Señores, muy buenos días…
Comenzaré mi intervención felicitando a los entes organizadores de este magnífico acto para glorificar esta importante, quizás la más destacada, efeméride de nuestra historia republicana: el 5 de Julio de 1811, día de la declaración de la Independencia de Venezuela, fecha tomada también para conmemorar el Día Nacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. En segundo lugar, darle las gracias a quienes seleccionaron mi humilde persona para dirigirles la palabra en este día tan resaltante en los anales de la patria grande y de la patria chica. Pues, el 5 de Julio es una fecha memorable para Venezuela, para América y el mundo, porque constituyó un ejemplo a seguir por los pueblos sometidos al yugo imperial español.
Trataré, en lo posible, de cumplir con este comprometedor cometido acudiendo a mis modestos conocimientos e interpretaciones de la historia de nuestro pueblo. El primer paso es leerles una sentencia que ya les puede sugerir la orientación de mis palabras:
“Si deseas que el futuro sea diferente,
estudia el pasado” ( Baruch Spinoza).
Ahora, me pregunto: ¿qué es la Historia?. Para muchas personas de nuestro entorno ciudadano y educativo, en una somera apreciación, dicen que la Historia es puro cuento y no sirve `para nada práctico. Debido a que entre nosotros tradicionalmente la historia se ha enseñado siguiendo aburridos patrones didácticos, para cumplir con programas educativos ajenos a la realidad nacional y su quehacer, sin crear nuevas expectativas de aprendizaje y aplicabilidad a los estudiantes.
Desconocen lo que el maestro Federico Brito Figueroa llamaba “estudiar la historia sobre el terreno”. Desconocen las corrientes constructivistas y la Investigación – Acción aplicadas al conocimiento histórico, que aparte de aportar información para nuevos estudios teóricos, contribuyen también a detectar y solucionar problemas de servicios públicos en las comunidades.
Un conocido y reconocido historiador venezolano, que no está identificado con el proceso político dirigido por el Presidente Chávez llegó a expresar a la prensa nacional en 1999, su decepción con respecto a los estudios de la historia que se realizaban en nuestro país, y que ratifica nuestra opinión: “Este país se las ingenia para confundirlo a uno cada día más. A veces me da tristeza haber llegado a viejo. Yo tenía la esperanza de que cuando llegara a viejo Venezuela sería un país civilizado”(Entrevista a Guillermo Morón, por Rubén Wisotzki. Diario El Nacional, 31/10/1999; C-89. Eso lo decía ese ilustrado señor, de lo más granado de la intelectualidad de nuestro país, ¿qué queda para el venezolano común y corriente?.
Pero, en los actuales medios académicos, los historiadores profesionales, auténticos científicos sociales, están haciendo un gran esfuerzo por cambiar esta lamentable situación de aprendizaje. Intentan que nuestros coterráneos lean y conozcan los historiógrafos nacionales y regionales; y también los principales representantes de la investigación histórica internacional, así como se ha hecho con la literatura universal. La editorial “El Perro y la Rana”, perteneciente al Ministerio del Poder Popular para la Cultura está publicando diariamente innumerables textos; se han distribuido millones de ejemplares de Don Quijote de la Mancha, la obra cumbre de las letras castellanas, y de la novela Los Miserables, del escritor francés Víctor Hugo. De allí que el Centro Nacional de Historia, dirigido por el ilustre amigo Arístides Medina Rubio, utilice diversos medios para promover nuevas ideas y proyectos que ayuden a visualizar la historia de nuestras comunidades siguiendo otras concepciones metodológicas diferentes a las positivistas tradicionales.
Y así, ya se acepta que el vocablo “historia” es una voz polisémica, que tiene varios significados; pero que involucra siempre un estudio profundo del proceso humano, su registro y, también, su teoría y su estudio crítico. Hoy, la historia es considerada como una de las más importantes ramas del saber social y, además, es una formidable arma política, quizás la ,ás potente, pues sirve, entre otras cosas, para desmontar las patrañas y mentiras que nos enseñaron en los bancos de la escuela tradicional. Al respecto podemos preguntarle su opinión al Presidente Chávez, cuyos programas radiotelevisivos son verdaderas cátedras de historia crítica.
