Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

viernes, 4 de julio de 2008

SAN SEBASTIAN DE LOS REYES: PUERTO DE TIERRA HACIA EL LLANO.


Felipe Hernández G.*




Consideraciones sobre la fundación de San Sebastián de los Reyes

En los escritos del Padre Rafael Chacín Soto cuando analiza el proceso de expansión de Caracas hacia el sur, informa que el gobernador Luis de Rojas intentó la colonización de Caracas por la necesidad de comunicarse con Cumaná, ese era su objetivo, mientras que por la mente de Sebastián Díaz de Alfaro como capitán poblador sólo existía la idea de descubrir y explotar minas auríferas ([1]), lo que permite afirmar que el objetivo fundamental de la expedición colonizadora que éste adelantó estaba fundamentada en el afán de lucro, convirtiéndose la misma en una empresa económica. Para ello se basaba en el hecho siguiente: Cuando Francisco Fajardo se adentró en suelos de quiriquires y tomusas, en su recorrido encontró minas de las cuales le comentó su existencia. Estas noticias las guardó celosamente el capitán poblador, con la esperanza de poder llegar a esas minas y explotarlas. No sólo las noticias de Fajardo tenia presente Sebastián Díaz, sino las del mismo gobernador Pimentel quien en años anteriores a 1576, había expresado lo siguiente:
Que es aquella tierra rica y muy llena de veneros , que por sacarse más oro en la provincia de Caracas que en toda aquella Gobernación... y haber muy de ordinario fundación convenía que uno de los oficiales reales residiese en la ciudad. ([2]).
Aunado a los descubrimientos de minas que hacen Fajardo y Garci González de Silva en tierras de quiriquires y tomusas avivan en Sebastián Díaz de Alfaro la codicia de obtener oro. La esperanza que había mantenido se hace realidad cuando el gobernador lo llama y lo envía a poblar la zona sur de Caracas. Aunque la empresa expedicionaria era difícil por la belicosidad de los indígenas, el capitán mostró regocijo y satisfacción, tanto así, que de su peculio gastó más de tres mil pesos de oro fino, en la compra de ganado vacuno en Santo Domingo, para abastecer a los hombres que le acompañaban y dar inicio a la cría en los asentamientos fundados. En los escritos dejados por Garci González de Silva sobre la expedición de Díaz de Alfaro, revisados por Lucas Guillermo Castillo Lara, dice lo siguiente:
Y así mismo entró en las provincias y cordilleras de sierras que estaban por descubrir... y en ellas se descubrió mucha cantidad de naturales con quienes tuvo muchos reencuentros por haberle defendido la entrada mediante el dicho descubrimiento por la noticia que de él se tuvo, el capitán Sebastián Díaz fue a poblar un pueblo y lo pobló y después acá se han descubierto en las dichas cordilleras muchas minas de oro muy ricas. Se abrió camino para que luego el capitán Sebastián Díaz pidiese la dicha conquista al cual se la dio y fue a la dicha conquista. ([3])
Con esto quiso informar Garci González de Silva, de las anteriores expediciones, incluyendo las capitaneadas por él, y del éxito de la empresa de Díaz en la pacificación de los cumanagotos.
Expone Monseñor Chacín Soto, que la razón por la que varias veces Díaz de Alfaro cambió de objetivos, fue porque era una empresa básicamente económica, y ante la dificultad que presentaban los indios, los cuales hacían continuos ataques, que no permitía hacer una inspección detallada a los expedicionarios, obligándolos a abandonar la búsqueda minera, y observar con interés la calidad de la tierra, la abundancia de agua y la posibilidad de obtener encomiendas, que garantizarían mano de obra gratuita para el trabajo agrícola y para el servicio doméstico y personal. ([4])
El ir y venir de los primeros pobladores de San Sebastián de los Reyes, permitió la diseminación hacia los contornos de los sitios originales, irrumpiendo en los suelos fértiles del Orituco, donde existían haciendas cacaoteras con predominio socio-económico no sólo en los sitios aledaños sino con repercusión hacia otras fronteras.
Conocida la calidad de la tierra, apta para el ejercicio agrícola, la ilusión de riqueza fácil a través de oro fue descartada, y el entusiasmo se orientó hacia la explotación de las tierras, ese horizonte inmenso donde se pierde la mirada, en la majestuosidad del llano, les permitió descubrir los beneficios que podía brindarles si había intención de trabajarla, de ahí que se pueda decir, que el hombre captó la propuesta. Es el momento del cacao en tierras orituqueñas, y de estas hacia el sur; este y oeste. La elección se orientó hacia la explotación ganadera, convirtiéndose de éste modo, esta actividad en la principal fuente de producción.
A San Sebastián de los Reyes le van a seguir las comunidades de Orituco, Calabozo en 1695 y Chaguaramas en 1728, las cuales sirvieron de base para prosperar y formar a los demás pueblos del altollano guariqueño, producto del surgimiento de los hatos como células pobladoras. Hasta comienzos del siglo XVIII los hatos eran vastas propiedades de tierras, cuyos dueños vivían en Caracas o San Sebastián de los Reyes y jamás las visitaban, sino que eran atendidas por sus mayordomos y esclavos. Es el caso de los hatos Santa Juana de la Cruz, núcleo matriz poblador de la hoy ciudad de Valle de la Pascua, del hato Belén de Mata Linda, Chaguaramas, y otros.
En ese sentido, para 1697 la jurisdicción del hoy estado Guárico, estaba dividida en extensas porciones de territorio que se llamaban partidos, entre ellos: Paya, Aricapano, La Cruz, Guayas, Caicara y las Palmas, integrados por “sitios” y fundaciones correspondientes al asentamiento de los hatos en ellos enclavados. El llamado partido de Las Palmas comprendía una extensión de territorio que iba desde El Sombrero hasta las costas del río Unare aproximadamente.
Así tenemos, que en jurisdicción del partido de Las Palmas se encontraban enclavados los siguientes sitios: Chaguaramas, Las Palmas, La Villa, Cañaveral, Valle de la Pascua, San Ignacio, Quebrada Honda, San Pedro de Carángano, Santa Bárbara, El Socorro, San Félix, Santa Juana, La Candelaria de la Hogaza, La Piragua, Santa Clara, Mocapra, Belén, Manapire, Barrosa, Espino, San José de las Guasguas, Las Guabinas, Platanales, Paso del Arbolito; además de los asientos de: Laguna Alta, Sanjonote, Pan de Azúcar, Morichito y Vivoral. Por lo que se puede afirmar que de esos sitios nacen los pueblos del altollano guariqueño. El hato será generador de alimentos para el autoabastecimiento, llevando implícito el enriquecimiento individual. La res crea el hato y éstos dan origen a la jurisdicción denominada Partido de Las Palmas.

