quien -por su oficio- ya está aislado?
El escritor esté donde esté es un oficiante del arte, de una creación hecha en última instancia para seducir al lector. El arte no es una técnica. Ningún arte garantiza nada. Sólo una chispa que llega a encender un fuego. Esta luminosidad prospera cuando hay alguien que ve el todo iluminado. El intento prospera cuando encuentra a los lectores que aguardan por ella. Sólo falta un detalle: igualdad de oportunidades para que el chispazo arda en el interior y flamee allí en el monte y culebra desde el que escribimos cobijados por el universo.
*Escritora, poeta, editora y publicista venezolana (Villa de Cura, estado Aragua) Este texto fue previamente publicado en ATENEO, Revista de Literatura y Arte del Ateneo de Los Teques- II Etapa Número 7- Marzo 2008. Pags 2 y3.
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