Hay muchas razones que yo pudiera dar para justificar mi gentilicio: el idioma, la música, la pintura, la escultura, la geografía, la gastronomía y otras más, pero yo me basaré en una que ha sido fundamental en mi formación como persona y en la construcción de mi identidad como venezolana: la literatura.
Nací y me crié en San Fernando de Apure; mi árbol genealógico es muy corto, apenas puedo llegar hasta mis tatarabuelos y a un antepasado de los Bravos de Apure, llanero, “pata en el suelo”, que según mi abuelo atravesó los Andes con Bolívar en
Mi abuelo materno, nunca pudo ir a la escuela más que como representante de sus hijas y como policía escolar, era muy pobre y había tenido que trabajar desde muy pequeño para ayudar a sostener a la familia, así que aprendió a leer y a escribir solo -leía con mucho estilo y por cierto, tenía una caligrafía muy elegante-.
Mi abuelo me enseñó a leer cuando estaba muy pequeña, lo recuerdo muy bien, libros gordos y grandes conformaban la biblioteca ambulante de él. Aún puedo evocar con sólo cerrar los ojos, la escena de él recitando con su sonora voz el poema Vuelta a la patria (1877) de Pérez Bonalde (1846-1892), para mí el poema más bello entonces; mientras mi abuelo me recitaba yo imaginaba los paisajes que el romántico poeta iba describiendo con precisión fotográfica. Hoy, todavía, ese poema me acompaña adondequiera que marcho, ya sea a los viajes al interior de mi yo, o bien, en los desplazamientos geográficos.
Como bien lo señala Gregory Zambrano, “Vuelta a la patria representa un hito en la poesía venezolana por el modo como se interioriza el paisaje natural, así como se canaliza el desborde emotivo y el sentido de pertenencia a la tierra natal (…) se trata, en el caso de Pérez Bonalde, de alcanzar un clímax en la representación de la exuberancia natural, concentrada en un solo fenómeno natural que retrata por su fuerza la fortaleza del paisaje americano, con vocación totalizadora.”[1]
Pero mi relación con la literatura venezolana no se queda ahí, estudié la carrera de Letras en
Mis referentes literarios venezolanos eran muy pocos, llegó un momento en que me sentí avergonzada porque consideré que casi no sabía nada de la literatura venezolana, más que los autores emblemáticos como Gallegos, Otero Silva, Úslar Pietri, los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo y uno que otro relato suelto, sobre todo leyendas y mitos llaneros.
Mi deseo se convirtió en realidad en forma de estudios programados de manera curricular por
Estudiando pregrado me enamoré de un período muy rico en Venezuela en cuanto a producción escrita (1920-1940), especialmente de unos autores y sus textos que en esta breve aproximación ensayística quiero compartir jugando entre la pasión lectora y el rigor que imponen los análisis académico-literarios.
...hay escritores (...) que resultan incompresibles para muchos de sus receptores, sobre todo los que le son contemporáneos. Son escritores que no encajan en el discurso de la historia oficial, salvo que sean ´reivindicados´ a partir del descubrimiento, frecuentemente tardío, de su proposición estética.
Enrique Bernardo Núñez
Escritores como Teresa de
Estas voces son perturbadoras del orden histórico establecido y canonizado, ya no cronistas coloniales, sino del hoy. Sus obras en general están impregnadas de planteamientos, que retoman, que dejan, que redimensionan:
Este grupo considerable de autores –ahora a la luz de los años podemos agruparlos, en su momento tuvieron poco contacto o ninguno-, vivió los cambios que se estaban produciendo a nivel mundial, aunque Venezuela como nación, no participara en ellos sino tangencialmente, a causa del hermetismo cultural impuesto por la dictadura de Gómez y, solamente resquebrajado por la presencia de la generación del 28: Estudiantes e intelectuales. Para que Venezuela se haga sentir tendrá que realizar varios cortes profundos que harán eco en la narrativa del momento y en la posterior, con dosis propias de cambios, injertos y otros procedimientos más.
