Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

domingo, 21 de octubre de 2007

VALORES Y REVOLUCIONES


Daniel R. Scott*

Leo de nuevo "En los Zarzales de mi Vida", libro escrito por mi abuelo en 1926. Hace diez años publiqué en este mismo diario un artículo donde reseñaba esa pequeña obra. Hoy hago un segundo análisis más íntimo e histórico con el deseo sincero de que lo disfruten los portadores de mi apellido. Que me disculpen los lectores. Papá decía que no era correcto que se hablase bien o mal de uno mismo o de la familia, posición que comparto. Es preferible que sean otros quienes lo hagan. Pero yo siento la imperiosa necesidad de analizar y ordenar por escrito algunos tramos de la historia familiar.
Para empezar debo decir que esta lectura es más fructífera que las anteriores. La razón es simple. Frases tales como "Sembrarnos en la mente la luz", "Espíritus selectos", "Hijos del esfuerzo propio", "Artesano de sí mismo", "Hijo de sus obras", son elementos que manipulo en mis actuales experimentos intelectuales. Y tales frases florecen a lo largo y ancho de la obra y siguen tan vigentes y frescas como en la década de los veinte. El deber del hombre de cualquier época y condición es elevarse con honestidad y dignidad por encima de sus propias limitaciones, volar alto por los cristalinos cielos de la realización, escalar las elevadas cumbres de la superación personal, tener hambre y sed de perfección moral y explotar al máximo la materia prima de sus facultades, talentos y posibilidades para así hacer de su vida una obra de arte tanto o más valiosa que el inmortal "David" de Miguel Ángel. Y es que hombres los hay, hijos de la IV y V Republica, sumidos sin necesidad en una tosca "prehistoria del espíritu." Con los tales jamás se construirá la patria que todos soñamos y merecemos, así reformemos la Constitución hasta el infinito. Lo que se necesita es una reforma del corazón.
En la página 61 de la obra que ocupa mi atención se puede leer, en una carta de Joaquín Crespo de 1888, la referencia escrita más antigua de nuestro apellido. Enviada desde Puerto España dice así: "El traslado del P. de Parapara, a la carita casa de M. Parejo, deben hacerlo el Negro Nicanor, Antonio Scott, Fortunato Borges, por ser amigos de gran confianza." Escribe mi abuelo refiriéndose a ese año de 1888 lo siguiente: "En aquellos días mi padre se encontraba comprometido en la Revolución que desde Trinidad dirigía y acaudillaba el General Joaquín Crespo." Y ciertamente dice la Historia que "en 1888, ante la política de reacción antiguzmancista propiciada por el nuevo presidente Juan Pablo Rojas Paúl, Crespo decide viajar a Trinidad donde prepara un alzamiento" (Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar. Volumen I.) Ese Antonio Scott decimonónico y oscuro es el mismo que finalmente muere en los albores del siglo XX en la llamada Revolución Libertadora, la insurrección armada contra el gobierno de Cipriano Castro. Mi bisabuelo apoyaba a Manuel Antonio Matos, jefe de la revolución. En una batalla por los lados de La Puerta el para entonces vicepresidente de la Republica Juan Vicente Gómez infringe una contundente derrota a los insurrectos. En el fragor del enfrentamiento Antonio cae abatido con la rodilla destrozada por un proyectil de Máuser. Su hijo, de apenas 14 años, tomó el fusil para defender del enemigo a su padre herido. Se les perdona la vida y son hechos prisioneros. "Debemos amputarle la pierna o de lo contrario morirás" le dijeron quienes le atendían. Antonio, con el rostro desfigurado por el dolor y la derrota, sacudió la cabeza negativamente. Prefería morir. ¿De qué serviría un revolucionario manco o cojo? "No, no lo hagan" dijo con voz grave. Murió a los pocos días.
Lo que hicieron o dejaron de hacer nuestros antepasados es cosa irrelevante para efectos de la vida presente. Vale lo que eres hoy y como trabajas tu presente. Unamuno dijo de Don Quijote: "Más él era de los linajes que son y no fueron. Su linaje empieza con él" Creo que debemos vivir de tal modo que a partir de nosotros y de nuestra conducta se inicie la nobleza del apellido. Esa es la mejor herencia que podemos dejarle a nuestra descendencia. Seamos pues "artesanos de nosotros mismos"
*Bibliotecario y escritor venezolano.

