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sábado, 27 de febrero de 2016

De clases sociales Fantasía y violencia racial


Rafael Lara-Martínez*
Tecnológico de Nuevo México
Desde Comala siempre…





















A los marxistas que rechazan el estudio de las clases sociales. 

Si “la verdad está en lo increíble —ximántara diama xitrán—“ (Euralas), es porque la fantasía duplica lo Real.  Lo calca en espejeo y lo desdobla en realidad y realeza

Abstract: “On Social Classes.  Fantasy an Racial Violence” studies two recognized works from the Salvadoran literary canon: O-Yarkandal (1929) by Salarrué and La princesa está triste… (The Princess is sad…, 1925) by Raúl Contreras.  Both narratives classify as fantastic literature influenced by orientalism, displaying an imagined monarchical empire ruled by a specific ethnic group.  A white royal population reigns over black slave residents, submitting them to torture, and hard labor.  In a epoch of increasing violence, fantasy should not only be analyzed by its fascinating mythical material, but also by the means it disguises historical inequalities, i. e. white supremacy administrates afro-descendant slavery. 
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Si lo fantástico implica que el lector considere “el mundo de los personajes como un mundo de personas vivientes” (T. Todorov, Introducción, 37), aún su carácter etéreo extremo presupone la materia.  Lo concreto obliga al espíritu más sutil a manifestarse en lo tangible.  De lo contrario, permanecería oculto para un habitante terrestre y mundano.  Sea la lengua sonido y escrito, pedestal del sentido, sin esa huella dual no hay comunicación.  No hay idioma sin un  espectro físico e inscripción.  Sea el cuerpo biológico, cimiento de la psique, sin su rondar, no hay figura literaria, aun si se llame alma en pena.  Esta doble presencia palpable —lengua y cuerpo de un “simio gramático”— hace que la fantasía se arraigue en el reino físico de este mundo.  La fantasía se imagina como un universo posible, paralelo a la sociedad humana.

En El Salvador, dos ejemplos clásicos se intitulan O-Yarkandal (1929/1969/1971/1996) de Salarué y, menos renombrado, La princesa está triste… (1925/1996) de Raúl Contreras.  Ambas obras no sólo comparten una misma afición generacional — el orientalismo— (véase la foto de ambos junto a Alberto Guerra Trigueros, en Contreras, Obra, 1996: entre 111-113).  También describen un mismo modo esclavista de producción.  Por afición esotérica e imaginaria, a los blancos les corresponde la posición dominante, mientras a los negros se les asigna el quehacer de esclavos sometidos.  La dialéctica del amo-esclavo calca el tinte de la piel, según una literatura fantástica en reflejo de lo social sin presencia indo-americana.  
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Léanse las siguientes citas que describen un modo esclavista y racista del trabajo en O-Yarkandal (1969):
Krosiska […] marcaba a sus esclavos con hierros candentes […] llamó a su esclava Bethez que era negra y le dijo:
            — ¡Oh tú, márfil negro […] (165-166).
 A Sirsica [mujer de alcurnia] una negra enjoyada y casi desnuda la asiste […] está como arrodillada entre sedas blancas y es bella como una sombra, como la propia sombra de Sirsica.  Al timón hay un negro robusto y en la proa, en silencio, dos esclavos y dos esclavas.  En la popa hay un mozo pálido (200).
Ulusú-Nasar vivía en un palacete […] los esclavos que atendían, se ataviaban tan sólo con entreperneras cuajadas de rubíes y llevaban el cuerpo untado de óleo, que les hacía resplandecer como si hubieran sido de ébano vivo […] Ulusú-Nazar poseía un suave matiz rosado (214).

Casi todas las referencias a los esclavos los identifican como “negros”, mientras que los amos, en cambio, son blancos.  La esclava de Sirsica, aunque bella, es la “sombra” de su patrona y el “matiz rosado” de Ulusú-Nasar contrasta con el color ébano de sus sirvientes.  El tono de la tez parece dictar la riqueza, el poder y la posición social de los personajes.  Además, el papel protagónico le corresponde a los amos.  Los esclavos aparecen exclusivamente en el trasfondo, jugando una función secundaria de ayudantes. 

Hay una marcada diferencia étnica y racial entre la servidumbre y sus amos.  La división de clases se corresponde con una distinción racial.  Aunque no exista instancia alguna de discriminación directa contra una población de origen africano, su posición dentro de la jerarquía social del imperio demarca un claro racismo.  A ninguno de los gobernantes, ni a los protagonistas pudientes, les preocupa en lo más mínimo esa equivalencia entre el color negro de la piel y la esclavitud. 

Además, al percibir la realeza como “misión sagrada” (Salarrué, 1969: 185), se presupone que una visión teocrática del poder la sustenta una ideología racista apenas insinuada en el texto.  De ahí que el modo de producción del fabuloso imperio de Dathtalía se caracterice como fundado en la esclavitud y en el racismo.  Las prerrogativas reales (real and royal) son atributo de una población marcada por una “blancura” casi “transparente” (175), una “blancura radiante” (202).  Una de sus verdaderas maravillas “vuelve rubias las cabelleras más negras” (Salarrué, 1969: 183). 

Se clasifique bajo el rubro de literatura astral, teosófica o fantástica no hace variar el hecho social en sí: la clasificación de los grupos humanos por su tinte de piel, premisa de una época anterior al ADN y al genoma.  A lo sumo, ese código legitima el hecho para sí de una sociedad dividida en clases sociales, a saber: la esclavitud de los afro-descendientes y el tributo de reinos subalternos.  La distribución espacial calca la pátina de la dermis, como si la naturaleza dictase lo social, cuanto que nada más arbitrario que clasificar los humanos o las frutas (fresa y tomate) por su apariencia.  Por un juicio crítico original, “la realeza representa la jerarquía máxima y”, por tanto, simboliza “la expresión de las jerarquías espirituales” (H. Lindo, en Salarrué, 1969: LXIV).  Acaso no habría “condición mística o iniciática” (ídem) sin esa tajante servidumbre regulada por el color.  El cuadro siguiente resume la distribución espacio-racial de los “reinos tributarios” (Salarrué, 1969: 163-164). 

Norte: Ki-Su – hombres amarillos

Noroeste: Askankán –                                        Nordeste: Edimaputa – 
hombres rojos                                  |                     hombres blancos
                                   \                                 /

Oeste: Xibalbay/      —      Samiramina  —        Este: Zunzunte –
Xibaibailá: hombres                       Capital                     hombres negros
de barro

                                    /                                 \
                                                           |                     Sureste: Bagalgaya – hombres                                                     color uva

                                               Sur: Kadputra – hombres grises

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Como episteme de la época, la equivalencia de la raza con la jerarquía social la reitera Raúl Contreras en su obra La princesa está triste… (1925/1996).  Si los “esclavos” son “negros” (31), la belleza de la princesa destaca por su piel blanca, ojos verdes, rizos rubios (41-42).  En su enlace intermedio, se hallan los trabajos que se le asignan a quienes divierten a la realeza.  Las “bailarinas” son de “Siria” (46) y los juglares, de “Bagdad” (50).  En calco fiel, el ideal de raza caucásica lo replican los poemarios Versos del ayer (1920-1945/1996) y Niebla (1956/1996).  Mientras la primera antología implora el “cariño” de una “mujer” en el “armiño de sus manos” (155), el segundo libro, su “mirada casi verde” (268).  En preludio a Niebla, Claudia Lars anticipa que la “niña de palabras de agua pura” posee “color de nieve” y “blancura” (“A Lydia Nogales”, 257).  La fantasía jamás imagina un mundo justo, trastocado por los Derechos Humanos más elementales (artículo 1), esto es, una sociedad pos-esclavista y democrática en la cual las diversas razas y etnias posean una voz política y un voto similar. 
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Mientras en O-Yarkandal la mezcla racial resulta un enigma acallado, en La princesa está triste… la misceginación la castiga el asesinato del juglar que osa transgredir los códigos de la jerarquía social.  Al enamorarse de un subalterno, la princesa no sólo reduciría su estatuto financiero: “es humilde su cuna”; “hablar con un artista sería rebajarte” (96), le advierte el Hada.  A la vez, enturbiaría el ideal poético del albor inmaculado que encarna su cuerpo: “es linda y graciosa/rubia como el trigo,/blanca como aljófar;/sus pupilas verdes”, idealiza el poeta (93). 

Tal es el misterio de la fantasía —sea esotérica o poética.  No se permite un mestizaje racial entre los amos blancos y los esclavos negros, ni tampoco entre el estamento superior y los intermedios sirios o iraquíes.  La estratificación étnica es rígida y castiga cualquier transgresión al deseo de traspasar esas fronteras.  La justicia socio-racial protege a la princesa blanca,  al decretar la “horca” del poeta  iraquí que se “balancea” cual péndulo humano (152). 

En su defecto, se elude toda referencia a la misceginación como si existiera un tabú de insinuarla.  Habría quizás una endogamia estricta que hace posible la separación absoluta del “matiz rosado” y del “marfil negro”. No sólo se separan en el color sino en el vestido, en la filiación étnica y en su rango social, acaso vivido como “misión sagrada” desde los orígenes.  Uno de los límites de la fantasía la ofrece la constitución de familias racial y culturalmente diversas.  Ninguna obra fantástica poetiza la existencia de unidades domésticas mixtas en raza y cultura. 




