Adolfo
Rodríguez Rodríguez
Vuelvo a estos caminos de mi pueblo como quien recoge piedritas
para coleccionar. Ninguna mala racha interfiere mi ilación. Me asisten gustos,
sabores, añoranzas en las que no siento más que esplendor e instantáneas gratas
como reunión de familia. Sucesos que perduran con esa aura que refresca y no
deja dudas acerca de un tiempo del que jamás quisimos salir. Escenografía,
personajes, voces, conversas, tal como las anotamos hasta conformar un selecto botiquín
de pócimas que subvengan ante cualquier malestar o desarmonía. Hacen bien al
espíritu e interceden quizá ante descalabros que expulsan el contento y la
alegría. Las zozobras que asaltan mientras llevo en brazos, nuestra historia
herida, hacia esa sala de emergencia donde van todas las crisis.
Como si hubiera tiempo para salvaguardar este entorno de ríos, árboles, mujeres, explanadas en que surge el caserío. Esas querencia, morichales, neblina, honda selva, palos de aceite, tamarindos, cañafístolas, algarrobos, alcornoques, guamachos, jobos, piñones, tacamahacos, ricino, higuerones, pardillo, araguaneyes, majomos, cartanes, matapalos, yagrumos, guatacaros, guasduas... Una guarida que abrigó “por siglos la máxima felicidad” a Santa María de Ipire, según De Armas CH: "Le rodeaban selvas pobladas. Guásimos y caujaros tapizaban de blanco sus calles y los apamates extendían alfombras moradas... cocales en la hondonada de La Tejería, donde el pueblo en casimbas se surtía de agua salobre; moriches en Senegote, chaguaramos en La Corona, jobales en Mata Negra. Los bosques asombraban el curso de las aguas. La temperatura fijaba asilo al forastero"
"Bosques menudos seguían el curso de las quebradas"
Como si hubiera tiempo para salvaguardar este entorno de ríos, árboles, mujeres, explanadas en que surge el caserío. Esas querencia, morichales, neblina, honda selva, palos de aceite, tamarindos, cañafístolas, algarrobos, alcornoques, guamachos, jobos, piñones, tacamahacos, ricino, higuerones, pardillo, araguaneyes, majomos, cartanes, matapalos, yagrumos, guatacaros, guasduas... Una guarida que abrigó “por siglos la máxima felicidad” a Santa María de Ipire, según De Armas CH: "Le rodeaban selvas pobladas. Guásimos y caujaros tapizaban de blanco sus calles y los apamates extendían alfombras moradas... cocales en la hondonada de La Tejería, donde el pueblo en casimbas se surtía de agua salobre; moriches en Senegote, chaguaramos en La Corona, jobales en Mata Negra. Los bosques asombraban el curso de las aguas. La temperatura fijaba asilo al forastero"
"Bosques menudos seguían el curso de las quebradas"
"Tan honda y cernida era la selva de El Morichal, que
parecía haber inspirado a los pintores románticos franceses de la segunda mitad
del Siglo XIX". Escritor que en su libro "Candil" dice del
Chaparral de la Corona, cuyos "manantiales reían / bajo los ojos del
cielo".
Agregando que "Todo pueblo del Llano mira al este como
buscando el origen. No olvida que lo fundaron con el sol de frente, la iglesia
en el medio, mientras árboles inmensos tendían frescuras y la tierra tendida,
con jagüeyes, médanos y cardones, invita a seguir. Nadie cambia la inclinación
de tener el sol husmeando en las alcobas".
Que "con base en la tradición que les latía en la sangre,
referían que los abuelos llegaron del oriente. Bajaron por el río en largas
canoas con los ojos ardiendo y los gestos febriles. Las flechas dialogaban en
los mapires. Llegaron con violencia, raptaron diez, veinte mujeres....,
mientras las nubes abrían sus cascadas y regresaron entre "pajonales de
agua", como dijo el poeta, hacia la Mesa de Guanipa, que era la tierra del
origen".
