Testigos relatan a EL PAÍS la campaña de terror de Gadafi contra la población civil.- El aeropuerto de Bengasi, destruido tras los choques entre manifestantes y el Ejército libio
El régimen de Muamar el Gadafi continúa, por segundo día consecutivo, con su campaña de terror contra la población civil. Después de que ayer los militares atacaran varios objetivos en la capital libia con cazabombarderos y helicópteros, el régimen ha recurrido hoy a mercenarios fuertemente armados que patrullan las calles de Trípoli para dar caza a los opositores. Un ciudadano español que reside en Trípoli ha asegurado a este periódico que "los helicópteros están sobrevolando la ciudad disparando contra la gente. Mercenarios en coches patrullan la ciudad y disparan también". Este testigo, que ha preferido guardar el anonimato por razones de seguridad, ha asegurado que "salir a la calle es complicado" y que la situación en los aeropuertos es caótica. "Más de 3.000 turcos esperan a las puertas del aeropuerto para coger un vuelo y dejar el país", ha contado. Abandonar Libia se ha convertido en una misión imposible. "En las fronteras está comenzado el pillaje y si intentas salir por los pasos fronterizos de Túnez o Egipto te quitan el dinero, el móvil y tus pertenencias". El acceso a Internet en Trípoli también se ha convertido en una odisea. "No sé lo que me durará la conexión ya que nos la cortan cada dos por tres", se ha quejado este español.
Amira, una joven libia aguanta como puede el castigo del Ejército, ha confesado, en conversación telefónica, "sentir miedo". "Pero soy libia. Nací en este país y moriré en él", ha proclamado a continuación. "No nos atrevemos a salir de casa. A través de las ventanas vemos disparar a los soldados continuamente y se oyen gritos", ha contado. Amira, dentista de profesión, tiene una hermana que reside en Madrid de la que se siente orgullosa porque "está aportando su granito de arena". "Protesta delante de la Embajada en España con otros residentes libios", declara.
En Libia los vecinos se han organizado para "hacer frente común". Han reunido provisiones como agua o gasolina "por si la situación se alarga", ha contado, algo que tras varios días han agradecido ya que muchas tiendas están cerradas y nadie se atreve a salir a la calle. De hecho, mientras Gadafi ha dado su discurso a través de la televisión, "todo el mundo estaba en sus casas, conectado, para saber qué decía", ha contado. Nada más empezar a hablar el dictador, los helicópteros han comenzado de nuevo a sobrevolar las azoteas de la ciudad. Tras el discurso, los soldados han disparado al aire para celebrar las palabras de Gadafi. "Este tirano quiere provocar una guerra civil. Ha llamado 'ratas' a los manifestantes y los acusa de odiar a su país. Si sigue así va a provocar que esto se convierta en Afganistán", se ha quejado.
El miedo se ha instalado en la calle. A pesar de que algunos soldados se han negado a disparar a los manifestantes los libios saben que el régimen ya cuenta con hombres sin escrúpulos capaces de hacer cualquier barbaridad. "Unos amigos míos vieron en los cuarteles de Trípoli una furgoneta en la que se montaron hombres vestidos de negro que hablaban francés. Creemos que son mercenarios", ha contado, asustada. Aún siendo consciente de lo todo lo que es capaz de hacer la familia Gadafi -"Muamar el Gadafi es un tirano, como su padre"- Amira ha asegurado que el pueblo libio está unido. "Somos libres y solo queremos ver caer al régimen", ha insistido.
Un ingeniero libio con el que ha contactado EL PAÍS a través de telefonía por Internet ha contado que la ciudad a primera hora de la mañana estaba tranquila y que se podía ver a libios buscando pan y gasolina. Este residente en Trípoli ha explicado que muchas de las barricadas han sido levantadas para impedir el paso de los vehículos del Ejército con armamento pesado. Una de las plazas del centro ha sido escenario de una manifestación de partidarios de Gadafi que ondeaban banderas verdes y adornaban sus coches con fotografías del líder libio. Algunos iban armados y han efectuado disparos al aire con la intención de amedrentar a la población para que vuelva a sus casas.
