Martín Moreno*
INTRODUCCIÓN.
En la segunda mitad del
siglo 20 (s.xx), en 1950 para ser más precisos el francés Fernand Braudel ya
reflexionaba: “ … la historia es hija de su tiempo (…), si estamos en un nuevo
mundo, ¿Por qué no en una nueva historia?1 Esto se lo preguntó Braudel en medio de la
Europa pos guerra, aquella basta región geográfica, según él, no debía ser
considerada “la columna vertebral del viejo continente” que devastada pugnaba
por recuperarse después de la segunda guerra mundial, un escenario que podemos
imaginar como terriblemente dramático, tanto por las innumerables perdidas
humanas como por la destrucción material de ciudades, pueblos y aldeas;
patrimonios todos de la humanidad entera arrasados por la cruda realidad de la
guerra y de la insensatez humana que no termina.
Pero, más allá de esta
consideración inicial, lo que pretendemos significar es que este polémico
historiador galo lograba poner sobre la mesa un debate oportuno ante la
realidad existente pues el viejo mundo había quedado atrás lo que imponía mirar
con nuevos ojos ante los cambios inminentes los fenómenos históricos. Este nuevo tiempo, cargado de incertidumbre,
invitaban a renovar conceptos, a buscar nuevos modos de analizar y comprender
la historia, por lo tanto, los historiadores como científicos sociales debían
imbuirse en otra “aventura del espíritu”, esto es a su vez, un exhorto “a
emprender nuevas aventuras académicas e intelectuales”2.
Esta generación que
insurge a partir de la década del 50 del siglo 20 (s. xx) estuvo influenciada
por la escuela de los Annales y los cuestionamientos y planteamientos al modo
de historiar de Marc Bloch3.
No obstante, fue en el
año de 1959 cuando el historiador y novelista estadounidense George Rippey
Stewart nos introduce en un “modo de concebir el estudio histórico” desde una
perspectiva distinta a través de la microhistoria en su libro La carga de
Pickett: la microhistoria del ataque final en Gettysburg, el 3 de julio de 18634.
Pero, esta manera tan
singular y tan específica de abordar la historia fue consolidándose propiamente
en la década del 70 con Carlo Ginzburg5, momento en el cual
irrumpen una pléyade de historiadores italianos como Giovanni Levi, Carlos
Cipolla, Simona Cerutti y Piero Camporesi, así como el mejicano Luis González y
González padre del Pueblo en Vilo6.
En este sentido, imbuidos en este espíritu pretendemos aproximarnos, en este ensayo, a la construcción de la microhistoria7 con la cual “… desde lo elemental, podemos adentrarnos a su vez en el conocimiento de lo genérico, de lo universal, y obtener así una diversidad y riqueza que nos aporte el exclusivo estudio de la historia a secas”8.
DEL MERCADO TRAJANO AL PASAJE ZINGG.
El hombre en su afán de
dominarlo todo, la naturaleza y su entorno, semeja a la araña que va tejiendo
su telaraña, pero que a diferencia de ésta, el hombre como es costumbre termina
enmarañado, en mucho de los casos en su propia tela. Es así que la concepción de ciudad en la
modernidad lejos de satisfacer las necesidades de sus creadores, terminan
enredando a sus mentores, restando libertad al sujeto humano y fragmentando su
vida humana y su vinculación con la naturaleza; una especie de cárcel que le
domina e impide su desarrollo y evolución sociocultural-espiritual.
Ahora bien, el primer
centro comercial de la historia fue el mercado Trajano, aquel construido
durante el dominio del Emperador Trajano en el siglo 2 (s.ii), mientras que la
edad moderna nos lleva hasta Damasco, Siria; donde pueden encontrarse vestigios
de lo que podría considerarse el primer centro comercial de la era moderna.
Ya en el siglo 20 (s. xx), en 1938 un arquitecto austriaco cuyo nombre era Víctor Gruen huyendo del fascismo nazi llega hasta los Estados Unidos (EE.UU.) y hace historia por su contribución a la reconfiguración de la telaraña del paisaje suburbano, en numerosas ciudades del mundo.
