Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

miércoles, 5 de diciembre de 2012

San Sebastián de los Reyes y sus Personajes. Un hombre práctico: Alberto José Zapata Delgado.


  Tulio Rafael Durán Vegas*


Este personaje es un hombre silencioso que, casi siempre,  me dice ante cualquier adversidad: “los últimos serán los primeros”. Sentencia muy sutil recogida de las Sagradas Escrituras que, sin lugar a equívoco, expresa a simple vista como fisgoneo, la queja que aflora -con gran altruismo- ante los que, por su conducta egoísta, presentan esta sintomatología en la cual ponen primero su celo profesional por encima de los demás sin antes reconocer algún mérito y, regularmente, lo tiran a la borda como producto del capricho de la ignominia y su conducta ególatra. Pero, en la regla –muy a menudo-  hay grandes excepciones;  entre ellas, la de este amigo mencionado que, en su más profunda y dilatada bondad, sin escatimar esfuerzos, me hizo entrar de primero al mundo de su taller siendo el último para ofrecerme -sin pensar mucho- todo el valor que posee como artesano y pintor al llevarme de la mano, a conocer su creación anónima. Por otra parte, con un claro ejemplo de desprendimiento,  me ofreció sin costo alguno, hacerme el montaje de unas litografías de famosos, con un marco atípico, que me regalara el artista  folklorista del Caribe y Latinoamericano Tico Jiménez, nacido en Costa Rica y nacionalizado venezolano,  más otras del  Dr. Jorge Antonio Osorio. En ese pequeño mundo, Alberto  el artesano pintor y escultor, me  invitó a presenciar su creación anónima señalándome  un lienzo recién pintado y un bejuco silvestre, que le entregara Manuel Barrios, convertido en una obra de arte que, a cualquiera, si alguna vez lo ha mordido alguna serpiente, no dejan de parársele  los pelos; lo había transformado en una gigantesca cobra, además de esto ese día pude  mirar  una maqueta de la Capilla de La Virgen de La Caridad también elaborada por él y colocada sobre la tumba de su madre en el Campo Santo.  Todo esto me indujo a establecer cierta relación, aunque no viene el caso la comparación,  entre los escritores y el artesano Alberto José Zapata Delgado en la presente  columna de opinión para decir que no siendo diestro en este género de la escritura, ni nada por el estilo  en el paralelismo existencial, me llevaron a establecer este símil entre el trabajo teórico de los primeros y el práctico del segundo. Si,  en  aquellos, los escritores hay grandeza de ingenio porque su teoría se trasmuta en práctica cotidiana para trascender sin la más mínima suspicacia. En la más remisa soledad está este amigo que remonta esta cuesta de la teoría en la anonimia al  llevarnos  a  elucubraciones  que, en la práctica, nos permiten observar- en su laboriosa soledad- esta especie de liturgia que, a diario, forja en  los museos  y escuelas de música en el Sur de Estado Aragua bajo la dirección del Profesor Andrés Rodríguez Gómez, otro hombre práctico que,  en su quehacer, al igual que este artista sin nombradía constituyen un binomio que ponen bien en alto; que el Sur Sansebastianero  es nuestro Norte por la praxis que realizan muy dignas de encomio.  En fin, el amigo Alberto es, sin equívoco, al igual que Pedro Palma son unos grandes artistas autodidactas, con la diferencia que el segundo si pasó por ellas, no así el segundo que nunca ha pisado una escuela pero, paradójicamente, contribuyen con ellas al extremo del paroxismo en el sostenimiento. Poco le importa la turbulencia y el umbral donde se desempeñan para cristalizar, en el más hondo grito del silencio, las obras esperadas y requeridas en  estas Instituciones. Al pintar y esculpir en la piedra bruta la materia inerte y, aparentemente,  inerme o sin alma, logran darle vida con el insuflo de sus manos a lo que será su obra de arte consumada y al trabajo común con sus casitas de maderas pata luthería. Por otro lado arreglan hacen pupitres, bibliotecas y sitios ya nombrados de luthería para la fabricación de instrumentos de cuerda para bien de los educandos de la patria, evitando así que  no permanezcan ociosos y ocupen su tiempo  en este otro arte que les brinda una fuente de trabajo segura, la de músico,  y les evite caer en la delincuencia.  Son en sí, el amigo Alberto Zapata y  Pedro Palma unos hombres laborioso cuyas obras me atrevería a decir sin subestimar la labor que efectúan los grandes escritores por su incomparable esfuerzo teórico ejecutado,  en las diferentes dimensiones del saber, tan digna de admiración como la de este descolegiado, ya nombrado por su invalorable genialidad práctica.  