Halkin, uno de los teóricos más reputados de los últimos tiempos de la Escuela Francesa, dice que “La historia es la disciplina que estudia el pasado de los hombres y presenta un cuadro de sus acciones de alcance social. Representa para la humanidad lo que la memoria para la persona, responde a la universal necesidad de conocer los propios orígenes, de comprender su evolución, de asegurar la identidad profunda de los seres por encima de su diversidad y a través de su evolución, ella es el nexo de toda personalidad”.
En esta nueva concepción de la historia el protagonista no es nada más el líder, el caudillo, el jefe, sino también el pueblo, que se hace dueño de la construcción de su propio destino. Es la democratización del conocimiento, conformando una conciencia colectiva, que da pie para la elaboración de la historia de las comunidades regionales y locales, de los vecindarios rurales, los barrios urbanos y las posibles comunas que se conformen, donde han vivido y viven los explotados y marginados de ayer, de hoy y de siempre.
De aquí que también es necesario buscar las bases primigenias de nuestra sociedad actual. Esta no surgió de la noche a la mañana, por arte de magia. Para ello es necesario escudriñar en los más recónditos rincones de la memoria, tanto escrita como oral, para conocer sobre la idiosincrasia de los pueblos originarios americanos (arawacos, caribes, otomacos, yaruros, entre otros) que, al mezclarse a través de los siglos con otras etnias extra - continentales, blancos y negros, han conformado nuestra venezolanidad y americanidad de los nuevos tiempos.
Algunos estudiosos hablan de un proceso de nivelación social en Venezuela que se inició antes de la época de la Guerra de Independencia. Pero habría que pasearse por el panorama de la historia de una sociedad esclavista, discriminante, elitesca y expoliadora como ninguna otra, dominada por un exclusivo grupo social: los blancos; y entre estos, los blancos criollos y los blancos peninsulares. Los primeros, descendientes de los conquistadores, dueños de haciendas, ganados y esclavos; y los segundos, venidos de España a detentar los cargos de gobierno, en nombre del Rey (a hacer fortuna, realmente). Es de imaginarse los conflictos de competencia que se presentaban a cada momento entre ambos grupos dirigentes. El Poder Económico de los mantuanos criollos contra el Poder Político de los gobernantes peninsulares. A la larga este tirar y aflojar tenía que desembocar en la declaratoria de emancipación contra España. A finales del siglo XVIII la Capitanía General de Venezuela estaba constituida por una sociedad agro-exportadora, pre - capitalista, que se enriquecía día a día más con el cacao, cultivado por mano esclava, y le permitía comprar títulos de nobleza, por lo que no era extraño oír hablar de los “grandes cacaos”, aristócratas de nuevo cuño, pero sometidos a una decadente metrópoli, intermediaria del incipiente imperialismo industrial anglosajón. España no poseía industrias relevantes y compraba mercancías manufacturadas a Gran Bretaña, Francia, Holanda y los Países Bajos. Los tesoros saqueados en América por los españoles iban a parar a otras arcas. El oro expoliado por España en América sentó las bases del sistema capitalista internacional contemporáneo.
La supuesta nivelación dentro de la sociedad colonial venezolana, estratificada en cerrados estamentos (donde se manejaba el rígido criterio de que “vientre esclavo engendra esclavo”), alude a la Real Cédula de Gracias al Sacar, suscrita el 10 de Febrero de 1795. Este documento consistía en un arancel o tarifa donde, mediante el pago de una suma de dinero estipulada en cada caso, se concedían licencias, dispensas y prerrogativas a las personas que lo hubieren solicitado, incluyendo a los pardos, que de esa manera podían solicitar el título de “don” (cuyo significado era: “de origen noble”), que los equiparaba a los blancos (Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, 1988. Tomo I, p. 638). Pero se sabe así mismo de la fuerte reticencia de los mantuanos a aceptar esa medida real que creó serios resquemores y conflictos dentro de la sociedad caraqueña. Los aristócratas criollos no podían aceptar codearse libremente con descendientes de sus antiguos esclavos. Eso era escandaloso. ¿Cuándo se había visto algo semejante?.
