Giuseppe
Campolo
Traducción libre: Fernando Gerbasi
Se preguntarán por qué el título. Si no lo hubiesen sacado de una
de las primeras poesías del poemario, en el que el misterio del ciclista
amalgama el “tiempo del Coliseo” con el “humo de los motores” –dedicado a Luis
Tejada “que vivió en Italia” – si por lo tanto “Stravaganza” no tuviese su
origen tan fácil de encontrar y concreto, si no fuese porque “el ruido alcanza
el grito de un hombre desgarrado” (el grito de hoy y el grito en la fosa de los
leones), parecería un distintivo impuesto con distancia critica, en el momento
de entregar el manuscrito para su publicación. Pensamos que quizás con una
dubitativa timidez, una mirada auto-irónica, de una aventura peligrosa del
pensamiento acabado.
Pero que el Autor hubiese podido haber sentido una dosis de
extrañeza en este trabajo suyo, que la haya quizás buscado, es una casualidad
de nuestra imaginación. No se trata en realidad de extravagantes componentes,
porque ellos hacen parte de un único comportamiento del espíritu y tienen una
cierta unidad estilística. Usando una métrica vanguardista, de aquella
vanguardia perdida pero que permanece cercana, como una nostalgia, y que
todavía ejerce una atracción que a pocos deja inmunes. El no es para nada un
destructor, pues nada está descompuesta en la lirica; es el equilibrio el que
reina, junto a aquel suspiro
participativo que es la marca extrema de la poesía. Nada es mas seguro que su
fidelidad al ideal estético, en su fingir de infidelidad al ritmo, que va por recorridos planos y luego invierte
en sincopes improvisados, o en el querer aparecer como rebelde a los cánones de
los versos, que escoge y libera y anarquiza, sin que se vislumbre al final una
desacralización del inquieto canto.
Hernández es pelegrino melancólico de la preocupada historia de
Italia, “sentado en los escombros de mi memoria”, románticamente replegado
sobre el trágico caleidoscopio de aquello que fue. El agudo sentimiento del
poeta no encuentra redención en lo humano, ni una formula de la esperanza, porque
nada deriva de la sangre y la cultura es anhelo: la Historia es su historia. Y la desenvoltura temporal que es síntesis de
la mente y libertad del espíritu, tiene el atractivo adicional de la mirada de
un clarividente que tiene palabras para lo inatrapable.
(Antecede el poema Vibonati). El conjunto de casas en el valle de
montes selváticos que es Canoabo, un paso al norte de Valencia y uno al
oeste de Puerto Cabello, es el ombligo
del mundo del cual el poeta hace
relación de amor con Vibonati, portal de Italia y nudo universal del naufragio.
Ese Juan Bautista que inmigra a Canoabo, pero nacido en Vibonati, no es otro
que el padre de Vicente Gerbasi (“Padre de mi soledad/ Y de mi poesía”), gran
poeta de quien no por casualidad el nuestro retoma emblemáticos versos; y, casi
como una especie de identificación. Alberto Hernández, al igual que Vicente,
vive Italia como suya, ama y obtiene
inspiración de nuestros poetas del siglo XX. Una poesía compleja y rica
de referencias. Las dedicatorias son particularmente significativas.
Dante, Petrarca, Ungaretti, Quasimodo, Saba,
Montale, Pasolini, Bocaccio, Cicerón son los poetas y hombres de letras de los
cuales contempla aquello que en lo alto permanece. Escruta el respiro de las
ciudades: Arles por donde "empieza Roma», Novara ( "Quien me sigue sabe
de mi osadía." "), Bari, Módena ( "yo la vi en mi total ausencia"),
Bolonia ( "mi adolescencia duele."), Milán ( "Supe de Santa
Maria de Gracia / mientras el mundo destrozaba / la calle que perdimos entre
las manos"), Venecia donde no fue nunca, y "qué cosa probará /
Messina en el costado?" . También en la música revive a Italia,
espejo del cosmos: Vivaldi ( "el cielo / se recoge en su única estación"),
Verdi, ( "un salto para evadir el reloj parado"). Evoca artistas y
personajes que han caracterizado su tiempo y el nuestro, junto con los héroes
de la libertad y la compasión. Una reevaluación amorosa y conmovedora de la
fascinante Italia: un examen de conciencia del fin del tiempo, con un legado de
suave angustia en un libro cerrado.
Stravaganza, del venezolano Alberto Hernández, publicado en
Italia
En diciembre de 2012 fue publicado en Italia el
poemario Stravaganza, del
poeta y narrador venezolano Alberto Hernández,
por el sello Eva Edizioni, como parte de su colección “Estrella Verde”, que es
dirigida por Gerardo Vacana.
Traducido por Teresa Albasini Legaz, el libro de
120 páginas, una “crónica de viajes” según la editorial, ofrece una profunda
observación poética de la península itálica a través de su historia y de sus
expresiones artísticas —desde la arquitectura hasta la música—, y captura la
esencia de Roma, Novara, Bolonia, Bari, Módena, Florencia y otros derroteros
del país.
También se ocupa Hernández de estadistas,
conquistadores y personalidades de la cultura italiana como Cicerón, César,
Francisco de Asís, Giotto, Dante, Petrarca, Boccaccio, Vasari, Savonarola,
Verdi, Ungaretti, Montale y Pasolini, entre otros, que han dejado huellas
imborrables en la historia.