Es difícil encontrar personas  dadas a  esta empresa sin hacer alarde de lo que realizan. Pero, aunque nos parezca contradictorio,  por  acá en nuestra ciudad  y en las ciudades circunvecinas y en el país en general, los hay. Nadie le dedica una página, tal vez esperan que mueran para hacerlos notorios hasta la saciedad por su labor titánica; entre ellos está el poeta y músico José Antonio Abreu, para citar un ejemplo; y los desconocidos,  que, de manera desinteresada,  tratan de  mantener  la vigencia de algunos medios de comunicación social  dirigidos a  recoger el rol protagónico de los pueblos. Me atrevería a decir que aquí en Guárico y Aragua  y en cualquier otro lugar del país está ese personaje con la ayuda ofrecida por algún equipo reporteril como el dirigido por la Directora de “El Reportero”, la Señora Maritza Turupial  y sus colaboradores.
 Ese  sujeto  al que, hasta el momento, he mantenido en suspenso como dato elidido, quizás con el firme propósito de enganchar al lector sin mencionarlo nunca, pero si aconsejando el deber que tenemos de mantenerlos en nuestra memoria siempre, por la labor que cumplen en pro del país. Esto lo digo porque tuve un familiar a quien quise mucho,  hijo de mi tío el Maestro  Sansebastianero José María Durán, llamado  José Manuel Durán quien fuera un excelente pintor sin nombradía  y que, de paso, nos dejara unos cuadros en lienzo que nada tienen que envidiarle a las imágenes que plasman las cámaras fotográficas y los grandes pintores pero, desafortunadamente,  pasó fugaz como la  luz y la sombra que fue hasta el día que dejó de existir. Solo recuerdo lo que una vez me dijera: “si a uno lo quieren, deben manifestárselo en  vida”. Tal vez para reclamarme de manera muy inteligente, ahora que he caído en cuenta,  que teniendo –yo-, una columna de opinión antes de que él  falleciera, en un diario Regional de Aragua,  nunca llegué a nombrarlo.
        Esto mismo digo de  estos personajes que todos debemos imaginárnoslo  sentado en las mañanas en un cafetín cualquiera del país, o en alguna casa del vecino conversando con sus amigos; ofreciéndonos sus recomendaciones para que algunos órganos de comunicación social sean convertido en un instrumento al servicio y el rescate de las pequeñas y grandes cosas que han realizado y realizan los hombres y mujeres de cada pueblo como protagonistas de su propia historia. Pero que si no los nombramos en vida, si algún día desaparecen, posiblemente queden en el olvido.
Este personaje inadvertido, por simple coincidencia, puede aparecernos en cualquier recinto de la realidad Latinoamericana y venezolana. Los  tenemos y sabemos  que el esfuerzo periodístico que realizan es titánico, viven viajando hacia todos los rincones del país y fuera de él con el  fin de  mantener y sostener contra vientos y mareas  la publicación a tiempo de algún periódico,  ocupándose de la gente que nunca ha tenido espacio  en las páginas de la historia menuda,  para recogerlo  como parte de su labor periodística.
Gracias a los directores  de este tipo de periódico y al  equipo de colaboradores, tanto aquí como en otras partes del mundo, de los que han tenido esta magnífica idea, amigo lector, tú podrás en cualquier momento aparecer en las páginas de algún órgano informativo y comunicacional  para dejarte en esta especie de baúl del recuerdo.  La mayoría de los que escribimos para no ser la excepción, y en este saco me incluyo,  lo hacemos con el objeto de resaltar lo político,  pero muy pocos lo que agrada al lector y mencionarlo, para sacarle una sonrisa  que, en muchos casos, nos llevan a la anécdotas y al cuento como este episodio que le  aconteciera a un pariente mío, muy cercano, que, por ser excesivamente fumador, un día que lo asaltaron y le quitaron un vehículo; esta circunstancia maléfica, se transformó en buena y le salvó la vida cumpliéndose así aquel precepto que la sabia popular que afirma: “no hay mal que por bien no venga”
Uno de los implicados de  los que andaban en el grupo ordenó: maten a ese viejo, pero el jefe al escucharlo  toser y sonarle los pulmones como un acordeón desafinado, por causa del cigarrillo, tal vez por compasión, o por el deseo de no terminar de desarmonizar el armonio de los pulmones aquel hombre, antes de que se produjera el asesinato, detuvo al homicida diciéndole; para qué  vas a matar ese viejo, chico, si de todas formas se está muriendo, y viéndolo acogotado y entregado,  levantó la voz para aconsejar a la víctima:- ¡Mira viejo!, deja de fumar, cuídate!  Para ver si duras unos años más.



