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martes, 5 de noviembre de 2019

LA REPÚBLICA FALLIDA (1813 -1814)


ENSAYO SOBRE UN CRUENTO PERÍODO DE LA GUERRA DE   INDEPENDENCIA  EN  VENEZUELA
                                                                                                                                                                                           
                                               Ms. C. Eduardo J. Anzola  San Felipe, Noviembre, 2019   
                                             
                                                                                                                       
1. EL DECRETO DE GUERRA A MUERTE
Luego que Simón Bolívar, con el decisivo  apoyo de las tropas neogranadinas invadiera a Venezuela desde Cúcuta a comienzos de 1813, la denominada «Campaña Admirable» tuvo una vertiginosa sucesión de triunfos sobre los realistas desde La Grita hasta Trujillo.
El memorable «Decreto de Guerra a Muerte», expedido por Bolívar en Trujillo a mediados de junio, era un documento estremecedor que solo se comprende en virtud del fragor de las circunstancias que se vivían entonces.
Hay que destacar que Bolívar mismo explicó en el texto el origen del decreto. Se trataba de una venganza ante los horrores cometidos bajo las órdenes de los jefes realistas en 1812. Se habían violado las condiciones dispuestas en la Capitulación de San Mateo y se implantó la llamada «Ley de Conquista»  mediante una política de represiones, crímenes y atropellos que los tenientes realistas aplicaban con inconcebible saña en las ciudades de todo el país. (Parra-P., 1992, pp. 587-599)
En respuesta, un antecedente del decreto fueron las medidas que en retaliación por aquellas medidas de los realistas, había tomado el brillante congresista trujillano Antonio Nicolás Briceño, apodado «el diablo» Briceño. Como comandante patriota, él estableció un  sistema de ascensos que parecía concebido en el propio infierno: por 20 cabezas de realistas, el autor de tal masacre se convertiría en alférez, por 30 en teniente y por 50 en capitán. Briceño, firmaba con la sangre de sus víctimas los documentos que enviaba a Bolívar, su comandante y pariente (Hernández G., M., 2008, pp. 207-208).
En abril, su esposa, una mantuana caraqueña, le enviaba desde Cúcuta  una carta amorosa a su marido:
«Mi querido Nicolás:
Recibí la que me hiciste (…) he tenido razones con doña Carmen Ramírez sobre el hecho de las cabezas remitidas, haciéndole ver las ventajas que podemos experimentar con solo la ejecución de estas dos cabezas (…)
En fin ha habido de todo: unos aprueban tu hecho, que creo que en el interior se han alegrado infinito. Girardot lo ha aprobado (…) Tejera lo mismo, lo ha celebrado, y en una palabra, eres el coco de estos lugares (…) y yo bien contenta.
Ignacita te da sus besitos y te manda una cajita de dulce de leche (…)
Soy tuya,
Dolores»
 (Epistolario, 1960, p. 113).
 Esta misiva era una extraña mezcla de orgullo, ternura y horror, agradeciéndole por las dos cabezas de realistas que le había remitido. Aunque Bolívar no aprobaba estos macabros procedimientos de Briceño, su decreto recogía el sentimiento de venganza entre los que continuaban fieles a la causa independentista y allí afirmaba:

«… la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan…» (Ruiz, 1999, p. 45)