EL ÁGORA: LUGAR DE ALTERIDAD.
En realidad, Víctor
Gruen concebía, originalmente, estos espacios conocidos como Shooping; Mall o
Centros Comerciales, como centros comunitarios, una idea contraria a lo que
sería en definitiva. Gruen, quería que
estos centros sirvieran como una especie de ágora9 muy
similar a las plazas que él conocía de su Viena natal, deseaba recrear ese
espíritu de lugar de encuentro y de alteridad; que además integrara diversas
funciones que permitieran a las personas reunirse y realizar distintas
actividades.
Este visionario
austriaco (Víctor Gruen) llegó a América del Norte, sin conocer el idioma y sin
dinero, se comenta que le acompañaban tan “solo 8 dólares en el bolsillo”10. Sin embargo, 13 años después de su llegada
(1951) lograría reconfigurar el paisaje suburbano construyendo más de 50
centros comerciales o Shoopings, nada más en los EE.UU.
Pero, resulta
sorprendente la historia de Gruen porque este austriaco tenía una idea en mente
tan interesante como desconocida, era a mi entender una idea revolucionaria
para la época porque además de concebir la actividad comercial, el shooping
debía considerar actividades escolares, deportivas, culturales y artísticas.
Era al menos una visión
particular de Gruen, que ampliaba la idea del ágora como espacio para el
encuentro y la alteridad. Pero este
pionero se dice llegó a odiar a los autos debido a que consideraba que eran tan
dañinos y perjudiciales como una cloaca al aire libre. De allí que era también de la idea que los
estacionamientos debían ubicarse relativamente alejados del centro comercial de
manera que los usuarios pudiesen caminar hasta el ágora como lo concebía Gruen,
o shooping para la cultura estadounidense, evitando así la contaminación, al
menos, del lugar que debía tener hasta cierto punto una visión de santuario, de
templo sagrado.
En 1956, Gruen inauguró
en Minnesota el centro comercial Southdale Center, el primero en su tipo, pues
se trataba del primer shooping cerrado con control climático del mundo11
, y aún y cuando resultaría todo un éxito por lo
novedoso, no lo sería para este singular personaje, porque los inversionistas
tenían otros planes, es decir, el desarrollo del centro medico asistencial, la
escuela y el espacio residencial no fueron considerados, y por supuesto, no
fueron construidos. Todo ello, bajo la justificación de reducir los costos de
la inversión y garantizar su pronto retorno para maximizar las ganancias. Obviamente, se terminó imponiendo no la
visión social de Gruen sino la tendencia capitalista que comenzaba a tomar
fuerza y a ser la dominante en este mundo.
Por su parte, hacia América del Sur, en Venezuela el General Marcos Pérez Jiménez construye e inaugura en 1953 lo que ha sido considerado el primer centro comercial en Caracas: el Edificio Pasaje Zingg, un lugar tanto para el intercambio social, cultural y mercantil, donde lo público y lo privado se entremezclan generando la sensación de tenerlo todo en un solo lugar.
LA ALDEA CAMBIA DE RANGO12
Al finalizar la guerra
de independencia, a pesar de ser una época de penurias y desplazamiento
internos forzados, los aldeanos mantienen sus bienechurías muy cerca del Camino
Real, esa ruta que unía a San Sebastián de los Reyes y la Villa de San Luis de
Cura. Es en este valle de clima tan
agradable, al menos para ese entonces, con una vocación agrícola, es ese
trajinar propio de las bestias y los lugareños los que irían configurando
pasajes y senderos improvisados, pero que a la postre definirían la telaraña
vial de San Juan de los Morros.
Llegamos así a la década
del 30, días de la dictadura Gomecista.
Una inusitada “predilección” ataba al General Juan Vicente Gómez a este
terruño: San Juan de los Morros, quería en realidad un San Juan grandote.