En los primeros textos de estos autores se puede encontrar una constante: el tema de la historia. Unos, desde una perspectiva abierta, otros, no tanto, sin embargo, se observa que es de rigor el tratamiento del tema y preocupación fundamental. Ello apreciado generalmente desde la voz de los ancianos, el recuerdo, la memoria.
El discurso de estos escritores, desde el interior de la modernización, de algún modo significa una deconstrucción de los códigos literarios ya no tan vigentes, más bien debilitados, parodiando hasta las mismas condiciones sociales que legitiman su funcionamiento. En este sentido fueron más allá de sus obras, transcendieron.
El centro de preocupación de estos intelectuales será otro; los procedimientos discursivos serán la superficie textual de estos cambios y preocupaciones; las ideas viven un momento estelar -en todos los sentidos- y una toma de conciencia de lo que se piensa del mundo; Beatriz Sarlo enumera y explica los elementos que conforman este revuelto y naciente escenario:
El nuevo paisaje urbano, la modernización de los medios de comunicación, el impacto de estos procesos sobre las costumbres, son el marco y el punto de resistencia respecto del cual se articulan las respuestas producidas por los intelectuales. En el curso de muy pocos años, éstos deben procesar, incluso en su propia biografía cambios que afectan relaciones tradicionales, formas de hacer y difundir cultura, estilos de comportamiento, modalidades de consagración, funcionamiento de instituciones[4].
El panorama que se presenta para contextualizar las visiones que se cruzan en la época, es completamente válido, esta generación con vocación artística, que comparece en escena es de gran significación en el pensamiento.
El mundo y la vida de los intelectuales cambia aceleradamente en los años veinte y treinta: al proceso de profesionalización iniciado en las dos primeras décadas de este siglo, sigue un curso de especificación de las prácticas y diferenciación de fracciones. Los intelectuales ocupan un espacio que ya es propio y donde los conflictos sociales aparecen regulados, refractados, desplazados, figurados. El arte define un sistema de fundamentos: “lo nuevo” como valor hegemónico o “la revolución” que se convierte en garantía de futuro y en reordenadora simbólica de las relaciones (…) se busca en el pasado un espacio perdido o se encuentra en la dimensión internacional una escena más espectacular.[5]
Con estas posiciones llegaron a presentar a través de sus textos un tratamiento diferente al hasta ese momento dado a la historia, la trastocarán, y por ende, cambiarán la función y disposición de los elementos históricos y de la historia misma: asomos de profanación historiográfica, de irreverencia, de laicismo, de secularización de la historia, de parodización de las imágenes heredadas y la asunción de diálogos con la realidad nacional.
1. Teresa de
Entre los textos que me siguen cautivando se encuentra Memorias de mamá Blanca, novela editada por primera vez en París en noviembre de 1927, en Venezuela se publicó en 1929.
A propósito de Teresa de
Mamá Blanca quién me legó al morir suaves recuerdos y unos quinientos pliegos de papel de hilos surcados por su fina y temblorosa letra inglesa (...) escrita hacia el final de su vida, aquellos pliegos que conservo con ternura (...) y al igual de un libro rústico y voluminoso, se hallan unidos por el lomo con un estrecho cordón de seda...[7]
Más adelante, después de haber explicado largamente el nexo que la unía a Mamá Blanca, reitera y justifica su condición:
...siendo indiscreción tan en boga la de publicar Memorias y Biografías cortando aquí, añadiendo allá, según el capítulo de Biógrafos y Escritores, no he podido resistir más tiempo a la corriente de mi época y he emprendido la tarea fácil y destructora de ordenar las primeras cien páginas de estas memorias, que Mamá blanca llamó “retrato de sus Memorias” a fin de darles a la publicidad.[8]
La autora-editora no disimula su participación en el proceso de revisión, la segunda fase del acto creador, y con ello justifica y explica el por qué de la publicación de estas memorias, en este sentido, Lasarte sostiene que:
En las memorias de Teresa de
Se resalta el carácter ficticio de la novela y el marcado contraste entre realidad y ficción.
