Ubaldo Ruiz*
INTRODUCCIÓN
La decisión de realizar un estudio teórico acerca del trabajo “La Villa de Todos los Santos de Calabozo”, del historiador venezolano Lucas Guillermo Castillo Lara tiene, en nuestro caso, una justificación que trasciende el solo objetivo de cumplir con una exigencia de evaluación. El autor del libro en cuestión fue un estudioso, cuya obra en el campo de la historiografía es tan prolífica que, en número, supera la de la mayoría de sus colegas venezolanos; por lo tanto, la realización de un estudio referido al discurso historiográfico, a la explicación, al manejo del tiempo, y a otros aspectos teóricos, por lo menos al citado libro, debe contribuir en la formación de un juicio crítico, que a su vez, permita valorar la importancia del trabajo que Castillo Lara nos legó. Si su obra es de indudable importancia cuantitativa (referido el término al número de trabajos publicados), sería interesante responder a la siguiente interrogante: ¿cuál es el valor real, que desde el punto de vista teórico, posee el trabajo de Lucas Guillermo Castillo Lara en el ámbito de la ciencia historiográfica venezolana?. El análisis presentado aquí no pretende, desde luego, dar una respuesta acabada a tal pregunta, pero sí arrojar una mirada crítica a la labor del citado historiador; más aun, si consideramos que en el ámbito de la ciudad de Calabozo, y hasta en el estado Guárico, la mencionada obra goza de un prestigio y una fama considerables.
El presente análisis se basará fundamentalmente en la manera cómo el autor ha construido su objeto historiográfico; ¿qué tratamiento le dio a ese objeto de estudio de su trabajo?, si lo consideró como un hecho o hechos “cosificados”, o si le dio el tratamiento de “atributo de otros hechos”. ¿Hasta qué punto consideró los movimientos recurrentes y transformadores que están presentes y modifican a los estados sociales. Igualmente intentamos averiguar cómo ha explicado su objeto; si utiliza un modelo nomológico o nomotético, o un modelo intencional, o uno de carácter teleológico, o si por el contrario, utiliza una explicación “estructural- dinámica”. Así mismo aquí se intenta exponer qué lenguaje utilizó el autor para representar la realidad que corresponde a la referencia empírica de su historia. ¿Hasta qué punto hizo uso del relato?; si se ha basado para ello en el “narrativismo”, tal como lo proponen Paul Ricoeur, Hayden White y otros, en el sentido de intentar imponer “una estructura de relato” al conjunto de acontecimientos que presenta en su obra; o si intenta presentar un “discurso asertivo”.
Antes de comenzar el análisis teórico de la mencionada obra historiográfica, presentamos una información referida al autor, en donde se resaltan algunos rasgos biográficos, haciendo hincapié en aquellos aspectos que, consideramos, nos permiten conocer la formación historiográfica y académica en general del historiador, sus estudios, los cargos que desempeñó, sobre todo en notarías y registros, lo que le facilitó el acceso a la información, que después utilizó para respaldar sus numerosos trabajos; igualmente su acercamiento con la Iglesia Católica. Cuestiones que nos presentan un panorama acerca de su orientación ideológica, que, creemos, se refleja en la manera de abordar la estructuración de, como mínimo, la obra objeto del presente análisis. De forma similar se hace una presentación a grandes rasgos del libro La Villa de Todos los Santos de Calabozo. El Derecho de Existir Bajo el Sol, a fin de expresar un bosquejo muy general del mismo.
ACERCA DEL AUTOR
El doctor Lucas Guillermo Castillo Lara nació en San Casimiro de Güiripa, estado Aragua, el 23 de junio de 1921. Estudió en el Colegio San Francisco de Sales, en Caracas, y Don Bosco, en Valencia, estado Carabobo. Se graduó de Doctor en Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Central de Venezuela, en 1944. Fue hermano, entre otros, del Cardenal Rosalío Castillo Lara.
La labor académica del Doctor Castillo Lara fue ampliamente reconocida, tanto en Venezuela, como en otros países. Fue: Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, sillón “D”, y Miembro Correspondiente de la Real Academia de la Historia de España; además, fue Miembro de Academias de Historia, de Argentina, Guatemala, Bolivia y Puerto Rico; también fue Miembro del Instituto Venezolano de Genealogía, y de los Centros de Historia de los estados Táchira, Vargas y Trujillo.
Desempeñó importantes y numerosísimos cargos, entre los cuales merecen citarse aquí, por su contribución en el conocimiento del personaje, los siguientes: Inspector Nacional de Registros Públicos y Tribunales (1947- 52); Notario Público de Caracas (1952- 53); Registrador Mercantil del Distrito Federal y estado Miranda 1953- 72); Magistrado Suplente de la Corte Suprema de Justicia; Primer Vicepresidente del Consejo Supremo Electoral; Embajador de Venezuela ante la Santa Sede.