Entonces, designa “a San juan de los Morros como capital del Estado Guárico”13 Instalada la capital en 1934, se van
tejiendo innovadoras obras que dan señales de progreso en la naciente ciudad,
centro del Guárico se ve favorecida con una carretera transitable, un matadero,
el Gran Hotel Termal, la sede de la Gobernación, Tribunales y Concejo
Municipal, entre otras obras de gran impacto urbanístico producen una primera
metamorfosis en la otrora aldea y en consecuencia en la mentalidad de los
habitantes otrora aldeanos.
Con el pasar de los años
se construye la Plaza Bolívar, el Sanjuanote como símbolo del San Juan grandote
anhelado por Gómez, y que termina convertido en una estatua de más de 19 metros
de altura que se erige imponente sobre el Cerro El Calvario, donde Alejandro
Colina y Renzo Bianchini dejan su impronta para la posteridad con semejante
monumento. Además, un conjunto de
amplias avenidas se entrelazan al ornato configurando la expansión que van
dando una imagen renovada a la recién iniciada capital, antes ubicada en
Calabozo, a la que se le suman casas, caseríos, barrios, acueductos, sistema de
aguas servidas, el hospital Guárico; el pueblo se ensancha, una nueva geografía
urbana que se ve interrumpida al final del periodo Gomecista, aún y cuando
temporalmente se detiene “el auge urbanístico”, la ciudad capital no pierde su
ubicación geográfica privilegiada y estratégica lo que le permite mantener su
estatus de capital de Estado.
Como toda ciudad venezolana, San Juan de los Morros no escapa del impacto que tienen los factores económicos, políticos y culturales sobre su configuración y reconfiguración, por lo tanto, San Juan se consolida como centro de poder político-administrativo y prestador de servicio, lo cual incide en la transformación de la imagen pueblerina puesto que las casas de orden colonial empiezan a ser reemplazadas por edificaciones de tipo comercial, “pulperías, almacenes, boticas, bodegas y posadas acopladas a las viejas casonas” y continúa así el crecimiento demográfico y la transformación urbana, surgen entonces “panaderías, areperas, tiendas de ropa y calzado, restaurantes, hoteles, bombas de gasolina, talleres, y ferreterías, (…) farmacias, cines,...” y más allá a finales del siglo 20 y principios del siglo 21, se construyen en San Juan los primeros Centros Comerciales: El Colonial (1997), y el Via Veneto (2001); incorporando una imagen renovada del sector comercial en la capital Guariqueña.
LA MICROHISTORIA DEL
CENTRO COMERCIAL ENTRE LA MODERNIDAD Y LA POSMODERNIDAD.
El
siglo 20 está signado por la trasformación urbana, un halo de contemporaneidad
se apodera de las ciudades en Venezuela, y aquella estructura heredada de la
colonia, comenzó a cambiar, era inminente la modernización del país que
presenta un nuevo rostro urbano que impacta en la mentalidad de sus
habitantes. Esto lo habíamos mencionado
con anterioridad, sin embargo es importante resaltar la evolución
arquitectónica de la ciudad de San Juan de los Morros, a partir de la segunda
mitad del siglo 20, que va desde “las obras monumentales y el lujo en la
arquitectura e infraestructura” durante la dictadura perezjimenista, pasando
por una solución de contingencia orientados a los sectores más desasistidos de
la población del periodo llamado democrático, a partir de allí la oscilación de
los acontecimientos políticos y económicos intervienen e impactan directamente
en lo social; en la década del 70 la bonanza petrolera impulsa el derroche y se
hizo presente “la obra suntuosa” en las principales ciudades del país, no sería
lo mismo en la década del 80 donde contradictoriamente la crisis económica
forma parte del paisaje como resultado del endeudamiento y la devaluación
económica que llevaría a la paralización de muchos de los proyectos de
desarrollo en materia de obras.