Salem Gnan, un portavoz del Frente Nacional para la Salvación de Libia, ha explicado al diario británico The Guardian que ha contactado con su cuñado en Trípoli esta mañana y le ha hablado de "cadáveres tirados en las calles". "Hay informaciones de que el principal hospital de la ciudad ha sido bombardeado y todo aquel que está en la calle, especialmente si forman grupos de tres o cuatro personas, es disparado por los soldados", explica Gnan. "El régimen hace todo lo que puede para mantenerse en el poder y la gente se está empezando a desesperar. Necesitan comida y agua". Amira ha añadido que en el centro sanitario "impera la ley del silencio". Algunos médicos le han corroborado las palabras de Gnan, y ha contado cómo partidarios del régimen han implantado un férreo control para impedir que se saquen fotografías y vídeos dentro del hospital.
Accesos cortados y edificios en llamas
Otro ciudadano libio ha recorrido en coche algunos barrios de la capital libia y ha relatado lo que ha visto en un foro de expatriados en Internet. Según este testimonio, el acceso a la plaza Verde, en el centro de la ciudad, está bloqueado por el Ejército. Algunos edificios siguen en llamas y se han levantado barricadas con neumáticos en varias calles. Todavía se ven por algunos rincones retratos a medio quemar de Gadafi y pintadas contra el líder libio. Las gasolineras registran largas colas de ciudadanos en busca de combustible. La mayoría de comercios están cerrados y los pocos que están abiertos están desabastecidos de productos de primera necesidad.
El seleccionador nacional de fútbol-sala de Libia, el gallego Pablo Prieto, ha podido hablar con su familia gracias a Skype y ha reconocido que tanto él como el preparador físico, el extremeño Luis Castellano, están "angustiados". Prieto ha narrado a su mujer una situación muy complicada: "Aquí todo lo que se ven son señales de guerra. En el camino nos hemos encontrado más de 20 coches quemados, escasea la gasolina y hay colas de kilómetros ante las estaciones de servicio". "Nos vamos para el aeropuerto", ha sido lo último que ha transmitido el seleccionador a su esposa.
También ha intentado coger un avión para huir del país Juan Prunes, uno de los españoles que continúa en Libia. Trabaja para una petrolera canadiense que les ha preparado tres vuelos chárter para que abandonen el país, pero finalmente tendrán que esperar unos días, ya que ahora la compañía no se hace responsable de que sea seguro volar. Prunes vivió el estallido de violencia en Trípoli desde el principio. Su hotel estaba cerca de la Plaza Verde y cuenta que no pudo dormir hasta las cuatro de la mañana. "Esa madrugada cambiamos el ruido de las bocinas por los tiros, que se escuchaban desde las 23.00", ha recordado.
"Hoy, de camino a la oficina, pude ver el Congreso ardiendo", ha relatado Prunes. Al mediodía, su compañía lo trasladó a un campamento a 70 kilómetros de Trípoli junto con 500 empleados más. "Aquí tenemos comida y conexión satélite", se ha alegrado. Mientras espera poder salir de Libia, recuerda como una premonición una conversación con el taxista que lo recogió en el aeropuerto de Bengasi: "Estaba rabioso con Gadafi, dijo que Libia podría ser el nuevo Abu Dabi y que, en cambio, el suyo era un país pobre en educación e infraestructuras". La esposa de Prunes, Alejandra Mont, espera en España a su marido con cierto resquemor. "La Embajada no ha hecho nada por ellos", se ha quejado.
