Eduardo Camps*
Cuando estudié Filosofía en la Esuela de Historia, como en este blog, discutimos mucho sobre las diferencias entre ética y moral, pues nos parecían la misma cosa, una etimológicamente griega y la otra latina.
El profesor Panayotis Rufogalis, mas tarde Decano electo de la Facultad de Humanidades y Educación, sostenía que le ética era social y la moral, individual. La ética se refería a los valores que orientaban a un conjunto de hombres y mujeres. Los valores podían referirse a una clase social, a una casta,a una raza, a una cultura, a una civilización o a una sociedad filosófica.
La moral deviene de los individuos y tenía dos vertientes: el carácter de las personas y los juicios emitidos sobre los valores éticos.
Estoy de acuerdo con algunos comentarios hechos sobre el papel que juegan los valores tanto en la ética como en la moral.
Pienso, y no sin fundamento, que ambas categorías son históricas y deben ser tratadas con el método histórico pues de lo contrario las descontextualizamos, convirtiéndolas en ideas mas allá del contenido que le dio la sociedad que los construyó.
Existen valores universales que no dependen de las religiones sino que parecieran estar en el código genético de la humanidad. Por ejemplo el no matarás, no robarás, respetarás a tu padre y a tu madre, trata a los demás como te gustaría que te traten a ti. Y otros valores similares que pudieran llamarse valores universales.
La ética se refiere a valores sociales concretos en el tiempo y el espacio. Por ejemplo, para los griegos la esclavitud era éticamente correcta pero individualmente el esclavo podía ser devuelto a la condición de liberto si su dueño consideraba que moralmente todos los hombres nacían libres.
La sociedad Cristiana Occidental tuvo claro sus valores éticos y morales hasta que se inició el proceso de secularización del Estado entre los siglos XVII y XVIII, llegando al extremo de la confrontación ideológica en el siglo XIX justamente por un valor ético: la educación.
Hasta el siglo XIX la formación ética y moral era cosa de la religión, tanto así que protestantes y católicos se unieron para defender este valor.
Por el otro lado, el Estado reclamaba para si el derecho a dotar a los estudiantes de valores tanto éticos como morales, los primeros basados en ideas republicanas y democráticas en las cuales la Ciencia prevalece sobre la Religión y, la segunda, en la declaración universal de los derechos del hombre. Ambos reforzando un valor un valor implícito: la búsqueda de la verdad.
Es por eso que algunas naciones tienen problemas con los valores éticos y morales, pues éstos no son nacionales, son producto de la importación acrítica nacida en realidades históricamente distintas a las de la sociedad importadora.
Este fenómeno puede llegar hasta el desconocimiento de la identidad nacional, que se convierte en objeto de búsqueda para antropólogos, sociólogos e historiadores.
En Venezuela pueden encontrarse dos éticas y dos morales claramente diferenciadas: la de la clase dominante compuesta por algunos políticos, empleados públicos, profesionales libres, comerciantes e industriales cuyos valores éticos y morales se identifican con los de las naciones desarrolladas y las del llamado pueblo que comprende a obreros, buhoneros, empleados domésticos, toeros y desempleados, cuyos valores éticos son casi inexistentes y sus valores morales estrictamente personales y muchas veces de carácter oportunista.
Un japonés se mueve en un ambiente arquitectónico occidental pero al llegar a su sitio de trabajo deja fuera sus zapatos. Puede vestirse a la occidental todo el tiempo pero al llegar a casa se pondrá el tradicional kimono, puede ver en su televisor cualquier programa de alto rating en los Estados Unidos pero se llevará al lecho una revista ilustrada en la cual priva la perspectiva oriental. Su identidad nacional es cosa de ambientes y de situaciones y no un abstracto perdido a lo largo de 200 años de occidentalización y modernización..
Para resumir, la moral tiene mucho que ver con la latitud de la sociedad y el tiempo, mientras que la ética suele poseer muchos de los valores universales del Hombre.
Por último quisiera recordar que le ética, a rigor de la historia de las ideas y de la filosofía misma, es en realidad una parte de la filosofía que trata de la moral y las obligaciones del hombre. Sólo en el siglo XIX la ética aparece como una rama independiente mediante la cual se califican los valores de una sociedad. Es por eso que para nosotros, situados en el inicio del siglo XXI, el manejo de estos conceptos no está del todo claro y se permite flexibilidad en su manejo que muchas veces empaña su comprensión y precisión.
Caben dos posiciones a este respecto: la proposición de los jesuitas que se condensa en “a donde quiera que fueres has lo que vieres” o en la proposición de Imanuel Kant quien proponía la existencia de dos clases de hombre el “moraliter bonus” y el de “bene moratus”, el moralmente bueno y el de buena moral. Diferencia que nos es fácil de comprender si distinguimos entre aquel ciudadano que acata la luz roja aunque no haya ni tráfico ni policías y aquel que la acata por miedo a que lo sorprendan violando la ley.
En consecuencia una sociedad debe escoger entre la formación de ciudadanos moralmente buenos y los de buena moral para que los valores éticos encuentren verdadera sustentación entre sus miembros. Nos preguntamos si los valores que inculca nuestra sociedad a su juventud son aunque sea “bene moratus” y si conocemos nuestra identidad nacional más allá de los héroes de la Independencia.