El ganado en los Llanos de la Provincia de Caracas.

La empresa expedicionaria del capitán Sebastián Díaz de Alfaro llevaba ganado que repartió posteriormente a sus acompañantes, así lo dice en 1603 Mateo de Laya:
Proveyó a los vecinos de las dichas ciudades que pobló de abastecimiento, armas y municiones, y cantidad de ganados vacunos, los cuales llevó a las dichas ciudades por su persona, y con mucho riesgo de ella por los indios de guerra que había en el camino y era forzoso pasar por medio de ellos como pasó muchas veces, todo el cual ganado metió a su costa y repartiéndolos entre sus soldados. ([5])
Para fines de 1608, Hernán Gómez Román cuenta que el capitán fundador había ayudado con armas y municiones y metiendo ganado, de que hoy hay veinte y cinco mil cabezas arriba ([6]). El esposo de una nieta del capitán Díaz de Alfaro, Alonso Ruiz Santos, expresa en 1614 que su abuelo después del hecho fundacional, “para que fuese en aumento metió muchos ganados vacunos y yeguas, y fue dando a los soldados y vecinos para su crianza, de manera que por ser tierra tan buena se ha acrecentado” ([7]).
El capitán Díaz de Alfaro tenía un hato en Tapatapa y otro en el Valle de Tocopio de donde salía y llevaba ganado hacia tierras de San Sebastián; especialmente del ganado que el capitán Vicente Díaz Pereira llevó de la Isla de Margarita a zonas caraqueñas, otra porción procedía de Valencia y Borburata. En 1609 Refiere Juan Rodríguez Espejo, yerno de Vicente Díaz Pereira, que su suegro había sido uno de los primeros conquistadores vecinos de Borburata, desde 1551, y luego de Valencia, que se pobló del hato que allí fundara cuando fue gobernador Alfonso Arias de Villacinda; que además Díaz Pereira había vivido en Coro y Margarita, sitio a donde llegó proveniente de España. Juan de Angulo quien había sido vecino, fundador y alférez real de San Sebastián y antes vecino de Borburata y Valencia refería:
Con la multiplicación de ese ganado, el capitán Vicente Díaz lo sacó de Borburata y llevo a donde después se fundo Valencia. Los vecinos de Borburata entre los cuales estaba Angulo, se fueron pasando a vivir junto al hato de Díaz y con ellos se fundó y pobló la ciudad de Valencia. Con el ganado que allí creció se ha multiplicado el que hoy en esta gobernación y con el se han sustentado los vecinos porque el dicho capitán Vicente Díaz a algunos de ellos les dio ganado para que criasen, como también les dio a este testigo seis vacas y un toro. ([8])
La mayor cantidad de ganado que llegó a Caracas procedía de Borburata, pero en la expedición fundadora de Diego de Losada la cual partió de El Tocuyo llevó un lote de ganado a Caracas, de allí pasó a San Sebastián extendiéndose a los Llanos centrales. No sólo Sebastián Díaz de Alfaro introdujo reses a tierras de San Sebastián, también los hizo el capitán Diego de Henares Lezama quien contribuyó a la conquista y pacificación de Caracas y prestó servicio ad-honoren, trazando, nivelando, y señalando la plaza, las calles y solares de Santiago de León de Caracas.
Establecida San Sebastián de los Reyes, Diego de Henares fue su teniente gobernador, “y fue el primero que puso y pobló hato de vacas en las faldas de los llanos, en el Valle de Cura” ([9]). Antes que poblara el valle Diego de Henares, continuamente venían al sitio indios caribes salteadores que mataban todos los años gran cantidad de los indígenas de paz de San Sebastián, sin poderlo evitar sus vecinos. Con todos esos riesgos estableció en el sitio su hato de ganado, corriendo muchos peligros en los primeros años. Con la asistencia de su persona y el buen orden, pudo evitar que los caribes hiciesen sus correrías y matasen naturales en esa parte.