La autora desmonta, invierte, desenmascara a través del discurso; son falsas memorias, contramemorias. La historia copia a
El discurso de la memoria es un discurso paródico, lúdico, de reescritura, que de alguna manera, al menos en Las Memorias…, remite a un imaginario ficcional, a un imaginario de la niñez:
Las Memorias… parodian por un lado, el género, en tanto son las memorias más desmemoriadas de la literatura venezolana, y, por otro lado, la novela criollista en tanto destierra toda intención de construir una época nacional para preferir la edificación de una nación propia: la de la infancia en una hacienda patricia donde todo juego está permitido y reina la mentira...[10]
Se crea un mundo propio donde se aísla de la realidad, en una especie de paraíso perfecto donde lo extraño no tiene cabida y donde la reflexión es en beneficio propio y no para darla a conocer. Machado bien acota sobre la memoria en la novela que,
Las Memorias de Mama Blanca emergen de la necesidad íntima de recrear un mundo a través de la memoria, materia originaria, pedazos de existencia que se corporizan en nuestro interior y en la obra [...] esa etapa de felicidad, que en las Memorias de Mama Blanca se vuelve nostalgia por un pasado ya irrecuperable, ha sido asociada muchas veces con
Pero también, el discurso de la memoria de alguna manera es una forma de recuperar el pasado, ya sea desde la inventiva, es decir, la recreación idilíca de un momento que jamás existió, la consolidación del paraíso infantil, aunque también desde la nostalgia, pues es el rescate de aquellos ámbitos y aquellas historias que se hicieron imborrables en el alma de los personajes.
2. Arturo Uslar Pietri. Barrabás y otros relatos. Las lanzas coloradas
Arturo Uslar Pietri (1906-2002). Intelectual, político, economista. Condujo por años el programa de televisión Valores Humanos. Estuvo entre los creadores y directores de las revistas Válvula, Fantoches y Élite. Se le conoce como el renovador del cuento en Venezuela. Entre sus obras se cuentan, Barrabás y otros relatos (1928), Las Lanzas Coloradas (1931), Red (1936), Treinta hombres y sus sombras (1949).
El primer cuento de Barrabás y otros relatos se llama “Barrabás”. El título nos remite inmediatamente al relato bíblico, aquel hombre juzgado por delitos, que fue sacado al pueblo en medio de la celebración de Pascuas de los judíos, para que decidieran a quién indultar, a él o a Jesús, este último preso por los fariseos. Según el relato de
Se nota en el cuento Barrabás… un claro afán de universalidad por rescribir la historia; la instauración del juego pendular entre la mentira y la verdad, a partir de la otra versión de los hechos: “No miento (...) Además lo que uno cree, es como si efectivamente fuese, o quizás más.”[12]. En el cuento el delito consiste en callar, pero la verdad es un delito también.
En Barrabás y otros relatos, se observa la inversión paródica, fragmentos muy pequeños de la historia universal son reconstruidos a través de novedosos procedimientos ficcionales como la inversión paródica, los juegos entre verdad y mentira; el ‘otro’ es quien narra, los puntos de vista del narrador son movidos, y en cuanto a la estructura de los relatos también se notan cambios con relación al hecho escritural nacional del momento.
Las lanzas coloradas (1937) narra la vida de una familia pudiente en una hacienda de Aragua, y de cómo el mayordomo mulato se subleva y se lleva a todos los esclavos a luchar en la guerra, con el único fin de hacerse ricos, ganar posición y no ser más seres subyugados.
La novela se inicia con un relato que cuenta un negro sobre la guerra y la intervención de Bolívar en ella, “…era poca gente y venía con ellos un hombre chiquitico y flaco, con patillas y unos ojos duros […] “Epa amigo ¿Usted quién es?” y el chiquitico le dice como sin querer “¿Yo? Bolívar.”[13]
De entrada se le da importancia al relato oral y a los otros que lo cuentan. Aunque el narrador omnisciente marca pauta en la narración, otras voces narradoras intervendrán en la novela, la voz negra y la voz india, voces que oficialmente no tienen escenario y que lo encontrarán en la narración.