En líneas posteriores, Bolívar colocaba en una disyuntiva a los españoles y canarios, señalando que pagarían con su vida los que no se sumaran a las fuerzas patriotas; si lo hacían, recibirían un indulto pleno y serían tratados como americanos. A los americanos los perdonaba, incluso si  hubiesen colaborado con los realistas. Los párrafos finales estremecen por su cruda ferocidad:
«Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América.» «Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables»
(Ruiz, 1999, p. 46)
El trasfondo que está detrás del contenido del decreto se comprende como un mensaje  para casi toda la aristocracia criolla tránsfuga al bando realista una vez celebrada la capitulación de San Mateo. Muy pocos fueron los que se mantuvieron fieles al ideal republicano perdido con aquel pacto. Bolívar jamás pretendió acabar con el estamento social de propietarios de Venezuela como había ocurrido en Haití, un tipo de revolución que no estaba en su programa. Hubiese tenido que pasar por el filo de su espada hasta a su propia familia, mayormente realistas consumados, y exterminar lo más florido de la sociedad caraqueña de la cual él formaba parte. Además, Bolívar tenía la determinación política de persuadir por todos los medios a los venezolanos a militar por la Independencia.
El efecto que tuvo semejante decreto en la población cumplió su propósito. Ello confirma que Bolívar era un estratega de las comunicaciones y de los efectos psicológicos para sacudir drásticamente a los venezolanos indecisos. A todos, patriotas, realistas o indiferentes, no les cupo duda de lo que Bolívar venía dispuesto a hacer con gran tenacidad, tal como lo demostró su actuación en la guerra.
Luego de avanzar desde las regiones andinas hasta el centro del país y seguir cosechando victorias y ocupar poblaciones como Carache, Boconó, Niquitao, El Tocuyo, Quíbor, Barquisimeto, Las Trincheras y Valencia, los ejércitos patriotas le habían allanado el paso a  Bolívar para que pudiera llegar a Caracas el 6 de agosto de 1813 (Arráiz L., 2011, pp. 118-119).
Luego de su entrada triunfal de Bolívar en Caracas,  la aparente paz no estaba asegurada, ya que en los campos, los realistas en 1812, no habían atacado con la saña que aplicaron a los citadinos partidarios de la República.
Por eso entre los campesinos, a diferencia de los pobladores de ciudades, el rey de España era visto favorablemente y se le consideraba como protector de los intereses populares contra los propietarios criollos que favorecían la causa de la Independencia.
También los esclavos de Barlovento se levantaron contra la República de sus amos, dando  vivas al rey español. Al carecer de armas suficientes, fueron rápidamente sometidos por los patriotas y toda la región  costera occidental pronto estuvo su bajo control.
Igualmente en los Llanos surgieron bandas de lanceros a caballo, proclamando al rey y acicateados por el resentimiento contra los que creían causantes  de su  marginamiento social, degollaban a los considerados como blancos criollos patriotas y saqueaban sus propiedades (Uslar P, J., 2007, pp. 90-91).
Mientras tanto,  las batallas continuaban en un proceso paralelo a la «Campaña Admirable» que estaba teniendo lugar en la zona oriental del país, donde los patriotas bajo el mando del margariteño Santiago Mariño, venían obteniendo una sucesión de victorias sobre los realistas en Güiria, Irapa, Maturín, Cariaco, Carúpano, Río Caribe, Cumaná, isla de Margarita y Barcelona (Villalba G., S., 1954, pp. 24-27).
2. EL LIDERAZGO DE BOVES DESDE LOS LLANOS
Para la primera quincena de septiembre de 1813, el realista José Tomás Boves, distanciado de sus superiores jerárquicos,  hacía la guerra por su cuenta y empezó a conformar un formidable ejército de lanceros y esclavos.
Boves lideraba con un estilo de camaradería hacia sus seguidores muy al contrario de los jefes realistas y de los patriotas, que mantenían su jerarquía distante de los suyos. En cambio, permitía dentro de sus ejércitos toda clase de libertades que en un grupo de nula cultura castrense significaban indisciplina y anarquía. Las tropas de Boves eran dirigidas por jefes que desconocían lo más esencial de la tradición militar y que en su mayor parte eran pulperos o simples llaneros habituados a sobrevivir con lo más básico y a enfrentar cotidianamente los peligros de la vida en Los Llanos.