A
finales del siglo 20, la situación del país inicia un proceso de relativa
recuperación económica. Sin embargo, es
en este periodo durante el cual “se intensifica la construcción de importantes
obras, contrastantes, caracterizadas por el lujo, la audacia constructiva y la
vanguardia tecnológica, en contraposición con la elemental y austera
rehabilitación del desgastado patrimonio”.14
En
San Juan de los Morros, se construyen centros comerciales como: el Colonial
y el Via Veneto (Fotos referenciales 1 y 2), y al menos para mí, es
parte de ese proceso deshumanizante en el cual “Sin duda el sujeto opta por
anteponer, por escoger, lo artificial y controlable antes que lo orgánico, dado
el temor que le genera todo aquello que escapa fácilmente a su dominio”.15
El
ser humano tiene una ambición existencial por conquistarlo todo, por
controlarlo todo y en el intento olvida los más importante, tal vez,
conquistarse así mismo. Termina
entonces siendo víctima de sus temores, de sus vicios y de sus placeres
inoculados por “La ideología (…) sistema de valores, creencias y
representaciones que autogeneran las sociedades en cuya estructura haya
relaciones de explotación (…) tal como figuran en el hombre de hoy muchas
representaciones inducidas en su mente, desde la infancia por la televisión
comercial; otras, se alojan en la preconsciencia (en sentido freudiano), zona
psíquica compuesta por restos verbales y numéricos olvidados pero que pueden
ascender a la consciencia cada vez que ésta lo requiera”.16
En
consecuencia, somos en la “urbe contemporánea” seducidos y atrapados por los
espacios, sin dudas fascinantes desde lo estético, el no-lugar, representado en
este punto por “los grandes centros comerciales, lugares “para la circulación
acelerada de personas”17 los cuales, al igual que la
televisión, nos ideologiza, pues el no-lugar, en este caso el centro comercial,
lugar en principio concebido para la acción social y el relacionamiento social
termina sobrepasado y dominado por el hedonismo, la frivolidad, la banalidad,
lo que si es cierto es que inmersos en ellos no hay espacio para el
aburrimiento, no obstante en ellos solo vives para consumir y no consumes para
vivir, se sustituye lo vivo por lo artificial, se sustituye lo real por lo
efímero, es un mundo que pierde su unicidad, su equilibrio y se distancia del
ser.
Ahora
bien, me había propuesto intentar comprender un poco estos espacios, dos
centros comerciales de esta ciudad; el centro comercial Elymar y el Via Veneto,
observar críticamente algún fenómeno sensacional, tratar de escribir algún
testimonio que validara el esfuerzo, sin embargo, no se si he cumplido con las
expectativas. Lo cierto es que durante el recorrido, fugaz y fútil, intente por
todos los medios de doblegar la desconfianza que había tejido su telaraña y a
ratos sabotea la posibilidad de una tertulia.
La amabilidad, la cordialidad y el relacionamiento social afable es
sustituido por la distancia y la prudencia muy típico en estos tiempos en la
que los monstruos emergen a la consciencia y ponen en estado de alerta a quien
intentamos abordar. En principio, debo
confesar que mi esfuerzo por conversar con la propietaria del centro comercial
Elymar no resultó como esperaba, de manera que me interesé por quien
desde mi percepción son capaces de saborear los hechos propios de la
cotidianidad de estos lugares: los vigilantes.
Es así que converso con el Señor José Méndez Aguirre y en ese ir y venir
de preguntas y respuestas abiertas logré muy poco, a decir verdad.
Tal
vez, no indagué lo suficiente para hallar algo por allí en la preconsciencia de
José y conquistar algo relevante, fascinante o sensacional digno de ser contado
en este esfuerzo intelectual, pero solo lograría darme cuenta que el señor
vigilante tiene muy clara su función: vigilar.
Y, me confiesa que en sus seis años como vigilante ha tenido pocos
incidentes y que suele reunirse con frecuencia con los estudiantes que pululan
por el lugar, ya que no deben irrumpir en determinados espacios y a propósito
de esto José me suelta una anécdota, al fin, me dice que cierto día durante su
recorrido habitual sorprendió en el último piso del centro comercial a una
pareja en un encuentro furtivo intentado desatar sus pasiones pero el vigilante
cumpliendo valientemente sus funciones y con denuedo frustró el tórrido
romance, desafortunadamente para los jovenzuelos. De esta tertulia con José, cristiano y del
Barrio Las Palmas, me sorprende que no conozca la historia del centro comercial
donde trabaja.