De allí en adelante fueron los vecinos de la dicha ciudad de San Sebastián asentando sus hatos de ganado en los llanos, donde hay (1608) más de veinte mil reses vacunas e otros muchos ganados, de lo cual se ha aumentado y aumentará la República. ([10])
Desde el momento que se introdujo ganado en jurisdicción de San Sebastián, después de haber transcurrido unos veinte años, abundó por doquier la explotación ganadera, consolidándose de esta manera los hatos existentes en el partido de las Palmas. Esto obligó a los obispos a prestar servicios religiosos a las personas que formaban parte de los hatos, determinándose que la solución a este problema estaba en ampliar los límites y el trabajo a los curas doctrineros del Orituco. La determinación fue tomada por el obispo Fray Gonzalo de Angulo quien seleccionó al licenciado Juan Rodríguez Espejo a quien le otorgó el 12 de agosto de 1627 el titulo de doctrinero con el siguiente contenido:
E porque tenemos noticia que seis o siete leguas de la dha. provza, de Orituco en el sitio que llaman de las Palmas en hatos poblados de ganados de Vezos, de la dha. ciudad de San Sebastián de los Reyes a que ese beneficio acuden indios de sus encomiendas negros y mulatos os mandamos bays a los dhos hattos y a la gente de servicio que en ellas ubiere le administreis los santos sacramentos.... les enseñareis la doctrina cristiana y doctrinareis en los misterios de nra. santa fee... ([11])
En las postrimerías del siglo XVII el cura doctrinero era el Sacerdote Nicolás de Ávila Bravo, quien firmaba los documentos como “cura de Orituco Bajo, Guaya y las Palmas”. Del hato derivaron muchos asentamientos poblacionales; sus moradores eran criadores, agregados, familiares de los dueños, personas de servicios, libres y esclavos. Ese conglomerado requería de atención religiosa por lo menos esporádicamente, pidiendo al obispo licencia de erección de oratorios en las casas de los propietarios de hatos,
... en las sabanas del extenso municipio de Chaguaramas había en ese tiempo muchas capillas y oratorios, y la historia conserva los nombres de Santa Juana de la Cruz, capilla que en el año de 1718 había ya desaparecido, en 1719 fue construida en el hato del Señor Alberto Zones de Fuente la de Nuestra Señora de Belén, había otra en la Piragua, hato de Don Juan Samora y otra en Cibata hato de Don Diego Ledezma. ([12])
La construcción de la ermita o capilla se hacía en terrenos cedidos por el dueño de hato, tratando de ubicarla en el mejor punto de confluencia; con trescientas personas cercanas a un área común se decretaba el curato, que luego se convertiría en pueblo.
Es el proceso de formación espontánea, por hacinamiento, característica de los pueblos de vecinos en contraposición a la fundación que se hacia a las villas y ciudades y a la misión o reducción de indios realizados de propósito con fines de evangelización. Como toques finales, las actas y autos de reconocimiento, prorrateo de ventas, aprobación por parte de vice-patrono real, erección de curato y designación del cura. Todo un proceso civil y eclesiástico de minuciosa tramitación ajustado a las leyes. Así nacieron: Chaguaramas, El Sombrero, Santa Maria de Ipire, lo que ahora es Zaraza, Espino y otras más. ([13])
Así vio la luz Valle de la Pascua, termina el comentario del Padre Chacín Soto, manifestando profunda alegría y agradecimiento de un pueblo que lo cobijó de cariño y afecto.
Muchos hatos se fundaron en los límites de San Sebastián de los Reyes, pero la naturaleza del llano y su extensión dificultaba su total poblamiento. El relieve, las largas sequías e inundaciones, producto de las tormentosas lluvias, la escasez de bosques determinaban el deambular de un sitio a otro de quienes trajinaron suelo guariqueño en la búsqueda de establecimiento fijo. Para ese momento solo los bordes de las montañas orituqueñas y las orillas del río Orinoco se consideraban áreas de asentamientos poblacionales de desarrollo productivo. La naturaleza contribuía a ello y las incursiones de pillaje, asalto y venganza indígena se minimizaron gradualmente debido a las encomiendas, y encomiendas-repartimientos, surgiendo en la zona por el trabajo religioso y de cristianización.
