Edgardo Malaspina
MARTES. 6 DE ENERO
Hoy se celebra la navidad ortodoxa. Los templos están llenos de feligreses. La televisión muestra las peregrinaciones y se habla de la unidad entre el gobierno y la iglesia. Los políticos, diputados, artistas e intelectuales hablan de la importancia de la fecha para la nación. Todos, o casi todos , están de acuerdo en que el cristianismo es muy necesario y destacan su vital papel en el desarrollo cultural y espiritual del pueblo ruso.¡ Qué tiempos aquellos cuando la religión era el opio del pueblo!
MIERCOLES, 7 DE ENERO
11-13 grados bajo cero.
La mañana es oscura. Lida, Natalia, Natalí y yo vamos a la estación de trenes Iaroslavski. Nos dirigimos a Serguei Posad, un sitio famoso de peregrinación visitado por miles de creyentes y turistas .El lugar está dedicado a San Sergio, quien lo fundó en 1337 como un exilio espiritual, luego de la invasión tártara. Los bolcheviques le quitaron ese nombre y le pusieron el de uno de sus compañeros revolucionarios: Zagorsk. .Pero las cosas vuelven a llamarse como siempre se llamaron. Por altavoces anuncian las medidas que deben tomar los pasajeros para advertir posibles ataques terroristas.
Nuestro tren se desplaza a través de un bosque de árboles semidesnudos cubiertos de nieve. Sobre un puente unos hombres pescan. Lanzan sus anzuelos sobre un río congelado parcialmente: pedazos de hielo se combinan con pequeños pozos de agua. Muchos trenes pasan al lado del nuestro en distintos sentidos. Hay unos espacios claros con abundante nieve. Nos acercamos a un pueblo. Entre unos pinos verdes está una pequeña iglesia . El viento sopla fuerte y la nieve vuela hasta los techos de las casas. El humo sale de algunas chimeneas. Pasamos por ciudades no muy grandes: Pushkino, Pravda. Viene un bosque intrincado de pinos y abedules. Afuera hace mucho frío. Eso se deduce por la vestimenta pesada de la gente que vemos. La calefacción del tren es muy buena. El cielo grisáceo y triste de pronto es atravesado por una bandada de pájaros. Sorprende un grafiti en un pared con una hoz y un martillo. Aquí los comunistas volvieron a su etapa inicial revolucionaria clandestina en un irónico giro del materialismo dialéctico: lo único eterno es el cambio, nada es para siempre. ¡Vivan Hegel y Marx¡
Sobre los lagos congelados los muchachos juegan, patinan y esquían. Otros se desplazan en trineos movidos con velas, como carabelas, aprovechando los vientos fuertes.
En Serguei Posad hay muchas iglesias. En el 1380 el príncipe Demetrio del Don visitó a San Sergio para pedirle la bendición antes de partir a Kulikov, donde derrotó a los tártaros. Desde entonces el monasterio es considerado sagrado y cada ruso lo visita por lo menos una vez en la vida.
Los popes cantan misas y reparten la prosvirka, una bebida equivalente a la hostia. Me ofrecen una taza y compruebo que es vino tibio con agua. En los patios el viento sopla fuertemente. Allí está la tumba de Boris Godunov, el zar que usurpó el poder e inspiró una obra trágica a Pushkin y también una opera a Mussorgski. Recuerdo a Gogol, quien hizo una visita a Seguei Posad para rezar por la salud de su madre. En muchos de estos monasterios el escritor recogía piedras para conservarlas como reliquias. Tomo del suelo un pedazo de ladrillo desprendido de uno de los viejos templos. Las palomas se acercan a los visitantes en busca de comida. Son tan mansas que se posan sobre nuestras cabezas y en las manos. De un pozo la gente toma agua que vierte en botellas. Tiene propiedades curativas, dicen.
Regresamos en bus. Presto atención a las casitas rodeadas de sosulki o carámbanos y que le dan un aspecto de reja al revés.
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