Si “habéis notado que doy preferencia a los cuentos que hablan de princesas y de reyes” (182), olvidáis su tez blanca cual la certifica “la realidad de mi realeza” (Salarrué, 1969: 230).  Por un juego de palabras —intraducible a otro idioma— lo Real remite a la monarquía y a la verdad objetiva.  Si el mundo imperial lo rige la política, lo regio administra lo Real.  Por la realeza, lo Real se vuelve realidad.

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Al presente que combate la impunidad, reclama la justicia y anhela aplicar los derechos humanos, no le correspondería mitificar fantasías orientalistas.  En cambio, su entereza política exige investigar la manera en que se inventan diferencias sociales por el simple tinte de la piel.  Si esa disgregación social —amos blancos, artistas árabes y esclavos negros— presupone una violencia fundadora, su verdadera naturaleza se llama imaginación humana.  Un imaginario cultural —la fantasía— concibe que el color legitima la realeza y la realidad social.  Se anota de nuevo la ausencia de toda población indo-americana, aún encubierta por las premisas del silogismo maravilloso. 

La ecuación ficticia resulta más exacta que toda fórmula matemática.  La pureza de la raza blanca debe mantenerla una justicia despiadada.  Su crueldad legitima la jerarquía social por una blancura sinónima del albor y de la decencia.  El “alma negra” (165) significa el pecado, como la “blancura” de nube, lo etéreo (Salarrué, 1969: 219).  Al denunciar la violencia sinfín, la actualidad observaría en la crueldad imaginaria de la fantasía un anuncio certero de su larga dimensión en el pasado.  No hay nada nuevo bajo el sol del “crimen” organizado e institucional (Contreras, 152). 

Previo a todo “plata o plomo” a la moda, se vaticina que el quinto mandamiento jamás reza “no matarás”.  Por lo contrario, borgeanamente prescribe “si matas en nombre de lo que crees justo, no eres culpable”.  Tales asesinatos legales producen “deleites para el ojo y el oído” —según la lectura original e irrefutable del texto salarrueriano (A. Masferrer (1925), en Salarrué, 1969: 159).  Igualmente, suscitan una emoción superior, “tan poética y elegante” que sugieren el indulto (J. Cejador (1925), en Contreras, 8). 

En síntesis, al hacer del “asesinato una de las bellas artes” (T. Quincey, 1827 y 1839), la crítica literaria clásica endulza el crimen disfrazándolo de esoteria y de poesía.  Por un cambio de sensibilidad, la elegancia formal del homicidio ya no se evalúa por lo “refinado” de su estilo (Masferrer, ídem).  Ahora rinde cuenta por el acto mismo de violencia institucional solapada.  Tan “bellas son en verdad las historias que nos cuentas” (Salarrué, 1969: 242), como horrenda la división racial que ocultan.  La tortura que justifican…

Bibliografía

Contreras, Raúl.  Obra poética.  San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 1996.  David Escobar Galindo (compilador). 

Salarrué.  O-Yarkandal.  Historias-cuentos-y leyendas de un remoto imperio.     Cuscatlán: Tipografía Patria, 1929. 
---.       Obras escogidas.  San Salvador: Editorial Universitaria de El Salvador, 1969.  Selección, Prólogo y Notas de Hugo Lindo  (vii-cxviii).
---.       O-Yarkandal.  Historia-cuentos-leyendas de un remoto imperio.  San         Salvador: Dirección de Publicaciones del Ministerio de Cultura, 1971. 
---.       O-Yarkandal.  San Salvador: Concultura, Biblioteca Básica de Literatura Salvadoreña, No. 5, 1996.

Todorov, Tzvetan.  Introduction à la littérature fantastique.  Paris: Editions du          Seuil, 1970.


*Rafael Lara-Martínez es profesor de estudios hispanos en el Tecnológico de Nuevo México/New Mexico Tech, Socorro, NM, EEUU.  Escribe bajo supervisión de La Llorona/Cihuanahual.     

martes, 23 de febrero de 2016

Arreglos y desarreglos en la Historia de Venezuela. Respuesta al discurso de la rectora Jessy Divo en su incorporación como miembro honoraria de la Academia de la Historia del estado Carabobo (Valencia 20 de febrero de 2016

Elis Mercado Matute (*)
En primer lugar debo hacer una doble felicitación: una a la Academia por darle continuidad al gesto enaltecedor de designar como miembros honorarios de esta corporación a personalidades de la región, y en segundo lugar a nuestra rectora por ser ella la escogida para esta distinción en el dia de hoy.Soy muy poco dado a manosear frases, pero hay algunas que parecen destinadas ser recordadas ad in finitum, como la de José Martí cuando dijo que “Honrar honra”. Significando así que cada acto de justicia, y el honrar lo es, enaltece a quien rinde homenaje a la vez que magnifica a quien es recipiendario. Así queda estampado en este día un gesto que enaltece a la Academia de la Historia, en la persona de nuestro Presidente Carlos Cruz y a nuestra Rectora Magnífica Jessy Divo de Romero.
Me ha correspondido dar protocolar respuesta al discurso de la rectora, y en consecuencia empiezo por resaltar que es una buena pieza oratoria la que ha pronunciado. Y no es laudatorio consagrar la bondad del discurso, ya que comienza destacando lo que es fundamental en el ejerció historiográfico, que no es otra cosa que pensar, analizar, reflexionar y hasta debatir lo que es la historia y yendo al grano de lo factual, de los hechos, que es lo medular del ejercicio de los historiadores. Los hechos son permanentes, inamovibles, lo que cambia _ lo hemos dicho en otras ocasiones _ es el surgimiento de nuevas técnicas, de nuevos criterios, de nuevos instrumentos, de nuevos detalles que enriquecen la actividad heurística y hermenéutica que orientan la labor investigativa.
Se destaca en el contenido del discurso un eje analítico que es bueno destacar. Se trata de la distorsión, de los arreglos y desarreglos de nuestra historia. Las citas de Manuel Caballero y de Elías Pino son apropiadas y certeras. Ambas apuntan a señalar lo tóxico del fundamentalismo en la interpretación de lo histórico y del peligroso culto a la personalidad, distorsiones ambas que requieren fundar axiomas, para luego posesionarlos como dogmas, y lo de dogma tiene una acepción religiosa, cuando se trata de sustituir la fe y la creencia de la religión en una religión civil, generalmente oficiada, paradójicamente, por militares.
Se distorsiona el discurso histórico cuando la historia oficial a la que tanto combatimos ayer, hoy se transforma en la visión cautiva de una izquierda trasnochada en el poder. Se distorsiona cuando a un prócer, el mayor de todos, como Juan Germán Roscio se le pone de lado en los oficios delirantes de la gesta independentista, Se desarregla la historia cuando se edifican mitos y leyendas útiles para justificar hechos injustificables, como en el caso de Negro Primero, quien en las páginas de Venezuela Heroica de Eduardo Blanco, romanticismo exacerbado por medio, más parece un episodio de comiquita que un hecho histórico. Se intoxica la historia cuando se ubica a los “héroes” en altares, como si fueran dioses, a los cuales no se les admira, como debe ser, sino que se les adora, como si dioses fueran, y así los convierten en criaturas divinas, adoradas y adorables, infalibles: de esta manera se mitifican lideres y los colocan al lado de quienes previamente han sido deificados, Surgen así los Comandantes Eternos, salvadores del mundo y de la patria, y se comienzan a estructurar cultos , babalaos y santeros, ajenos a nuestra idiosincrasia Se atenta contra nuestra esencia como pueblo cuando se hacen ejercicios de necrofilia con los restos de Bolívar y se plasma una figura zamboide, como un intento de hacer desaparecer su indiscutible , y para nada vergonzante, abolengo mantuano, de hombre rico, por cierto miembro de la familia más rica de la época colonial, no una de las más ricas sino la más ricas. Se atenta contra la historia cuando se inventa otra independencia, para que haya un nuevo Bolívar. Se insulta al país cuando se inventa un ropaje socialista para Bolívar y hasta para Jesucristo.
No es oportuno referirme a la totalidad del discurso, aunque tentado estoy, pero no puedo soslayar la referencia a Bertrand Russel, quien junto a Huizinga termina sosteniendo que la historia es siempre una manera de la cultura rendir cuenta de si misma: y la de Michelet, quizás el más grande historiador de la Revolución Francesa, de que “ sin historia no es posible hacer política “ y agregaríamos que sin política no es posible hacer historia, y enfatizamos que no es un simple y travieso juego de palabras, sino que conceptualmente las fronteras entre lo político y lo histórico , los limites, las líneas divisorias, siguen siendo muy débiles. Rechazamos que se mienta y se le tuerza el pescuezo a la historia cuando, por ejemplo, se quiera presentar a los hechos vandálicos del 27 de febrero de 1989 como una gesta revolucionaria, o a los infaustos y cobardes intentos golpistas del 4de febrero y 27 de Noviembre de 1992 como unas proezas cívico-militares. Lo menos que uno puede pedir, por favor, es respeto a la inteligencia.
Bienvenida señora y amiga Rectora a esta institución, que como la Universidad, vela por la integridad de nuestros más caros valores, los de la libertad y la democracia.