Debemos saber, así mismo, que los movimientos pre-independentistas en Venezuela, llevados adelante por gente de diversa procedencia étnica, se produjeron desde los primeros tiempos de la presencia europea en nuestro continente: como es el caso del gran cacique caribe Guaicaipuro (1560), antes de la fundación de la ciudad de Caracas, del negro Miguel de Buría (1553), antes de la fundación de la ciudad de Barquisimeto, del zambo yaracuyano Andresote (1731), que hizo sentir su presencia en las márgenes guariqueñas del Orinoco, y el canario Juan Francisco de León (19 de Abril de 1749), levantado contra los abusos de la Compañía Guipuzcoana; el alzamiento del zambo coriano José Leonardo Chirino (1795), queriendo implantar entre nosotros “la ley de los franceses”; la conspiración de los blancos criollos Manuel Gual y José María España (1797), con su proyecto reivindicativo de los grupos étnicos marginados y donde estuvo implicado nuestro admirado Robinson (Don Simón Rodríguez), y las tentativas de invasión promovidas por Francisco de Miranda, en 1806. Sin olvidar innumerables intentos dados en otras latitudes de América, como el caso del famoso inca Tupac Amaru, en el Perú, en el último cuarto del siglo XVIII, cuyo nombre se ha convertido en símbolo de lucha contra la opresión.
Podríamos decir que los momentos estelares de nuestra historia por la libertad y la igualdad son numerosos, pero sobresalen dos. El 19 de Abril de 1810, cuando se inicia el movimiento de emancipación contra la España borbónica sometida por Napoleón Bonaparte (“El día en que la religión celebra los más augustos misterios de la redención del género humano, era el que tenía señalado la Providencia para dar principio a la redención política de la América. El Jueves Santo, 19 de Abril, se desplomó en Venezuela el coloso del despotismo, se proclamó el imperio de las leyes y se expulsaron los tiranos” (razonamiento en el acta de la sesión del Congreso Constituyente del día 4 de Julio de 1811); y el otro momento estelar es el del 5 de Julio de 1811, cuando se declara formalmente la independencia absoluta de Venezuela, tal como lo recoge el documento que le daría categoría de Estado libre y soberano a nuestra nación.
Por cierto, estamos próximos a la conmemoración del bicentenario de estas dos magnas fechas. ¿Cómo vamos a conmemorar tales fastos?. Pienso que deben nombrarse comisiones regionales que trabajen con tal cometido. Cuando se cumplieron los cien años de tales acontecimientos históricos (en 1910 y 1911), se realizaron en Apure, sin contar con los recursos económicos de ahora, actos muy significativos para la región y se aprovechó para realizar eventos para promover la actividad agropecuaria, se sacó a concurso el Himno del Estado Apure, saliendo seleccionado ganador el canto “Vuelvan Caras”, cuya letra fue escrita por el trujillano Amadeo Garbi y musicalizado por el colombiano César Ramírez Gómez.Su oficialización se dio en 1913. También se publicaron los respectivos libros – memorias de las actividades realizadas en cada una de las conmemoraciones (recopiladas por el sabio Dr. Diego Eugenio Chacón, que fungía de Secretario General de Gobierno).
Otro hito referencial a señalar en este camino de lucha por la libertad es el 15 de Febrero de 1819, momento en que el numen de Bolívar se eleva inmarcesible hasta las cumbres de la gloria para pronunciar su famoso Discurso de Angostura, preludio de la creación de la gran república de sus sueños: Colombia, nombre que tomó del viejo proyecto mirandino. Con esto estoy señalando que el término “Colombia” fue creación de venezolanos (Miranda y Bolívar). No podemos dejar de señalar el 24 de Junio de 1821, cuando Bolívar, El Libertador, se muestra como un consumado maestro en la planificación estratégica y da pruebas de su magnífico dominio del arte de la guerra; y de singular importancia es el 9 de Diciembre de 1824, glorioso para la América entera, porque en esa jornada el Ejército Libertador, al mando del cumanés Antonio José de Sucre (lo que le valió el título de Mariscal de Ayacucho), dio el golpe definitivo al poder español en este continente. Como se observa, siempre nuestro pueblo y su ejército unidos en empresas libertarias más allá de sus fronteras, no de opresión.