Alude invasores caribes, probablemente palenques y guarinos, del
Grupo Lingüístico Tamanaco, que hallarán los españoles: el reino de Anapuya o
señorío de la cacica Orocomay, casi a treinta leguas del mar de los cumanagotos
hasta el cerro Tucusipano u Orinoco. Aunque también pregunta por voces
arahuacas, como batea, batey, jobo, guanábana, iguana, macagua, tabaco, sabana,
tuna, maíz, macana, cacique, chicha, restos de alguna gestión comercial o
extensiva. Aunque la voz Ipire deriva del caribe hipure, huipú, cerro, loma.
Palabra que en galibí es querer, tortuga pequeña en cabré, según Caulín. Aunque
Adolfo Salazar Quijada (1994) cree que los caribes denominan, con ella, al
galápago (Podocnemia cayannensis), quelonio que abundaba en ríos del país.
Cultivan la yuca, procesan casabe y quizá maíz. Gente del budare
y la arepa, amén de cazadores, pescadores y recolectores de frutos, el moriche,
entre otros, para alimento, cestería o techumbres.
Se solaza De Armas con que "Santa María era un pueblo
feliz.. Cualquier campesino, con alarde, mostraba la ancha faja plena de
morocotas. Se producía casabe, tabaco de mascar, papelón, miel, queso, cueros.
Una cuarta de carne de res -dos kilos- costaba un bolívar. Centenares de
caballos eran llevados de sus hatos rumbo al Apure. En los barrios de El
Pueblito, El Cerrito, Pueblo Nuevo, Los Merecures y Laguna Vieja, vivía una
humanidad pobre, no miserable.
"En 1937 produjo el municipio más de 100.000 kilogramos de
casabe, y una cantidad que no llegué a saber fijamente de maíz y arroz"
Abundancia de plátanos, yuca, papelón en grandes cantidades. En la región de El
Morichal toda clase de legumbres. En el fundo Los Cocos doña Concha Rojas
recogía en 1922, sarrapia, cocos y mangos en cantidades. Hubo un cocal en el
bajo de La Tejería: "Junto a la fuente perpetua, bajo la sombra de las
palmeras erguidas, en horas de bochorno, quien visitara aquello parecía
encontrarse en un oasis”. Pilar Díaz le refirió que no compraba café porque lo
cosechaba y la tierra parecía estéril. Abundaban las naranjas. Dos cosechas por
año. Las más dulces que Jose Antonio había conocido. Escribe que "Por los
terrosos caminos de verano, los vehículos llevaban su carga de oro”.
"Los más finos chinchorros del interior llanero, se hacen
en Santa María. Son de curagua y moriche, mercancía de primera a los lugares
donde sean llevados.
De El Acaprito múcuras bordadas. Arabescos ancestrales sobre la
tierra aterida por el fuego.
Del ganado más de un centenar de miles de cabezas, arrebatados a
la derrengadera.
Hacia las mesas de Requena y Chivata -ríos Chivata y Chivatica-
perenne agua de morichales. Pobladores ajenos a la máscara amarilla del
paludismo.
"En pocos hatos, el municipio produjo en 1936, y parte del
37, más de 90.000 kilogramos de queso.
El frijol llegaba en sacos desde las islas.
En la hondonada de La Tejería, el pueblo en casimbas, se surtía
de agua salobre; moriches en Senegote, chaguaramos en La Corona, jobales en
Mata Negra. Bosques que asombraban el curso de las aguas. La belleza de sus
mujeres, pasada por el tamiz del indio, desde las páginas de El Cojo Ilustrado,
dio la vuelta al mundo. ...
Potencial que ecología e identidad local ponen al descubierto y
que de cuando en vez rebrotan como en 1962 cuando Vila (1965) registra
"las principales siembras" del Guárico " efectuadas en el
Municipio Santa María de Ipire donde se cosecharon 826 Ton en 192 Ha. con un
rendimiento de 4.302 Kg. por hectárea".