(*) Ex Rector de la UC
Presidente del Ateneo de Valencia
Miembro de Número de la Academia de la Historia.

viernes, 27 de noviembre de 2015

“EL CHINO” VICTOR VALERA MORA, IMPECABLE CABALLERO DE LAS TINIEBLAS

Jeroh Juan Montilla





Las fotos de “El Chino” Víctor Valera Mora son insuficientes para un encuentro con seres como él, son necesarios un juego de naipes o una moneda, mucho azar para desfondar las puertas de la muerte. Le conozco miseria, apenas aquí o allá el jirón de algún poema, o por boca de Adolfo Rodríguez, la historia de un tipo jugador de pelota, un hospitalario que cantaba serenatas y bebía cervezas desde los tiempos de la botella verde.
            En realidad esto es preciso, pero es bien poco para desatar mi lengua, y el problema es que ya “El Chino” se marchó de un infarto, a la loca, como el caballo que fue, dispuesto a preñar yeguas santas, a salir de bala tras los glúteos de una quimera. Entonces yo, hombre de a pie, desde este callejón solo puedo zambullir la nariz en los ochenta kilos de poemas que son su más vivo rastro. Allí me tropiezo con esta invitación:
“Pero recoge las páginas/ donde los enamorados escriben cortando con navajas/ revisa los libros/ busca en las grandes piedras talladas en los manuscritos del mar/ desde Gutenberg hasta las Dos Declaraciones de la Habana/ busca, acumula, reúne, clasifica/ sal a la calle con la balanza y metro, pesa y mide/ blanco y negro, amor y olvido, agua y fuego/ filos geográficos y campanadas celestes. / Al final todo más claro.”
            La poesía de “El Chino” es un chorrerón de alambre, de ese que hinca cuando saltamos la cerca para remojar la boca y las manos en mujer, y robar así la antigua guayaba que los dioses nos prohíben.
            Su poética desaforada es un cerco a las cosas del cemento y la piel, citadina de pies a cabeza, hecha a ritmo de semáforo mientras el café de las tres refresca el bochorno y el amigo más próximo nos sepulta en comentarios hípicos o políticos, sin embargo, allí está el verso de Víctor para salvarnos de la dentellada del tormento cotidiano, y darnos en sus límites la tregua increíble. Porque la paradoja está en que tanta preciosa verborrea de seiscientos kilómetros por hora pueda ofrecernos un nirvana donde la revolución, la mujer desnuda sobre la estera, y las groserías del vecino, tengan la misma moldura para apaciguarnos. Nos declara, que a fuerza de descargues, se sobrelleva la ciudad más el momento que nos compromete, y que con un pie en el estribo y el otro donde mejor nos parezca, estamos listos para irnos. Por eso admite que:
“A seiscientos kilómetros por hora cuestiono todo/ me dejo llevar me gusta cuanto me sucede/ el animal que soy sobre las catedrales husmeando/ mi desmedido desenfado mi boca salvaje/ cerrando y abriendo puertas espantosas.”
            Y detrás del furor contestatario, la sonrisa del que ha descubierto que el nudo de la contradicción no nos abandonará jamás, que este hoy y el mañana serán otra oportunidad para renovar la rebelión contra la fuerza de la luz o la pesadez de las sombras. Por eso sentencia que:
“Hace bastante tiempo un incendiario/ absoluto/ fue llamado EL OSCURO/ desde entonces con algo más que/ fuego se sacian los hombres.”
            Arriba dije que “El Chino” era un caballo, debí haber dicho un centauro, uno de esos que come carne de mujer enamorada, porque estas  míticas bestias arrebatadoras de doncellas a punto de casarse, se meten en la poesía a masticar la suave carne de la amada; la que abre y cierra un libro de poemas, la mujer que suda en la grupa, la luna que duerme en nuestra cama y le decimos “querida” junto a tantas cosas irrenunciables.
“Esta mujer bocarriba desnuda en la estera llamada adiós llamada vuelta de la esquina.”
            Y así como ancla la mujer en la vida del poeta, otra figura, plenamente fémina, se cuela trazando frases maduras: la muerte. Llega con su pompa de conquista, seduce, arrastra con su aire de dama gentil, viene por él, le ahorra el esfuerzo metafísico de buscarla, y el poeta cede, se marcha con los ojos nostálgicos y el pecho alegre.
“Si sale el sol mañana partiremos/ partiremos con la implacable luna/ la hermosa luna en el puño de la gasa/ la gasa que siempre está a la orden.”
            En otro orden, en los textos de “El Chino”, también la mujer pasa, de excusas y ganas de ella, a copar palabra tras palabra las cuadras del poema; la revolución sucumbe bajo el eje verdadero de la bohemia, la “mujer en estrictos paños menores”. La rockola nivela el despecho cuando el estribillo mexicano hace un sabroso boquete en la iracundia. Valera Mora es conocido como miembro radical del grupo “La Pandilla de Lautreamont”, que Caupolicán Ovalles bautizó como “el brazo armado de la República del Este”. Horda de cañeros dispuestos a la protesta en el tino de mantener la ebriedad (libertad) en un mundo de sobrios amordazados. No es gratuito que Elena Vera ubique a “El Chino” en el ámbito de la poesía “apocalíptica”, “La Pandilla de Lautreamont” es un fiel vástago de ese otro grupo de los años 60 conocido con el nombre de “El Techo de La Ballena”. Aquí, en “El Techo de La Ballena”, según Elena Vera, “la poesía es un instrumento de implacable crítica social. Usan el lenguaje de manera directa, revestido de implicaciones políticas o, por el contrario, los subvierten mediante la utilización de una sintaxis arbitraria y desordenada.”
            También Juan Liscano, acota el papel predominante del lenguaje en su sentido más radical en el mejor momento de “El Techo de La Ballena”, a Valera Mora lo califica de extrovertido, pop, desmesurado, político, erótico, discursivo, asegurando que, junto al poeta Caupolicán Ovalles, representan “con rasgos bien precisos, la posición más extrema en el campo de una poesía de compromiso político y social”. Valera Mora se destaca por su simpatía hacia un modo de concebir el mundo, concepción que, en la década de los 60, conoce en los montes del país su efervescencia, frustración y derrota, difícil es de precisar el grado de compromiso y de identidad real de este poeta con el movimiento marxista venezolano. La militancia en el caso de los creadores, casi siempre es visceral, llena de matices, con una distancia que va de lo amable a la malcriadez o el divorcio. En Víctor, a ratos, se palpa ese distanciamiento amoroso sin prescindir de la sospecha, la cosa es hacer uso del arma más a mano y más evidente para darle duro a la injusticia, la constante ganadora en los dominios de este mundo. En “Canción del soldado justo” escribe:
“No voy a pediros/ ¡CAMBIAD DE POLÍTICA!/ No estoy para hacer bromas, / porque en este país/ los niños son muy hombrecitos/ y el mes de la masacre, Octubre, / lo llevo atravesado en la frente/ de sien a sien/ como un clavo al rojo vivo.”
            En “Con un pie en el estribo” afirma:
“Porque una noche senté a la/ Tribuna Popular en mis rodillas/ y la sentí amarga y la mandé al carajo.”
También en “Cantares Romanos” escribe:
“…el internacionalismo proletario es un burro de papel/ y con reumatismo para más vaina.”
Gabriel Jiménez Emán, califica de especialmente sacrílego el trato de “El Chino” hacia los valores morales e ideológicos. En sus libros comprobamos una emocionada disposición a denunciar la injusticia social, a cantar y celebrar la posible revolución, pero sin cegar su pluma, sin comprometerla en la ambigüedad del grupo político que le obligue a oscuras solidaridades o tramposos silencios.
Visualizando rápidamente la parte formal, nos encontramos con el peso verbal de algunos libros como “Con un pie en el estribo”, o “Amanecí de bala”, donde el lenguaje oscila entre lo orgásmico y el agotamiento feliz, aquí la sintaxis asume un rítmico desorden donde el corte brusco de lo temático se logra con la inclusión del panfleto y del collage. Por ejemplo, una imagen de la mujer amada es desatendida repentinamente para retomarla luego tres versos más abajo mientras se habla del imperialismo o de los burócratas. En Víctor se observa de modo muy claro, elementos de la poesía beat norteamericana, que tienen en Allen Ginsberg su más idóneo representante, lo cual es mostrado en la recurrencia desesperante de lo discursivo, con el fin de refrendar un lenguaje marginal donde el mensaje consiste en el relajo de posturas y roles convencionales. Personalmente encuentro correspondencia de forma y contenido entre El Chino y Ginsberg, en versos de este último como los siguientes:
“Estoy contigo en Rockland/ donde abrazamos y besamos a los Estados Unidos bajo las/ sábanas los Estados Unidos que tose toda la noche y no/ nos deja dormir.”
            Y es que Víctor, no sé, si directa o indirectamente, bebe como muchos otros de esa corriente de la poesía norteamericana contemporánea, que hace del poema una barricada contra la hipócrita escala de valores de nuestras “democráticas” sociedades de mercado.
            Ya para concluir, reitero mi complacencia por este encuentro nuestro, la cita del lector y el escritor. El Chino fue y es un poeta atado de pies y manos a la rueda de su tiempo, ejerció la vida sin medias tintas, franco, dispuesto, como buen whitmaniano, a contradecirse si al corazón le era preciso. Este es el hombre que hoy conozco en esta necesariamente accidentada lectura de sus textos, la misma no pretende concluirse. Cierro estas palabras recordando su más rotundo anatema poético:
“de posteridad seré llamado/ el impecable caballero de las tinieblas.”