Otra causa de la poca habitabilidad estable en los llanos es la belicosidad del indio que desde los Valles del Tuy hasta el Unare, resguardado en las zonas inhóspitas seguía sigilosamente los pasos del colonizador esperando cualquier descuido para saquearlo. La desconfianza indígena se convirtió en hostilidad, dando origen a focos de violencia continua entre Caracas y Cumaná, con respuesta inmediata del español al producirse la disposición real que autorizó la reducción a esclavitud de los indios caribes, para castigar fechorías, traiciones y atrocidades.
La sabia política inicial del trato humano a los naturales cambió notablemente. Los brazos de indios tomusas, palenques, píritus y cumanagotos realizaban el trabajo gratuito en las minas de servicio personal. El apodo de caribes, comedores de carne humana, matadores de indios ladinos y otros cristianos se le dio a todos los indios que se querían exterminar y esclavizar. Ningún indígena quedó libre de ser reducido a la esclavitud por considerarse que todos eran “indios y naciones aliados” de los caribes. Las tierras del hoy estado Guárico sirvieron de asiento a los caribes y otros indios rebeldes por más de un siglo.
La población incorporada compulsivamente a las misiones y pueblos de doctrina puede considerarse como una contribución singular al desarrollo cualitativo de un modo de producción en el que coexistían relaciones de esclavitud y relaciones de enfeudamiento. Esta formulación la consideramos exacta no solamente por el carácter de economía cerrada que se observa en las misiones y por el tipo de sujeción a que estaban sometidos los indígenas en el seno de las misiones, sino también por el régimen de explotación económica impuesta a los aborígenes rebeldes y apostatas, régimen…que puede considerarse como una aplicación modificada a las antiguas disposiciones sobre la esclavitud de los indios capturados en guerra.([14]).
Los misioneros establecieron en los llanos un tipo de economía cerrada, y un régimen de explotación al que estaban sometidos los aborígenes rebeldes y apostatas, basado en el derecho que tenían los misioneros de hacer sus entradas escoltados por cuerpos de mercenarios armados, para reclutarlos. En este sentido los religiosos solicitaban voluntarios con el compromiso de que estos podrían llevárselos para explotar su fuerza de trabajo, “algunas de las piezas de los indios que cogiesen...” como se puede ver, se habla de piezas, que es el mismo término que se utilizaba en la época que la esclavitud indígena estaba legalmente reconocida por la corona española.
Las misiones solicitaban y obtenían licencias para repartir los indios capturados en las entradas, entre los vecinos y hacendados de los valles centrales y comarcas llaneras: “...a quienes pueden servir por tiempo diez años tres días en la semana...” ([15]).
En general los indios capturados en las entradas, organizadas y financiadas por los amos del suelo, la iglesia y el Estado, quedaban sometidos a un régimen de esclavitud disimulada y de real enfeudamiento, que funcionaba en los términos siguientes: 1) Los amos del suelo recibían los indígenas en depósito por un período de diez años para explotar su fuerza de trabajo de cada semana, de manera gratuita, porque no había retribución salarial; 2) En los cinco primeros años, vestido y medicinas; 3) En los cinco años siguientes los indígenas percibirían un jornal en especie por cada uno de los tres días que hubieran trabajado; 4) Los aborígenes que se redujeran voluntariamente “...no debían ser sometidos a servidumbre alguna”, y 5) Transcurridos los diez años, los indígenas que no hubieran muerto, serían encomendados en las mismas condiciones a las del resto del territorio conquistado. ([16]).