Pese a ser él mismo un español rubio de ojos claros, Boves quería expulsar de los Llanos a todos aquellos considerados como blancos. Sus llaneros le temían pues Boves era capaz de las acciones más crueles, pero confiaban ciegamente en él porque los llevaba al triunfo y la recompensa.
Su sistema de combate era diferente al de los patriotas. Usaba como  fuerza principal en el ataque, la avasalladora avalancha de jinetes con lanzas que arrasaban a la infantería patriota en campo abierto, cuando intentaban recargar sus armas de un solo tiro.
La oficialidad patriota tenia escasa experiencia en combates reales y la mayoría se había limitado a participar en desfiles marciales. Provenía de la élite del estrato social más elevado, en su mayoría de propietarios de haciendas. No consideraban a sus tropas como iguales a ellos, sino la trataban con una cierta condescendencia de señor a inferior, pues la mayor parte de aquellos bisoños militares no habían hecho otra cosa que cambiar el mando en sus haciendas por el del ejército. Predicaban sobre derechos republicanos, justicia y libertades ciudadanas, que difícilmente se expresaban en su conducta práctica cotidiana y que sus soldados apenas comprendían.
En cambio, Boves, no predicaba a sus hombres sobre libertades teóricas y de difícil comprensión, sino en su propio lenguaje, exacerbando el odio a los considerados como blancos ricos, saqueando y repartiendo sus propiedades en total desenfreno.  Al propio tiempo que estimulaba a los pardos y esclavos marginados  contra los propietarios, les prometía los bienes de éstos, repartiéndolos entre todos sus seguidores. Con ellos organizaba regimientos y escuadrones.
La gente de su ejército, aspiraba borrar de Venezuela todo vestigio de los pretendidos republicanos, y solo esperaba una señal de su líder para degollar, quemar, violar y destruir con odio visceral todo lo que aquellos grupos de criollos elitistas representaban, para que los llamados pardos pudieran gozar de mayor protagonismo social, supuestamente bajo la bandera de la monarquía española (Uslar P., J., 2007, pp. 102-117). Se trataba de una guerra social pasional y violenta de brutalidad inusitada, sin programa político definido y de un contrasentido insostenible en el tiempo.
3. LA CONTINUACION DE LA GUERRA
En Octubre, el ejército patriota triunfó sobre Boves en la sabana de Mosquiteros, cerca de El Sombrero, pero al masacrar a venezolanos realistas ya rendidos, violando el «Decreto de Guerra a Muerte», la causa republicana perdió mucho apoyo entre los llaneros, que se sumaron a las fuerzas de Boves (Uslar P, J., 2007, p. 123).
En noviembre, los patriotas habían perdido la importante plaza de Barquisimeto, al ser derrotados en Bobare. Pero entre noviembre y diciembre de 1813, los patriotas cosecharon victorias en Vigirima, Matas Guerrereñas y Araure. Bolívar, entusiasmado con estas  victorias, dividió al ejército y siguió a Caracas. Los triunfos le hicieron creerse capaz de derrotar a los realistas sin necesitar auxilio de las fuerzas orientales de Santiago Mariño, pero poco después rectificaría ese criterio.
A partir de diciembre, habiendo triunfado espectacularmente en Calabozo, los realistas de Boves comenzaron a obtener una sucesión de victorias en los Llanos, en una orgia de masacres y saqueos. Esas victorias les dejó definitivamente abierto a los realistas, la ruta de los Llanos hacia los valles centrales (Arráiz L., 2011, pp. 124-125).
Luego de que Boves avanzaba desde los Llanos, derrotando a los patriotas en La Puerta, sus lugartenientes ocupaban a los valles aragüeños y los del Tuy, causando una profusión de sangre y horror sin precedentes, con el fin de aislar a Caracas en una operación militar de pinzas. Así llegaron los realistas hasta la ciudad de La Victoria (Uslar P, J., 2007, p. 141).
En enero, un Bolívar angustiado, finalmente pidió ayuda a Mariño y desde Caracas ordenó la ejecución de los españoles y canarios presos en La Guaira, pues se descubrió que desde allí promovían un levantamiento con habitantes de la ciudad. Bolívar temía que se repitiera lo que había sucedido dos años antes en Puerto Cabello, cuando bajo su responsabilidad, se perdió el Castillo de San Felipe. Entre el 13 y el 16 de febrero de 1814,  se calcula que mil doscientos españoles y canarios fueron despiadadamente ajusticiados. Un realista emigrado escribía (Uslar P, J., 2007, pp. 123-132):