Igualmente reseñamos el 20 de Febrero de 1859, porque se inicia la Guerra Federal, con el pronunciamiento del Comandante Tirso Salaverría, en Coro, persiguiendo los viejos sueños de redención social decretados por Bolívar (Haberes Militares para los soldados de la Independencia y la libertad de los esclavos, entre otros), escamoteados por la Oligarquía Conservadora, que estableció en la Venezuela de 1830 una constitución censitaria y esclavista, donde apenas un 10% de la población tenía el privilegio de ejercer sus derechos ciudadanos. Había que saber leer y escribir, ser libre y poseer una renta mensual de 50 pesos. De aproximadamente 700.000 habitantes que tendría el desbastado país para ese momento, recién salido de la Guerra de Independencia, apenas 70.000 personas tenían derecho a elegir o ser elegidas para un cargo público. ¿Quiénes tenían esos privilegios?. Los godos realistas, blancos, letrados y antiguos propietarios, que habían emigrado durante la contienda bélica y habían regresado al país una vez finalizado el conflicto, rodeando al General José Antonio Páez, adalid de la secesión en 1826 y en 1830, los magistrados civiles y jefes militares próceres de la Independencia. La crema y nata de la nueva oligarquía, conservadora de los antiguos privilegios coloniales.
La libertad de los esclavos fue decretada en 1854 por el General José Gregorio Monagas, pero esta medida no obedeció a ningún sentimiento humanitario sino a que ya este sistema de explotación no era rentable. Los antiguos esclavos quedaron en peor situación vivencial, pues sus antiguos amos ahora los contrataban por sueldos miserables y no tenían que correr con sus gastos de manutención como antes. La gente vagaba por los campos, muerta de hambre, descalza y en harapos. Ese fue uno de los tantos caldos de cultivo en que germinó la revolución capitaneada por el “General del Pueblo Soberano”, Ezequiel Zamora, frustrada tempranamente por la bala asesina de San Carlos, en enero de 1860, a un mes escaso del brillante triunfo en Santa Inés.
Como se observa, el camino de nivelación social de nuestro pueblo ha sido largo y escabroso, y todavía no ha concluido. Pensemos un momento en las luchas sostenidas por la mujer, la otra mitad de la humanidad, para conquistar un puesto en la sociedad que le ha correspondido desde siempre. Aquí en Venezuela podríamos señalar algunas de esas reivindicaciones: en 1941, en tiempos del Presidente Medina Angarita, se conquistó el voto femenino en los concejos comunales; y en 1947, el derecho a participar en la elección del Presidente de la República; esta facultad fue reafirmada en la Constitución de 1961; pero la participación efectiva y en igualdad de condiciones que el hombre, en la conducción de los asuntos del Estado, solo lo ha logrado la mujer venezolana desde 1999, con la Constitución Bolivariana. Antes, desde los tiempos bíblicos, era considerado un ser inferior, sometido a la tutela del marido.
También recordemos a esos compatriotas invisibles que nos han acompañado desde siempre y que son sangre y esencia de nuestra existencia mestiza: los indígenas. Esclavizados hasta hace poco por inhumanos e inescrupulosos terratenientes, muchos de ellos emparentados consanguíneamente con ellos. Las guajibiadas no están muy lejanas en el tiempo (recuérdese no más La Rubiera y otras mas recientes masacres, donde jueces y escabinos han sido comprados por un plato de lentejas). Hoy la revolución bolivariana les está brindando por primera vez a estos desamparados compatriotas la oportunidad de ejercer sus derechos ciudadanos a plenitud, como protagonistas del quehacer político de nuestro país, su país, en los concejos municipales, en los consejos comunales, en los consejos legislativos, en la Asamblea Nacional, en el tren ministerial del Ejecutivo Nacional, en todas partes.
Centrando ahora nuestra atención en el tema de hoy, diré lo siguiente: el 5 de Julio de 1811, aún cuando había dudas en algunos de sus promotores, fue un movimiento que había evolucionado de acuerdo a las mismas circunstancias políticas del momento, tanto en España (con la abdicación de los monarcas españoles a favor de Napoleón, en 1808), como en Venezuela y América, con la solapada conspiración mantuana. De allí que no debe caber ninguna duda en cuanto a que su orientación fue netamente oligarca, desde sus comienzos. Sus dirigentes pertenecían a la más rancia aristocracia mantuana caraqueña: Mijares, Toro, Tovar, Bolívar, Rivas, dominaban los cabildos. Recuérdese que el 19 de Abril de 1810 tuvo su epicentro en el cabildo caraqueño (igual sucedió en otras ciudades de las colonias hispanoamericas, Quito, Lima Buenos Aires). Allí no estuvo presente como protagonista el pueblo llano. Los representantes populares, autonombrados, como el caso de José Félix Rivas, pertenecían a la aristocracia criolla, culta y poderosa.
