Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

viernes, 25 de marzo de 2011

Crónicas del Olvido

LOS NIÑOS CANTORES DE VILLA DE CURA:
UN MILAGRO TODOS LOS DÍAS
Alberto Hernández
(Tributo a Germán Cordero y Guillermo Hernández Pasquier)
1.-
A diario, Carrizalito se extiende con un concierto. Agudos, tiples, sonoridades hacia los oídos de quienes viven cerca y de los que de alguna manera saben que un sacerdote, el padre Salvador Rodrigo, ha sido capaz de guiar un milagro: Los Niños Cantores de Villa de Cura amanecen para que el día sea cada día más armónico, más plural, porque todas las voces de los niños y jóvenes caben en esa suerte de remanso donde los ángeles habitan en medio de las claves del canto y el estudio.
Los Niños Cantores de Villa de Cura con orquesta.
La historia comenzó hace 40 años, un día de diciembre de 1970, cuando el padre Rodrigo, en una de esas iluminaciones aguinalderas decidió crear un coro de la parroquia con las voces que siempre están más cerca de Dios: las de los niños. Villa de Cura, como siempre, recibió la noticia con agrado. De allí en adelante, Los Niños Cantores de Villa de Cura han hecho de los días el verdadero milagro: cantan con tal belleza y calidad que el mundo ya los tiene como una referencia musical y cultural.
La historia, la que atañe a los afectos y a los hechos, se centra en la dificultad de que los muchachos no podían ensayar con comodidad, toda vez que estudiaban en escuelas distintas. Los ensayos discurrían en la Casa Parroquial, donde el padre Salvador, Germán Cordero y un joven talentoso que se formó en sus filas, Guillermo Hernández, destacaban sus esfuerzos, hasta que apareció el otro milagro: la creación de la Escuela de Música “Ángel Briceño” en 1981. Idea que Salvador Rodrigo reveló con la imaginación que lo caracteriza. Entonces, un año antes, el Concejo Municipal donó los terrenos para que se erigiera la bella escuela que es hoy y donde se han formado músicos y ciudadanos ejemplares. En 1986 Carrizalito fue una fiesta, la gran fiesta de la escuela que muchos habían soñado.
2.-
En el abra de Carrizalito, donde confluyen las curvas de la tierra y el paisaje se hace un valle, fue establecida la escuela, una institución de enseñanza integral donde el canto, la teoría y el solfeo se conjugan con otros conocimientos. La Escuela de Música “Ángel Briceño” cuenta con otros espacios que le permiten a los estudiantes acceder felizmente. Cuenta con un comedor, canchas, biblioteca, estudio de grabación, salas para ensayos, una capilla, aulas y oficinas para el personal administrativo. Igualmente, tiene una imprenta que les permite publicar todo lo concerniente con el oficio de hacer música y educar para la vida.
El padre Salvador, su director.
En Carrizalito, eso lo sabe todo el mundo, habitan los niños que luego recorren el mundo con sus voces y alegría. El canto se ha hecho la tradición más elevada de quienes a diario hacen el milagro de reencontrarse con el ser humano, con el prójimo.
De Carrizalito han alzado vuelo a Colombia, España, México, Italia, Brasil, República Dominicana, Guyana, Cuba, Rumania, Bulgaria, entre otros lugares donde Villa de Cura ha dejado marcada su huella.
Una vez cubierto este trecho, muchos de los que pasaron por la escuela forman parte del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles, así como de las orquestas sinfónicas y filarmónicas de Venezuela.
3.-
El premio más importante que se han ganado Los Niños Cantos de Villa de Cura ha sido el reconocimiento de todo el país, pero sobre todo el de La Villa, el de las barriadas y comunidades de esa parte de Aragua que los ha convertido en patrimonio amoroso.
De los otros premios se pueden mencionar el del Festival de Des Moines de Iowa, Estados Unidos, en 2001. Así como la medalla de bronce alcanzada en el Certamen de Tolosa, en el País Vasco, España, en 1998. Otro reconocimiento es el Primer Premio de Música Académica del X Festival Internacional Coral “Inocente Carreño”, celebrado en Margarita en 2006. Aragua lo declaró en 1994 Patrimonio Cultural. También recibió la Orden Andrés Bello y el Premio Coral “Vinicio Adames” en 1995.
Las voces de estos niños han quedado grabadas desde 1972, dos años después de haber nacido como agrupación coral. Entre sus trabajos están “Así cantan los Niños Cantores”, “Antología de Aguinaldos venezolanos”, “Desde Venezuela”, “Cantemos al amor de los amores”, “Cantos religiosos de siempre” y un hermoso registro de elevaciones vocales a la Virgen María.
Estos 40 años de historia forman parte también de la historia afectiva de un gentilicio que cada día crece. Desde La Villa, desde un pueblo que ha parido poetas, compositores, pintores, músicos, profesionales de gran valía, nos viene a todos los venezolanos el mejor de los inventos: Los Niños Cantos de Villa de Cura, empeño de un hombre que todo el mundo conoce como el padre Salvador, quien en cualquier esquina recibe el abrazo y cariño de su gente. Su labor, consagrada con humildad creadora, lo convierte también en un patrimonio de nuestro país.