LA HOJA PERDIDA


Alberto Hernández*


pero la nieve duele cuando cae sobre el corazón
Esdras Parra

1.-
El camino de palabra nos revela que al final hay un desencuentro con la certidumbre. Todo es cierto cuando sabemos que un significado nos enfrenta con la realidad, esa “cosa” abismable.
El arte, sobre todo ese que nos toca tan de cerca, la poesía, es sólo una justificación. En ese tránsito, vamos dejando trozos, voces muertas, equipajes ligeros, cuerpos adoloridos, reflejos, ecos. Pérdidas que enriquecen, pero a la vez alejan de lo que nos rodea. La realidad es una simple fantasía inventada por los sentidos.
Más allá del espejo, en su fondo inescrutable, está la razón de ese desencuentro.
Una lectura universal, sin pasión, de todas las páginas, revisa cada paso adelantado. ¿De qué desorientada vocación, qué nos queda? Pequeños destellos, una larga desmemoria que se metamorfosea, nos acompaña.
Todas las lecturas definen esa larga soledad con texto. Pero no todas las soledades aclaran los textos. Sí, un texto, digamos Tirant lo Blanc, el primer descubrimiento literario de caballería de los ibéricos. La revelación cuestiona la alocada perfección de Cervantes.
2.-
No se termina nunca de leer, sobre todo si nos movemos en la tesitura de la sugerencia de Italo Calvino en su libro Por qué leer los Clásicos, pieza extraña en estos tiempos cuando el afuera ha invadido los lugares del espíritu, desalojando sus secretos, golpeando febrilmente las sombras de cada quien. Una vieja página perdida, irrecuperable.
3.-
En la extrañeza de una pupila caben la preguntas: ¿Ganamos en tecnología si dejamos de leer la Odisea? ¿Se nos caerían las alas de los demonios cibernéticos si nos aproximamos a Jenofonte, Ovidio, Cardano, Galileo, Cyrano, Crusoe, Diderot, Sthendal, Balzac? ¿Dejaremos de ser postmodernos si nos aposentamos en un laboratorio de microchips con la memoria cercana a Dickens, Flaubert, Tolstoi, Twain, James, Steneson, Conrad, Borges, Onetti, Garmendia?
Estas preguntas no las formula Calvino, pero en estos momentos de virus y apotegmas tecnológicos quien esto escribe se las hace. Las polémicas han sido virtuosas en medio de tanto scanner y nerds de la imaginación virtual. ¿Somos hombres en la medida de nuestra memoria o seremos más hombres en la medida de nuestras habilidades tecnológicas?
4.-
Una hoja antigua se nos queda en el camino. Hemos saltado la verja y alguna herida nos marca las rodillas. Sin embargo, la caída no ha sido sentida. ¿Todos los clásicos caben en la desmesura de una pantalla de computadora? Cavilamos desnortados, en la sombra de esta luz intensa. Nuestro extravío vive: lentamente, la búsqueda de la arcadia señalada en los sueños, en las fantasías -consagradas por la lectura- aparecen en medio del caos. La tecnología –inteligencia que fabrica edenes temporales- es el mal necesario, lugar común que nos ha hecho tan comunes como las impresionantes impresoras satelitales. La fuerza de la palabra desatará un largísimo silencio. La mudez volverá a los libros, extraños instrumentos de hechicería. Módulos de estancos, archivos de mampostería, inventario de museos. Así dicen los tecnócratas. Reflexión triste para aquellos que estamos de este lado, persiguiendo fantasmas con Italo Calvino. A ver si de algún sitio sale alguien y nos sorprende con los olores virtuales de Don Quijote.
En todo caso, abonemos el terreno para trasladar los dedos a las teclas que habrán de señalarnos el lugar de aquella hoja perdida en el interior de un CPU necesariamente humano.
*Poeta, narrador y periodista venezolano.