Así,
en una despedida un tanto azarada, salgo en la búsqueda de algo realmente
determinante, pero, en un recorrido por los pasillos me decido realizar mis
propias observaciones que son signos del tiempo en el que vivimos, y sin la
menor dudas, forman parte de nuestra cotidianidad. Lo primero, es la sensación de soledad, el
periodo vacacional muestra su rostro y otorga al lugar un ambiente bucólico,
hay muchos locales vacíos, son pocos los que han logrado sobrevivir y aprecio
que han tenido que reinventarse, lo miscelaneo se adueña de los locales, una
venta de celulares y servicio técnico que ofrece a su vez reparación de cejas,
cuelga un cartel “Se hacen cejas”.
Por
otra parte, nuestra moneda en términos simbólicos ha desaparecido. Las ofertas, que por cierto hace mucho
tiempo no veía, aquel 2 x 1, se cotizan hoy día en dólares, un anuncio nos
señala que han vuelto los tiempo del 2 x 1 pero con una variante, en 25
dólares. Después de este recorrido,
sigo hambriento, deseo encontrar algo perturbador o intenso, y me voy hasta uno
de los primeros centros comerciales de San Juan de los Morros, el Via Veneto,
voy directo al vigilante, al más anciano, no me da muchos detalles y me refiere
a uno más joven Yorman Parra, tres años
de antigüedad, el otro tiene ocho, me lo dijo Yorman, como buen
vigilante maneja buena información.
Con
Yorman, el vigilante trato de establecer una conversa fluida y amena, al menos
lo intento, creo conocer a Yorman de algún lado, San Juan es un pueblo pequeño
y como dice el refranero popular “pueblo pequeño, infierno grande”. Desafortunadamente, con Yorman sucede igual,
nada sensacional mucho menos intenso o perturbador, nada que despierte mi
curiosidad. Solo detallo que en los centros comerciales se respira
tranquilidad. Ahora entiendo porque muchas personas dicen “me voy de shooping”
como una manera de relajarse y distraerse, pero hay al menos en estas fechas,
poco movimiento. Un detalle que me
llama la atención de los centros comerciales de San Juan es que son cerrados,
no hay espacios comunes donde reunirse, todo es muy básico, reducido, pocas
opciones, pero tranquilos, eso sí.
Otro
detalle que me perturba es que Yorman desconoce la historia del centro
comercial donde trabaja y lleva tres años de “Watchman”, tal vez no tiene
porque saberlo, pero es una señal inequívoca que estamos en tiempos, y eso
forma parte de lo cotidiano, o más bien en “Un mundo en constante metamorfosis,
en constante renovación donde a menudo ni se advierte el pasado ni hay tiempo
para reflexionar sobre el futuro...”18
Y,a
propósito de este lugar común, donde se extravía el ser, lugar contradictorio,
antagónico y de contrastes, intento realizar a modo de colofón, una
reflexión. Luego de mi efímero
recorrido, por el no-lugar, representado por el centro comercial como espacio
del urbanismos contemporáneo y el cual no escapa al molino que pulveriza a las
épocas; la posmodernidad para algunos es una época de desencanto y declinación
de los ideales de la modernidad y de su idea de progreso, por cierto, ésta
artífice del deterioro, hasta cierto punto, de lo humano, lo afirmo por sus
consecuencias nefastas, por ejemplo, con respecto al medio ambiente.