"No.... Esos autores no se publican en Cuba...."*

¿Guillermo Cabrera Infante? El librero de la Plaza de Armas, en el centro de La Habana, mueve la cabeza nervioso, con los ojos chispeantes: "No. Entienda: Esos autores no se publican en Cuba...". ¿Pedro Juan Gutiérrez? "Ese tampoco. Está fuera", y el sexagenario y sagaz vendedor entreabre una sonrisa. Confrontado con la permanencia de Gutiérrez en la capital cubana, completa el argumento. "Él es un disidente, piensa diferente del gobierno, usted no lo encuentra en las librerías. Ni aquí, vea".
Lo que hay en la cuadrangular feria de libros es un mar tranquilo de Che Guevara, Fidel Castro, revolución y Ernest Hemingway, además de los toques de santería y mitología. Dos de los más electrizantes autores cubanos contemporáneos están fuera de los anaqueles. Con un detector de malicia, el librero sigue: "Aunque Cabrera, después de muerto... Todavía se encuentra, pero es difícil. Tengo otro aquí, preste atención: Leonardo Padura Fuentes". Ofrece el libro Adiós Hemingway & La cola de la Serpiente. "Mire, son narrativas policiacas, pero solamente en la superficie. ¿Notó? Van más allá, van más allá...", insinúa.
Los pensamientos menos reglados todavía piden a Cabrera Infante, rememoran sus dentelladas históricas en la yugular de los revolucionarios de 1959. Se siente la evocación del poeta Federico García Lorca, en la puerta del Hotel Inglaterra, paralizado con la lluvia caribeña y las "cataratas del cielo".
Cabrera: el calor de sus libelos, los juegos verbales, el manejo irónico de los sustantivos. El exiliado y sus obsesiones. El autor de Tres tigres tristes, Mea Cuba y La Habana para un Infante Difunto, sepultado en el exilio en Londres, en 2005, sigue contorciéndose en la narrativa que venga una ciudad perdida, arruinada y vaciada en sus 40 años de ausencia. Difunta desde que partió de Cuba, definitivamente, en 1965. Vino a enterrar a la madre y a renunciar a las funciones diplomáticas en Europa. Terminó preso. La última prisión.
Revolucionario de primera hora, rompió con Fidel Castro después de los primeros gestos de censura a la creación artística. Un cerco a la libertad de pensamiento que su rival Gabriel García Márquez calificó, en un reportaje de 1975, como una "valorización desmedida" de la importancia del artista en el mundo. Una condescendencia fantástica con el régimen cubano, merecedora de zapatazos de Cabrera, que detectó en el Nobel colombiano, el "candor que se confunde con cinismo".
Claudio Leal
La Habana, Cuba