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jueves, 1 de septiembre de 2011

DENGUE

Edgardo Malaspina


El investigador y poeta Arturo Alvarez D’Armas publicó un ensayo sobre el origen , significado y uso de la palabra dengue. Cita a Dotres Martínez, quien se remonta a 1823 cuando unos esclavos de África Occidental introdujeron en Ámerica los términos dinga o dyenga cuando se referían a una epidemia de la enfermedad. La palabra proviene del swahili (África Oriental); y pertenece a los idiomas kimbundu (ndengue: niño pequeño) y kikongo (ndengue: recién nacido). En Brasil los niños son llamados “meu dengue”. Luego Arturo escribe sobre la santería cubana que usa en sus rituales emplea una bebida llamada dengue. Cita el venezolanismo popular ¿cómo está el dengue?, sinónimo de cómo está la cosa, usado en los sesenta del siglo pasado. Luego explora el uso del término en el ámbito de la música: Pérez Prado creó un ritmo que denominó dengue. Lo bailaban con una tembladera. El compositor Rodrigo Prat compuso en 1966 la zarzuela “El dengue”. Bien, hasta aquí las notas del polígrafo Alvarez.
Algunos estudiosos suponen que la voz dengue la tomaron los africanos residentes en América del castellano para enriquecer sus idiomas en el momento que padecieron el mal. Al castellano llegó del inglés. Por otro lado,la palabra dengue tiene muchas otras acepciones, además de la empleada en medicina: fingir delicadeza, prenda de mujer, planta herbácea y su flor. Incluso el DRAE acepta el verbo denguear como sinónimo de contonearse o moverse con afectación los hombros y las caderas. Precisamente en este último verbo (denguear) es donde se esconde el origen de la palabra con sentido patológico. La doctora Shuvalova toma como indiscutiblemente cierto que el vocablo proviene del inglés “dandy” y de allí incursionó con ciertas deformaciones a otros idiomas. En efecto, en 1869 el Colegio Médico Real de Londres hizo oficial el nombre de dengue(ya usado ampliamente) para la enfermedad porque proviene del muy anglosajón dandy; y un dandi es un presumido que trata de caminar con elegancia fingida , de tal manera que sus movimientos pueden resultar robóticos. Así caminan los afectados con dengue clásico o fiebre rompehuesos como consecuencia del dolor en las articulaciones.