En la práctica, estas normas institucionalizaron el derecho de esclavizar y explotar a los naturales en términos esclavistas. Esto es lo que se desprende de las denuncias de los propios misioneros contra las violaciones de las disposiciones del Estado Metropolitano orientadas a atenuar estas nuevas formas de esclavitud que surgían en las provincias llaneras cuando en otras partes del territorio venezolano se decretaba la abolición de los servicios personales. Valdría la pena preguntarse: ¿hubiesen podido los españoles conquistar y colonizar nuestro país sin el aporte y el concurso de nuestros antepasados amerindios? Describamos algunas respuestas. Los asentamientos humanos iniciales de los españoles se hicieron en aquellos lugares donde previamente habitaban naturales. ¿Cómo hubiesen podido durante tres días
sobrevivir y triunfar los españoles en un hábitat totalmente desconocido, inhóspito y virgen para ellos? Debieron contar y contaron con precursores quienes ya habían limpiado y preparado el terreno para la edificación de viviendas y la realización de cultivos y huertos, sabían cuales eran los caminos seguros para transitar, los vegetales venenosos, los comestibles y los medicinales, los animales alimenticios y como cazarlos y capturarlos con trampas.
Es decir, que la infraestructura y lógica inicial que utilizaron los españoles al llegar a Venezuela fue proporcionada por los indígenas, quienes así demostraron que vivían en sociedades que habían alcanzado desarrollar patrones de asentamiento, conocimiento y dominio de recursos naturales tales como: fuentes alimenticias vegetales y animales, medicinales, vías comunicacionales y técnicas guerreras.
A la contribución indígena inicial se le suma el doloroso aporte hecho durante la colonización. La idea de crear establecimientos urbanos o semi-urbanos por parte de los españoles, aunado al operativo de producir riqueza inmediata mediante la extracción de perlas y metales preciosos o por extensión mediante cultivos y ganadería; obligó a los europeos a tratar de conformar grupos demográficamente densos para intensificar el uso de la mano de obra y ampliar la escala productiva.
Como las migraciones ibéricas siempre fueron insuficientes apelaron a la creación de reducciones indígenas, que además de ser empresas acumuladoras compulsivas, se transformaron también en actividades genocidas. Por lo anterior, puede afirmarse que al menos hasta el siglo XVII las principales ciudades y pueblos del país deben su aparición a la fuerza de la mano de obra indígena y a su crecimiento demográfico, que estuvo basado en el mestizaje español-indígena, el cual va conformando el grupo criollo popular que estará en la base más profunda del mestizaje producto de la mezcla tanto somática como cultural.
En mayo de 1621, el partido de las palmas, que dio origen a tantos pueblos, ahora ciudades, es una gota de agua que abrirá el cauce del río, es un rayo de luz fulgurante que alumbrará el camino que allanaron nuestros antepasados para establecer el pueblo de Chaguaramas, y posteriormente el de Valle de la Pascua.
Es el Partido de las Palmas la incipiente, pero pujante zona de poblamiento que cuenta con indios entre sus habitantes. Este partido se orientó con sus hatos hacia el establecimiento de riqueza basada en la cría de ganado como soporte económico de sus moradores hasta nuestros días. Estos puntos de hatos en la sabana fueron los que determinaron los límites jurisdiccionales de las nuevas poblaciones, cuyos habitantes provenían en su gran mayoría de las encomiendas de Orituco y Mocapra