Con las diferentes y desastrosas peripecias por las que pasó el proceso independentista venezolano después de la caída de la Primera República, y bajo la conducción del Libertador Bolívar, es que adquiere un tinte netamente popular. Fue necesario que media Venezuela pereciera bajo la cuchilla de Boves, Morales, Morillo y sus secuaces, para que nuestros dirigentes libertarios despertasen al clamor de las demandas de los depauperados hijos de la tierra de nadie.
Bolívar se hace el más grande conductor de masas populares y de ejércitos invencibles cuando logra captarse a los llaneros, pueblo igualitario y conformado por gente de diversa procedencia étnica. Era y es un crisol de razas, como profetizó en algún momento el socialista mexicano José Vasconcelos al hablar de la Raza Cósmica, futuro de la humanidad. Cuando estos desarrapados y olvidados de la fortuna comprenden el significado de la “diablocracia”, como les proclamara Pedro Camejo, “El Negro Primero”, en las arengas a sus compañeros de heroicidades, comenzó realmente la revolución social en Venezuela. Al respecto puede consultarse las obras de eminentes investigadores del tema social venezolano durante la guerra de independencia, como Laureano Vallenilla Lanz, Rufino Blanco Fombona, Juan Uslar Pietri, Juan Bosch, el intelectual, político socialista y bolivariano dominicano de primera línea.
La declaración oficial de la independencia de Venezuela se dio solemnemente en la tarde del día viernes 5 de Julio de 1811, a las 2:30 p.m., cuando así lo anunció el Honorable Presidente del Congreso Constituyente, Juan Antonio Rodríguez Domínguez, nativo de Ciudad de Nutrias, cantón de la Provincia de Barinas. Los representantes de Apure, que en ese momento formaba parte de la Provincia de Barinas, eran el Dr. Juan Nepomuceno de Quintana, por Achaguas, Cristóbal Hurtado de Mendoza (o simplemente Cristóbal Mendoza, quien al pasar formar parte del Ejecutivo Nacional, junto a Juan de Escalona y Baltazar Padrón, fue sustituido por el Coronel José de M. Sata y Busy), diputado por San Fernando de Apure, y el Presbítero Ramón Ignacio Méndez, representante del cantón Guasdualito, quien en años posteriores anduvo con Páez lanza en mano y después llegó a ser Arzobispo de Caracas.
El Poder Ejecutivo, conformado por un triunvirato, presidido en ese momento por el ya mencionado Dr. Cristóbal Mendoza, flamante Primer Presidente de la República de Venezuela, lanza ese mismo día 5 de Julio “Una proclama a los habitantes de Caracas”, informándoles sobre la decisión tomada por el Congreso: “el Supremo Congreso de Venezuela ha acordado en este día la Independencia Absoluta”.
Inmediatamente, en una segunda sesión de esa misma tarde del día 5, se comisionó al diputado Juan Germán Roscio y a Francisco Isnardi, Secretario del Congreso, para que redactasen el proyecto de Acta declaratoria de la Independencia, que aparece fechada ese mismo día 5; una vez finalizada su redacción hecha en la noche del día 5 ó en la mañana del día 6, como señalan algunos estudiosos, comenzó la recolección de las firmas de los 41 diputados representantes de las diferentes provincias que forman la Confederación Americana de Venezuela (Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo. No asistieron ni firmaron Coro, Maracaibo y Guayana), que culminó el día 7, con su aprobación definitiva por parte del Congreso.
El Acta fue recibida el día lunes 8 por el Poder Ejecutivo. El día jueves 11 de Julio fue publicado su texto completo en el periódico El Publicista de Venezuela (Nº 2), órgano oficial del Congreso, con el título de “Declaratoria de Independencia”. El día domingo 14 de Julio, el Congreso Constituyente hizo público su anuncio, por bando oficial, juramento de la tropa y con repiques de campanas. También ese día se izó por primera vez el pabellón tricolor, diseñado por una comisión encabezada por Francisco de Miranda, como enseña oficial del nuevo Estado Soberano. La Gaceta de Caracas también publicó el texto completo del Acta, fechado el 5 de Julio de 1811, en su número 41, del día martes 16 de Julio de 1811.
