En su libro La Magia de la crónica (Fondo Editorial de la UCV, 164 pp) Earle Herrera define la misma como un género que tiene relación con la historia, la literatura y el periodismo, siendo la forma más limpiamente literaria de este último.
La crónica apareció con la misma escritura en los albores de la civilización en Mesopotamia con las tablillas en cuneiforme. Los sumerios pensaban que todo lo registrado en sus bibliotecas tenía un gran poder más allá de lo material. En nuestro continente su origen se remonta hasta la propia llegada de los españoles: Colón fue el primer cronista con sus cartas y sus interesantes diarios donde registró con todos los detalles sus peripecias. Le siguieron conquistadores, aventureros, soldados y religiosos. Todos sintieron la suprema necesidad espiritual de escribir, relatar, comentar e historiar la nueva realidad que vivian. En Venezuela Juan de Castellano hizo crónicas en versos rimados y de esa manera recogió la historia de la conquista. Bartolomé de las Casas, Jose Oviedo y Baños, Francisco López de Gomara, Alejandro de Humboltd y el obsipo Mariano Martí escribieron sus crónicas y sentaron las bases de la historiografía nacional. El estilo de algunos de estos autores estaba en la frontera de la realidad y el mito. Esto hizo decir a Alejo Carpentier que la historia de América era una crónica de lo real maravilloso.
La crónica es el cuento de lo que ve y oye el que escribe, y contiene todos los géneros literarios; pero siempre partiendo de un hecho real aunque puede tener elementos que sobrepasan la realidad. Según Herrera, la crónica debe ser un relato fidedigno de los hechos, aunque carezca de un orden cronológico, narrados amenamente, con humor y mucha poesía y un estilo peculiar y subjetivo que identifique al autor.
Herrera afirma que el hacedor de crónicas nos va develando los secretos y encantos de lo cotidiano. Cada efímero instante de la vida del hombre logrará captarlo con su especial sensibilidad o percepción y expresarlo con gracia o con humor, con fuerza o poesía, en el breve pero iluminador espacio de la crónica, que reproduce en la escritura los momentos de la vida, con sus cosas grandes y sencillas.
Con respecto a la extensión, López Gomara prefirió hacer crónicas breves “que a todos place; solamente descontenta a los curiosos que son pocos, y a los ociosos que son pesados”. Cervantes por boca de El Quijote dijo que lo bueno si es mucho, aburre; mientras que lo malo si es poco, puede gustar.
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