El
progreso, a mi modo de ver, ha sido mal entendido, se priorizó el desarrollismo
y el capital mientras se desechó lo vital, lo esencial, lo social, lo
verdaderamente humano, pues “… somos los individuos acaso los que hemos de ir a
naturalizandonos en lugar de culturizar a la naturaleza (…). Somos nosotros,
como hoy se observa patentemente dada la urgencia de los problemas que se han
de solventar, quienes hemos de encontrar en la naturaleza posibilidades hasta
entonces desatendidas y adaptarlas en cierto grado a nuestras propias
necesidades, que no son las prefijadas por nuestros deseos exclusivamente
subjetivos sino las de nuestro ser como entidades culturales, claro está, pero
también y hasta primeramente como entidades naturales. Dicho de otro modo, nuestras necesidades son
en gran medida las del entorno”19
Pero
esto no deja de ser todo un desafío de caras a la posmodernidad 2por su culto
predominante de las formas” y a su vez su excesivo “individualismo y la
ausencia del compromiso social”, éste último, un valor ausente en los centros
comerciales, por cierto, santuario de los estereotipos autogenerados por la
sociedad de consumo, aspiración de la posmodernidad que además promueve la
perdida de la conciencia histórica de los pueblos, que apuesta por borrar las
huellas del pasado expresado en sus bienes patrimoniales, expresiones
culturales; la demolición de ciertas obras, casas, entre otros, arrastran el
pasado y su emocionante alegoría de vivencias, hechos y hazañas; en cambio son
sustituidos por una nueva arquitectura, una imagen renovada, y por supuesto,
una mentalidad a tal punto idiotizada.
Y es que la posmodernidad es también “acostumbrarse a pensar sin moldes ni criterios”, lo cual aunado al conocimiento y la información que caracterizan a esta éra como medio de poder y control sobre las masas se va configurando un mundo que tal vez termine como el Uróboros, devorándose asimismo.
Referencias mínimas consultadas
Pellicer, Luis Felipe, “Vernos desde el pasado: la
historia de las mentalidades en Venezuela” en José Angel Rodríguez
(Compilador), Visiones del oficio. Historiadores venezolanos en el siglo XXI, Venezuela,
Fondo Editorial de Humanidades y Educación, 1era. Edición: noviembre 2000, p.
162
Guillermo Aguirre Martínez, “Vertebración del Urbanismo Contemporáneo en Función del Vínculo Microcosmos – Macrocosmos”, ARS BREVIS 2018. FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS. UNIVERSIDAD DE DEUSTO, pp. 11 – 33
José Guadalajara. “El macrocosmos de la microhistoria literaria”, Storyca (s/f), pp. 73 - 86
Miguel Funez, Construcción Histórica y Urbana de San Juan de los Morros. Publicación Auspiciada por la Alcaldía del Municipio Juan Germán Roscio, Estado Guárico, 2006, pp. 89, 91, 155, 173
Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. México, Fondo de Cultura Económica, 2da. Edición en Español 1976, 2ts; t.I, p.
Citas:
[1] Fernand Braudel, s/p.
[2] Ibídem, p.171
[3] Historiador
francés, fundador de la escuela de los Annales (1886 - 1944)
[4] Recoge los breves
instantes, los detalles del último día de la batalla de Gettysburg
[5] Historiador Italiano, propulsor de la Microhistoria
[6] Un libro de Luis
González y González (Mejicano), refiere la Microhistoria de San José de Gracia
[7] “… el hombre
insignificante y sin relevancia para una historia escrita con letras
mayúsculas” Guadalajara, J. p.78
[8] José Guadalajara, p.
75
[9] Tomado de la web:
[10 Tomado de la web:
[11] Tomado de la web:
[12] Subtítulo adoptado
por Miguel Funes en su libro Concreción Histórica y Urbana de ..., p.89
[13] Miguel Funes, p.89
[14] Miguel Funes, p. 173
[15] Guillermo Aguirre Martínez, p. 14
[16] Luis Felipe Pellicer,
p. 162
[17] Guillermo Aguirre
Martínez, p. 14
[18] Guillermo Aguirre
Martínez, p. 15
[19] Guillermo Aguirre
Martínez, p. 33
*Ensayo escrito para la materia "Historia de lo cotidiano" de la maestría en Historia de Venezuela de la Universidad Rómulo Gallegos.
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