Recalco esta fecha del 5 de Julio de 1811, que conmemoramos solemnemente hoy, por cuanto han surgido dudas sobre si fue realmente ese día cuando se declaró la independencia de Venezuela. Podemos afirmar, basados en nuestras investigaciones, que sí lo fue. Sí se realizó la declaratoria el día 5 de Julio. Pero el acta si fue redactada y firmada posteriormente, como lo señalamos anteriormente; tomando la previsión de estampar en ella la fecha del 5 de Julio de 1811, que se adoptó oficialmente como la de la declaratoria.
El documento original es conservado con los debidos honores en el Arca del Salón Elíptico de la Asamblea Nacional, pues la misma es la partida de nacimiento de la República de Venezuela desde el punto de vista jurídico y constitucional. Este documento es la primera constitución nacional del mundo hispanoamericano. No es invención del autor de la letra de nuestro Himno Nacional: Caracas dio el ejemplo al resto de las colonias españolas en América. Por lo que no debe extrañarnos hoy el ejemplo que estamos dando a América y el mundo con la revolución bolivariana. Venezuela siempre en la vanguardia.
El tipo de gobierno que se implantó en 1811 fue el republicano, con un sistema federal, obra más que todo de filósofos soñadores e inexpertos y ambiciosos políticos, cuestión que los llevó inexorablemente al fracaso. La Primera República apenas tuvo un año de existencia; pues, la independencia comenzó con la declaración de Independencia el 5 de Julio de 1811 y llegó hasta la Capitulación de Miranda en San Mateo, víctima de las maniobras mantuanas, el 24 de Julio de 1812. Uno de los primeros y más drásticos críticos de este instrumento jurídico primigenio fue Simón Bolívar, el futuro Libertador, en su conocido Manifiesto de Cartagena, publicado en Diciembre de 1812.
Es posible que todavía no tengamos “el nivel ideológico adecuado para llevar adelante la Revolución Bolivariana”, como ha señalado con pesimismo uno de nuestros más apreciados líderes, pero nuestra voluntad debe estar férreamente encaminada, mediante el estudio y la acción mancomunada, a transitar por esos difíciles senderos de la redención de nuestro oprimido pueblo, sempiternamente plagado de miserias.
Debemos entender que esa lucha no es sencilla, ninguna lo es; pues, “la sociedad capitalista, no sólo es violenta y absurda, sino que además es suicida. La velocidad con la que se están destruyendo los recursos naturales resulta demoledora. Por eso me parece fundamental ver hacia el pasado, rescatar lo perfectible de esas sociedades, lo justo, lo igualitario” , como señala acertadamente nuestro amigo “llanerólogo” catalán Miguel Izard (Entrevista: “Cimarrones llaneros crearon sociedades armónicas”. Todos Adentro. Semanario Cultural del Poder Popular para la Cultura. Caracas, jueves 28 de Mayo de 2009).
Esta visión retrospectiva nos permitirá revisar, analizar y transformar el sistema productivo capitalista, que está al servicio de unos pocos, para ponerlo a disposición de todos, haciendo viables los programas políticos, económicos, sociales y educativos de la revolución bolivariana. Así, propiciaremos el nacimiento de una cultura productiva propia, endógena y sustentable, dejando de ser esclavos de las empresas trasnacionales, beneficiarias de nuestras riquezas naturales y de nuestros esfuerzos energéticos.
La moderna filosofía política nos dice que la Soberanía reside en el pueblo; de aquí que es necesario transferir el poder al pueblo, si queremos realmente hacer una revolución social. Etimológicamente, este vocablo griego significa “el gobierno del pueblo”. Pero la verdadera democracia significa participación, deliberación y protagonismo del pueblo, la consolidación del Poder Comunal: poner en vigencia los conceptos comuna, comunidad, ciudad comunal; en pocas palabras, la nueva geometría del poder.
Esto significa una visión diferente de lo que tradicionalmente se ha tenido por Democracia, desde los tiempos de la antigua Grecia, las ciudades – estados italianas y la constitución norteamericana, que siguieron patrones esclavistas.
Es lastimoso decir, pero es cierto, que nuestra histórica herencia de lucha por la libertad e igualdad de los tiempos del Gran Bolívar, conquistada a sangre y fuego, la hemos visto después arrebatada por los poderosos intereses oligarcas, ricos no solo en bienes materiales sino también en la manipulación ideológica.