Y como muestra de esa mágica cornucopia, la longevidad que, para De Armas Chitty era "don de la nube, del aire, del surco. En mi infancia vi ancianos, como atrapando el último sol, en la calle que iba a la Laguna Vieja. También los vi en Pueblo Nuevo, que era seco, y en Senegote, que era húmedo. Y eran ancianos de largos cabellos blancos, altos, ceremoniosos, con blusas ceñidas, brodequines lustrosos y finos dijes en los cuellos de las blusas...gente noble porque era de trabajo y porque venía del origen del pueblo. Jamás hubo allí tuberculosis. Doña Estéfana Carranza, que era pobre y doña Leonarda Toro, que no lo era, pasaron de cien años. Aquellas familias que llenaron mi infancia pertenecían a una dinastía de eternidad, desde Juana Pata de Palo, que vendía bizcochuelo y Rosita la Ronca, que era de voz delgada y freía en el bajo de El Pueblito las mejores empanadas del mundo. Y todo visto desde hoy, era asombroso, pues la vitalidad de aquella gente se mantenía, a pesar del peligro de la Laguna Vieja, un archivo de microbios, pues de ella se tomaba el agua y gentes y animales se bañaban en ella, con una inocencia de paraíso. Y las calles enviaban también a la laguna sus detritus. Algo milagroso debió existir en aquella agua, una vitalidad inmune a la muerte. En Santa María de Ipire no había acueducto, ni hospital, ni dispensario, ni cloacas, ni estatuas. Sí llovía sin descanso. Hacia Peñas Negras, por Maúlpa, el cielo instalaba todos los junios su fábrica de aguaceros".
Y como muestra de esa mágica cornucopia, la longevidad que, para De Armas Chitty era "don de la nube, del aire, del surco. En mi infancia vi ancianos, como atrapando el último sol, en la calle que iba a la Laguna Vieja. También los vi en Pueblo Nuevo, que era seco, y en Senegote, que era húmedo. Y eran ancianos de largos cabellos blancos, altos, ceremoniosos, con blusas ceñidas, brodequines lustrosos y finos dijes en los cuellos de las blusas...gente noble porque era de trabajo y porque venía del origen del pueblo. Jamás hubo allí tuberculosis. Doña Estéfana Carranza, que era pobre y doña Leonarda Toro, que no lo era, pasaron de cien años. Aquellas familias que llenaron mi infancia pertenecían a una dinastía de eternidad, desde Juana Pata de Palo, que vendía bizcochuelo y Rosita la Ronca, que era de voz delgada y freía en el bajo de El Pueblito las mejores empanadas del mundo. Y todo visto desde hoy, era asombroso, pues la vitalidad de aquella gente se mantenía, a pesar del peligro de la Laguna Vieja, un archivo de microbios, pues de ella se tomaba el agua y gentes y animales se bañaban en ella, con una inocencia de paraíso. Y las calles enviaban también a la laguna sus detritus. Algo milagroso debió existir en aquella agua, una vitalidad inmune a la muerte. En Santa María de Ipire no había acueducto, ni hospital, ni dispensario, ni cloacas, ni estatuas. Sí llovía sin descanso. Hacia Peñas Negras, por Maúlpa, el cielo instalaba todos los junios su fábrica de aguaceros".
Atractivo excepcional trascendiendo más allá de los linderos
regionales, el culto al Anima del Taguapire, en la carretera hacia Pariaguán,
que bien puede integrarse a un modelo de desarrollo sin chimeneas, a modo de
centro de atracción ecológico, cultural, económico y social a un tiempo.
Acondicionarlo según la tradición. Propuesta de monumentalidad artística para
ofrendas: murales, artesanías del lugar, espacios recreativos y feriales.
Promoviendo la zona como parque natural, con vegetación típica y de ser
posible, taguapires e información sobre cada especie. Y literatura alusiva al Ánima,
todo a beneficio de la comunidad. .
¿Es tarde ya para recuperar la Laguna Vieja, con su entorno para rendir tributo a sus cantores: De Armas Chitty, Prospero Infante, Reynaldo Armas y otros, con bustos sobre pedestales donde puedan leerse los hermosos textos dedicados a su legendaria trayectoria...
¿Es tarde ya para recuperar la Laguna Vieja, con su entorno para rendir tributo a sus cantores: De Armas Chitty, Prospero Infante, Reynaldo Armas y otros, con bustos sobre pedestales donde puedan leerse los hermosos textos dedicados a su legendaria trayectoria...
Los manantiales, que fueron escenario de encanto nocturno, entre
muchachas felices, ánforas de agua limpoluta, galanterías y alborozo infantil.