Nacido en Calabozo, Guárico, en 1952, Hernández es
periodista y pedagogo. Tiene un postgrado en literatura latinoamericana en la
Universidad Simón Bolívar (USB) y fue fundador de la revista Umbra. Reside en
Maracay, Aragua, donde dirige el suplemento cultural Contenido, que circula en el diario El Periodiquito.
Ha publicado, entre otros títulos, los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996), el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999), los ensayos aforísticos Poética del destino (2011), el libro de
cuentos Relatos fascistas (2021).
La “Stravaganza” di Alberto
Hernández
Ci
si domanderà ragione del titolo. Se non fosse tratto da una delle prime poesie
della raccolta, dove il mistero dei cicli impasta il «tempo del Colosseo» con
il «fumo dei motori» – dedicata a Luis Tejada «che visse in Italia» – se dunque
“Stravaganza” non avesse un’origine cosí rintracciabile e concreta, se non
fosse che «Il rumore raggiunge il grido di un uomo straziato» (il rumore di
oggi è il grido nella fossa dei leoni), parrebbe una targa imposta con distacco
critico, nel momento di licenziare il manoscritto per la pubblicazione. Ci
figuriamo quasi una dubbiosa timidezza, uno sguardo auto-ironico, a rischiosa
avventura del pensiero conclusa.
Ma che l’Autore abbia potuto sentire una dose di bizzarria in questo
suo lavoro, che l’abbia forse ricercata, è un azzardo
della nostra immaginazione. Non si tratta infatti di estravaganti
componimenti, perché essi fanno parte di un unico atteggiamento dello spirito
ed hanno una certa unità stilistica. Usando una metrica d’avanguardia, di
quell’avanguardia perduta ma rimasta cara, come una nostalgia, e che tuttora
esercita un’attrazione e pochi lascia immuni, Egli non è mica un decostruttore,
e nulla c’è di scomposto nelle liriche; e l’equilibrio vi regna, insieme a
quell’afflato partecipativo che è il marchio estremo della poesia. Nulla è piú
sicuro della sua fedeltà all’ideale estetico, nel suo fingersi infedele del
ritmo, che manda per percorsi pianeggianti e poi storna in sincopi improvvise,
o nel voler figurare ribelle ai canoni del verso, che scioglie e libera e
anarchizza, senza che si ravvisi infine alcuna dissacrazione nell’inquieto
canto.
Hernández è pellegrino malinconico nella travagliata storia d’Italia
«seduta sulle macerie della mia memoria», romanticamente ripiegato sul tragico
caleidoscopio di ciò che è stato. L’acuto sentimento del poeta non trova
riscatto dell’umano, né una formula della speranza, giacché nulla argina il
sangue, e la cultura è struggimento: la Storia è la sua storia. E la
disinvoltura temporale, che è sintesi della mente e liberà dello spirito, ha il
fascino aggiuntivo dello sguardo di un veggente che ha parole per
l’inafferrabile.
«Cade l’universo su Canoabo. / Il poeta modella l’argilla di un
itinerario: / guada verso il ponente degli Appennini
/ dove Vibonati plasma il foglio della poesia. / Il pane e il vino
risolvono la memoria di Giovanni Battistia, / l’immigrante. /L’Italia entra ed
esce dal tropico febbrile.» Il grumo di case a valle di monti selvosi che è
Canoabo, un passo a nord di Valencia e uno a
ovest di Puerto Cabello, è l’ombelico del mondo da cui il poeta fa perno
d’amore in Vibonati, portale d’Italia e nodo universale del naufragio. Quel
Giovanni Battista, immigrante a Canoabo, che è nato però a Vibonati, è padre di
Vicente Gerbasi («Padre della mia solitudine. / E della mia poesia.»), grande
poeta di cui non a caso il nostro riprende emblematici versi; e, quasi per una
sorta di identificazione, Alberto Hernández, al pari di Vincente, vive l’Italia
come sua, ama e attinge ispirazione dai poeti del nostro Novecento. Una poesia
complessa e ricca di riferimenti. Le dediche particolarmente significative.
Dante, Petrarca, Ungaretti, Quasimodo, Saba, Montale, Pasolini,
Boccaccio, Cicerone sono i poeti e uomini di lettere di cui contempla quel che
di alto rimane. Scruta il respiro delle città: Arles da dove «comincia Roma»,
Novara («Chi mi segue sa del mio coraggio.»), Bari, Modena («Io la vidi nella
mia totale assenza»), Bologna («La mia adolescenza duole.»), Milano («Seppi di
Santa Maria delle Grazie / mentre il mondo distruggeva / la strada che persi
tra le mani»), Venezia dove non fu mai, e «cosa proverà / Messina sul
costato?». Anche nella musica ravvisa l'Italia specchio del cosmo: Vivaldi («il
cielo / si raccoglie nella sua unica stagione»), Verdi, («un salto per evadere
l’orologio fermo»). Evoca artisti e personaggi che hanno caratterizzato il loro
tempo e il nostro, insieme agli eroi della libertà e della compassione. Una
riconsiderazione amorosa e struggente del fasciame Italia: un esame di
coscienza di fine tempo, con un retaggio di soave angoscia a libro chiuso.
Giuseppe Campolo
Alberto Hernández, Stravaganza, Edizioni Eva, collana “Stella verde”,
diretta da Gerardo Vacana, Venafro, 2012, Trad. di Teresa Albasini Legaz, con
testo spagnolo a fronte, pp. 120, € 12,00.
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