Nota: Los sustitutos de nombres, tales como los pronombres: ese, este, esto, aquel, esta y sus plurales, por disposición de la Real Academia Española, no deben acentuarse. Salvo algún  pronombre como el de la tercera persona: él y de la segunda, tú.

*Cronista de la ciudad San Sebastián de los Reyes, Venezuela

viernes, 30 de noviembre de 2012

MEDICRÓNICAS ITALIANAS


(Medicrónicas: crónicas viajeras relacionadas de alguna manera con la Historia de la Medicina)

Edgardo Malaspina


ROMA

I

De Mamavira, nuestra abuela salernitana, conservo vagos recuerdos .La vi un par de veces en Santa María de Ipire. Era muy blanca, tenía los ojos azules y hablaba una mezcla de español con italiano.
En nuestra casa de Las Mercedes del Llano, encontré un libro grueso de cocina italiana. No sé si estaba allí desde los tiempos cuando vivió en ella Mamavira o lo trajo luego la tía Carolina al venir a vivir con nosotros. Lo cierto es que yo sólo contemplaba en ese libro, sin tapas y con sus hojas desencajadas, unas patas de rana. Las miraba y pensaba con asco que alguien pudiera preparar y comer semejante plato. En mis divagaciones infantiles, que no llegaban hasta los más variados gustos gastronómicos de otros pueblos, concluí que el consumo de anfibios por aquellas lejanas tierras de la abuela se debía a la escasez de carne de res, la cual en nuestra casa sobraba, pues siendo Alfonso, nuestro padre, carnicero, la teníamos en el desayuno, el almuerzo y en la cena. Más tarde, cuando estudié fisiología, supe que la preferencia culinaria (por esos batracios y sus ancas) de los italianos permitió a Luis Galvani descubrir la naturaleza eléctrica del impulso nervioso. Habló al principio de electricidad animal. Volta lo refutó, y estas discusiones científicas permitieron la creación de la pila eléctrica. Inventos, entre muchos otros en el campo de la medicina, como la electrocardiografía están relacionados con el descubrimiento galvánico.
Y a propósito de comida y medicina, fue el estudio de la digestión de los alimentos en las esponjas y en las estrellas de mar lo que llevó al científico ruso Elias Mechnikov a descubrir la fagocitosis cuando descansaba en el puerto siciliano de Mesina: introdujo una espina en el cuerpo trasparente de una estrellamar y observó como la rodeaban células , de manera igual como una astilla en un dedo de una persona que no ha tenido tiempo de sacársela es rodeada de pus. Había nacido la teoría celular de la inmunidad, complementada luego por la humoral de Paul Ehrlich. Para seguir esa línea en materia de nutrición, Mechnikov , fue el primero el estudiar el yogurt y sus propiedades y concluyó que su consumo es bueno para frenar el proceso de envejecimiento, luego de lo cual todo el mundo ingiere yogurt para mantenerse saludable.

II
Me enteré de la existencia de Roma en la escuela con la maestra Dalila, como cualquier estudiante venezolano de las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, cuando la Historia se estudiaba apenas se aprendía a leer .En nuestra memoria quedaron para siempre la loba, Rómulo y Remo, la Monarquía, La República ,el Imperio, Julio César, Marco Antonio, Cleopatra, y otro montón de nombres que vienen y se van; y hasta la palabra “pírrico”, cuyo significado aprendí entonces.


