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martes, 12 de mayo de 2009

Teorías sobre el Universo

Eduardo Camps Vegas
(Titular U.C.V.)





En estos días en los que los científicos especulan no sólo sobre el origen de la vida, las leyes que regulan la estructuración de la materia y las bien detectadas “anomalías” en nuestras explicaciones sobre el mundo físico, bien pudiéramos los humanistas aportar ideas sobre este apasionante tema.
Desde que Stephen Hawkins, famoso profesor de física de la Universidad de Cambridge aceptó que de los “huecos negros” no escapaba nada, ni siquiera la luz, y propusiera que esto era sí en nuestro universo pero que podía ser diferente en un universo paralelo, cuya existencia es matemáticamente posible, la comunidad científica no ha dejado de especular sobre esta posibilidad.
Aunque poco saben los físicos y matemáticos sobre epistemología, esto no los ha inhibido de hacer las más alocadas afirmaciones.
En cambio, en el ámbito de las humanidades estamos acostumbrados a lidiar con tradiciones y cosmologías que dan por sentada la existencia de universos que coexisten con el nuestro, como por ejemplo el inframundo de los pueblos mesoamericanos, el mundo sobrenatural anejo al mundo material que se da en las religiones Cristiana, Judía y Musulmana, así como todas las tradiciones shamánicas, desde el Shinto japonés hasta las de los nativos hopi de Norteamérica en las que se afirma que toda materia está acompañada de un doble espiritual.
En nuestra tradición cristiana existen varios mundos, el mundo sobrenatural regido por la Santísima Trinidad, el orden preternatural, habitado por los arcángeles, ángeles, querubines, serafines, tronos y potestades, el mundo natural, en el que habitamos, regido por el hombre y el mundo infernal regido por Satanás, Infierno, demonios, diablos y seres inmundos.
Así mismo, la Historia tiene un doble cauce: de un lado la Historia Sagrada que en palabras de Guillermo Morón, sería el designio de Dios realizado por los hombres y una historia secular en la que está excluida toda explicación que no tenga una causa física, de modo que es racionalista.
A pesar de que los astrofísicos no están de acuerdo acerca de la antigüedad, distribución, densidad, velocidad y sentido del universo conocido, ni del espacio que éste ocupa afirman que tiene un doble, en el que posiblemente existiría una copia de Ud. mismo, sólo que en circunstancias históricas diferentes pues el doble pudiera haber “evolucionado” de manera diferente, digamos en el que Hitler hubiese sido el ganador de la Segunda Guerra Mundial.
Yo prefiero pensar que existen cinco universos: el espiritual, el orgánico, el inorgánico, el material y el humano.
Cada uno de esos universos se rige por sus propias reglas, por ejemplo en el mundo espiritual no existirían límites físicos como la muerte, la vida, el espacio, el tiempo, el volumen, la masa ni la gravedad. El universo material es el de todo lo mesurable, cuantificable, sensible, dimensionable en tres planos y concebido en formas que se dan en el tiempo: El universo orgánico, que se refiere todo lo vivo desde las células procariotas hasta las formas más complejas de existencia e inteligencia. El universo inorgánico, en el que existen los elementos en el tiempo y condiciones que le dan su apariencia. En este universo se dan modos de existencia: sólido, líquido, gaseoso, plasma y conductividad y modos de masa, que dependen de la capacidad para transformarse o de transformar a otros elementos. En este universo las cosas no son por si mismas sino que dependen de factores externos como temperatura, presión, tensión, flexión, etc. que definen sus propiedades físicas.
Finalmente el universo humano, que estaría situado en el centro de esta flor de cuatro pétalos, integrándolos y comprendiéndolos sólo marginalmente, de tal manera que la visión que tiene el hombre de los pétalos que lo rodean estaría limitada por el espacio que ocupa cada uno en la conciencia de la humanidad en el tiempo y el espacio, tanto individual como colectivamente.
Epistemológicamente hablando, es un asunto bien complejo pues se trata de un acto de comprensión y reflexión en el que el hombre y su entorno son objeto y sujeto al mismo tiempo en el cual la objetividad científica, requisito indispensable de la razón pura, queda anulada de entrada.
Así, el Universo podría definirse como un acuerdo entre los hombres y no un hecho real y concreto. Es una representación del vecindario en el que vivimos, en consecuencia casi cualquier interpretación de él sería tanto válida como probable, otra cosa es si la hipótesis sería comprobable con los instrumentos actualmente disponibles, más allá de los modelos matemáticos usados por los astrofísicos o las humildes contribuciones que podamos hacer los humanistas.