MOMENTOS CON ARGENIS

Francisco Rodríguez

Los relatos de familia comentan cuando Javier y Clara (nuestros padres) se fugaban de las miradas para internarse cerca de las vacas, para que la pasión se enredara con el olor de la bosta y el mastranto. Una de esas noches el silencio del pueblo y el vacio de la noche se rompió y el éxtasis del placer de Clara se le alumbro el vientre, con relámpagos, truenos y centellas, originándose un huracán perfecto. El ruido ensordecedor despertó algunas casas cercanas y entre los gritos de “¿Qué pasa? ¿Quién está ahí?”. Los amantes salen corriendo con sus sonrisas juveniles, de aquel potrero que se convirtió en testigo y cómplice, de una travesura del amor que habían engendrado a un varón hecho de tierra, fuego y locura.
Un 27 de noviembre nace Argenis Rodríguez en Santa María de Ipire. Las campanas de la iglesia no sonaron, pero una rocola de un bar cercano se estremecía con el olor a alcohol y con gritos de prostitutas: la canción decía “ha nacido un niño entre borrachos y mujeres alegres…”.
Argenis alargo sus primeros pasos en Santa María de Ipire, con sus calles polvorientas y techos sofocantes por el sol. Calles largas y solas, bostezando el tedio. Una terrible tranquilidad que la quebrantaba un borracho y el día a día de las vacas, que eran espantadas por el ladrido de los perros que las desafiaban.
Mamá era el motor que encendía el carácter y la fuerza del cambio. Decide mudarse a las Mercedes del Llano y compran una casa en la avenida Bolívar. Fundan una pensión, bodega y talabartería. Se ubican para luchar entre el progreso del petróleo y el comercio. Traían en sus alforjas otros hermanos: Alirio, Adolfo, Idilia y José. En las Mercedes nacen Milagros, Felipe y Teresita.
La situación económica cambia con la desaparición del petróleo, que origino una fantasía.
Mamá desesperada, agarra sus peroles y se muda para San Juan de los Morros, papá se resiste a dejar las tres latas, unas manos de cambur y su talabartería. Argenis olfateo el hambre y se fue hacia Altagracia de Orituco, donde conoció al poeta Jesús Bandrés, cuando se alisto en la construcción de la carretera a Lezama. Bandrés le pregunto que había leído y él le respondió que unos vendedores ambulantes le regalaron una novela de Vargas Vila, y unos obreros petroleros le habían regalado unas revistas pornográficas, que las veía todos los días en el patio de la casa por las noches. Bandrés soltó unas carcajadas y se limpio los ojos. Luego le preguntó, ¿Qué quieres hacer tú?, y Argenis respondió: “Quiero ser poeta”. Esta respuesta le bendijo su futuro. A partir de ese momento se encontró el libro de las “Leyendas de Caroní” de Celestino Peraza. También leyó obras de Víctor Hugo, de Goethe, Don Quijote, entre otras.
A principio de los años 50 se fue a Caracas, dormía en un carro viejo, que estaba abandonado cerca de un autolavado donde trabajaba, que le permitía comer algo y comprar libros, y fue conociendo a autores como Chejov, Faulkner, Baroja, Dostoievski, Tolstoi, y Azorín. Logro emplearse en la librería Pensamiento Vivo. Se hizo militante de la juventud comunista y empezó sus andanzas como guerrillero urbano.
Yo nací el 13 de septiembre de 1952, y en noviembre se aparece por la casa, oye mis lloriqueos y exclama: “otra boca que alimentar, ¡Nojoda!”. Me envolvió entre las sabanas y me tira en el pipote de la basura. Mi mamá no me encontraba, y el obrero del aseo me regresa. Argenis al día siguiente regresa a Caracas y dice: “Yo no voy a mantener a nadie, nací para que me alimenten los demás”.
En este trajinar, Argenis se convierte en uno de los hombres más culto del país. La biblioteca de Pedro Díaz Seijas, José Francisco Torrealba, Antonio Márquez Salas, Guillermo Meneses, Ramón J. Velásquez, Arturo Uslar Pietri y Mariano Picón Salas fueron expropiadas por su gula intelectual.
Estuvo en España y se residenció en la casa de Camilo José Cela. En 1967 emigro a Bruselas, estudia inglés, francés e italiano. Se dedicó a leer las grandes obras francesas. Lee “Los endemoniados de Dostoievski”, a Camus, Sartre, Balzac, y Víctor Hugo.
Regresa a Venezuela. Lo que si hay que destacar que las obras de los románticos alemanes, lo afectaron de sobremanera, que el tornado espiritual lo atormentaba por sobrevivir en una sociedad que consideraba pobre, mentalmente débil ante la corrupción del poder. Siempre fue un antipoder, eso sí, se los chuleaba a todos y los descuartizaba con la palabra después. Lo adiaban por su verdad, por ser duro, áspero e irreverente.
Recuerdo algunos momentos que me marcaron con Argenis.
En mi primer divorcio, fui a Caracas y le conté mi guayabo. Me dijo: “Aprovecha que te están dejando, yo me las quito a sombrerazo limpio, ellas lo que quieren es que las mantengas”. Después me fui a rumbear la vida.
Una noche lo recogí en la plaza José Francisco Torrealba. Estaba abrazado en el suelo con una vikinga. Lo lleve a la casa, la bañe y la tiré en una colchoneta. Gritaba frases en inglés, en francés, o en italiano. Al amanecer me reclamó “porque me trajiste a tu casa. Estaba con una carajita en el suelo, viendo el cielo y le metía los dedos. ¡Coño mano y me bañaste, me sentía bien como estaba!”. Le dije: “toma café y desayuna”. Se fue sobre mí y me abrazo diciéndome: “Tú si eres bueno, menos mal que el aseo no te llevo”.
Mira Frank, no quiero que te parezcas a mí, es mejor que tu guía sea Adolfo. Tú no tomas y no te gustan las putas de la calle. Te pareces a mi papá criando muchachos.
Yo no quiero que me hagan homenajes, ni que pongan mi nombre en bibliotecas, ni en escuelas. Quiero que pongan mi nombre en bares y prostíbulos.
Si se arrechan los corruptos por lo que escribo, que me vengan a matar, por lo menos me llevo unos cuantos por delante.
Si quieres aprender a escribir, léeme.
Tengo un pantalón, una camisa, unas alpargatas y más de 40 libros escritos, que más quiero.
Frank todo es un holocausto mental y huele a mierda.
Soy el chulo más grande de Venezuela.
Envidio a Garmendia por su inteligencia.
Nunca quise estudiar… eso es cuestión de brutos.
¿Argenis tú crees en Dios?
Si… a la semana se suicido.
Argenis fue:
Una tormenta perfecta.
Un borracho perfecto.
Un aventurero perfecto.
Un lector perfecto.
Un loco perfecto.
Un mujeriego perfecto.
Un irreverente perfecto.
Un enemigo perfecto.
Un hermano perfecto.
Un sin familia perfecto.
Un solitario perfecto.
Un vago perfecto.
Un narrador perfecto.
Un genio perfecto.
“Toda esa impaciencia, esa tormenta que agita mi vida espera ¿Por qué? ¿Para qué? Todo eso me iba matando, torturándome, quitándome años de vida, golpeándome el pecho. Nunca he podido dominarme. Nada me domesticó. El suicidio es la salida”
.A.R.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Arte africano en Venezuela

Arturo Álvarez D´ Armas




Arte afroamericano. Colección Arturo Álvarez D´ Armas. Foto Arturo Álvarez D´ Armas. 14-10-2015.