III
Entramos a Roma . Hay muchos semáforos y pocos ruidos de bocinas de los automóviles. A un costado, el río Tíber. En el año 291 a.C , una epidemia azotó la ciudad. La serpiente de Esculapio, dios de la medicina, la salvó. Desde entonces en la Isla Tiberina se construyo un templo en su honor, un recinto sagrado para recordar la curación milagrosa. Los enfermos acudían en peregrinación en busca de la salud perdida. Hoy en lugar del templo hay un hospital administrado por El Vaticano. Paganismo y cristianismo juntos.
Ya estamos en el hotel Aran Park. Está un poco retirado del centro de la ciudad. En los corredores y en el cuarto hay muchas pinturas, en claroscuro, sepia o gris , que ilustran la historia de Roma. Servio Tulio, Publio Cornelio ,Tiberio Graco, Virgilio, Augusto, el Coliseo, una Guerra Púnica, y muchos otros personajes, acontecimientos y ruinas de edificios están en marcos de madera teñidos con un barniz plateado de falsa venerable antigüedad.
Hacemos un recorrido por la ciudad. Construcciones modernas se alternan con las propias del pasado glorioso romano. El Panteón con la tumba de Rafael , el Mausoleo de Adriano, ahora Castillo de Sant Ángelo, otrora fortaleza de papas y cuyo nombre recuerda la peste que el 590 azotó a Roma. El papa Gregorio I vio al Arcángel de San Miguel con su espada sobre el castillo, señal de que la epidemia había sido vencida.
En la Fontana de Trevi no cabe un alma más. Todos quieren lanzar una moneda hacia donde están las estatuas de Neptuno , la Abundancia, la Fertilidad y la Salubridad(Salus: hija de Esculapio. Es la misma Higea de los griegos).Hay que hacerlo de espaldas y con la mano derecha por sobre el hombro izquierdo. El lanzamiento de una moneda asegura el regreso a Roma; dos, un nuevo romance; y tres, matrimonio o divorcio. El plena revolución técnico-científica el hombre sigue profesando el pensamiento mágico que nos legó la prehistoria.
Regresamos. Es casi medianoche y la gente pasea bajo una luna grande. Pasamos la Vía Ostiense por el sitio donde supuestamente fue decapitado San Pablo. Según la leyenda la abadía Tre Fontana recuerda que su cabeza rebotó tres veces y originó tres fuentes.
En el hotel celebramos con vino y trufas.


jueves, 8 de noviembre de 2012

Historia y supresión de archivos: Afro-descendientes - 1932


Rafael Lara-Martínez
Tecnológico de Nuevo México
Desde Comala siempre…

Esta gente es la madera afro-americana… Miguel Ángel Ibarra

La lectura de Cafetos en flor (1947) de Miguel Ángel Ibarra sugiere una doble enseñanza. No hay historia sin supresión de archivos. No hay testimonio sin mirada retrospectiva de un pasado revocado.

Ibarra nace en Atiquizaya, en el departamento de Ahuachapán en El Salvador en 1902. En la década de los veinte y treinta, se desempeña como líder sindical en la Federación Nacional de Trabajadores de El Salvador (FNTES y en la Federación Regional (FRTES)). Participa en la Universidad Popular de Ahuachapán y también milita en el Socorro Rojo Internacional (SRI), donde conoce a “Augusto Martí”.

Empero, su militancia “democrática y popular” no le basta para que la historia del siglo XXI escuche su deposición testimonial. Para hacer ciencias sociales, hay que tachar. La historia es bastante selectiva sobre los sujetos con derecho a testimoniar sobre un suceso histórico. Ibarra no aparece mencionado en ningún trabajo sobre 1932.

Su experiencia de vida en Ahuachapán, su lucha por los derechos de los trabajadores en el occidente del país, su exilio guatemalteco y su cárcel a la víspera de los sucesos de enero de 1932 y años siguientes, los escribe en el México pos-cardenista. Hay un desfase del hecho vivido (1932) a su recopilación (1947). Toda experiencia de vida se conjuga en el pretérito sin ninguna “urgencia por testimoniar”. “Mis ojos vieron mucho”.

II.

La excusa para suprimir su auto-biografía de todos los libros de historia será simple: su difícil acceso. La novela de Ibarra sólo la catalogan El Colegio de México y la Universidad de Calgary en Canadá. Pero tal pretexto valdría si se tratara de un caso excepcional.

La cuestión crucial para la historia del siglo XXI es que la quema sistemática de los archivos define su práctica acostumbrada. Como sección privilegiada de las ciencias sociales, la historia obra según una convención rigurosa. Hay que tachar toda documentación primaria inconveniente. Interesa ofrecer una visión coherente y elegante del pasado. Interesa acomodarlo a la política de la memoria en una actualidad antojadiza.

Para el período que comenta la autobiografía de Ibarra —el despegue violento del martinato (1932)—la convención de la historia salvadoreña resulta sencilla e implacable. Hay que suprimir todas las publicaciones oficiales y las revistas culturales autónomas de la época.