REFERENCIAS DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS

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Las Poblaciones del Alto Llano. Algo de Historia sobre su Origen. h/s
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Zavala, Silvio. (1942). Ensayos sobre la Colonización Española en América. Editorial
Emecé, s.a. Buenos Aires. Argentina.

[1] Cf. Rafael Chacín Soto. Orígenes de Valle de la Pascua. pp. 12, 13.
[2] Relación Geográfica y Descripción de la Provincia de Caracas y Gobernación de Venezuela
Año 1578. En: Antología Documental de Venezuela, de Santos Rodolfo Cortés. pp. 51. 52
[3] Lucas G. Castillo Lara. Ob. cit., p. 22
[4] Cf. Rafael Chacín Soto. Ob. cit., pp. 11.12
[5] Lucas G. Castillo Lara. Ob. cit., p. 188
[6] Ibidem. p. 191
[7] Ibidem. p. 190
[8] Ibidem. p. 191
[9] Ibídem. p. 191
[10] Ibídem. p. 192
[11] Archivo Arquidiocesano de Caracas. Sección Episcopales. Fray Gonzalo de Angulo
[12] Las Poblaciones del Alto Llano. Algo de Historia sobre su Origen. h/s.
[13] Rafael Chacín Soto. Ob. cit., p. 15
[14] Federico Brito Figueroa. Ob. cit., p. 1102
[15] Ibidem., p. 1103
[16] Cf. Ibíd., p. 1103

*Doctor, historiador, docente de postgrado de la UNERG y profesor titular de la UNESR, Núcleo Valle de la Pascua, estado Guárico.

HASTA EL ÚLTIMO HUESO


Alberto Hernández*



1.-
El lector, ese prestigio o amago de intenciones, entra en una poética. Levanta la mirada más allá del paisaje y regresa a la “materia” de lo escrito con la venia de quien lo trazó en el papel y en el adentro:
Siempre hay que recordarle al poema
que tiene que ayudarnos a escribirlo.