La presencia del arte africano en Venezuela tiene una historia. El 7 de mayo de 1954, bajo la dictadura militar del General Marcos Pérez Jiménez, es inaugurada en el Museo de Ciencias Naturales la colección africana donada por el Rey Leopoldo de Bélgica a Venezuela. La misma se encuentra constituida por esculturas en madera y artesanía provenientes del Congo Belga, hoy República de Zaire.
Sería necesario que pasaran trece años hasta que, en noviembre de 1967 bajo la dirección de la africanista Dra. Angelina Pollak-Eltz, se realizara una selección de la donación del Rey Leopoldo en el Museo de Ciencias Naturales –en adelante M.C.N.- titulada “EXPOSICIÓN ETNOGRÁFICA DEL CONGO”. Ese mismo año la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela publica el boletín Cuaderno, N° 2, dedicado al Arte Africano.
A principio de la década del 70 llega a nuestro país, proveniente de los Estados Unidos, un apasionado estudioso de África y la diáspora africana en América, es el Dr. James Edward Scott. Como funcionario del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional es encargado de la Sección de Estudios Africanos y Afroamericanos del Centro de Estudios de Fuentes Culturales. Bajo su dirección y organización es el responsable directo de las tres grandes exposiciones africanas de los años 70 y 80 del siglo XX. El 15 de febrero de 1976 se presenta en el M.C.N. la muestra “Arte Africano en colecciones venezolanas”, donde se reveló la importancia del arte negro para los coleccionistas venezolanos. El 26 de septiembre de ese año la Galería Arte Contacto presenta, procedente de los Estados Unidos la exposición “ESCULTURAS AFRICANAS”. El 8 de noviembre de 1977 los presidentes de Venezuela y Senegal, Carlos Andrés Pérez y Leopoldo Senghor, inauguran la exposición “LOS DIOSES COMO LOS VEMOS”, de grata recordación en el ambiente cultural venezolano. En conmemoración del bicentenario de Simón Bolívar el doctor Scott organiza con obras de su colección y algunas de la colección de Bélgica la sala permanente “PRESENCIA AFRICANA Y AFROAMERICANA”, estas dos actividades son en el M.C.N.
El 29 de julio de 1990 los amantes e investigadores de África al sur del Sahara se dieron cita en ese templo de la cultura nacional –M.C.N.- para deleitarse con la “EXPOSICIÓN ETNOGRÁFICA DE ÁFRICA SUBSAHARIANA”, perteneciente a la Casa de África de La Habana. Esta institución cubana se especializa en investigar y divulgar la historia de la cultura africana. La muestra itinerante, que por primera vez sale de Cuba, contiene una representación artística de 26 naciones como Namibia, Etiopía, Zaire, República Popular del Congo, Benín, Angola y Nigeria entre otras. Allí tuvimos la brillante oportunidad de conversar con la Licenciada Claudia Mola, directora de la Casa de África, quien informó que ese organismo es fundado el 6 de enero de 1986, con el fin de dar a conocer al mundo el patrimonio cultural africano. En ese centro se investiga los temas étnicos de los países pertenecientes a su colección, el museo cuenta entre sus fondos con la valiosa Colección Afrocubana del maestro Don Fernando Ortiz y la Colección Africana del Presidente de Cuba, Comandante Fidel Castro Ruz.
Verdaderamente ha sido un placer habernos reencontrado a través de esta exposición con nuestras raíces, las cuales son hoy estudiadas bajo distintas ópticas y con mucha seriedad académica por una nueva generación de jóvenes como Jesús “Chucho” García, Juan Carlos Báez, José Marcial Ramos Guédez, Juan de Dios Martínez y Antonio Acosta Márquez.

*ÁLVAREZ D´ ARMAS, Arturo. “Arte africano en Venezuela”. En: el siglo. Maracay: 27 de septiembre de 1990. Cuerpo A. Página 4.


Nota: La República de Zaire corresponde a la actual República Democrática del Congo. Los investigadores Martínez y Acosta Márquez fallecieron hace unos años.

martes, 20 de octubre de 2015

¿PUEDE LA HISTORIA DEVOLVERNOS LA UTOPIA?