Los periódicos más obvios —el Diario Oficial y La República. Suplemento del Diario Oficial— los censura la historia del siglo XXI. El pacto científico habla del general Maximiliano Hernández Martínez (1931-1934; 1935-1939; 1939-1944) sustituyendo las fuentes primarias por los prejuicios actuales. Hay que hablar del martinato sin Martínez.

La misma supresión afecta a las revistas culturales de la época. De una veintena de publicaciones culturales —tachadas adrede por la historiografía del siglo XXI— sobresalen Cypactly. Tribuna del Pensamiento Libre de América, y el Boletín de la Biblioteca Nacional. Su inclusión obligaría a considerar que el arte nacional salvadoreño legitima la Matanza o, al menos, le resulta un hecho sin infamia ni recuerdo

Hay un imperativo categórico de las ciencias sociales en El Salvador. Hay que borrar todas las declaraciones teosóficas como las dos citas siguientes:
Quienes deciden “lanzarse a desantentadas rebeldías obedeciendo azuzamientos subversivos [de los comunistas] sólo les dejan saldos de miseria y muerte” (Cypactly, No. 19, 31 de julio de 1932).

Matan a sangre fría […] los peores asesinos. Por eso merecen condena eterna todos los hechos sangrientos hace algunos meses ejecutados por forajidos […] es una dolorosa equivocación creer que el comunismo se practica segando vidas y arrasando propiedades. Esas doctrinas que tuvieron origen en el Sermón de la montaña, no son de destrucción sino de conservación […] Esto lo han ignorado […] nuestros campesinos por eso han delinquido […] y se dejaron llevar al sacrificio de su vida” (Eugenio Cuéllar cuyo cuento lo ilustra Pedro García V., quien diseña varios “cuentos de barro”. Cypactly, No. 17, 22 de junio de 1932).

De lo contrario, “Francisco Gavidia, Salarrué… cuántos y cuántos, todos los ungidos, las almas luminosas de nuestra patria, [que] ungen y consagran con sus plumas estilistas las páginas de Cypactly“ (Lydia Valiente, Cypactly, No. 13, 20 de marzo de 1932). Todos los ungidos serían cómplices de un régimen que el siglo XXI condena por la Matanza.

Que condena sólo por sus actos militares, ya que la colaboración artística —tal cual lo demuestra Cypactly— el siglo XXI la juzga una manera de resistencia. En palabras de Salarrué, la resistencia significa acusar a los insurrectos por su “levantamiento de venganza”, en vez de aceptar “la resinación del venado indefenso […] el sacrificio” prescrito por “la raza” (“Balsamera”, 1935).

Sus “cuentos de barro” más radicales —la restauración de la comunidad ancestral por el entierro de “botijas”— inauguran la publicación oficial del Boletín de la Biblioteca Nacional en 1932. Se trata de la obligación del “intelectual en el amplio sentido de la palabra”, según Quino Caso, miembro del Directorio Militar en diciembre de 1931. Su publicación oficial consigna el compromiso de la literatura teosófica e indigenista con el despegue de un nuevo régimen militar.

Fue preciso que la tragedia surgiera, para que supiéramos […] los hombres de letras […] sugerir ideales” de identidad nacional. Por un pleonasmo en crasa paradoja, los “naturales” engañados por el comunismo se naturalizan como salvadoreños gracias al arte que los re-presenta.

III.

Por tal razón, la exclusión de Ibarra denuncia una coartada adicional de la historia del siglo XXI. Hay que suprimir toda militancia de izquierda indeseable. Su vindicación del estalinismo —luego del asesinato de León Trotsky (1940)—desluce la imagen que se anhela recrear del pasado. Ibarra hace de Farabundo Martí un “estalinista” y de la revuelta una “venganza” contra la represión “burguesa”.

Yo conocí al camarada Agustín Martí […] el orientador que nos puso en contacto con el gran país de Lenin y de Stalin. {Por él aprendí que] el marxismo es una ciencia y los grandes hombres, creadores de él eran personas cultas que se ligaron al pueblo: Engels, Marx, Lenin y Stalin. El comunismo es la perfección de la sociedad humana […] entonces [todos] amarán a Stalin”.

Vi levantarse la figura justiciera y vengadora de un campesino […] los campesinos por ese instante vengaron la sangre de sus hermanos […] Ese fue, el principio, de la revolución […] La noche era negra olía a tragedia y a sangre […] porque nos persiguen y nos asedian, nos quieren convertir en criminales” (Miguel A. Ibarra).