Al sur los yacimientos arqueológicos, vírgenes aun de la
investigación científica, aunque ya en la Galería de Arte Nacional, para
conocimiento del mundo, piezas rescatadas en Puerto Requena por. Y en el
antiguo asentamiento de Cachicamo el posible taller lítico aborigen, de interés
para nuestra historia regional. Y el pueblo que allí hubo y sus iglesias.
Los nombres prestigiosos que desembocan en la historia de esta
ciudad: Rosalía Rodríguez, madre del maestro de El Libertador, enterrada en
algún lugar de este municipio; Dionisio Machado, que fue prócer de la
Independencia y su hijo Juan Antonio en la Federación y candidato a la
Presidencia de la República; el maestro Prospero Infante, De Armas Chitty, Jose
Francisco Torrealba, el padre Perdomo que tuvo aquí una biblioteca
impresionante y tantos otros!!!
María Tobías Matute Rojas, de Aragua de Barcelona, fundadora de
un Colegio en los años ochenta del siglo XIX; Amalia Medina Machado de Pérez,
nativa del pueblo; la poetisa Luisa Rojas de González de Aragua de Barcelona,
quien dirige una Escuela Nacional de Niñas. El más recordado de los maestros
locales es el también anzoatiguense Antonio De Armas Matute, de quien.su hijo
José Antonio recuerda "más de 30 años...afanosos sobre el esfuerzo diario,
en la labor de encauzar caracteres, labor silenciosa, tenaz, de estudiar a cada
instante, de darse todo ejemplos, desde un banco de escuela, único rumbo
cierto".
Antonio José Sotillo, quien al frente de una Escuela "por
algunos años, nutrió de luz más de una generación", a Lisandro Alvarado
"frente al cotopriz de la mesa de Santa Rosa, lo veían los campesinos
recoger yerbas”; Leopoldo García Maldonado, Antonio Padilla Chacin y el
bachiller Arreaza Agostini.
La pasión renacentista del italiano Malaspina hermanado al samán
que fue gloria, solaz y referencia de un tiempo más idílico de la patria
asignada.
En el siglo XX Santa María resuena nacional o regionalmente
pocas veces. Al comenzar el siglo impactaba en Caracas el nombre de César
Prieto, cuyos dibujos sobre el Llano, empleados por V. M. Ovalles, para
ilustrar su obra "El Llanero" (1905) dan la vuelta al mundo. El
magisterio de Próspero Infante sentando cátedra imborrable por Altagracia. Y
desde los años treinta los desvelos de Torrealba por la salud del venezolano y
su patria. Y desde los cuarenta hasta su muerte la pasión santamarieña de José
Antonio de Armas Chitty: en temerario su empeño de propalar el nombre de su
pueblo adoptivo en las páginas centrales del diario más importante del país y
la Academia Nacional de la Historia, en cuyo paraninfo se confesaba hijo
irrenunciable de este mundo.
Y diciendo de "Adelaida la anciana que discute a diario con
los animales domésticos. Tiene esa especialidad de la gente del pueblo crecida
en ambiente de cuchicheos de decirles a todos un secreto, con el encargo de que
guarden reserva porque lo dice como en familia.
"Julio y Gregorio Casanare, los curanderos. !Y qué médicos!
Gregorio cura oyendo el silbido de una mata que llaman fortuna, y con los
muñones -pues una enfermedad le recortó los dedos- examina los vegetales y
luego dicta el tratamiento, por cierto ingenioso: Reza para hacer ver que está
asistido por algo sobrenatural. En su cuartucho se hace leer por alguno de su
confianza páginas de aquella obra de Pompa, "Medicamentos Indígenas",
biblia de los curanderos. Una vez me dijo: -yo soy distinto de esos médicos del
centro que no estudian y quieren curara con recetas cualquieras.
"Siempre, cuando en las mañanas del pueblecito remoto, el ciego Julián recorría las calles, tanteando con el bastón que le servía de lazarillo, repetía la estampa aquella de Valle Inclán, en la escena bucólica de Electus, el ciego de Gondar, tarareando coplas, mientras la mano se tendía a la espera confusa.