Adolfo Rodríguez Rodríguez

Vuelvo a estos caminos de mi pueblo como quien recoge piedritas para coleccionar. Ninguna mala racha interfiere mi ilación. Me asisten gustos, sabores, añoranzas en las que no siento más que esplendor e instantáneas gratas como reunión de familia. Sucesos que perduran con esa aura que refresca y no deja dudas acerca de un tiempo del que jamás quisimos salir. Escenografía, personajes, voces, conversas, tal como las anotamos hasta conformar un selecto botiquín de pócimas que subvengan ante cualquier malestar o desarmonía. Hacen bien al espíritu e interceden quizá ante descalabros que expulsan el contento y la alegría. Las zozobras que asaltan mientras llevo en brazos, nuestra historia herida, hacia esa sala de emergencia donde van todas las crisis.
Como si hubiera tiempo para salvaguardar este entorno de ríos, árboles, mujeres, explanadas en que surge el caserío. Esas querencia, morichales, neblina, honda selva, palos de aceite, tamarindos, cañafístolas, algarrobos, alcornoques, guamachos, jobos, piñones, tacamahacos, ricino, higuerones, pardillo, araguaneyes, majomos, cartanes, matapalos, yagrumos, guatacaros, guasduas... Una guarida que abrigó “por siglos la máxima felicidad” a Santa María de Ipire, según De Armas CH: "Le rodeaban selvas pobladas. Guásimos y caujaros tapizaban de blanco sus calles y los apamates extendían alfombras moradas... cocales en la hondonada de La Tejería, donde el pueblo en casimbas se surtía de agua salobre; moriches en Senegote, chaguaramos en La Corona, jobales en Mata Negra. Los bosques asombraban el curso de las aguas. La temperatura fijaba asilo al forastero" 
"Bosques menudos seguían el curso de las quebradas"
"Tan honda y cernida era la selva de El Morichal, que parecía haber inspirado a los pintores románticos franceses de la segunda mitad del Siglo XIX". Escritor que en su libro "Candil" dice del Chaparral de la Corona, cuyos "manantiales reían / bajo los ojos del cielo".
Agregando que "Todo pueblo del Llano mira al este como buscando el origen. No olvida que lo fundaron con el sol de frente, la iglesia en el medio, mientras árboles inmensos tendían frescuras y la tierra tendida, con jagüeyes, médanos y cardones, invita a seguir. Nadie cambia la inclinación de tener el sol husmeando en las alcobas".
Que "con base en la tradición que les latía en la sangre, referían que los abuelos llegaron del oriente. Bajaron por el río en largas canoas con los ojos ardiendo y los gestos febriles. Las flechas dialogaban en los mapires. Llegaron con violencia, raptaron diez, veinte mujeres...., mientras las nubes abrían sus cascadas y regresaron entre "pajonales de agua", como dijo el poeta, hacia la Mesa de Guanipa, que era la tierra del origen".
Alude invasores caribes, probablemente palenques y guarinos, del Grupo Lingüístico Tamanaco, que hallarán los españoles: el reino de Anapuya o señorío de la cacica Orocomay, casi a treinta leguas del mar de los cumanagotos hasta el cerro Tucusipano u Orinoco. Aunque también pregunta por voces arahuacas, como batea, batey, jobo, guanábana, iguana, macagua, tabaco, sabana, tuna, maíz, macana, cacique, chicha, restos de alguna gestión comercial o extensiva. Aunque la voz Ipire deriva del caribe hipure, huipú, cerro, loma. Palabra que en galibí es querer, tortuga pequeña en cabré, según Caulín. Aunque Adolfo Salazar Quijada (1994) cree que los caribes denominan, con ella, al galápago (Podocnemia cayannensis), quelonio que abundaba en ríos del país.
Cultivan la yuca, procesan casabe y quizá maíz. Gente del budare y la arepa, amén de cazadores, pescadores y recolectores de frutos, el moriche, entre otros, para alimento, cestería o techumbres.
Se solaza De Armas con que "Santa María era un pueblo feliz.. Cualquier campesino, con alarde, mostraba la ancha faja plena de morocotas. Se producía casabe, tabaco de mascar, papelón, miel, queso, cueros. Una cuarta de carne de res -dos kilos- costaba un bolívar. Centenares de caballos eran llevados de sus hatos rumbo al Apure. En los barrios de El Pueblito, El Cerrito, Pueblo Nuevo, Los Merecures y Laguna Vieja, vivía una humanidad pobre, no miserable.
"En 1937 produjo el municipio más de 100.000 kilogramos de casabe, y una cantidad que no llegué a saber fijamente de maíz y arroz" Abundancia de plátanos, yuca, papelón en grandes cantidades. En la región de El Morichal toda clase de legumbres. En el fundo Los Cocos doña Concha Rojas recogía en 1922, sarrapia, cocos y mangos en cantidades. Hubo un cocal en el bajo de La Tejería: "Junto a la fuente perpetua, bajo la sombra de las palmeras erguidas, en horas de bochorno, quien visitara aquello parecía encontrarse en un oasis”. Pilar Díaz le refirió que no compraba café porque lo cosechaba y la tierra parecía estéril. Abundaban las naranjas. Dos cosechas por año. Las más dulces que Jose Antonio había conocido. Escribe que "Por los terrosos caminos de verano, los vehículos llevaban su carga de oro”.
"Los más finos chinchorros del interior llanero, se hacen en Santa María. Son de curagua y moriche, mercancía de primera a los lugares donde sean llevados.
De El Acaprito múcuras bordadas. Arabescos ancestrales sobre la tierra aterida por el fuego.
Del ganado más de un centenar de miles de cabezas, arrebatados a la derrengadera.
Hacia las mesas de Requena y Chivata -ríos Chivata y Chivatica- perenne agua de morichales. Pobladores ajenos a la máscara amarilla del paludismo.
"En pocos hatos, el municipio produjo en 1936, y parte del 37, más de 90.000 kilogramos de queso.
El frijol llegaba en sacos desde las islas.
En la hondonada de La Tejería, el pueblo en casimbas, se surtía de agua salobre; moriches en Senegote, chaguaramos en La Corona, jobales en Mata Negra. Bosques que asombraban el curso de las aguas. La belleza de sus mujeres, pasada por el tamiz del indio, desde las páginas de El Cojo Ilustrado, dio la vuelta al mundo. ...
Potencial que ecología e identidad local ponen al descubierto y que de cuando en vez rebrotan como en 1962 cuando Vila (1965) registra "las principales siembras" del Guárico " efectuadas en el Municipio Santa María de Ipire donde se cosecharon 826 Ton en 192 Ha. con un rendimiento de 4.302 Kg. por hectárea".
Y como muestra de esa mágica cornucopia, la longevidad que, para De Armas Chitty era "don de la nube, del aire, del surco. En mi infancia vi ancianos, como atrapando el último sol, en la calle que iba a la Laguna Vieja. También los vi en Pueblo Nuevo, que era seco, y en Senegote, que era húmedo. Y eran ancianos de largos cabellos blancos, altos, ceremoniosos, con blusas ceñidas, brodequines lustrosos y finos dijes en los cuellos de las blusas...gente noble porque era de trabajo y porque venía del origen del pueblo. Jamás hubo allí tuberculosis. Doña Estéfana Carranza, que era pobre y doña Leonarda Toro, que no lo era, pasaron de cien años. Aquellas familias que llenaron mi infancia pertenecían a una dinastía de eternidad, desde Juana Pata de Palo, que vendía bizcochuelo y Rosita la Ronca, que era de voz delgada y freía en el bajo de El Pueblito las mejores empanadas del mundo. Y todo visto desde hoy, era asombroso, pues la vitalidad de aquella gente se mantenía, a pesar del peligro de la Laguna Vieja, un archivo de microbios, pues de ella se tomaba el agua y gentes y animales se bañaban en ella, con una inocencia de paraíso. Y las calles enviaban también a la laguna sus detritus. Algo milagroso debió existir en aquella agua, una vitalidad inmune a la muerte. En Santa María de Ipire no había acueducto, ni hospital, ni dispensario, ni cloacas, ni estatuas. Sí llovía sin descanso. Hacia Peñas Negras, por Maúlpa, el cielo instalaba todos los junios su fábrica de aguaceros".
Atractivo excepcional trascendiendo más allá de los linderos regionales, el culto al Anima del Taguapire, en la carretera hacia Pariaguán, que bien puede integrarse a un modelo de desarrollo sin chimeneas, a modo de centro de atracción ecológico, cultural, económico y social a un tiempo. Acondicionarlo según la tradición. Propuesta de monumentalidad artística para ofrendas: murales, artesanías del lugar, espacios recreativos y feriales. Promoviendo la zona como parque natural, con vegetación típica y de ser posible, taguapires e información sobre cada especie. Y literatura alusiva al Ánima, todo a beneficio de la comunidad. . 
¿Es tarde ya para recuperar la Laguna Vieja, con su entorno para rendir tributo a sus cantores: De Armas Chitty, Prospero Infante, Reynaldo Armas y otros, con bustos sobre pedestales donde puedan leerse los hermosos textos dedicados a su legendaria trayectoria...
Los manantiales, que fueron escenario de encanto nocturno, entre muchachas felices, ánforas de agua limpoluta, galanterías y alborozo infantil.
Al sur los yacimientos arqueológicos, vírgenes aun de la investigación científica, aunque ya en la Galería de Arte Nacional, para conocimiento del mundo, piezas rescatadas en Puerto Requena por. Y en el antiguo asentamiento de Cachicamo el posible taller lítico aborigen, de interés para nuestra historia regional. Y el pueblo que allí hubo y sus iglesias.
Los nombres prestigiosos que desembocan en la historia de esta ciudad: Rosalía Rodríguez, madre del maestro de El Libertador, enterrada en algún lugar de este municipio; Dionisio Machado, que fue prócer de la Independencia y su hijo Juan Antonio en la Federación y candidato a la Presidencia de la República; el maestro Prospero Infante, De Armas Chitty, Jose Francisco Torrealba, el padre Perdomo que tuvo aquí una biblioteca impresionante y tantos otros!!!
María Tobías Matute Rojas, de Aragua de Barcelona, fundadora de un Colegio en los años ochenta del siglo XIX; Amalia Medina Machado de Pérez, nativa del pueblo; la poetisa Luisa Rojas de González de Aragua de Barcelona, quien dirige una Escuela Nacional de Niñas. El más recordado de los maestros locales es el también anzoatiguense Antonio De Armas Matute, de quien.su hijo José Antonio recuerda "más de 30 años...afanosos sobre el esfuerzo diario, en la labor de encauzar caracteres, labor silenciosa, tenaz, de estudiar a cada instante, de darse todo ejemplos, desde un banco de escuela, único rumbo cierto".
Antonio José Sotillo, quien al frente de una Escuela "por algunos años, nutrió de luz más de una generación", a Lisandro Alvarado "frente al cotopriz de la mesa de Santa Rosa, lo veían los campesinos recoger yerbas”; Leopoldo García Maldonado, Antonio Padilla Chacin y el bachiller Arreaza Agostini.
La pasión renacentista del italiano Malaspina hermanado al samán que fue gloria, solaz y referencia de un tiempo más idílico de la patria asignada.
En el siglo XX Santa María resuena nacional o regionalmente pocas veces. Al comenzar el siglo impactaba en Caracas el nombre de César Prieto, cuyos dibujos sobre el Llano, empleados por V. M. Ovalles, para ilustrar su obra "El Llanero" (1905) dan la vuelta al mundo. El magisterio de Próspero Infante sentando cátedra imborrable por Altagracia. Y desde los años treinta los desvelos de Torrealba por la salud del venezolano y su patria. Y desde los cuarenta hasta su muerte la pasión santamarieña de José Antonio de Armas Chitty: en temerario su empeño de propalar el nombre de su pueblo adoptivo en las páginas centrales del diario más importante del país y la Academia Nacional de la Historia, en cuyo paraninfo se confesaba hijo irrenunciable de este mundo.
Y diciendo de "Adelaida la anciana que discute a diario con los animales domésticos. Tiene esa especialidad de la gente del pueblo crecida en ambiente de cuchicheos de decirles a todos un secreto, con el encargo de que guarden reserva porque lo dice como en familia.