Las voces de los humillados y de los vencidos es tomada en cuenta para recoger la historia de la guerra desde otra perspectiva, se reescribe la historia de Venezuela. En la novela el tiempo se infiere por la intervención de los personajes históricamente comprobables y a los que se hace referencia.
Los héroes serán presentados desde la perspectiva del otro, del de abajo, por ejemplo, Miranda es desfigurado, “en seguida desenrrolló un largo papel que traía bajo el brazo […] había sobre él, dibujado malamente, el perfil de un hombre deforme: los ojos a la altura de las narices demasido chatas, la boca enorme…”[14] Y así, otros héroes de
Un mulato, Presentación Campos, será el centro de la narración, moviéndose así, los centros del sujeto narrador, dándole la voz al que estaba marginado, en
La novela recalca que el pasado glorioso no volverá porque se ha roto para siempre, “venían malos tiempos la vida ordenada y fácil de
Hay una visión apocalíptica de la historia, “aquellas eran las ruinas de lo que fue su mundo. La clausura, la consumación, el apocalipsis de su mundo.”[16] Un mundo idílico y seguro que se verá roto por la guerra y sus efectos devastadores.
3. Rómulo Gallegos. Pobre Negro
Rómulo Gallegos (1886-1969), caraqueño, en toda su vida pública se le conoce como narrador, orador, ensayista, periodista, y político de influyente trayectoria. Funda, junto a otros intelectuales, la revista
Su larga y fructífera trayectoria literaria le valió muchos honores y distinciones académicas, hasta una nominación al premio Nóbel de Literatura.
Entre su obra narrativa encontramos
La novela Pobre Negro abarca los años finales de la esclavitud en Venezuela, se sitúa en una hacienda, lejos de la ciudad, al igual que en Memorias de Mamá Blanca, en Las lanzas coloradas y Después de Ayacucho. Serán éstos, espacios idílicos, paradisíacos, casi fuera de la realidad.
El argumento se repite, una familia que vive una vida feliz y tranquila en una hacienda, lejos de los centros urbanos. La diferencia con las novelas antes mencionadas es que en ésta el mestizo que se va a la guerra no destruye su mundo anterior, al contrario se empeña en protegerlo.
El título de
En la novela “los blancos” son mostrados débiles, pusilánimes, prácticamente sin objetivo reales en la vida, estudian, se casan, administran la herencia y así van pasando de generación en generación. “He aquí el abismo donde había de sucumbir, presa del vértigo el alma atormentada de Ana Julia Alcorta [...] una misteriosa fiebre errante [...] congojas, ahogos y de pronto desmayos...”[18]
De la unión de una mujer “blanca” débil frente a un negro fuerte e instintivo surge un mestizo que no pertenecerá por su condición ni a un grupo social ni a otro, permanecerá en una especie de limbo étnico, que será como un caparazón protector mientras sea un niño, después la cruda realidad se encargará de hacerlo un sujeto escindido y solitario frente a lo que será su desubicación social.
“Don Nadie” es el nombre con que los dueños de la hacienda se refieren al mestizo. Para salir de ese espacio se irá a la guerra a reconocerse, no a buscar el enriquecimiento y surgimiento social, “-seguiré yo sólo –le contestó-. Mi guerra la llevo por dentro y no se acabará sino conmigo [...] alguien me dijo una vez que en esta guerra se iban a encontrar los hombres a sí mismos y ha resultado verdad.”[19] Es un héroe que encontrará ubicación histórica y social en
Al final, Pedro Miguel, el héroe se ubicará en un nuevo espacio, que surgirá como resultado de una guerra sangrienta y monstruosa. La novela permitirá visualizar una noción reivindicadora de la historia, de redención a través de la escritura. “Los sentimientos que habían lanzado a Pedro Miguel a la guerra no tenían que llevarlo a ella forzosamente para su logro, ni emprendiéndola había obedecido, por otra parte a propensiones naturales que tal ejercicio reclamase.”[20]
Hay una noción idealista de la historia; hay una escritura que reivindica al negro, en cuanto sujeto oprimido, subalterno, enajenado, y reescribe pasajes de la historia desde la perspectiva del “otro”, del oprimido y desechado.