Ni la imagen de un líder de la izquierda salvadoreña, Farabundo Martí, como maestro del leninismo y estalinismo, menos aún, la de un levantamiento como reacción “justiciera y vengadora” se adecúan a la memoria que se aspira recrear del pasado. Por tal motivo la decisión científica resulta implacable. Hay que borrar. De otra manera, todos “amarán a Stalin”.

IV.

Asimismo, para despecho de un país sin grupos étnicos, Ibarra evidencia el legado de una población afro-descendiente. Más que un país mestizo, El Salvador se halla dividido en grupos étnico-raciales cuya filiación determinan la jerarquía social de un individuo. “Los nativos [son] tratados como esclavos”; “la madera afro-americana” de Atiquizaya alimenta la etnografía local, mientras “la mezcla de alemanes […] europeos aventureros” controla las haciendas.

A la hora de la revuelta, su descripción cobra un giro inaudito que resalta el linchamiento colectivo de un “negro” y de su perro guardián. La “venganza” no sólo se ejerce contra el opresor. Se practica también en una violencia horizontal, contra otro oprimido de distinto color de piel: un afro-descendiente.

La auto-biografía de Ibarra no se ciñe a las exigencias de la historia científica del siglo XXI. En vez de describir en detalle la revuelta y el “hay que matar indios y bolcheviques”, relata la anécdota de una amigo emblemático: Regino, un herrero huérfano de “origen negro” y su perro Quindinduy. La muerte del afro-descendiente y el linchamiento de su mascota simbolizan la colaboración popular, vergonzosa, con la Matanza.

V.

Que el propósito de la historia sea el olvido y el tachón de la documentación primaria es obvio. Cito sólo cuatro omisiones flagrantes que revelan la imagen de un martinato sin Martínez, según la convención de las ciencias sociales en el siglo XXI: Diario Oficial, La República. Suplemento del Diario Oficial, Cypactly. Tribuna del Pensamiento Libre de América y Boletín de la Biblioteca Nacional. Existe una veintena de revistas tachadas adrede que se añadirían a la lista.

Pero en nombre de lo objetivo, las publicaciones deben ocultarse. Antes que la consuma la hoguera de una nueva inquisición, rescato la experiencia de un afro-descendiente. Esta censura Ibarra la llama linchamiento de su amigo Regino y de su perro Quindinsuy, en los albores de 1932. Para la memoria del sindicalista, el emblema de la negritud sacrificada realiza los hechos.

Hay que quemar las fuentes primarias para crearse una credibilidad científica en una historia sin memorias incómodas. En nombre del pueblo, ni siquiera la experiencia de un sindicalista ahuachapaneco, militante del SRI, merece una mención. La lapidación de su “camarada” ciego, “de origen negro”, amerita un olvido más profundo.

La historia como ciencia es el teatro de lo reprimido. La escena de lo suprimido…

jueves, 20 de septiembre de 2012

BORBURATA

Fotografías: Arturo Álvarez D'Armas


Ya es tradición en Arturo Álvarez D'Armas dedicar los meses de agosto y septiembre a explorar un rincón de la geografía venezolana. Los años anteriores fueron los pueblos playeros del oriente venezolano. Esta vez prefirió el centro, eligió un poblado del estado Carabobo, Borburata. No  he visitado este sitio de soles, arena y mar. 
A Borburata la conozco es por la literatura. Forma parte de aquel conjunto de novelas escritas por Ramón Díaz Sánchez, novelística poderosa dedicada a lo azaroso de los enfrentamientos y cruces raciales venezolanos. Particularmente el argumento de la novela Borburata avanza sobre la historia de una fascinante y tormentosa sexualidad  que florece con fuerza narrativa en medio de la aromática complicidad de los sembradíos  de cacaotales. 
Las soleadas imágenes que hoy Arturo nos ofrece tienden a mostrarnos la faceta franca de lo monumental, tanto en su flancos  simbólicos de lo sagrado, lo patriótico, lo artístico, lo cotidiano y tradicional. Las imágenes urbanas donde el hombre como multitud oficializa su dominio sobre el paisaje natural. 

Jeroh Montilla



 Suspiros.

Santuario Diocesano Santo Cristo de la Salud.

Santo Cristo de la Salud.

San Pedro. Santuario Santo Cristo de la Salud.

Plaza Bolívar.