"Julio y Gregorio Casanare, los curanderos. !Y qué médicos! Gregorio cura oyendo el silbido de una mata que llaman fortuna, y con los muñones -pues una enfermedad le recortó los dedos- examina los vegetales y luego dicta el tratamiento, por cierto ingenioso: Reza para hacer ver que está asistido por algo sobrenatural. En su cuartucho se hace leer por alguno de su confianza páginas de aquella obra de Pompa, "Medicamentos Indígenas", biblia de los curanderos. Una vez me dijo: -yo soy distinto de esos médicos del centro que no estudian y quieren curara con recetas cualquieras.
"Siempre, cuando en las mañanas del pueblecito remoto, el ciego Julián recorría las calles, tanteando con el bastón que le servía de lazarillo, repetía la estampa aquella de Valle Inclán, en la escena bucólica de Electus, el ciego de Gondar, tarareando coplas, mientras la mano se tendía a la espera confusa.
Desde los quince años el negro Juan Escobar acompaña a Mauricio Zamora en sus campañas: "La palma con que cobijaron las casas aledañas del pueblo” pasa por sus manos callosas de caoba.
Sobre la cabeza de la anciana Estéfana Carranza la múcura con agua desde el manantial de La Tejería como “una corona proletaria... nunca se cansó en la labor diaria de aporcar la majada, de aderezar las matas del huerto que maltrató el rapaz hurtador de frutos. Y al tabacal verdecito y el cebollín de la troje del patio, y los ojos azules… ante las legumbres por vender.
Juan de Dios Guzmán, El Flaco, “que alivió más de una angustia, yendo a pueblos vecinos por invierno, en pos de la medicina urgente”.
Claro Magallanes, “el domador de los ríos crecidos. Paula Meléndez, “mulata de intemperies, caminera incansable, descalza, con su traje de cuadros que zurció la miseria.
"Concho P, el poeta, el cantador, el hombre de cuyos labios la copla nacía fresca. Era Cantaclaro, el llano en marcha, crecido de amplitud en la música triste de la copla.
El poeta Eduardo Arcay cuenta que Don Antonio De Armas Matute, además de preceptor, expedía muchas fórmulas médicas muy acertadas, el farmaceuta Manuel José Martínez Sosa, un "filántropo... que le tocó en suerte salvar muchas vidas y se cuentan por millares las veces que recetaba y al mismo tiempo regalaba la medicina"
"El bachiller Manuel Rodríguez, quien durante mucho tiempo se concretó a servir a la humanidad doliente; en aquel tiempo (1936) la gente de Santa María lo elogiaba por sus excelentes conocimientos médicos". Vicente De Armas Chitty, hermano de José Antonio, "por sus bellos versos que componía y los que nunca publicó", amén de que era "un declamador excelente con un timbre de voz que emociona”.
Angel María Delgado, "carpintero de oficio… excelente músico y un gran organista, quien era el Maestro de Capilla del templo de Santa María, y por más de 30 años ocupó el coro de los cánticos sagrados, ayudando a los prestes de la parroquia a decir la santa misa;
Felipa Alvarez de Machado, santamarieña, nacida en 1905; en la Escuela Guaribe de 1945 se inicia Alicia Rodríguez de García (La Rubia), en tanto que Esperanza Martínez (Pachita) dirige la Escuela Unitaria Privada de Niñas y luego La Escuela Upata. Y Birmania Mosqueda, formada en la escuela fundada por Luisa Antonia Malaspina Mugno, la madre del poeta José Rodríguez Malaspina. La educación media en 1970 con el liceo "Baltazar Padrón" y en 1977 la Estación Experimental Iguana de la Universidad Simón Rodríguez, orientada a la investigación para el mejoramiento de la ganadería. En 1968 el Padre José Madrazo, su candoroso apostolado.
Y a fines de los años sesenta doña Ramona Bastidas de Laya, quien promueve la creación del Salón de Lectura (1977) y con Edgar Ballén figuran en todos los empeños a favor de la tierrita: promueven con Adrián Pérez Arias la Asociación Cultural de Santa María de Ipire (ACUSAMAI). Entre los cronistas, Diógenes Toro, descendiente de aquella progenie de Toros y Balza, que se aquerenciaron aquí, despues en Zaraza y finalmente en los mil caminos.
Incontables nombres que engalanan la historia reciente de Santa María: el deportista César Balza, comerciante en San Juan de los Morros y conocido como "el orgullo de Santa María de Ipire", el pintor Ramiro Seijas, el fotógrafo y publicista José Ramón Ruiz, la carismática Carmen Medina, bibliotecaria en el salón de lectura, Julieta de Felizola con su amable pasión por la bondad pueblerina. Y entre los educadores, el profesor Andrés Vázquez, ganador en 1991 del Premio Humboldt; Birmania Mosqueda, Omega Perdomo, Mirian de Zerpa, etc. El médico zaraceño J. A. Ron Troconis en su discurso del 16 de Junio de 1996 en el centenario del nacimiento del sabio Torrealba exclama: "pueblo sano de Santa María de Ipire que todavía te das el lujo de fresquear en las tardes frente al amable portón... Gracias noble tierra... por haber parido hijos tan ilustres como Torrealba, José Antonio De Armas Chitty, Adolfo y Argenis Rodríguez, Próspero Infante. Tobías Castro, Antonio y Chichí Malaspina, Manuel José Martínez, las maestras Ana Isabel Torrealba, hermana y maestra del sabio, Felipa de Machado... todos arquetipos de la honestidad y la rectitud y han tenido el coraje de no caer en tentaciones..." Agregando luego el nombre de "ese Gran Médico Rural, genuino, auténtico, químicamente puro, Médico del Pueblo que fue mi querido amigo y colega Dr. Cecilio Requena, patriarca, amigo, servidor, humanista, filántropo y gremialista: un horizonte de lumbres de donde emergió la bruma de su vida vertical".
Las artes escénicas cuentan con la presencia de Luis Bastidas que funda una filial de la Compañía Nacional Juvenil y Carlos Chastre la Compañía Municipal con un primer lugar en el Festival Regional. Las Danzas Taguapire, fundadas también al comenzar esa década. Los hermanos Carrillo (Fernando y Manuel), famosos miembros de la farándula nacional, hijos de Nery, ex- comandante guerrillero, quien narra en un libro esa experiencia. Para José Cáceres una vocación que viene de María Carrillo de Delgado, quien con Ernestina Cáceres escenificaron comedias en los patios de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX.
En San Juan de los Morros resaltan clínicas administradas por distinguidos médicos santamarieños: Unidad de Emergencias Médicas "Santa Rosalía" regentada por el traumatólogo llamado El Negro Cáceres, que propició en noviembre de 1993 una exposición de Abilio Briceño titulada "Un pueblo en mil destellos" (Santa María de Ipire). Y la clínica Cedeño administrada por el cirujano José Cedeño Valera, descendiente, como el Alcalde Guillermo Cedeño, de unos Medina fundadores del pueblo.
Sus cantautores contribuyen a la proyección del poblado: Reynaldo Armas de voz nítida, versos gratos y resonancia internacional. El cantor y hombre de letras Cristóbal Jiménez quien incluye en sus repertorios temas de la tradición santamarieña. Cantantes y cantautores del lugar tienen también audiencia nacional: Edgar Leal, Amarigua, José Manrique Rodríguez, Olga María Alondra, Francisco "Pancho" Gil, Justo Villalobos. Francisco Canapial Romero con su tenaz, amorosa y efeciva gestión divulgativa del folklore llanero; Rafael Alfonso Almea Silvera, profesor de matemáticas y cronista; Leonel Díaz Campos, atento defensor de los valores santamarieños; Milagro Gómez Bastidas, periodista, alerta ante el resguardo de la tradición de su pueblo.
¡Cuánta memoria cultural en los hondones amados, recodos, reliquias, aguardando la mano amorosa que sepa tensarlas como las cuerdas del arpa de Becquer. Descubir tesoros espirituales, indagar, preguntar por ellos, anotar sus claves, oir acentos, reconstruirlos, reiventarlos, situarlos en altares para la devoción merecida. .
¡Cuánta arista arquitectónica de raz indígena´o ultramarina en estas muralals, como la que hubo o hay en la esquina de la Palma, la de los Ochoa, la de Julieta Felizola, la de doña Ramona de Laya, lLa bodega Taladro, la de la maestra Felipa Machado, la farmacia de Humberto Malaspina, la del Molino que fue clínica de Torrealba y esya en que nacimos los Rodríguez.
La antigüedad no siempre es atraso, mientras persista productiva o insinuando modos de subsistencia o de vida que tuvo inobjetables eficacia.
En 2007 nos aproximamos a una ruta llena de prodigios seguida por Bolívar en abril de 1817 para escapar de las guerrillas realistas diseminadas por el Llano después de la destrucción de la Casa Fuerte. Recorre parte del municipio.
Mundos señeros, cuyo retorno, bajo nuevas condiciones aguardan gestos certeros que adviertan cómo bajo la rutina hay fervores vivos:
"Por noviembre... recorría los espíritus una frescura y una euforia digna de días mejores... el cielo repartiendo como un tinajero el don sagrado y el verde parecía un tapiz eterno, así ardiese el verano sobre la tierra.
"Por diciembre, familias comenzaban a elaborar los papagayos. El cielo ancho... se llenaba de pájaros de papel. Sobre el cocal de la Tejería, sobre los algarrobos de El Pueblito, sobre los jabillo de El Morichal, sobre los cujisales de Misa Cantada, más allá de los mamones de Juana Ruiz y del cafetal de Pilar Díaz, por el este cuando era selva y no potrero, se alzaban silbantes y agudos los papagayos. Y qué algarabía rompía el aire cuando las puntillas ocultas en las colas cortaban los tensos hilos y los globos multicolores eran aventados por la brisa. Hacia el crepúsculo, que en el pueblo de Ipire es como un país de pájaros y colores, el viento de la tarde iba empujando discretamente aquellas naves en derrota, naves de papel que encallarían en quién sabe qué lejana bahía.
"Todo respiraba alegría. Rojos y agresivos en sus cuerdas, los gallos se acondicionaban para los desafíos de la Pascua navideña. Los sambos envueltos en sus trajes de sangre oscura; los canagüeyes con charreteras rojas y doradas; los marañones, grises, con el pecho negro o blanco y las alas de púrpura; los pintos, ya rojos y blancos o blancos y negros, pero de pintas menudas, como peonías o caraotas o dados; los gallinos, jabados o amarillos terrosos. En las cuerdas de El Cerrito, de Pueblo Nuevo o Los Merecures, los gallos, muchos célebres porque habían triunfado en varios pueblos vecinos, parecían estar convencidos de su importancia.
"Cuando el pueblo era centro de algún desafío... se desbordaba en fiesta permanente. Empanadas, arepitas, carato, guarapo frío, el que se hace de papelón, limón y agua; guarapo o guayoyo, hecho con café delgado; guarapo de cañas, el extraído directamente de la caña; hallacas, hallacas de hojas, todo el arsenal de comidas múltiples del pueblo se tendía en las calles, junto a la gallera, mientras botiquines improvisados vendía licores diversos: brandi, lavagallo, guarapita, cuba libre, frescos de todo tipo. Los tarantines se multiplicaban y había en las gentes, al par del orgullo de ser hospitalarios con los extraños, el otro orgullo de poseer los mejores gallos"
Un 28 de diciembre de los años setenta presenciamos la fiesta de los locos, en toda su fulgurante espontaneidad..
Las noches de verano preferidas de la poetisa y maestra Luisa Rojas (Lux), desde "la desvencijada mesa" que le servía de escritorio: "las apacibles y silenciosas noches en que solo las estrellas envían a la tierra un escaso raudal de luz". Mientras que en noches de luna, "ecos de risas, notas de cantos, música de bandolines y aquella alegría ruidosa y frívola que no es la que ansía el alma impresionable y soñadora", pues su deleite es con "la apacibilidad de aquellas otras...en que todo calla, todo duerme y sólo las luciérnagas describen derroteros de luz que brillan un instante y aparecen y desaparecen como la fugitiva imagen de la esperanza”.
Las festividades el día de su patrona, el 2 de febrero, Día de La Candelaria, recordadas por López Castro (1994) como de "gran colorido con sus coleadas de toros, carreras de caballos y otras diversiones populares".