Pero el rescate se está dando con la revolución bolivariana y socialista del siglo XXI que es un movimiento democrático nacido en Venezuela, como en su momento nació el movimiento hispanoamericano de independencia en 1810; por ello debemos concebirlo como un proceso continental contra la opresión y expolio a que han estado sometidos nuestros pueblos durante siglos, por el capitalismo internacional, representado hoy día por el Imperialismo Yanqui. De allí que brindarle nuestra solidaridad al pueblo hondureño en este momento de su devenir político es un deber con nuestra libertaria y democrática trayectoria histórica, fundamentada en el pensamiento del Padre de la Patria. Viva Venezuela, Viva Honduras, Viva América Libre. Compatriotas, la consigna siempre deber ser: Patria, Socialismo o Muerte.
Pero “la muerte es también libertad”, dijo un anónimo poeta del infortunio americano, pensando en el suicido de miles de Indígenas pescadores de perlas, indígenas esclavizados en las minas y haciendas por los conquistadores, indígenas confinados en repartimientos y encomiendas; pensando en los miles de inmigrantes forzados, traídos en las sentinas de los barcos desde el continente negro, gente africana, cazada como fieras y vendida como esclavos en América. Ese pensar en la muerte nos debe impulsar hacia el actuar, el reaccionar, hacia la lucha redentora y revolucionaria.
Existe, así mismo, un poema dedicado a la muerte que es atribuido al poeta chileno Pablo Neruda, socialista y bolivariano inigualable. Esa pieza literaria se titula “Muere lentamente”, y es un llamado a despertar del obnubilante marasmo en que vivimos sumergidos:
“Muere lentamente quien no viaja,
Quien no lee,
Quien no oye música,
Quien no encuentra gracia en si mismo.
Muere lentamente
Quien destruye su amor propio,
Quien no se deja ayudar”.
La moraleja, si es que se puede elaborar alguna, podría ser: No debemos dejarnos ganar por el desgano. Debemos continuar adelante. El enemigo es fuerte y hábil. Sus armas de hoy son diferentes a las de los tiempos heroicos. La sutileza y el engaño son los instrumentos alienantes que utilizan a través de los canales mediáticos y nos hacen creer en proyectos que nunca están al servicio de los intereses del pueblo y sí a los de los poderosos y del capitalismo imperialista.
Muchas veces esos entes malignos, asesinos de nuestra idiosincrasia y de nuestras mentes, están a nuestro lado y no los detectamos a tiempo, porque con sus artes histriónicas nos hacen pasar lo falso por lo verdadero. Ejemplos hay muchos y todos los conocemos de sobra. Son los enemigos que trabajan en la sombra. Y en la sombra solo trabaja el crimen.
Para finalizar, diré que debemos reafirmar nuestra identidad llanera, venezolana y latinoamericana: para ello debemos escudriñar entre nuestra gente humilde, para conocer el alma genuina del pueblo; pues el pueblo es sabio. Es la voz de Dios, dijo alguien que no recuerdo; creo que es un viejo adagio popular español. Leamos a nuestros intelectuales, a los poetas populares, a los que le cantan a su terruño, al paisaje, la flora y la fauna, a las costumbres y las tradiciones, sin pretender aprovecharnos de prevenda oficial alguna. Leamos a todos, sin discriminación ni prejuicios: a Francisco Lazo Martí, Alberto Arvelo Torrealba, Germán Fleitas Beroes. Así mismo, a José Natalio Estrada Torres, a Julio César Sánchez Olivo, que fueron adecos, pero honestos, sin mácula, como lo fueron Andrés Eloy Blanco y Rómulo Gallegos; como también en algún momento de su vida lo fueron Luis Beltrán Prieto Figueroa, José Vicente Abreu, Pedro Elías Hernández Figueredo, Felipe Martínez Veloz y Freddy Melo, hombres de pensamiento y actuación limpia, cuyos nombres no manchan a quien los pronuncia, sino que lo enaltecen porque es un genuino reconocimiento a los valores humanos propios y a la esperanza de un futuro de redención social, nacidos quizás en la oscura noche de los tiempos de la llaneridad.
Compatriotas: Viva la revolución bolivariana y socialista del siglo XXI. Y gracias por su atención.
San Fernando de Apure, Julio 05 de 2009.