Alberto Hernández* 1.-
Dos libros emergen airosos del paisaje íntimo y compartido del poeta Igor Barreto. Ambos -con el tacto de quien se pasea en silencio por la tierra nativa- se contienen en la memoria, en fogonazos que advierten la presencia de un tiempo que no se agota. El poeta Barreto en sus recuerdos, en el canto impregnado de polvo, nombres, ríos y tragedias marcadas por las lecturas que se dieron lejos de Apure.
El llano ciego y Soul of Apure, publicados en julio de 2006 por Ediciones Sociedad de Amigos del Santo Sepulcro de San Fernando de Apure, ombligo del autor, correlato de lo que ha sido y habrá de ser su obra.
Me atrevo a afirmar que se trata de dos libros complementarios. Uno hace al otro y viceversa. Se hacen, como se alimentan los mellizos. Libros univitelinos, destinados a no desmarcarse de las distintas lecturas que se hagan de ellos.
Las voces de la gente del lugar. Las voces referenciales de quienes salen borrosos de los libros. El autor nos lleva de la mano para que conozcamos el eco de su pasado y presente, pero también el silencio de los poetas y escritores que de alguna manera han contribuido con su formación, con el exilio que lo ata a los colores y olores de aquella inmensa llanura.
Así, en El llano ciego la poesía, la crónica breve, los aforismos, destellos y silencios atrapan al lector y lo hacen parte de los fantasmas que se pasean por sus páginas. No resulta extraño toparse con don Julio César Sánchez Olivo, cronista de San Fernando, y con Ungaretti, León Bloy o Ezra Pound. Quien lee este libro reencarna en cada texto: El llano ciego ciega por su luz y por sus sombras: allí caben todos los milagros.
La ciudad que edificaron los Conquistadores fue
una ciudad amurallada (una ciudad-fortificada), tan
diferente y semejante a la ciudad contemporánea:
amurallada también, pero, por el presente, el muro
del presente. De ahí deriva su terrible insularidad.
Parafraseando al poeta cubano Virgilio Piñera
podríamos decir: la maldita circunstancia del
presente por todas partes.
Crónica, ensayo, en El llano ciego vemos un tapiz de distintos tonos. Si bien San Fernando de Apure es una instalación plástica en los recuerdos de Igor Barreto, el lector se aleja y se acerca en este poema:
UngarettiOí hablar a Ungaretti
de su Alejandría
cerrar los ojos azules y decir
que otros lugares de Oriente
podrán tener las mil y una noches
pero Alejandría tiene un desierto.
Nosotros, también tenemos:
la amnesia y el desierto del presente.
Entonces, el poeta entra y sale de su paisaje, lo confunde, lo nutre con otros nombres, con otras topografías espirituales. Una demostración de que no se trata de nativismo, de trópico y solaz verbal: Igor Barreto a veces se desconoce sabiendo que respira los olores del llano en medio de París o Roma. Por eso se pregunta: “
Qué soy en medio de las calles de San Fernando:/ la ciudad frente a la estepa y el río: un extranjero./ La doliente movilidad que asocio a ese calificativo,/ su moral de frontera, su ambigüedad, se han/ transformado con el tiempo en el no-lugar de mi/ experiencia”.
La insularidad dicha por Piñera, la prisión geográfica, destina en nuestro poeta su carácter de asilado. La modernidad nos cultiva como extranjeros, como exiliados. Como desplazados por los días, pero también por la desmemoria. Un poema, un rasguño verbal, así lo dice:
Naturaleza del exilio
(nocturno de apartamento, 1998)
Unas reses llegaron al boscoso anhelo,
de unas calcetas añoradas.
¿Qué sentido tenían aquellos animales
de rostros humanos?
La cocina era una hoguera
a medianoche.
El acallamiento
vegetal del balcón
donde unos helechos
aletean como esfíngidos.
¿Qué fue de la quietud de unos parajes
que conocía tanto?
No encontré barriales constelados,
ni la camisa azul.