"Siempre, cuando en las mañanas del pueblecito remoto, el ciego Julián recorría las calles, tanteando con el bastón que le servía de lazarillo, repetía la estampa aquella de Valle Inclán, en la escena bucólica de Electus, el ciego de Gondar, tarareando coplas, mientras la mano se tendía a la espera confusa.
Desde los quince años el negro Juan Escobar acompaña a Mauricio
Zamora en sus campañas: "La palma con que cobijaron las casas aledañas del
pueblo” pasa por sus manos callosas de caoba.
Sobre la cabeza de la anciana Estéfana Carranza la múcura con
agua desde el manantial de La Tejería como “una corona proletaria... nunca se
cansó en la labor diaria de aporcar la majada, de aderezar las matas del huerto
que maltrató el rapaz hurtador de frutos. Y al tabacal verdecito y el cebollín
de la troje del patio, y los ojos azules… ante las legumbres por vender.
Juan de Dios Guzmán, El Flaco, “que alivió más de una angustia,
yendo a pueblos vecinos por invierno, en pos de la medicina urgente”.
Claro Magallanes, “el domador de los ríos crecidos. Paula
Meléndez, “mulata de intemperies, caminera incansable, descalza, con su traje
de cuadros que zurció la miseria.
"Concho P, el poeta, el cantador, el hombre de cuyos labios
la copla nacía fresca. Era Cantaclaro, el llano en marcha, crecido de amplitud
en la música triste de la copla.
El poeta Eduardo Arcay cuenta que Don Antonio De Armas Matute,
además de preceptor, expedía muchas fórmulas médicas muy acertadas, el
farmaceuta Manuel José Martínez Sosa, un "filántropo... que le tocó en
suerte salvar muchas vidas y se cuentan por millares las veces que recetaba y
al mismo tiempo regalaba la medicina"
"El bachiller Manuel Rodríguez, quien durante mucho tiempo
se concretó a servir a la humanidad doliente; en aquel tiempo (1936) la gente
de Santa María lo elogiaba por sus excelentes conocimientos médicos".
Vicente De Armas Chitty, hermano de José Antonio, "por sus bellos versos
que componía y los que nunca publicó", amén de que era "un declamador
excelente con un timbre de voz que emociona”.
Angel María Delgado, "carpintero de oficio… excelente
músico y un gran organista, quien era el Maestro de Capilla del templo de Santa
María, y por más de 30 años ocupó el coro de los cánticos sagrados, ayudando a
los prestes de la parroquia a decir la santa misa;
Felipa Alvarez de Machado, santamarieña, nacida en 1905; en la
Escuela Guaribe de 1945 se inicia Alicia Rodríguez de García (La Rubia), en
tanto que Esperanza Martínez (Pachita) dirige la Escuela Unitaria Privada de
Niñas y luego La Escuela Upata. Y Birmania Mosqueda, formada en la escuela
fundada por Luisa Antonia Malaspina Mugno, la madre del poeta José Rodríguez
Malaspina. La educación media en 1970 con el liceo "Baltazar Padrón"
y en 1977 la Estación Experimental Iguana de la Universidad Simón Rodríguez,
orientada a la investigación para el mejoramiento de la ganadería. En 1968 el
Padre José Madrazo, su candoroso apostolado.
Y a fines de los años sesenta doña Ramona Bastidas de Laya,
quien promueve la creación del Salón de Lectura (1977) y con Edgar Ballén
figuran en todos los empeños a favor de la tierrita: promueven con Adrián Pérez
Arias la Asociación Cultural de Santa María de Ipire (ACUSAMAI). Entre los cronistas,
Diógenes Toro, descendiente de aquella progenie de Toros y Balza, que se
aquerenciaron aquí, despues en Zaraza y finalmente en los mil caminos.
