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jueves, 28 de marzo de 2019

VALENTE, EL LUGAR DEL CANTO


Salvador Tenreiro Díaz‎

 LO REAL
"Cruzo un desierto y su secreta/desolación sin nombre". Con estos dos versos ("A modo de esperanza", 1953) se inicia la obra poética de José Ángel Valente. Para algunos de sus lectores de entonces, esas palabras reflejaban ya una toma de posición poética y política, que privilegiaba la "realidad" y la "denuncia". Eran en buena medida algunas de las claves que identificaron a la llamada "generación del 50".
Lo que la poesía de Valente fue construyendo a través de esos años iniciales fue el "lugar": "que no tiene representación porque su realidad y su representación no se diferencian. El lugar es el punto o el centro sobre el que se circunscribe el universo. La patria tiene límites o limita; el lugar, no". "Las palabras de la tribu".
Con "Poemas a Lázaro" la poesía se propone como medio de conocimiento de la realidad. "Revelación de un aspecto de la realidad para lo cual no hay más vía de acceso que el conocimiento poético", según escribe en "Conocimiento y comunicación" (1963). Seguirá luego los libros "La memoria de los signos" (1965) y "Siete representaciones" (1966). Es, sin embargo, en 1969, con el poemario "Presentación y memorial para un monumento", cuando la exploración de lo real se produce a través de intercambios lingüísticos entre la comunidad y el poema. Suerte de poema "affiche", de antipoema, de poema "collage", elaborados con esos "prosaísmos" de los estereotipos que los totalitarismos ponen en circulación y que en el poema se confrontan, mezclándose en un discurso paródico y satírico sin precedentes.

LO POÉTICO
La indagación de Valente sobre la palabra poética abarca territorios tan vastos de la cultura que van desde la mística sufí hasta el Formalismo Ruso. (Recuerdo, al efecto, una tarde de tertulia en abril de 1999 -compartida, también, con Antonio Colinas- en el Café Moderno de la Gran Vía de Salamanca, en la que nos hizo un recuento de los autores y libros que dirigieron su destino literario. Me impresionó la familiaridad con la que hablaba por igual de Ibn Arabi o de Jakobson, de Pascal o de Chomsky, de Fray Luis de Granada o de Marx).
Hacia 1971, la palabra poética de Valente indaga, también, en la escritura fragmentaria (que él llama "estética de la retracción). Imágenes de desnudez -dirá- de transparencia o de errancia. Descomposición del sentido. Palabras solitarias entre blancos. Aspiración a la errante transparencia.
Siguen "Treinta y siete fragmentos" (1971), "El fin de la edad de plata" (1973), "Interior con figuras" (1976 y "Material memoria" (1978). Hay en todos esos libros significativas exploraciones en el arte del decir, e, incluso, como se ha advertido algunas veces, en todo aquello que la palabra, como suspendida en el aire, intenta evocar: "Luz,/ donde aún no forma/ su innumerable rostro lo visible".
Y sale a la luz "Tres lecciones de tinieblas". Es 1980. La indagación poética se va desplazando hacia la mística. .

LO MÍSTICO
Son textos "nacidos" de la música: en las lecciones de Couperin, y de Vitoria. "...del lento depósito de esas composiciones fue desprendiéndose o formándose un solo principio iniciador o movimiento primario, ese movimiento que subyace en toda progresión armónica." Se trata de "variaciones", "meditaciones sobre las catorce primeras letras (que, por supuesto, son letras y números) del alfabeto hebreo".
Sonoras resonancias como respiraciones de la palabra vislumbrada en el instante. Canto a la letra, a la carnalidad sonora de los signos. "Lecciones de tinieblas" es también un canto fragmentado del profeta Jeremías. Movimiento primario, incesante, siempre recomenzado. El Santo -escribe Valente- reside en las letras; es decir, en "las formas arquetípicas del espesor y de la transparencia de la materia y de su perpetua resurrección".
La materialidad de las palabras dependerá, en "Mandorla" (1982) de la "naturaleza material del cuerpo". Al decir de Arthur Terry, Mandorla es la "almendra mística, inscrita en sí misma, contenida en su propia secreta sombra. Unión, comunión, entre el cuerpo y lo otro, entre lo otro y la palabra.
En "Zayin", el poema de la séptima letra del alfabeto:
"....tu propia creación es tu palabra: la que aún no dijiste: la que no sabrías decir, pues ella ha de decirte: la que aguarda nupcial como la sierpe en la humedad secreta de la piedra: no hay memoria ni tiempo: y la fidelidad es como un pájaro que vela hacia otro cielo..."

LO AUSENTE
"No amanece el cantor (1992) y "Cántigas de alén" (de 1996 es la recopilación última, creo) son dos libros de excepción. El primero está integrado en su totalidad por poemas en prosa. Una tragedia familiar subyace entre tanta desolación, entre tanta tristeza. El lenguaje es aquí de una exactitud exasperante, descarnada, absoluta. Amor doloroso entre las páginas, fragmentos de confesiones que recuerdan los poemas a Lou de "Nosotros dos aún" de Michaux: aquel "aire del fuego, no supiste jugar", que todavía retumba en los oídos de sus lectores.
Las "Cántigas de alén" son la culminación de una poética oculta, que asomaba algunas veces en algún paisaje, verso o poema de sus libros iniciales. Es el regreso al lugar del canto, al atrio de la memoria celebrante, a los aromas de los sueños de infancia. Es también el regreso a la lengua de Rosalía, lengua de delicia, de esa sensación dulcísima de estar, de secretas resonancias que van probando -como en el "Gaspard de la nuit"- todos los instrumentos hasta encontrar aquel que da la nota justa: "...o gume agudo dunha verba/ pendurada no ar, teu desdibuxo/ e a tua cór de esquenzo./ Latexa a frol do ar".
Quien dedique una lectura atenta a la obra de Valente se encontrará con enunciados que van dejando rastros del camino recorrido por su palabra y sus poéticas. Andrés Sánchez Robaina, que ha tenido a su cuidado la extraordinaria publicación que ha realizado Galaxia Gutenberg de la poesía y de los ensayos de Valente, deja expresa constancia en muchas de sus notas y prólogos -como éste del "Diario anónimo (1959-2000)"- que Valente recoge allí muchas de las primeras versiones de sus últimos libros y los "primeros esbozos" de muchos de los poemas en prosa que luego integrarían "Nueve enunciaciones" o "Mandorla": "Existen, además, observaciones y comentarios muy diversos relacionados con poemas específicos (...) Es evidente que estos textos que podemos llamar "paralelos" arrojan luz sobre los poemas relacionados y nos ayudan a interpretarlos con nuevos y significativos datos".
A todo ello podría agregar, a manera de recomendación final si me lo permiten, un libro extraordinario (por su naturaleza, su rigor y su lucidez). Me refiero a "La fascinación del enigma: la poética de J.A: Valente en sus ensayos" del poeta venezolano José Ramos (y profesor en la Universidad de Tamkang, Taiwan) editado por la Fundación Universitaria Española (hoy agotado). No existe, que yo sepa, un libro tan bien documentado y excelentemente escrito, sobre los ensayos del poeta. Fue su Tesis de Doctorado en la Universidad Complutense. Ojalá alguno de los editores que me leen se interesen por reeditar ese libro magnífico.