4. Julio Garmendia.
Julio Garmendia (1898-1977). Periodista, cuentista, diplomático. Estudió Derecho en Caracas, se dio a conocer como cuentista en las revistas Actualidades y Billiken. Vivió 16 años en Europa. Entre sus textos más conocidos tenemos La tienda de muñecos (1927), y La tuna de oro (1951).
Sobre sus cuentos hay una crítica establecida que lo reconoce como un gran escritor, transformador de la narrativa de su tiempo.
En
Los títulos de los cuentos son síntesis, indicadores de lo que se narrará, “El cuento ficticio” es uno, “narración de las nubes”, “el cuarto de los duendes”; como podemos notar, a Garmendia no le interesa escribir sobre la guerra, o reescribir la historia; a través de la escritura se evade de la realidad para construir un espacio-refugio, en donde no es posible atisbar la realidad palpable.
Como bien afirma Lasarte, que en los cuentos de La tienda de muñecos, Garmendia “pondrá de manifiesto su escepticismo, al presentar lo nuevo como empresa inútil, discurso hueco y hecho cíclico de lo que es primordialmente efímero (…) en el sentido de que lo presentado como alternativa al orden vigente, una vez instalado en el espacio de poder, reproducirá sus esquemas y olvidará los discursos de la emergencia.”[23]
5. José Antonio Ramos Sucre. Antología Poética: La torre de Timón: “Lección Bíblica”, “
José Antonio Ramos Sucre (1890-1930). Poeta, traductor e intérprete. Entre sus obras se encuentran: Las formas del fuego (1929),
A Ramos Sucre nos aproximaremos en los poemas “Lección Bíblica”, “
En “Fragmento apócrifo de Pausanias” se presenta la reescritura de las aventuras del hijo de Teseo, contadas en primera persona. El título es una joya, “Fragmento…”, es decir, sólo un trozo de un todo que no nos es conocido, “…apócrifo…”, reconociendo su condición de supuesto, que de alguna manera reconoce lo ficcional, lo falso “…Pausanias”, eminente escritor, historiador y geógrafo griego de finales del siglo II a. C., se puede interpretar como una abierta muestra de rechazo a lo instituído, la historia establecida como tal.
Los héroes de Ramos Sucre oscilan entre ser dignificados o ser opacados: Moisés, Pablo, Jesús y Teseo. Las figuras que toma en sus poemas son históricamente reconocidas pero que están insertas en historias reescritas, versiones de la historia en grande, la historia universal se particulariza. Está presente una necesidad de reescribir la historia universal.
6. Salustio González Rincones. Antología poética. “
Salustio González Rincones (1886-1933). Dramaturgo, poeta, ensayista y diplomático. Vivió mayormente fuera del país. Fue junto a Rómulo Gallegos, Julio Planchart y Enrique Soublette, uno de los fundadores de
Los procedimientos como la reescritura de la historia, la advertencia preliminar, la parodia, la heteroglosia, la heteronimia, el manuscrito encontrado por otro, la dialogía, cronotopos, hasta ahora lo hemos notado en textos narrativos y poéticos, pero observamos el uso de un proceder casi idéntico en textos poéticos de Salustio González Rincones, aunque con variaciones.