Esa confianza en el sujeto poema nos resigna a estar más cerca de la angustia que de la celebrada felicidad de los conformes. El poeta de esta “travesura”, el sevillano Francisco José Cruz, concita el encuentro gracias a la antología Hasta el último hueso (Poemas reunidos 1998-2007) que publicara el otro, el mismo (Mérida, Venezuela, septiembre 2007), dirigida por Víctor Bravo, y que ha propiciado tantas sorpresas agradables a los lectores de este y del otro lado del hemisferio de habla castellana.
El autor de estos poemas, vidente de todos los mundos de la palabra, se anuda a la imagen que lo ha hecho decir en una entrevista: “Procuro que sea el lector el que ponga los sentimientos ante lo que se le muestre”. Y así lo ha dejado sentado en el prólogo del volumen antológico el poeta venezolano Eugenio Montejo.

El poema no aguanta aquí sentado
y a los pocos renglones ya desobedece,
trazando con los pies
los garabatos que le van saliendo
a la vez que se acerca hasta la orilla
del folio y allí naufraga,
como un niño advertido del peligro
que implica no hacer caso a quien lo cuida.

“El travieso”, el poema/ niño, el poema/ rebelde, el desobediente, el que se suelta de la mano del padre y desbarata el mundo, dialoga con su creador, lo silencia y hasta lo conmina muchas veces a callar. Esta sensibilidad la encontramos en toda la poesía de Francisco José Cruz (Alcalá del río, 1962): se trata de un creador que vibra con su propia libertad. Andaluz al fin, se regodea en su ambulante imaginación. Gitano de los sonidos, canta su poética, la acomoda a la gracia de saberse sujeto a riesgos y aventuras. El poema –qué bien suena en Cruz- es un juego: suerte de maravilla que se agita en las manos del niño que lo inventa. Juguete, la palabra se hace visible a través del mundo que el poeta re-crea, instruye con el fraseo diario de la inteligencia, de una especial sensibilidad, cuyo referente está en la “perplejidad de quedarnos un instante entre lo que fue y lo que podría ser”.

2.-
Tres son los libros que aparecen en esta selección: Maneras de vivir (1998), A morir no se aprende (2003) y El espanto seguro (2007). En ellos, según palabras del mismo Cruz, ha quedado el paso del tiempo, lo que ha dejado en su discurrir. Más que el tiempo, sus sobras, los poemas, pero sin aspavientos, sin adornos que los hagan más cercanos, más hechos del barro con que es moldeado el ser humano. No tanto la tradición de que se vale, más de esa prosodia que tanto nos ha hecho andaluces a los que vivimos, soñamos y morimos en esta herencia llamada Hispanoamérica. Se trata de una poesía que se pasea por los laberintos del autor y logra salir luminosa, limpia de las sombras del cuerpo y del alma. Sus referentes no tienen fronteras: todo tema se hace transparencia, poema para consumir, para danzar con la inflexión de cada sonido. Podemos decir que bailamos con esta lectura, que nos sacudimos la timidez y nos hacemos lectores desengañados. Cada poema de Francisco José Cruz es la inauguración de una sorpresa. No es la sorpresa per se. No; se trata de la víspera de lo que nos espera, de lo que nos dará el poema con el primer encuentro.

3.-
Quiero quedarme en un texto que “piensa”, que nos imagina como sujetos de experiencia, porque todo lector –al ser invitado a compartir el ágape, algún diálogo- genera un espacio, el trozo de silencio que ocupa un lugar y forma parte de atracciones y rechazos. Digo: me quedo con este poema, “La mesa”, para regocijarme con este Francisco José Cruz que sabe verlo todo, que viaja por la luz y por la sombra, por las señas de identidad de los objetos renovados, hechos al gusto con los insumos de la imaginación, sin recargo de “belleza innecesaria”:

Si una cosa de las que tiene encima
le dijera que siempre no fue mesa,
que sus patas fueron ates raíces
-aunque las tenga lisas, torneadas-,
lo negaría con todos sus clavos,
barnices y molduras a pesar
de las vetas o venas que la cruzan.

