Por Luis Fernando Afanador
H.L.V. Ducoudray Holstein
Memorias de Simón Bolívar
Terra Firme Editores, 2010
516 páginas
Memorias de Simón Bolívar
Terra Firme Editores, 2010
516 páginas
Según el general francoalemán H.L.V. Ducoudray Holstein, Simón Bolívar no tenía en su aspecto nada extraordinario ni imponente: flaco, bajito (1,62 metros), de cara larga, mejillas huecas, color de piel “bronceado amoratado”, ojos hundidos y no muy grandes. Parecía un hombre de 65 años cuando apenas había llegado a los 31. Se cansaba muy pronto, por eso, después de media hora en un sitio, regresaba a su lugar favorito: la hamaca. Usaba bigotes grandes, lo que le daba un aspecto marcial y oscuro, especialmente cuando se enfurecía. Entonces, sus ojos se volvían animados, gesticulaba y hablaba como un loco, amenazando con dispararle a todo aquel con quien estuviera molesto; caminaba rápido a través de su habitación o se tiraba a su hamaca; luego se levantaba de un salto, ordenando a la gente salir de su presencia; frecuentemente los arrestaba.
Solo era persuasivo si alguien le interesaba para su propio beneficio: lo tomaba del brazo y caminaba con él como si fuera el más íntimo de sus amigos. Después de obtener su propósito, se volvía frío, arrogante y sarcástico. Eso sí, nunca ridiculizaba a una persona de carácter en su presencia; siempre lo hacía a sus espaldas. “En los Cayos, el general Bolívar y yo vivimos bastante tiempo y fuimos muy cercanos. Un día nuestra conversación era sobre el general Mariño, y él me dijo riéndose: ‘Oh, yo desprecio a Mariño. Es un idiota y no es capaz de comandar ni cuatro hombres’. Mariño entró justo en ese instante, Bolívar lo recibió en la puerta y lo abrazó enérgicamente como si fuera un apreciado amigo y nos quedamos todos juntos como una hora más”.
Tampoco deslumbraba intelectualmente. Le dedicaba poco tiempo al estudio de las artes militares. No entendía la teoría y rara vez preguntaba sobre ese tema o sobre la administración civil, a no ser que fuera un asunto urgente de coyuntura. Cuando Ducoudray intentaba interesarlo en alguna conversación seria, Bolívar lo interrumpía de la siguiente manera: “Sí, sí, ‘mon cher ami’, yo lo sé, eso es muy bueno, pero a propósito…”. De inmediato cambiaba de conversación. No fue un gran lector y nunca tuvo una biblioteca “apropiada para su rango”. No ocurría lo mismo con las artes amatorias: “Es muy apasionado por el sexo y siempre tiene dos o tres damas de quienes una es su amante favorita, quien lo sigue a dondequiera que él va”. Tampoco con el arte de la danza: “Bailar es una diversión de la cual también es muy apasionado. Cuando se queda dos o tres días en algún lugar, él baila una o dos veces vistiendo sus botas y espuelas y hace el amor a aquellas damas que suelen complacerlo por el momento”. Luego de estas faenas quedaba exhausto y se recostaba en su hamaca para entretenerse con su amante favorita “u otros favoritos”. No atendía absolutamente a nadie, y el edecán de turno ya sabía qué responder: “Su Excelencia está profundamente ocupado en el momento y no puede ver a nadie”.
No es fácil describir el carácter de Bolívar, afirma Ducoudray. Porque era una persona voluble, que variaba según las circunstancias. Cuando había salido victorioso, era vanidoso, arrogante, de mal corazón, violento. Cuando era acosado por la adversidad, se volvía tranquilo, paciente, sumiso. “Los defectos predominantes de la personalidad del general Bolívar son ambición, vanidad, sed de poder absoluto e indivisible y una gran disimulación”.
Tremendo el perfil que nos ofrece Ducoudray de nuestro libertador. Si un hijo nuestro leyera su libro, fácilmente podría preguntarnos: “Papá, ¿qué diferencia hay entre Bolívar y Berlusconi?”. ¿Hasta qué punto es objetivo? Si Bolívar viviera en estos tiempos habría convocado una rueda de prensa para anunciar que lo demandaría “por injuria y calumnia”. Ducoudray, de inmediato, le entregaría al juez una carta en la que el Libertador lo elogia y acepta a regañadientes su petición de separase del ejército. Mi opinión es que Bolívar no era un dechado de virtudes, pero tampoco es el patético personaje que describe el alemán. Exagera. Pero resulta interesante confrontarnos con esta visión negativa. De cualquier manera, no es un libro aconsejable para regalarle a Chávez en la próxima Navidad. Mucho menos si uno es “su nuevo mejor amigo”.
*Tomado de http://www.semana.com/noticias-cultura/libertador-negativo/148063.aspx
Tampoco deslumbraba intelectualmente. Le dedicaba poco tiempo al estudio de las artes militares. No entendía la teoría y rara vez preguntaba sobre ese tema o sobre la administración civil, a no ser que fuera un asunto urgente de coyuntura. Cuando Ducoudray intentaba interesarlo en alguna conversación seria, Bolívar lo interrumpía de la siguiente manera: “Sí, sí, ‘mon cher ami’, yo lo sé, eso es muy bueno, pero a propósito…”. De inmediato cambiaba de conversación. No fue un gran lector y nunca tuvo una biblioteca “apropiada para su rango”. No ocurría lo mismo con las artes amatorias: “Es muy apasionado por el sexo y siempre tiene dos o tres damas de quienes una es su amante favorita, quien lo sigue a dondequiera que él va”. Tampoco con el arte de la danza: “Bailar es una diversión de la cual también es muy apasionado. Cuando se queda dos o tres días en algún lugar, él baila una o dos veces vistiendo sus botas y espuelas y hace el amor a aquellas damas que suelen complacerlo por el momento”. Luego de estas faenas quedaba exhausto y se recostaba en su hamaca para entretenerse con su amante favorita “u otros favoritos”. No atendía absolutamente a nadie, y el edecán de turno ya sabía qué responder: “Su Excelencia está profundamente ocupado en el momento y no puede ver a nadie”.
No es fácil describir el carácter de Bolívar, afirma Ducoudray. Porque era una persona voluble, que variaba según las circunstancias. Cuando había salido victorioso, era vanidoso, arrogante, de mal corazón, violento. Cuando era acosado por la adversidad, se volvía tranquilo, paciente, sumiso. “Los defectos predominantes de la personalidad del general Bolívar son ambición, vanidad, sed de poder absoluto e indivisible y una gran disimulación”.
Tremendo el perfil que nos ofrece Ducoudray de nuestro libertador. Si un hijo nuestro leyera su libro, fácilmente podría preguntarnos: “Papá, ¿qué diferencia hay entre Bolívar y Berlusconi?”. ¿Hasta qué punto es objetivo? Si Bolívar viviera en estos tiempos habría convocado una rueda de prensa para anunciar que lo demandaría “por injuria y calumnia”. Ducoudray, de inmediato, le entregaría al juez una carta en la que el Libertador lo elogia y acepta a regañadientes su petición de separase del ejército. Mi opinión es que Bolívar no era un dechado de virtudes, pero tampoco es el patético personaje que describe el alemán. Exagera. Pero resulta interesante confrontarnos con esta visión negativa. De cualquier manera, no es un libro aconsejable para regalarle a Chávez en la próxima Navidad. Mucho menos si uno es “su nuevo mejor amigo”.
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