Era la naturaleza del exilio,
un río de nada.
Algo que corta una cebolla en pequeños trozos,
blanca, como un farol bajo un árbol marchito.
Este texto sintetiza la ceguera de quien se extravía en los códigos del llano. De quien atiende el llamado de otros paisajes y “desconoce” los parajes que lo vieron nacer. Este hermoso libro de Igor Barreto es un reconocimiento a muchas pérdidas, pero también a muchos hallazgos.
Un breve ensayo lo define: “
El paisaje ha muerto. El paisaje de tradición romántica ha muerto, a pesar de que aún descubrimos marcas de lirismo alabancioso en nuestros poemas”. A veces quien muere es el poeta imbuido en ese paisaje borroso, moribundo. Más adelante reza: “
El paisaje es una imagen sacramental (un territorio/ ganado de manera falsa) donde indagamos sobre/ la definición de lo que somos…”. El “paraíso perdido” de Milton encuentra en Barreto el Apure que se debate entre un río y el polvo del más nunca.
2.-
Más aforístico, Soul of Apure desnuda el espíritu de quien viaja por un lugar: sabe que el alma de ese lugar continúa vivo en cada uno de los asombros del poeta. Este libro, extrañamente titulado en inglés, razona su propia naturaleza: cuenta desde él y desviste a quien lo escribe.
Minimalista, breviario de asuntos personales, fragmentario, el poeta de esta aventura recurre de nuevo a lo que dejó atrás, al eco de su infancia, a la experiencia del exiliado que se desgarra para luego trazar las líneas de un país borroso: “
Aquellos días cuando arranchaba de noche, me/ asomaba a la barranca del gran río a contemplar/ la palma luminosa del cometa Halley”. El niño que reescribe estas palabras asocia cielo con tierra, dialoga con lo celestial y lo terreno. El mar aéreo de Lazo Martí se encuentra con el cometa Halley, el particular cometa del poeta Barreto.
Dejo una ristra de brevedades que contiene este libro:
** Sobresaltado desperté. Una caimana abría una cueva para depositar sus huevos y arrojaba en mi cara distraídos manotones de arena.
** Los peces dejaron escurrir por un segundo una sombra dorada a flor de agua.
** Por cuál vereda escapamos cuando el camino termina.
** En la orilla un jinete confía en su caballo y le tienta con el freno el ánimo.
** Las horas pasan y el alma no se queja de tal lenta/ destrucción. La luz gasta la superficie abrillantada/ de unos días tontos. Versos malos y frases erráticas/ destrozan la blanca dentadura,
Y no tengo nada que decir.
Y sigue. Soul of Apure llega a las páginas finales y se adentra en protagonistas, lugares y costumbres. Instantes que robustecen las imágenes de quien sabe que el alma de su tierra no es sólo paisaje, sino lugar de adentro, alma, hondura de silencios, rastros y vaguedades, tierra y cielo.
3.-
El padre Serafín Cedeño se hace parte del libro. En carta epílogo, trasunto de todo lo vivido y soñado, habla de las almas, de ese soul que hace de Apure vida y ensoñación.
Oigamos a Cedeño:
“¿Por qué tanto empeño en buscar una relación íntima con el alma? Los objetos fueron creados y como maravilla permanecen; pero hace falta darse cuenta del grado de exterioridad que ellos poseen. El alma de las cosas está en su superficie. A los candeleros de oro de la iglesia, por su uso, corresponde una opaca y al platillo que en el lavabo de la misa recoge el agua que se vierte sobre los dedos del sacerdote, una brillante”.
Dicho anteriormente, luz y sombra, animación del mundo, Soul of Apure en boca de un sacerdote que habla en filosofía, en un texto hermosamente amasado con el silencio de la iglesia de San Fernando.
*Periodista y poeta venezolano (Maracay, estado Aragua)Foto-paisaje: Aaron Sosa (aaronsosa2.blogspot.com/)Foto-Igor Barreto: http://www.piedecria.com/Venezuela/venezuela_13.htm