Rosana Hernández Pasquier*
Esa mañana pasé la vista por los lomos de mis libros. Los miré detenidamente, con afecto. Estaban allí los que me dejó mi padre, el libro de Geografía espiritual, la edición de Pobre Negro, La dama de las camelias y otros libros que pertenecen a los días de juventud de mi madre. Los que me han regalado familiares y amigos. Bueno, mis libros, esos seres estáticos y llenos de vida a los tanto debo.
Esa mañana era 23 de abril de 2008 día de San Jorge según el calendario cristiano. Más tarde, en el año de 1995 la UNESCO declaró este día, como Día Mundial del Libro y del Idioma. También es el día que conmemoramos los derechos de autor. Además, es una fecha destinada a enaltecer la memoria de Miguel de Cervantes Saavedra, máximo ponente de las letras españolas. Autor de Don Quijote de la Mancha, obra por excelencia de la lengua castellana. De manera contradictoria para nosotros, ese mismo día muere Teresa de la Parra, digamos que la primera gran escritora de las letras venezolanas.
Decía que, era miércoles 23 de abril día de ellos, de los libros y no pude evitar que vinieran a la memoria las destrucciones a las que han sido sometidos desde los tiempos de la biblioteca de Alejandría. Los daños de los inquisidores, el incendio de la biblioteca de El Escorial, luego en la guerra civil española, en la segunda guerra mundial. La quema, la pira de libros bajo las llamas en Berlín, es tristemente célebre, por citar algunos. Sin embargo, podíamos consolarnos diciendo que eso era cosa del pasado. Pero más rápido de lo que imaginamos, volvió la guerra con sus dantescas imágenes. Con su lengua humana (es lo más doloroso) que devora, hombres, mujeres, niños, ciudades, fauna, cultura y por supuesto los libros nuevamente cayeron indefensos y silentes ante el paso de la horda.
Irak año 2003, los noticieros de mayo de ese año afirmaban que había sucumbido ante los destrozos y las llamas la biblioteca de Bagdad. Sentí como si una daga perforara, rompiera muy adentro. Muchas preguntas vinieron: ¿Por qué ocurre esto? ¿Quién está detrás de estas destrucciones? ¿Qué tratan de ocultar? ¿Quién gana con algo así? Todo queda ninguna respuesta.
Tiempo después leí un artículo dramático y revelador, publicado en la revista colombiana Número, calzado con la firma de Fernando Báez, un venezolano nacido en San Félix, Guayana. Fernando Báez es considerado una autoridad mundial en bibliotecas. Ha publicado precisamente Historia Universal de la Destrucción de Libros (2004), una obra traducida a 12 idiomas.
En el texto de Báez, hay destrozos por todas partes, ruinas, militares, estatuas caídas, impotencia. Luego en un fragmento dice que había un letrero en la fachada de la Biblioteca de Bagdad, cito textualmente: "En el dintel, alguien colocó un letrero con un aviso: «Silencio»". Al leer esto un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y esa imagen del cartel recurre a mi pensamiento con frecuencia y siento que todo puede en cualquier momento volver a la oscuridad total.
Más adelante Fernando Báez dice lo siguiente: "Entre otros textos, desaparecieron ediciones antiguas de Las mil y una noches, de los tratados matemáticos de Omar Khayyam, los tratados filosóficos de Avicena (en particular su Canon), Averroes, Al Kindi y Al Farabi, las cartas del Sharif Husayn de La Meca, textos literarios de escritores universales como Tolstoi, Borges, Sábato, manuales de historia sobre la civilización sumeria. …Es sorprendente, y lo digo con la mayor malicia del caso, que la primera destrucción de libros del siglo XXI haya ocurrido en la nación donde tuvo lugar la invención del libro en el año 3200 a.C". Hablando de malicia, hay otra casualidad, el saqueo y destrucción de la Biblioteca de Bagdad ocurrió en el mes de abril, creo que el 10 de ese mes, hay mucha suspicacia en todo esto.
Tengo la convicción de que debemos hacer un gran esfuerzo. No basta con hacer un puñado de lecturas y unos cuantos brindis, que están muy bien, en el día del libro. Hay que abogar porque cese la impunidad que existe para que se protejan los legados culturales de los pueblos. Para que se respeten los acuerdos de la Convención de Haya de 1954 para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado. Para que nuestros gobiernos legislen para proteger nuestros patrimonios culturales y en particular los libros, porque éstos no son destruidos sólo en guerras, los derriba la indeferencia, la desidia, la polilla, la orden algún funcionario y muchas otras formas de exterminio.
Por eso esa mañana del 23 de abril, decidí escribir estás cuartillas para poner la pequeña llama de mi voz junto a las muchas voces que se alzan en este planeta en defensa del libro. Los invito, hacen falta muchísimas más. En: Contenido. Maracay: 14 de junio de 2008. (El Periodiquito).
*Poeta, editora y publicista venezolana. (Villa de Cura, estado Aragua)
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