Elisenda López, una catalana que reside en Lugo y que está casada con un británico, explica que su marido está atrapado en Bengasi y también se ha quejado de que la Embajada no se ha movido para sacarle de Libia. "Ni siquiera saben quiénes están allí", ha dicho. "Anoche fue la última vez que hablé con él. Estaba atrincherado con unos italianos en el hotel Al-Hurra", cuenta la pareja de David Livingstone. La embajada británica ya advirtió el sábado de "la extrema peligrosidad de viajar por carretera". Ya que el aeropuerto está destruido, la única opción para ser evacuado es coger un ferry a Malta o arriesgarse a emprender una ruta por carretera hasta la frontera con Egipto.
El aeropuerto de Bengasi, destruido
La situación también es extremadamente complicada en el este de Libia. El aeropuerto de Bengasi, bastión de la resistencia al régimen de Gadafi, ha amanecido este martes con sus pistas de aterrizaje completamente destruidas e inutilizadas, según ha relatado el ministro egipcio de Exteriores Ahmed Aboul Gheit. Esta noticia, que no ha podido ser confirmada por ninguna otra fuente, es una prueba más de que el régimen de Gadafi ha perdido el control de esa zona del país, y ciudades como Bengasi, Musratha, Tobruk y Sirte han sido liberadas por los manifestantes después de varios días de duros enfrentamientos que han terminado con la estampida de los militares. No obstante, la situación en esa ciudad y en la capital Trípoli sigue siendo muy confusa, debido al cerrojazo informativo que ha impuesto el régimen.
Ben Wedeman, uno de los pocos periodistas occidentales que ha logrado entrar en Libia, confirma las informaciones sobre la situación en Bengasi. Allí, según este reportero estadounidense de CNN, la oposición ha empezado a organizarse en "comités populares" para paliar la ausencia de autoridad y restablecer el orden después de expulsar al Ejército de la zona. Grupos de civiles sin uniforme y armados con pistolas y fusiles se han desplegado en las calles de las poblaciones del este de Libia mientras los líderes de la oposición se han hecho con el control de la mayoría de la región.
"La gente cae como moscas"
Las comunicaciones con el país son muy difíciles, como confirman miembros de la comunidad libia en Madrid, que contactan a duras penas con sus familiares y amigos. Muchos ciudadanos cuentan que tienen tarjetas SIM tunecinas o egipcias y se acercan a las fronteras con estos países para poder llamar al exterior. Khaled Shari, cofundador de la Casa Libia en España, con sede en Bilbao, consiguió hablar a las dos de la madrugada con su hermano, que vive en Zliten, a 150 kilómetros de Trípoli. "La situación es muy alarmante. Hay cadáveres por la calle, y todo lo que se dice es poco", explica. En Trípoli la gente tiene pánico, asegura, porque hay grupos de mercenarios africanos -traídos en vuelos fletados desde distintos países africanos, y contratados por 2.000 dólares al día- que "disparan indiscriminadamente a todo lo que se mueva". Otro libio residente en España, Sufian Fahm, afirma que las noticias que les llegan de Trípoli describen una "masacre total". "Están matando a todo lo que se mueva, y la gente está cayendo como moscas".
Mientras, en España la Casa Libia ha organizado una concentración en apoyo a los pueblos de Libia y de Bahréin en la plaza Sant Jaume de Barcelona el jueves a las ocho de la tarde. La convocatoria está corriendo como la pólvora en Facebook. La presión internacional no parecen dar sus frutos por el momento. Los libios siguen con miedo y Gadafi anuncia que los que se atrevan a manifestarse contra el país serán condenados a muerte. Todo parece poco para callar a la población. Pero algunos han conseguido esquivar los controles y contar al mundo la tragedia en la que vive Libia.
Noticia elaborada con información de Cecilia Jan, Aurora Muñoz, Fernando Navarro, Gloria Rodríguez-Pina, Miguel Ángel Medina, Iván de Moneo, Belén Hernández y Berta Ferrero
*Tomado de http://www.prensaescrita.com/adiario.php?codigo=S&pagina=http://www.elpais.com