Encontramos un tono paródico en “La yerba santa”, el poema está traducido a una lengua indígena, al final del primer poema hay una nota que explica, de manera sucinta, el proceso de traducción y luego expone sus interrogantes que, aunque respondidas por un científico, no están del todo aclaradas por lo que emite una hipótesis para compartirla con los lectores. “Hemos traducido este poema con la forma que tiene para dar idea de su peculiar métrica, que es la frase “el varón blanco…” al principio de cada verso y la final que he visto con estos ojos que mirarán después dentro de la tierra.”[25]
En vez de una advertencia preliminar hace una aclaratoria final sobre la estructura del poema –esta nota del traductor forma parte del poema en prosa- en la que explica una hipótesis sobre la creación del poema y su supuesta autoría, teniendo como fundamento las opiniones emitidas por un profesor investigador. En “La yerba santa”, el otro es el que cuenta la historia, un vencido tiene la palabra, un desconocido que narra y actúa.
En los textos analizados observamos que la historia es representada y transformada, ya que se narra desde las perspectiva de sujetos marginados; en algunos textos nos aproximamos levemente a una noción de historia. Para ello, los autores usan diversos artificios como la reescritura de la historia, el manuscrito y su transcripción, la práctica de la heteronimia en la escritura.
Estos intelectuales al rescribir la historia, se erigen como sujetos de poder laicos, nativos, desde adentro; el punto de vista del narrador ha sido movido drásticamente, de un eje a otro para no devolverse; obviamente al ser cambiado el centro de construcción de la cultura, cambia la visión del entorno y del mundo.
Hoy en día estos textos y otros más conforman mi visión amplia por demás de lo que es la literatura venezolana. Me siento orgullosa del extenso corpus que forma la literatura venezolana desde nuestro pasado hasta nuestros días.
Referencias bibliográficas
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[1].http://www.saber.ula.ve/db/ssaber/Edocs/papers/humanidades/zambrano_gregory/paisaje_palabra.pdf
[2]. Michel de Certeau. La escritura de
[3]. Javier Lasarte. Juego y Nación. Caracas, Fundarte-Equinoccio, 1995, p.38
[4]. Beatriz Sarlo. Una Modernidad Periférica, Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos Aires, Nueva Visión, 1988, pp. 26-27
[5]. Ibid., pp.27,28
[6]. Javier Lasarte. Op. Cit., pp.17,18
[7]. Teresa de
[8]. Ibid., p.6
[9]. Javier Lasarte. Op. Cit. p.44
[10]. Javier Lasarte. Op.Cit., p.48
[11]. Luz Machado. Prólogo a Memorias de Mamá Blanca. Caracas: Academia Nacional de
[12]. Arturo Uslar Pietri. Barrabás y otros relatos. Caracas, Bloque de Armas, s/d, p. 37
[13]. Arturo Uslar Pietri. Las lanzas coloradas. Madrid, Losada, 1972, p.10
[14]. Ibid., p. 44
[15]. Ibid., p. 60
[16]. Ibid., p.101
[17]. Rómulo Gallegos. Pobre negro. Caracas, Ediciones populares venezolanas, (s/d), p.15
[18]. Ibid., p.17
[19]. Ibid., p.191
[20]. Ibid., p.220
[21]. Julio Garmendia. La tienda de muñecos. Caracas, ediciones del Ministerio de Educación, Biblioteca popular venezolana (47), 1952
[22]. Ibid., p. 36
[23]. Javier Lasarte. Op. Cit., p. 17
[24]. Ibid., p. 24
[25]. Salustio González Rincones. La yerba santa. En Antología Poética. Caracas, Monte Ávila., 1977, p.162
*Escritora y docente venezolana, San Fernado, estado Apure (Magíster en Literatura Iberoamericana. Universidad de los Andes. 2006. Licenciada en Educación. Mención honorífica Cum Laude. Universidad de los Andes.1997. Licenciada en Letras. Universidad de los Andes. 1994. Profesora de Lengua y Literatura. Universidad Nacional Abierta, Centro Local Apure. Conductora y productora del programa de televisión Desayuno Informativo. CONTACTV. 2005. Secretaria General de
Fotos de Luisa Rivas fueron tomadas por Arturo Álvarez D'Armas