«…horroriza oír el modo con que han matado en La Guaira setecientos cuarenta y tres españoles: los llevaron a San Carlos a pie, los acompañaban como doscientos asesinos, los metían en el Castillo, fueron sacando de cuatro en cuatro, les daban uno o dos machetazos, ya en la cara, ya en la cabeza, ya en el cuello, y en medio de los ayes y gritos que daban los infelices, los echaban a la hoguera que tenían preparada.»
A finales de enero de 1814, Santiago Mariño había salido de Aragua de Barcelona al frente de un ejército para apoyar al de Bolívar y no fue sino hasta los primeros días de abril que tuvo lugar el primer encuentro cara a cara entre Bolívar y Mariño para decidir finalmente la fusión de ambos ejércitos (Villalba G., S., 1954, pp. 40; 51-52).
Entre febrero y mayo de 1814, luego de que los patriotas obtuvieran triunfos parciales en Charallave, Yare, la Victoria, San Mateo, Bocachica y Carabobo, con elevadas pérdidas de vidas y de varios líderes militares, pudieron frenar temporalmente el avance de los realistas y recuperaron a Barquisimeto. No obstante, después de ser derrotado dos veces consecutivas, el formidable caudillo Boves logró reunir a más de siete mil  esclavos y llaneros, zambos, negros y mulatos, muchos avezados jinetes y diestros lanceros dispuestos a despanzurrar las entrañas más profundas de la República.
Con gran astucia Boves logró que Mariño llegara hasta La Puerta, sitio que conocía muy bien pues allí ya había derrotado al ejército patriota en febrero. Finalmente, a mediados de junio, Boves logró destrozar las tropas unificadas de Simón Bolívar y Santiago Mariño en la batalla de la Puerta con su poderosa caballería de lanceros, y continuó desplegando una ofensiva avasallante de destrucción y muerte en las ciudades y poblados que se encontraban en la ruta hacia Caracas. Entre junio y julio, Valencia fue defendida con ardor por los patriotas pero  ante el hambre y agotamiento de recursos, se rindieron ante Boves. Luego de haber convocado a la sociedad valenciana a un baile, bajo órdenes de Boves se realizó la espantosa degollina de los invitados sin discriminar edad o sexo, al compás de la música (Uslar P, J., 2007, pp. 141-156; 177-183).
Después de huir hasta la capital, a principios de julio, Bolívar encabezó una evacuación de la población caraqueña hacia la ciudad de Cumaná para salvarla de la tropelía realista, pero esa emigración tuvo un elevadísimo costo por la cuantiosa pérdida de vidas de gente de todos los estratos sociales, edad y sexo. 
 Luego, las acosadas fuerzas patriotas sobrevivientes al mando de Bolívar, siguieron acumulando desastrosas derrotas con saldos trágicos en casi todas las poblaciones de oriente del país. En septiembre, los otros jefes patriotas responsabilizaron a Bolívar y Mariño por la serie de fracasos militares, los despojaron del mando y enviaron al destierro. La desintegración de la organización patriota comenzaba mientras desfallecía  el segundo intento de República (Arráiz L., 2011, pp. 129-132).
Cuando Boves derrotó en octubre a los patriotas en Cumaná, allí se repitió el macabro baile y la masacre como en Valencia. Día tras día, fueron arrasadas las propiedades y exterminados los identificados como blancos, entre ellos casi todas las familias que habían sobrevivido al terrible éxodo desde Caracas y la mayor parte de las que vivían en la desgraciada ciudad, incluso los blancos criollos que se habían reclutados como realistas. Al salir Boves, solo quedaban siete u ocho blancos de la que fuera una población importante desde la colonia (Uslar P, J., 2007, pp. 210-213).
4. REPÚBLICA FALLIDA 
En Urica, a comienzos de diciembre, los realistas arrasaron con el ejército de los jefes patriotas sustitutos, y aunque Boves resultó muerto de un lanzazo en batalla, allí se selló definitivamente el fin de la restauración  republicana.
 Para los patriotas, 1814 fue un año de vértigo entre la gloria y la desolación. Murieron miles de combatientes en el campo de batalla y los rea­listas ejecutaron despiadadamente sin discriminar sexo o edad, a muchísimos civiles en las ciudades; muchos miles más fallecieron en el trágico éxodo de caraqueños, se destruyó todo vestigio de institucionalidad y la estructura económica de la mayor parte del país quedó arrasada.