Cofre sagrado de sorpresas amables a la espera de voluntades dispuestas a reconstruir escenarios que laten en nuestra sangre.

domingo, 13 de septiembre de 2015

AGRADECIMIENTO

Gracias al ánima de Juan Antonio Castillo por los favores recibidos.

"¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil en las manos del sumo Dios, consiga con mis ruegos ser ligado a la Virgen Madre por un vínculo de devota esclavitud y vivir sirviéndola continuamente!"
Oración a Mar
ía. San Idelfonso (Toledo, 607 - 667)

lunes, 31 de agosto de 2015

Bibliografía Africana de Arte e Historia

Arturo Álvarez D' Armas*



“Apres-Midi-en-Afrique” – Jaques Beaumont*



Durante mucho tiempo la historia de África ha sido olvidada o poco conocida en Venezuela.
En los últimos años es cuando se abre una pequeña brecha sobre todo en el estudio del arte africano en las personas de Miguel James (Trayectoria del Arte Africano), James Edward Scott (quien dirige el único Centro de Estudios Africanos que hay en nuestro país, adscrito a la Biblioteca Nacional) y Angelina Pollak-Eltz (Exposición Etnográfica del Congo. El Arte Congolés). En el campo de la historia africana contamos solamente con el estudio publicado por Alberto Navas y Ramón Suárez África Occidental Negra. La Colonización y la Formación de Clases Sociales.
Esta breve bibliografía pretende ayudar a los investigadores, estudiantes, profesores y profanos en la materia. El presente trabajo forma parte de la Bibliografía Africana (Lingüística. Literatura. Antropología. Sociología, Arte, Historia, etc.) pronto a publicarse.

1.- ÁFRICA. Barcelona: Editorial Noguer, 1977. 211 p. (Enciclopedia del Mundo Moderno. 10).

2.- ÁFRICA. Selección de Armando Entralgo. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1979. 6 vols. Contenido: Vol. 1 y 2, África Económica: Vol. 3. África Sociedad; Vol. 4, África Religión: Vol. 5 y 6. África Política.

3.- ARTE Africano. Caracas: U.C.V., Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Extensión Cultural,1967. 8 p. (Publicaciones Arquitectura. Cuaderno, 2).

4.- ARTE Africano en Colecciones Venezolanas, 15-29 de Febrero de 1976. Caracas: Biblioteca Nacional, 1976. 80 p. Contiene textos de: Virginia Betancourt, Miguel Acosta Saignes, Dardo Cúneo. James Edward Scott.

5.- ARTE del África Negra. Barcelona: Ediciones Polígrafa, 1976. 102 p.

6.- BALANDIER. Georges. África Ambigua. Buenos Aires: Sur, 1964. 247p.

7.- BENITEZ, José A. África: Biografía del Colonialismo. La Habana: 1964.

8.- BERTAUX, Pierre. África. Desde la Prehistoria hasta los estados actuales. Madrid: Siglo Veintiuno, 1974. 359 p. (Historia Universal Siglo XXI, 32).

9.- CONTRERAS, Jesús. Introducción al Estudio de Africa. México: U.N.A.M., Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 1974. 110 p.

10.- COQUERY-VIDROVITCH. C. África Negra de 1800 a Nuestros Días por C. Coquery-Vidrovitch y H. Moniot. Barcelona: Editorial Labor, 1976. 416 p.

11.- DAVIDSON, Basil. La Historia Empezó en África. Barcelona: Ediciones Garriga, 1963. 284 P.

12.- DAVIDSON, Basil. Reinos Africanos. Amsterdam: Time-Life International, 1971.

13.- DELAFOSSE. Maurice. Los Negros. Barcelona-Buenos Aires: Editorial Labor, 1931. 97 p.

14.- LOS DIOSES Como Los Vemos, 8 de Noviembre al 8 de Diciembre de 1977. Museo de Ciencias. Caracas, Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas, Centro de Estudios e Investigaciones: 1977. 91 p. Contiene textos de: Leopold Sedar Senghor, Carlos Andrés Pérez, Virginia Betancourt, Juan Liscano, James Edward Scott, Horacio Jorge Becco y José Marcial Ramos Guédez.

15.- FAGG. William. El Arte del África Central. Esculturas y Máscaras. Milano: Editorial Hermes, Unesco: 1967. 24 p. Contiene 32 láminas.

16.- FAGG, William. El Arte del África Occidental, Esculturas y Máscaras. Milano: Editorial Hermes, Unesco: 1967. 24 p. Contiene 32 láminas.

17.- FIGUEIREDO. Napoleao. Arte Africana. Belem: Museo Paraense Emilio Goeldi, s.a.

18.- GUANCHE, Jesús. Arte en África Subsahariana. La Habana: Centro de Documentación del Consejo Nacional de Cultura, 1975.

19.- HOLY, Ladislav. La Plástica Africana. Regiones Oriental y Meridional. Praga Fondo de Cultura Económica, 1967.74 p. Contiene 152 ilus.

20.- JAFFE, Hosea. Del Tribalismo al Socialismo. México: Siglo XXI Editores, 1976.
389 p.


21.- JAMES, Miguel. Trayectoria del Arte Africano. Caracas: Biblioteca Nacional, Centro de Estudios de Fuentes Culturales. Sección Africana, Afroamérica y Afrovenezolana, 1976. 5 p.

22.- JULIEN, André. Historia de África. Buenos Aires: Eudeba, 1963.

23.- KI-ZERBO, Joseph. Historia de África Negra. Madrid: Alianza Editorial, 1980. 2 vols. Contiene: Vol. 1. De los orígenes al siglo XIX; Vol. 2, Del siglo XIX a la época actual.

24.- KULTERMANN, Udo. Nuevos Caminos de la Arquitectura Africana. Barcelona: Editorial Blume, 1969. 127 p.

25.- LAUDE, Jean. Las Artes del África Negra. Barcelona: Editorial Labor, 1968. 282 p. (Nueva Colección Labor, 70).

26.- LEON, Argeliers. Introducción al Estudio del Arte Africano. La Habana: Editorial Arte y Literatura, 1980. 178 p. Contiene 82 ilus.

27.- LEUZINGER, Elsy. África. Barcelona: Editorial Praxis, 1961.

28.- NAVAS, Alberto. África Occidental Negra, la Colonización y la Formación de Clases Sociales. Por Alberto Navas y Ramón Suárez. Caracas: Julio de 1977. 13 p.

29.- OLIVER, R. Breve Historia de África. Por R. Oliver y J. D. Fage. Madrid: Alianza Editorial, 1971. 306 p.

30.- ORTIZ ROMERO, Eduardo. África: Pasado y Presente. Segunda Edición. Santiago de Chile: Empresa Editora Nacional Quimantú Limitada, 1972. 108 p. (Serie Análisis. Colección Camino Abierto, 6).

31.- PALERMO, Miguel Angel. Arte Popular Africano. Por Miguel Angel Palermo y Ana María Dupey. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1977. 86 P.

32.- PAULME, Denise. Las Civilizaciones Africanas. Buenos Aires: EUDEBA, 1965.
118 p.

33.- PAULME. Denise. Las Esculturas del África Negra. México: Fondo de Cultura Económica, 1974. 17l p. (Breviarios, 165).
34.- POLLAK-ELTZ, Angelina. Exposición Etnográfica del Congo. El Arte Congolés. Caracas: Instituto de Cultura y Bellas Artes, Museo de Ciencias Naturales de Caracas, 1967. 15 p.

35.- REDINHA, José. A Habitacao Tradicional Angolana. Aspectos da sua Evolucao. /Loanda/: Edicao do Cita (Fundo de Turismo e Publicidade, 1973. 53 p.

36.- SURET, Jean. África Negra: Geografía, Civilización Histórica. La Habana: Editora Política, 1963. 221 p.

37.- SUTTON, Félix. África. Barcelona: Editorial Timun Más, 1976. 63 p.

38.- THEILE. Albert. El Arte en África: el Alma de un Continente. Madrid: Ed. Daimon, 1964.

39.-VELA, María Elena. África, Botín del Hombre Blanco. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1972. 127 p. (Biblioteca Fundamenta del Hombre Moderno, 74).

*ÁLVAREZ  D´ ARMAS, Arturo. “Bibliografía africana de arte e historia”.

En: Cuartillas. Maracay: N° 168, 15 de noviembre de 1981. P. 15. (el siglo).
Ilustración tomada de http://www.gabitos.com/MENTEABIERTA/template.php?nm=1311885445