Monumento al tambor.

Monumento a San Juan Bautista.

Monumento a Jesucristo crucificado.

Las tres cruces.

Calle de Borburata.

Calle de Borburata.

Altar. Santuario Diocesano Santo Cristo de la Salud.

viernes, 14 de septiembre de 2012

La Cara de Bolívar



Ponencia presentada en el
ENCUENTRO DE HISTORIADORES Y CRONISTAS DE CALABOZO-GUÁRICO
Villa de Todos los Santos de Calabozo


 Eduardo López Sandoval


“No se parece al mío”, así titula un artículo de opinión el Cronista de La Victoria, Germán Fleitas Núñez, escrito donde se refiere a la nueva cara de Bolívar, la que se le presenta a los venezolanos de este siglo XXI como la cierta. Todas las demás versiones son para esta decisión administrativa del presente gobierno, mentiras.
 El Historiador disiente de la decisión del gobierno que pretende  cambiar la cara del  Libertador de nuestros recuerdos.
Fleitas Núñez toca aspectos que hacen  la esencia del estudio de la Historia, como lo son la memoria y la interpretación. La memoria esculpida en piedra por los recuerdos de nuestros abuelos, que a su vez recuerdan a sus abuelos, que también claramente recuerdan a sus abuelos. Corta cadena de tres eslabones que mira de cuerpo presente el perfil del General Simón Bolívar. Sesenta y seis años y siete meses,  que convenimos como la edad promedio de todos nuestros  abuelos, la multiplicamos por tres generaciones, y vemos a Bolívar sobre un no manso caballo cruzando las sabanas de  El Guayabal, pasa por el Hato La Chinea, para atacar a Morillo atrincherado en la Villa de Todos los Santos de Calabozo en febrero de 1812. Y pasa con  un perfil que es muy diferente  al negrito que pretenden presentarnos como  Bolívar.
El citado Cronista nos dice: “Cada venezolano tiene su propia imagen del Libertador, como la tiene  de Dios, de la Virgen María, de Cristo, de Guaicaipuro, del Negro Primero o del Conde de Tovar. Es la imagen que hemos ido construyendo con los años, de tanto mirar sus retratos y oír sus descripciones…”.
Fleitas Núñez dixit , “Cada venezolano tiene su propia imagen del Libertador”, a lo que agregamos, cada historiador tiene pleno derecho a realizar su propia interpretación. Y es legítimo que existan diferentes interpretaciones cuando los hechos se prestan para tener diferentes aristas y posiciones de pensamiento razonable. Entre Historiadores, reitero. Porque otros gremios, los políticos, los pintores de brocha gorda, los habladores de la esquina, los brujos sin clientela, pueden tener sus “razones”, - la palabra razones se destaca entre comillas-, para disentir acerca del acuerdo tácito entre lectores e Historiadores acerca del perfil de Simón.  En este caso, acerca del fenotipo europeo del Libertador. Como también ocurre con un hecho vanamente controvertido, nos referimos a las causas de la muerte del personaje. No existe acerca de ambos casos alguna  posición controvertida entre Historiadores. Este Historiador se escribe con H mayúscula.
Exponemos de seguidas palabras de un artículo nuestro denominado LA CARA DE BOLÍVAR LA CARA RELATIVA:
Relativa dijimos. No porque es la cara del libertador, también la cara del conquistador es relativa. O la cara del navegante, del comerciante, del indio o del trabajador, por decir algunas. Todas son relativas.
Por ejemplo, tome usted algún documento que lo  identifique, supongamos que es una fotografía de frente con corbata del año 2006, ese no es usted, es una imagen de hace tiempo, además tú no usas corbata y sí usas lentes. Usted quizá es quien puede verse en el espejo ahora, o lo que puede dejar verse por la entrecerrada puerta de la subjetividad. Seguro se va a ver una cara en el espejo si su hija recién le ha dicho que ya no le deposite más  como estudiante, porque ya concluyó la etapa académica de pregrado, otra cara vas a ver si acabas de matar accidentalmente al perro del vecino, …
Objetividad versus subjetividad. La cara de Bolívar tiene mil caras. La más cierta es la que usted se imaginó en la Escuela, es suya, es subjetiva en grado total. La subjetividad impera incluso sobre el ojo del fotógrafo, mucho más afectado por los sentires está quien use la antigua técnica del retrato en pintura. Hay mucho más que un clic que deja espacio para las simpatías por el adelantado pago, o lo contrario.
Objetivamente la cara de Bolívar debe parecerse bastante a la cara que la generalidad de los americanos recuerda. Me aventuro a decir que es  la imagen que recordamos del Bolívar de la Escuela.
Ahora nos presentan a un señor como el Libertador, con serias pretensiones  de sustituir al Bolívar de nuestros recuerdos.
Entendamos la palabra relativa con la RAE, “Que no es absoluto”. Nuestros recuerdos no son absolutos, lo reconocemos. Pero se pretende sustituir con la “TOTALIDAD” de la mentira: “Este negrito es Bolívar”. Mentira.
(Vale este paréntesis, la palabra totalidad cuando se usa en el párrafo anterior para calificar a la palabra mentira, se ha escrito en negrillas, mayúsculas sostenidas y entrecomilladas. La interpretación es libre).
Confiesan los “científicos que cobraron” por su trabajo, (que no son Historiadores, por cierto), que copiaron las características de los huesos e hicieron que se reflejara en la imagen. Confiesan que para la proyección tomaron en cuenta la imagen de variados venezolanos, de hoy,  de esa edad en la que murió Bolívar.
(Otro paréntesis que no está contenido en el artículo, un abogado diría a confesión de partes, relevo de pruebas).
Es necesario realizar la siguiente interpretación en contrario, la Venezuela de Bolívar era una sociedad de castas, que si bien los compartimientos étnicos no eran completamente herméticos, no había tal mezcla como la del nuevo Bolívar que se nos presenta.
Sin especular acerca de la veracidad o no de la intervención de una rama negra en el árbol genealógico de Bolívar, es necesario concluir que si Bolívar hubiese tenido esta nueva presencia fenotípica no hubiera sido el Libertador. Ese negrito de Teniente de Caballería de Páez no hubiera pasado, o quizás un buen granadero de López de Matute hubiera sido. Recuérdese la etiqueta de “El Hijo de la Panadera” que endilgó esta casta de los blancos criollos a Francisco de Miranda
Los “científicos que cobraron” dicen que “fotografiaron” la imagen de la calavera, preguntamos, ¿esta fotografía es la de la cara de un hombre muerto que murió de esa penosa enfermedad?  Valga la repetición.
El Cronista de la ciudad de La Victoria, estado Aragua, Germán Fleitas Núñez, escribe recientemente:Confieso mi error. Pero si de algo estoy completamente seguro, es de que  ese Simón Bolívar,  no se parece al mío.”. De acuerdo.
El Bolívar de nuestra memoria escolar es la imagen del Bolívar que hizo el Dr, Reverend en mascarilla de yeso que está en la Quinta San Pedro Alejandrino de Santa Marta. Muestra el perfil de la muerte y la necesaria objetividad, ¿tendría algún sesgo la objetividad de la ciencia médica en mostrarlo para la posteridad más o menos europeo? Ver:





O la imagen marcada por la subjetividad del propio Simón, que dijo que este es el retrato que más se le parecía, el del pintor limeño José Gil de Castro.
A los considerandos expuestos le agregamos,  que el acto público que tiene el serio propósito de cambiar este aspecto de la esencia de nuestra historia, sin que hayamos observado reacción alguna, de parte del gremio de Cronistas e Historiadores, -que aquí tiene una importante representación. Agregamos, entonces, que tal decisión administrativa denigra de por lo menos veinte mil años de experiencia de la ciencia pictórica del hombre sobre la tierra. El acto administrativo ha decretado inservible a miles de años de sapiencia artística, que se resumen, entre otros, en el pincel del pintor limeño José Gil de Castro.
Proponemos a este Encuentro de Historiadores se dirija a la Academia Nacional de la Historia solicitando:
Uno) Se pronuncie acerca de esta incongruencia de hoy, que se nos presente a Bolívar con un perfil, -que como hipótesis planteamos-, que hubiera sido rechazado por la sociedad de castas donde bien se desenvolvió como un blanco criollo de inmensa fortuna.
Dos) Que se pronuncie esta persona de Derecho Público, la Academia Nacional de la Historia, acerca de la incongruencia entre el perfil en tres dimensiones de hoy y la mascarilla de yeso realizada sobre el cadáver, que reposa en la Quinta San Pedro Alejandrino, en Colombia, que es, por supuesto, también en tres dimensiones.
Tres) Solicite a su vez lo basamentos históricos que han tenido para realizar esta nueva interpretación.