El profesor Panayotis Rufogalis, mas tarde Decano electo de la Facultad de Humanidades y Educación, sostenía que le ética era social y la moral, individual. La ética se refería a los valores que orientaban a un conjunto de hombres y mujeres. Los valores podían referirse a una clase social, a una casta,a una raza, a una cultura, a una civilización o a una sociedad filosófica.
La moral deviene de los individuos y tenía dos vertientes: el carácter de las personas y los juicios emitidos sobre los valores éticos.
Estoy de acuerdo con algunos comentarios hechos sobre el papel que juegan los valores tanto en la ética como en la moral.
Pienso, y no sin fundamento, que ambas categorías son históricas y deben ser tratadas con el método histórico pues de lo contrario las descontextualizamos, convirtiéndolas en ideas mas allá del contenido que le dio la sociedad que los construyó.
Existen valores universales que no dependen de las religiones sino que parecieran estar en el código genético de la humanidad. Por ejemplo el no matarás, no robarás, respetarás a tu padre y a tu madre, trata a los demás como te gustaría que te traten a ti. Y otros valores similares que pudieran llamarse valores universales.
La ética se refiere a valores sociales concretos en el tiempo y el espacio. Por ejemplo, para los griegos la esclavitud era éticamente correcta pero individualmente el esclavo podía ser devuelto a la condición de liberto si su dueño consideraba que moralmente todos los hombres nacían libres.
La sociedad Cristiana Occidental tuvo claro sus valores éticos y morales hasta que se inició el proceso de secularización del Estado entre los siglos XVII y XVIII, llegando al extremo de la confrontación ideológica en el siglo XIX justamente por un valor ético: la educación.
Hasta el siglo XIX la formación ética y moral era cosa de la religión, tanto así que protestantes y católicos se unieron para defender este valor.
Por el otro lado, el Estado reclamaba para si el derecho a dotar a los estudiantes de valores tanto éticos como morales, los primeros basados en ideas republicanas y democráticas en las cuales la Ciencia prevalece sobre la Religión y, la segunda, en la declaración universal de los derechos del hombre. Ambos reforzando un valor un valor implícito: la búsqueda de la verdad.
Es por eso que algunas naciones tienen problemas con los valores éticos y morales, pues éstos no son nacionales, son producto de la importación acrítica nacida en realidades históricamente distintas a las de la sociedad importadora.
Este fenómeno puede llegar hasta el desconocimiento de la identidad nacional, que se convierte en objeto de búsqueda para antropólogos, sociólogos e historiadores.
En Venezuela pueden encontrarse dos éticas y dos morales claramente diferenciadas: la de la clase dominante compuesta por algunos políticos, empleados públicos, profesionales libres, comerciantes e industriales cuyos valores éticos y morales se identifican con los de las naciones desarrolladas y las del llamado pueblo que comprende a obreros, buhoneros, empleados domésticos, toeros y desempleados, cuyos valores éticos son casi inexistentes y sus valores morales estrictamente personales y muchas veces de carácter oportunista.
Un japonés se mueve en un ambiente arquitectónico occidental pero al llegar a su sitio de trabajo deja fuera sus zapatos. Puede vestirse a la occidental todo el tiempo pero al llegar a casa se pondrá el tradicional kimono, puede ver en su televisor cualquier programa de alto rating en los Estados Unidos pero se llevará al lecho una revista ilustrada en la cual priva la perspectiva oriental. Su identidad nacional es cosa de ambientes y de situaciones y no un abstracto perdido a lo largo de 200 años de occidentalización y modernización..
Para resumir, la moral tiene mucho que ver con la latitud de la sociedad y el tiempo, mientras que la ética suele poseer muchos de los valores universales del Hombre.
Por último quisiera recordar que le ética, a rigor de la historia de las ideas y de la filosofía misma, es en realidad una parte de la filosofía que trata de la moral y las obligaciones del hombre. Sólo en el siglo XIX la ética aparece como una rama independiente mediante la cual se califican los valores de una sociedad. Es por eso que para nosotros, situados en el inicio del siglo XXI, el manejo de estos conceptos no está del todo claro y se permite flexibilidad en su manejo que muchas veces empaña su comprensión y precisión.
Caben dos posiciones a este respecto: la proposición de los jesuitas que se condensa en “a donde quiera que fueres has lo que vieres” o en la proposición de Imanuel Kant quien proponía la existencia de dos clases de hombre el “moraliter bonus” y el de “bene moratus”, el moralmente bueno y el de buena moral. Diferencia que nos es fácil de comprender si distinguimos entre aquel ciudadano que acata la luz roja aunque no haya ni tráfico ni policías y aquel que la acata por miedo a que lo sorprendan violando la ley.
En consecuencia una sociedad debe escoger entre la formación de ciudadanos moralmente buenos y los de buena moral para que los valores éticos encuentren verdadera sustentación entre sus miembros. Nos preguntamos si los valores que inculca nuestra sociedad a su juventud son aunque sea “bene moratus” y si conocemos nuestra identidad nacional más allá de los héroes de la Independencia.
*Historiador y docente universitario venezolano (San Juan de los Morros, estado Guárico). Página web: http://www.eduardocamps.com/