La cifra de víctimas venezolanas, patriotas o no, durante ese trágico lapso en los escenarios de guerra, superó a la de los caídos durante la Revolución Francesa, a pesar que la población venezolana  era mucho menor que la de Francia.
La ferocidad de los realistas fue la causa que indujo a la reacción violenta del decreto de «Guerra a Muerte» y las masacres que continuaron en todo el país por parte de ambos bandos fueron de una espantosa atrocidad.
Precisamente estos horrores que Miranda había visto en Europa, lo condujeron a tratar de evitarlos con la Capitulación de San Mateo. En aquel entonces cuando, después de haber perdido en un costoso descuido la plaza del castillo San Felipe en Puerto Cabello, Bolívar culpaba severamente a Miranda,  ignorante de  la terrible experiencia que le deparaba el futuro. Las circunstancias lo obligaron a tomar decisiones muy similares a aquellas por las cuales dos años antes, condenara a Miranda en situaciones parecidas y también sufrió en carne propia el mismo tratamiento con que había dado al Generalísimo, cuando sus propios compañeros de armas lo enviaron al exilio.
Las frecuentes rivalidades entre los líderes militares fueron muy nocivas para que entonces se hubiese concretado la Independencia. De aquí que Bolívar, al igual que hizo antes Miranda, hubiese tenido que escoger muchos oficiales extranjeros para dirigir sus campañas, decisiones que siempre rechazaban muchos militares criollos quienes constantemente competían por comandar a los demás. Años después, un legionario británico reflexionaba  así (Uslar P, J., 2007, pp. 210-213):
«…las desgracias acaecidas a los patriotas, aquella guerra larga y agobiadora, los contratiempos y las derrotas, todo, en fin, puede achacarse a la irreflexión de los jefes independientes y, particularmente, a esa terrible emulación que los obliga a destruirse mutuamente».
El intento de restaurar la República nacida en 1811 fue un fracaso  rotundo y costoso.  En verdad, la afirmación de que la República se restauró con la «Campaña Admirable» de Bolívar y la de oriente de Mariño, no es del todo cierta.
En realidad lo que se entiende como restauración de la República se relaciona  solo en cuanto a su declaración del 5 de julio de 1811, pero nada tuvo que ver con su Constitución propiamente dicha. De hecho, el proyecto de restauración desestimaba las disposiciones federales y se concentraba el poder en la figura de Bolívar, quien terminó siendo  cuestionado por sus propios colegas de lucha, como él mismo había hecho anteriormente con Miranda. En ese intento de restauración, las prácticas civiles bajo el amparo de una Constitución republicana, no estuvieron presentes, más bien el país entero fue un sangriento escenario de luchas exacerbadas por el antagonismo de grupos sociales con visiones contrapuestas de la sociedad a la cual aspiraban.   
Con la Batalla de Urica, lo que se perdió definitivamente fue una República que no tuvo realmente ninguna oportunidad de restaurarse después de la Capitulación de Miranda.
En las circunstancias que se vivían entonces, para los partidarios de la República todo pareció haberse perdido. Pero la voluntad de los líderes republicanos de tener una patria independiente, sobre todo la de Bolívar, jamás se doblegó ante el pesimismo provocado por las dramáticas circunstancias, tal como lo demostró posteriormente cuando finalmente pudo contar con el apoyo de la avasalladora fuerza de los temibles llaneros pasados a la causa patriota, bajo el liderazgo de la lanza de otro audaz caudillo, también rubio como Boves, el «catire» José Antonio Páez.           
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ARRÁIZ L., Rafael (2012). Venezuela: 1728 -1830. Caracas. Editorial Alfa.

HERNÁNDEZ G., Manuel (2008). Los Canarios en la Venezuela Colonial, 1670-1810.  Caracas,  Bid. & Co. Editor.

Epistolario de la Primera República (1960). Caracas, Academia Nacional de Historia.

PARRA - PÉREZ,  Caracciolo (1992). Historia de la primera República de Venezuela. N° 183, 2ª  ed. Caracas.  Fundación Biblioteca Ayacucho.

RUIZ CH., David (1999). Documentos fundamentales de la historia de Venezuela (1770-1993).Caracas. Ed. Los libros de El Nacional.

USLAR P., Juan (2007). Historia de la rebelión popular de 1814. Caracas. Monte Ávila Ed.

VILLALBA G., Salvador (1954). Biografía compendiada del General Santiago Mariño. Caracas. Imprenta Nacional.