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lunes, 24 de febrero de 2020

LA SIGNIFICACIÓN DE LA REVUELTA EN LA SABANA DEL TEQUE


Por: M Sc. en Historia de Venezuela Eduardo J. Anzola


El 21 de diciembre de 1811 se promulgó la Constitución de la Confederación de los Estados de Unidos de Venezuela. Ese día, el secretario del Congreso de la República, Francisco Isnardi, afirmó:
 “Ni las revoluciones del otro hemisferio, ni las convulsiones de los grandes imperios [...] han venido a detener la marcha pacífica y moderada que emprendisteis el memorable 19 de abril de 1810 [...] vuestra conducta…(proporciona) al mundo el primer ejemplo de un pueblo libre, sin los horrores de la anarquía, ni los crímenes de las pasiones revolucionarias.” 1

Isnardi se refería así al proceso político que había llevado a la Declaración de la  Independencia de Venezuela meses antes, con lo cual se rompió definitivamente el vínculo que la sujetaba al Imperio Español. Esa crucial decisión la habían tomado los miembros del Congreso entre los días 4 y 5 de julio, luego de varias semanas cargadas de intensos debates, pero también con muchas dudas y vacilaciones que habían sido expresadas durante las acaloradas sesiones de los diputados.
No obstante, cuando formulaba aquellas palabras, emocionado por la magnitud política del acto, Isnardi no consideró digno de mención la breve revuelta que precedió a la inimaginable tragedia de desgarramiento y sangre de la violenta y cruenta guerra fratricida que vendría después, con todos los “horrores de la anarquía, y los crímenes de las pasiones revolucionarias”.
La revuelta en cuestión se originó en las inmediaciones de Caracas, un lugar colindante con la quebrada de Catuche denominado la Sabana del Teque, cuyos habitantes de origen canario  pertenecían al estado  llano, los llamados blancos de orilla, mayormente integrados por comerciantes minoristas, pulperos y pequeños agricultores; en su mayoría eran gente sencilla de baja formación.
El 11 de julio, cuando aún no se realizaban los festejos de celebración por la Independencia, unos sesenta habitantes de la Sabana del Teque, se sublevaron contra el naciente gobierno republicano. Enarbolando imágenes de la Virgen del Rosario y Fernando VII, intentaron avanzar hacia Caracas a lomo de mulas, armados de sables, trabucos y resguardados con armaduras de hojalata muy rudimentarias. La rebelión, tan improvisada como torpe, resultó rápidamente sofocada y los revoltosos fueron detenidos.
Pese a que muchos descendientes de canarios habían ya alcanzado posiciones en los estratos más elevados de la sociedad caraqueña, entre los descontentos figuraban marginados y discriminados por los grupos sociales más prominentes. Muchos de ellos tenían un escaso conocimiento sobre el proyecto de independencia y se manifestaron recelosos y contrarios al nuevo gobierno republicano bajo el control de la élite de los propietarios criollos. Al parecer temían que sus pocos bienes mermarían pues pensaban que el nuevo gobierno les exigiría onerosas contribuciones.
Un líder de la rebelión fue el caraqueño José María Sánchez, y otro de los promotores que destacaba, era un gigantesco mercader de origen canario, Juan Díaz Flores, a quien le decían  Juan y medio, apodo que aludía a su espigada figura. Entre los dirigentes intelectuales de mayor nivel de preparación y cultura que fueron imputados estaban el fraile dominico de origen canario, fray Juan García y el médico Antonio Gómez.  
En el breve período de cinco días, dieciséis de los insurgentes apresados fueron procesados, condenados, fusilados y ahorcados. Siguiendo la costumbre española de la época, sus cuerpos fueron desmembrados sus partes y cabezas exhibidas en las principales vías de Caracas como señal de cruel advertencia para todos los que se opusieran a la Declaración de Independencia.
Casi de inmediato, la numerosa comunidad de canarios y sus descendientes se desmarcaron del alzamiento y emitieron una declaración negando su afiliación al grupo insurgente y atribuyeron su origen a que aquellos habían sido “seguramente seducidos y engañados por los descontentos.” Varios contemporáneos consideraban excesivo el castigo por esta improvisada y rústica rebelión. Al resto de los comprometidos con los alzados de la Sabana del Teque no se les aplicó la pena de muerte, pero al fraile García se le condenó a prisión y al médico Gómez se le  expulsó del país. 2
Durante 1808,  este joven canario y galeno graduado de la Pontificia Universidad de Caracas había jugado un papel determinante en el combate contra una epidemia de fiebres muy severa que ocasionó más de cuatro mil muertes entre pobladores y peones agrícolas en las áreas donde había unas pestilentes lagunas artificiales para procesar el tinte de las plantas de añil en los valles de Aragua. Esas aguas se convirtieron en extensos caldos de cultivos de larvas y mosquitos. Antonio Gómez, había dirigido un eficaz plan de atención médica y sanitaria con gran dedicación y entrega a los enfermos.3 Después de haber sido un ferviente aliado del movimiento independentista, pronto se decepcionó y se convirtió en un acérrimo adversario de esa causa. Igual hizo su hermano Vicente, legislador por San Carlos, que de patriota pasó a realista.
El impacto en el exterior de esas drásticas ejecuciones fue muy desfavorable a la causa republicana. La prensa en Londres reseñaba el hecho con indignación y economistas británicos como el prestigioso Jeremy Bentham y James Mill, padre del prestigiado intelectual John Stuart Mill, se mostraron consternados por las “matanzas.” Los emisarios venezolanos enviados a Inglaterra por la anterior Junta Suprema en 1810, Andrés Bello y Luis López Méndez, se vieron compelidos a publicar en el periódico Morning Chronicle de la capital inglesa una aclaratoria intentando justificar el hecho. 4
Un año después, a comienzos de marzo de 1812 y como respuesta a la solicitud de ayuda militar que pidió a España el gobernador de Coro, José de Ceballos, el capitán de fragata Domingo de Monteverde arribó a esa ciudad desde Puerto Rico, al mando de un contingente militar realista. Monteverde, un canario que tenía varios parientes en Caracas, era un veterano de la batalla naval de Trafalgar contra Inglaterra en 1805 y contra la invasión de Bonaparte en 1810.
Para entonces, Fernando Miyares era el supuesto Capitán General de Venezuela designado por el Consejo de Regencia de España, quien al no poder asumir su mandato en Caracas desde la destitución de Emparan, estaba provisionalmente radicado en Coro, una jurisdicción que desconocía las nuevas autoridades de la República.  Para evitar enfrentamientos militares, las órdenes expresas de Miyares le exigieron a Monteverde no avanzar más allá de los límites de esa jurisdicción. Pero el capitán Monteverde, desoyendo el mandato del Capitán General Miyares, consideraba a éste como un gobernante irresoluto y por eso decidió desconocerlo. Por tanto, se nombró a sí mismo como máxima  autoridad enviada de España, aunque nunca había sido designado para ese cargo por el Consejo de Regencia, órgano que se oponía al usurpador del trono español, José Bonaparte.  Es así como Monteverde se transformó en otro usurpador del mando oficial español, que no respetaba la más moderna y políticamente avanzada Constitución liberal de Cádiz promulgada por las Cortes Españolas y vigente desde ese mismo mes de marzo.
Monteverde también desconoció las resoluciones del armisticio que acordó posteriormente con los enviados del Generalísimo Francisco de Miranda y arrasó a los republicanos de Venezuela con una saña y horror de una vileza extrema. Allí los primeros en morir por las armas fueron muchos de los jóvenes  mantuanos más destacados de la Sociedad Patriótica y otros personajes de gran brillo intelectual, así como varios diputados del Congreso,  e incluso sus familiares más cercanos. 5
Ostentando el cargo de Contador Mayor del capitán Domingo Monteverde, había regresado al país el exiliado médico Antonio Gómez para jugar un papel muy opuesto al que tuvo en los Valles de Aragua cuatro años atrás. Bien asesorado por Antonio Gómez y su hermano Vicente, Monteverde se convirtió en el verdugo de muchos de los promotores de la Primera República.
El médico Antonio Gómez aprovechó así la oportunidad de desplegar el más visceral resentimiento y retaliación por su efectiva contribución en la represión que las tropas realistas aplicaron contra los patriotas. 6 José Francisco Heredia, Oidor-regente de la Real Audiencia de Caracas lo señaló como el “…más temible de los exaltados por el ascendiente que tenían en Monterverde…” 7
Después de haber sido el abnegado médico que salvó muchas vidas en los valles de Aragua, se tornó en el más cruel vengador de los infortunados revoltosos de la Sabana del Teque, contribuyendo a ajusticiar y encarcelar a sus antiguos amigos republicanos.
La significación que tuvo para la sangrienta guerra de independencia, aquél drástico procedimiento aplicado a los líderes de la efímera rebelión de los canarios de Caracas fue como la mecha de pólvora que encendió las llamas de los odios larvados de los diferentes y confundidos disconformes con el nuevo orden republicano: blancos de orilla, pardos, mulatos y esclavos secularmente discriminados. El diputado del Congreso de la Primera República de Venezuela, Francisco Javier Yanes, juzgaba décadas después aquel hecho con una reflexión en la distancia temporal, al afirmar:

 “Estas ejecuciones y descuartizamientos fueron los que dividieron definitivamente los habitantes de Venezuela en dos partidos: el de los europeos y canarios, que se denominó de los Godos, y el de los criollos, en que había muchos españoles, que se llamó de los Patriotas...” 8
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

1 Isnardi Francisco. Alocución del Congreso Federal de Venezuela al presentar a los pueblos la Constitución de 1811. p. 193. Publicado en: Pensamiento político de la emancipación venezolana. Comp. Pedro Grases. Caracas. Fundación Biblioteca Ayacucho. Nº 133. 2010

2 HERNÁNDEZ GONZÁLEZ., Manuel. Los Canarios  en La Independencia de Venezuela. pp. 80 - 91.  Caracas,  Bid. & Co. Editor, 2008


3 BRICEÑO IRAGORRY, Mario. Casa León y su tiempo. pp. 114 - 124.  Caracas,  Monte Ávila Editores C. A. 1981.

4  PARRA - PÉREZ,  Carracciolo. Historia de la Primera República de Venezuela. pp. 297 - 309;  313 - 314. Caracas. Fundación Biblioteca Ayacucho. Nº 183. 1992

5 BRICEÑO IRAGORRY, Mario. El Regente Heredia o la piedad heroica. pp. 87 - 102.  Caracas,  Biblioteca Popular Venezolana. Nº 21. Ministerio de Educación / Academia Nacional de Historia. 1947.

6 HERNÁNDEZ GONZÁLEZ., Manuel. Antonio Gómez, un médico ilustrado canario en la Venezuela de la emancipación.  pp.  107 – 108; 112; 117 - 120. Publicado en: Revista de Historia Canaria. Edición N° 192. La Laguna, Tenerife.  Universidad de la Laguna. 2010.

7 HEREDIA, José Francisco. Memorias del Regente Heredia.  p.109.  Caracas, Academia Nacional de la Historia. 1986.
  
8 YANES, Francisco Javier. Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que se declaró estado independiente hasta el año de 1821. Tomo I. p. 4. Caracas, Academia Nacional de la Historia. 1943.