Incontables nombres que engalanan la historia reciente de Santa
María: el deportista César Balza, comerciante en San Juan de los Morros y
conocido como "el orgullo de Santa María de Ipire", el pintor Ramiro
Seijas, el fotógrafo y publicista José Ramón Ruiz, la carismática Carmen
Medina, bibliotecaria en el salón de lectura, Julieta de Felizola con su amable
pasión por la bondad pueblerina. Y entre los educadores, el profesor Andrés
Vázquez, ganador en 1991 del Premio Humboldt; Birmania Mosqueda, Omega Perdomo,
Mirian de Zerpa, etc. El médico zaraceño J. A. Ron Troconis en su discurso del
16 de Junio de 1996 en el centenario del nacimiento del sabio Torrealba
exclama: "pueblo sano de Santa María de Ipire que todavía te das el lujo
de fresquear en las tardes frente al amable portón... Gracias noble tierra...
por haber parido hijos tan ilustres como Torrealba, José Antonio De Armas
Chitty, Adolfo y Argenis Rodríguez, Próspero Infante. Tobías Castro, Antonio y
Chichí Malaspina, Manuel José Martínez, las maestras Ana Isabel Torrealba,
hermana y maestra del sabio, Felipa de Machado... todos arquetipos de la
honestidad y la rectitud y han tenido el coraje de no caer en
tentaciones..." Agregando luego el nombre de "ese Gran Médico Rural,
genuino, auténtico, químicamente puro, Médico del Pueblo que fue mi querido
amigo y colega Dr. Cecilio Requena, patriarca, amigo, servidor, humanista,
filántropo y gremialista: un horizonte de lumbres de donde emergió la bruma de
su vida vertical".
Las artes escénicas cuentan con la presencia de Luis Bastidas
que funda una filial de la Compañía Nacional Juvenil y Carlos Chastre la
Compañía Municipal con un primer lugar en el Festival Regional. Las Danzas
Taguapire, fundadas también al comenzar esa década. Los hermanos Carrillo
(Fernando y Manuel), famosos miembros de la farándula nacional, hijos de Nery,
ex- comandante guerrillero, quien narra en un libro esa experiencia. Para José
Cáceres una vocación que viene de María Carrillo de Delgado, quien con
Ernestina Cáceres escenificaron comedias en los patios de los años cuarenta y
cincuenta del siglo XX.
En San Juan de los Morros resaltan clínicas administradas por
distinguidos médicos santamarieños: Unidad de Emergencias Médicas "Santa
Rosalía" regentada por el traumatólogo llamado El Negro Cáceres, que
propició en noviembre de 1993 una exposición de Abilio Briceño titulada "Un
pueblo en mil destellos" (Santa María de Ipire). Y la clínica Cedeño
administrada por el cirujano José Cedeño Valera, descendiente, como el Alcalde
Guillermo Cedeño, de unos Medina fundadores del pueblo.
Sus cantautores contribuyen a la proyección del poblado:
Reynaldo Armas de voz nítida, versos gratos y resonancia internacional. El
cantor y hombre de letras Cristóbal Jiménez quien incluye en sus repertorios
temas de la tradición santamarieña. Cantantes y cantautores del lugar tienen
también audiencia nacional: Edgar Leal, Amarigua, José Manrique Rodríguez, Olga
María Alondra, Francisco "Pancho" Gil, Justo Villalobos. Francisco
Canapial Romero con su tenaz, amorosa y efeciva gestión divulgativa del
folklore llanero; Rafael Alfonso Almea Silvera, profesor de matemáticas y cronista;
Leonel Díaz Campos, atento defensor de los valores santamarieños; Milagro Gómez
Bastidas, periodista, alerta ante el resguardo de la tradición de su pueblo.
¡Cuánta memoria cultural en los hondones amados, recodos,
reliquias, aguardando la mano amorosa que sepa tensarlas como las cuerdas del
arpa de Becquer. Descubir tesoros espirituales, indagar, preguntar por ellos,
anotar sus claves, oir acentos, reconstruirlos, reiventarlos, situarlos en
altares para la devoción merecida. .
¡Cuánta arista arquitectónica de raz indígena´o ultramarina en
estas muralals, como la que hubo o hay en la esquina de la Palma, la de los
Ochoa, la de Julieta Felizola, la de doña Ramona de Laya, lLa bodega Taladro,
la de la maestra Felipa Machado, la farmacia de Humberto Malaspina, la del
Molino que fue clínica de Torrealba y esya en que nacimos los Rodríguez.