HISTORIA INMEDIATA


Eduardo López Sandoval*


Política e Historia. Hechos tan inseparables que la mayoría de las veces parecen ser, o son, un solo ente. Cuando a estas figuras le agregamos el ingrediente de la Geografía, la felicidad es total.Estudiando la historia de este país llamado Venezuela, miramos que en algún momento fuimos parte de la Geografía de un país llamado Colombia.
Surge la pregunta, ¿quién le coloca los nombres a los barrios, a la Escuela, al Instituto Nacional de Nosequé?, ¿o al Estado Federal Tal?. Otra pregunta, ¿a quién pretenden honrar?, ¿a los muertos que llevaron ese nombre, o a los "vivos" que se disfrazan con él?.
El Congreso Nacional ya no se llama así. Se llama Asamblea Nacional, pero igual no funciona.
Con esto de los nombres este gobierno "revolucionario", -dije revolucionario entre comillas-, se ha comportado tal como es: "revolucionario".
Este gobierno que se dice Revolucionario, es todo lo contrario: Conservador, en tanto es la exacta manera de hacer gobierno de los adecopeyanos. Más que eso podríamos considerarlo Involucionario, cuando observamos que es peor que los 40 años.
Enumeremos algunos hechos de nuestra Política que enredan nuestra Geografía y oscurecen la Historia.
(Antes de la enumeración de los hechos enrrollantes, vale la pena este paréntesis: Lan incomprensión del presente nace de la ignorancia del pasado).
HECHO UNO: Simón Rodríguez y Zamora, dos de las patas del trípode del
proceso no son toponímicos de ningún Estado Federal.
HECHO DOS: La República de Venezuela ya no existe, ahora hay una tal República Bolivariana de Venezuela, y decir Bolivariano es designar al miembro de un partido político y no a un nacido por estas tierras.
HECHO TRES: El Municipio que se llamaba Libertador, para recordar a este glorioso venezolano que murió en Santa Marta, le anteceden el nombre de Bolivariano, en honor a los miembros de un partido político, que a su vez pertenecen a unas "Unidades de Batalla".
HECHO CUATRO: La Corte Suprema de Justicia ahora es el Tribunal Supremo de Justicia. Pero no es justo, y definitivamente no es tan supremo.
HECHO CINCO: El FONAIAP ahora es el INIA, el Ministerio Sutano es el Minmengano. Los cambios de nombre hechos para no cambiar nada son interminables, no caben en este numeral cinco, ni siquiera en este artículo.
Yo antes era Revolucionario, de Izquierda, Bolivariano, y lo decía con mucho orgullo. Ahora soy idem, pero ni lo digo. Antes me gustaba Alí Primera y lo oía con el máximo volumen del pick up, ahora me sigue gustando pero lo oigo en la máxima intimidad del MP3.
Hablando de Máximas: la máxima., la máxima ., máxima. El adjetivo no es publicable. Okay, okay, ustedes me entienden, continuemos. La máxima equis es que ahora le pusieron un nuevo ordinal a la República. Dicen ellos que vivimos en la quinta República. En esto de las cantidades de Repúblicas que hemos tenido se presentan interesantes discusiones entre Historiadores. Que digan que estamos en la quinta, que lo digan, podemos estar de acuerdo. En lo que no podemos estar de acuerdo es en que al periodo de los primeros cuarenta años se le llame cuarta. No. Esta es una aseveración inaceptable. Tercera, cuarta, quinta o sexta, no importa en cual estamos viviendo, en cualquier caso vivimos en la misma República de los cuarenta años.
Esta crisis de identidad la hemos sufrido antes, (dije antes, ahora mírenos la Historia). En algún momento la confusión era tal que los que se llamaban Conservadores eran Liberales, y los Liberales se comportaban como Conservadores. (Como ahora los de Derecha son de Izquierda y viceversa). En 1848, el Presidente Monagas asaltó al Congreso. El periodo presidencial era de cuatro años, lo cambió para su conveniencia a 6 años. No era posible la reelección presidencial, y la impuso. Cualquier parecido con esta realidad no es pura coincidencia.
Repito: La incomprensión del presente nace de la ignorancia del pasado.

*Poeta, abogado e historiador venezolano