Nunca ha echado de menos una rama
flexible, acogedora. Sin embargo,
siempre dispuesta todo lo recibe
sin quejarse del peso ni del roce.
Necesita sentir encima cosas
como si fueran pájaros dormidos,
confiados al ser de la madera.

4.-
Leo al desgaire, a placer, con la libertad que me brinda este saludable poeta. A tanto ha dado el tiempo, que deja sobre la misma mesa, bajo el cielo entreverado, las voces de quienes recuperaron la edad en el silencio definitivo. En “Manera de decir” Francisco José Cruz reafirma su condición de heredero del tiempo, de lo que dejado en el camino. Toda la poesía del sevillano es una provocación al lector. El mismo lo admite y así lo recalca: “Intento involucrarme lo menos posible en el poema para crear en el lector, no en mí, ese estado de perplejidad al que aludí antes”. El poeta se nos entrega, afirma su presencia con la participación de quien habla con los objetos, como él mismo autor lo dice. Y digo al desgaire para entrar y salir de los sonidos que repetimos en el silencio de la soledad, eco respetuoso de quien trabaja el tiempo acumulado:
Escucho en una grabación antigua/ las voces de poetas que ya han muerto:/ Son voces bien despiertas,/ ajenas por completo a la ceniza/ de las gargantas que las alentaron.// Tiene la eternidad que esas gargantas/ ni siquiera soñaron y, no obstante,/ sólo pueden decir/ estas pocas palabras que han quedado/ al margen del silencio, cuyo cauce// divide para siempre la memoria/ del olvido./ Las palabras son claras,/ parecen recién dichas,/ pronunciadas ahora que las oigo,/ como si nunca hubieran conocido// garganta, lengua, labios./ Voces solas/ hablando decididas de la ausencia/ sin que puedan callarse./ Tal vez están diciendo lo que aquellos/ poetas no dirían si volviesen.

5.-
Si bien poema y poetas vertebran la respiración de Francisco José Cruz, la materia prima, la materia, también se aproxima a los motivos de su pasión por vivir. Dejemos que sea el más adentro de su indagación el que cante, el que nos lleve de la mano al sótano de una mirada cuyo silencio es el mismo poema: Mis padres murieron hace doce años./ A veces sueño que vuelven y que tratan/ de vivir como si fuéramos los mismos/ y desde entonces nada hubiera cambiado./ Cómo explicarles que ya no tiene casa,/ que muebles y dinero los repartimos,/ naturalmente, entre todos los hermanos./ Nos miramos sin decir palabra/ hasta que me despierto con gran alivio. (Pesadilla). Restos del tiempo, de unas vidas que rescatan su espacio en la memoria.
Uno lleva ventaja cuando oye al autor decir sus poemas. Francisco José Cruz lee “desde adentro”, desde la iluminación de su invidencia, y nos acerca más a ser ángel o demonio, luz o sombra, vida o muerte, verano o invierno, esos contrarios que dice bien dice Montejo. Por eso, recurro a esta “Canción de sepultura”, tan de la tradición de su patio como el limonero en el soleado de Lorca:
Púdrete, amor mío,
que no hay más remedio,
púdrete sin mí,
que aún no me he muerto.

Púdrete, púdrete
dentro de tu sueño,
púdrete aunque yo
sin ti ya no duermo.

Púdrete, amor mío,
que no hay más remedio,
púdrete, púdrete
hasta el último hueso.

Con este último verso, nos damos por satisfechos. Mortalmente satisfechos, vivamente urgidos por alcanzar el próximo poema, la próxima estación que dice Virgilio Piñera: “Escribimos también lo que no vivimos”, citado para dejar claro que entre la vida y la eternidad casi no hay distancia.

*Poeta, periodista y escritor venezolano (Maracay, estado Aragua)