La antigüedad no siempre es atraso, mientras persista productiva
o insinuando modos de subsistencia o de vida que tuvo inobjetables eficacia.
En 2007 nos aproximamos a una ruta llena de prodigios seguida
por Bolívar en abril de 1817 para escapar de las guerrillas realistas
diseminadas por el Llano después de la destrucción de la Casa Fuerte. Recorre
parte del municipio.
Mundos señeros, cuyo retorno, bajo nuevas condiciones aguardan
gestos certeros que adviertan cómo bajo la rutina hay fervores vivos:
"Por noviembre... recorría los espíritus una frescura y una
euforia digna de días mejores... el cielo repartiendo como un tinajero el don
sagrado y el verde parecía un tapiz eterno, así ardiese el verano sobre la
tierra.
"Por diciembre, familias comenzaban a elaborar los
papagayos. El cielo ancho... se llenaba de pájaros de papel. Sobre el cocal de
la Tejería, sobre los algarrobos de El Pueblito, sobre los jabillo de El Morichal,
sobre los cujisales de Misa Cantada, más allá de los mamones de Juana Ruiz y
del cafetal de Pilar Díaz, por el este cuando era selva y no potrero, se
alzaban silbantes y agudos los papagayos. Y qué algarabía rompía el aire cuando
las puntillas ocultas en las colas cortaban los tensos hilos y los globos
multicolores eran aventados por la brisa. Hacia el crepúsculo, que en el pueblo
de Ipire es como un país de pájaros y colores, el viento de la tarde iba
empujando discretamente aquellas naves en derrota, naves de papel que
encallarían en quién sabe qué lejana bahía.
"Todo respiraba alegría. Rojos y agresivos en sus cuerdas,
los gallos se acondicionaban para los desafíos de la Pascua navideña. Los
sambos envueltos en sus trajes de sangre oscura; los canagüeyes con charreteras
rojas y doradas; los marañones, grises, con el pecho negro o blanco y las alas
de púrpura; los pintos, ya rojos y blancos o blancos y negros, pero de pintas
menudas, como peonías o caraotas o dados; los gallinos, jabados o amarillos terrosos.
En las cuerdas de El Cerrito, de Pueblo Nuevo o Los Merecures, los gallos,
muchos célebres porque habían triunfado en varios pueblos vecinos, parecían
estar convencidos de su importancia.
"Cuando el pueblo era centro de algún desafío... se desbordaba
en fiesta permanente. Empanadas, arepitas, carato, guarapo frío, el que se hace
de papelón, limón y agua; guarapo o guayoyo, hecho con café delgado; guarapo de
cañas, el extraído directamente de la caña; hallacas, hallacas de hojas, todo
el arsenal de comidas múltiples del pueblo se tendía en las calles, junto a la
gallera, mientras botiquines improvisados vendía licores diversos: brandi,
lavagallo, guarapita, cuba libre, frescos de todo tipo. Los tarantines se
multiplicaban y había en las gentes, al par del orgullo de ser hospitalarios
con los extraños, el otro orgullo de poseer los mejores gallos"
Un 28 de diciembre de los años setenta presenciamos la fiesta de
los locos, en toda su fulgurante espontaneidad..
Las noches de verano preferidas de la poetisa y maestra Luisa
Rojas (Lux), desde "la desvencijada mesa" que le servía de
escritorio: "las apacibles y silenciosas noches en que solo las estrellas
envían a la tierra un escaso raudal de luz". Mientras que en noches de
luna, "ecos de risas, notas de cantos, música de bandolines y aquella
alegría ruidosa y frívola que no es la que ansía el alma impresionable y
soñadora", pues su deleite es con "la apacibilidad de aquellas
otras...en que todo calla, todo duerme y sólo las luciérnagas describen
derroteros de luz que brillan un instante y aparecen y desaparecen como la
fugitiva imagen de la esperanza”.
Las festividades el día de su patrona, el 2 de febrero, Día de
La Candelaria, recordadas por López Castro (1994) como de "gran colorido
con sus coleadas de toros, carreras de caballos y otras diversiones
populares".
Cofre sagrado de sorpresas amables a la espera de voluntades
dispuestas a reconstruir escenarios que laten en nuestra sangre.