Dr. Eduardo Camps Vegas
Las monedas hablan, y hablan mucho sobre el país que las emitió, del número de sus pobladores, de su prosperidad o pobreza, de su comercio, de sus recursos naturales, de su grado de desarrollo económico y político y del alcance de su influencia en el entorno en el que se encuentra.
¿Cómo así?, ¿tanto nos pueden decir unas piezas de metal?.
Para hacer las monedas es preciso que el país cuente con minas de oro, de plata, de cobre y la tecnología para procesarlo, fundirlo, mezclarlo con otros metales y finalmente acuñarlo y distribuirlo. Además tiene que poseer una economía compleja y desarrollada. Fíjense que la sociedad egipcia duró miles de años y no existen monedas egipcias sino a partir de la dominación impuesta por Alejandro Magno. Los arqueólogos han encontrado en Egipto pedazos de oro y plata evidentemente cortados, por lo que es posible suponer que algunas transacciones se hacían con metales preciosos, pero el grueso de la población no utilizaba sino el canje como medio para hacer transacciones.
Así que no basta con tener las minas, la tecnología, un poder político y religioso centralizado, sino que debe existir una mentalidad comercial en la cual la moneda es el substituto del canje y el medio de pago por servicios prestados. Sólo en una sociedad de clases sociales puede existir la moneda, en sociedades hidráulicas, de regadío y de castas o estamentos el uso de la moneda no se “democratiza” sino que permanece restringido a la aristocracia, sea esta militar, feudal o clerical, en el mejor de los casos las monedas en circulación son, usualmente, de muy baja denominación para transacciones cotidianas de bajo monto.
Todos los aficionados a la numismática estamos pendiente del número de monedas de cada emisión, pues su abundancia o escasez determina en buena medida al valor de la moneda. El número de monedas nos habla del número de habitantes del país en cuestión. Y además, nos pueden contar si el número de habitantes crece, disminuye o se mantiene sin cambios con el tiempo. Por ejemplo. si el número de monedas en una acuñación es de 800.000 unidades, la población debe estar en el orden de los 3 o 4 millones de habitantes de acuerdo a la metodología de investigación demográfica.
Si las emisiones son continuas, se puede calcular la tasa de crecimiento anual de la población.
Por otra parte, si en la historia de una moneda se detecta la degradación de los materiales podemos establecer que esa sociedad sufre un proceso inflacionario en el cual la circulación monetaria juega ya un rol importante.
Si encontramos muchas monedas chinas en Japón o en el Sudeste asiático es válido afirmar que en algún momento China tuvo una poderosa influencia bien económica, religiosa o cultural, y si las inscripciones en las monedas llevan fechas y nombres de reyes se podrá precisar el momento histórico de esa expansión de China.
Aún si las monedas fueran los únicos documentos históricos que sobreviven a una cultura, las inscripciones en ellas permitirían establecer no sólo la sucesión de sus gobiernos y autoridades sino su cronología y otros datos valiosos.
Si la cronología reseñada por las monedas es común a varias y disímiles naciones, como en el caso de las cronologías cristiana, musulmana y hebrea, se puede determinar que una religión es preponderante en un área geográfica particular y, así mismo, inferir que la importancia de los acontecimientos religiosos fue tanta que ameritó la división de la historia en un antes y un después.
En la decoración de las monedas se puede deducir si la religión permite o no la representación de seres vivos como en el caso de las monedas elaboradas en los países cristianos, vivamente decoradas, y las musulmanas y hebreas en las que la decoración se limita a temas geométricos o a inscripciones de texto.
Aparte de estos datos secos y formales, las monedas son en sí mismas, obras de arte de imperecedera durabilidad. A diferencia de pinturas, frescos y esculturas la numismática está mucho menos expuesta a los daños del tiempo y, en consecuencia, constituyen un documento abundante que da cuenta de la habilidad artística de un pueblo.
En efecto, las monedas, aunque miniaturas, exigen del artesano que las crea: habilidad en el diseño, arte en su confección, desde el molde original hasta en el troquel que las estampa. Debe manejar muy bien el espacio para incluir en él tanto al monarca, los símbolos nacionales, el valor facial de la moneda, la fecha de fabricación, la ceca y en contados casos, la identidad del artista.
En verdad, que cada moneda que con la que nos relacionamos es un pedazo de historia que tiene mucho que enseñarnos sobre el pasado si las estudiamos bien y estamos pendientes del entorno que las creó .
*Publicado originalmente por Sociedad Colombiana de Numismáticos