Publicó más de 36 libros, y un número similar de folletos y otras publicaciones, de las cuales mencionaremos, por ejemplo, sus obras premiadas, como: Don Fermín Toro, 1943. Premio Academia de la Lengua; Carabobo y un Río de Soles lo Cercaron, 1971. Premio de la Asociación de Ejecutivos de Venezuela; José Laurencio Silva, Viaje Alrededor de una Lealtad, 1973. Premio Archivo General de la Nación; Villa de Todos los Santos de Calabozo, el Derecho de Existir Bajo el Sol, 1975. Premio del Concurso del Concejo Municipal de Calabozo; El Panteón Nacional. Tierra Sagrada, Ejemplo Tutelar, Lección de Gloria, 1976. Premio del Concurso Centenario del Panteón Nacional; Los Mercedarios y la Vida Política y Social de Caracas en los Siglos XVII y XVIII, 1980. Mención Honorífica Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal; Apuntes para la Historia Colonial de Barlovento, 1981. Premio Municipal de Literatura del Concejo Municipal del Distrito Federal; y La Aventura Fundacional de los Isleños, Premio Municipal de Literatura “Manuel Díaz Rodríguez” del Distrito Sucre del Estado Miranda. Premio CONAC de Historia, 1985.
El Doctor Lucas Guillermo Castillo Lara murió en Caracas, en diciembre de 2002.
PRESENTACIÓN DE LA OBRA LA VILLA DE TODOS LOS SANTOS DE CALABOZO. EL DERECHO DE EXISTIR BAJO EL SOL
Esta obra, tal como se refirió anteriormente, fue premiada por el Concejo Municipal de Calabozo en el concurso, que con motivo de la celebración del Bicentenario Quincuagésimo (250º) Aniversario de la fundación de esta ciudad, se realizó en el año 1974. A través de 29 capítulos, y más de 400 páginas, y con profuso respaldo documental, el autor relata una serie de acontecimientos ocurridos en, o relacionados con Calabozo, desde la llegada de los primeros Frailes Misioneros a Venezuela, a mediados del siglo XVII, hasta el ajusticiamiento, en Calabozo, del célebre forajido Guardajumos, en el año de 1802. En sus páginas el autor relata, entre otros acontecimientos, la labor de los Frailes Misioneros en la fundación de pueblos de indios, entre ellos, los que erigieron en la llamada Mesa de Calabozo; pero principalmente, se detiene en los pormenores de la fundación del Pueblo “de españoles” de Todos los Santos de Calabozo; y a partir de allí, destaca elementos, como los nombres y origen de los fundadores del pueblo, así como los de quienes llegaron en los primeros años; los pleitos de los Mantuanos caraqueños, que alegaban ser dueños de las tierras en donde se asentaba la nueva población, contra las autoridades eclesiásticas en un primer momento, y contra las autoridades locales, y gobierno de la Provincia después; el ascenso a “Villa Eximida”, por Real Cédula del Monarca español; los censos que se realizaron a propósito de ese hecho; el traslado de los negros alzados con Andresote, desde los valles de Yaracuy hasta los llanos de Guárico, y la participación decisiva de los Frailes –el fundador de Calabozo, principalmente- en aquellos acontecimientos.
EL OBJETO HISTORIOGRÁFICO EN LA OBRA LA VILLA DE TODOS LOS SANTOS DE CALABOZO
Cuando un historiador se plantea la realización de una investigación Historiográfica, ya tiene preconcebida una idea más o menos clara de lo que pretende explorar y, en consecuencia, comunicar. Muchas veces algunos se proponen llegar hasta “la verdad” de lo que ocurrió; pero esa verdad la conciben como una “verdad histórica”, es decir, que en una realidad social pasada, se presenta, en su complejidad, un tipo especial de hechos que poseen la categoría singular de “históricos”. Entonces, en donde ese historiador busca e identifica “lo histórico”, aquello de lo que se debe ocupar de indagar y “presentar” su historia, es en el “hecho histórico”. Al leer el trabajo que estamos analizando, creemos percibir una orientación en este sentido.
Aunque el autor de la obra objeto del presente estudio no se lo haya propuesto expresamente, lo que él expone en la misma es, ni más ni menos, una “Historia de Calabozo” durante el siglo XVIII. El propio título refleja perfectamente ese objetivo. Una obra que presente el título de “La Villa de Todos los Santos de Calabozo”, es una obra que pretendió indagar y presentar los acontecimientos más importantes ocurridos en este ámbito, durante el citado período. Al hacer un repaso por las páginas del libro en cuestión, lo que percibimos es una secuencia de hechos que siguen un orden cronológico. El autor no se plantea, sino vagamente, y en uno solo de los diecinueve capítulos del libro, el análisis de un estado social, con una estructura, dotada de un movimiento recurrente, que permita captar su funcionamiento como un sistema con una lógica susceptible de ser aprehendida (inteligible, según Aróstegui).
Efectivamente, en el capítulo VIII, titulado Ambiciones e Intrigas Políticas, se intenta relacionar los hechos que afectaban en la época estudiada a Calabozo, especialmente, los pleitos judiciales entablados por los terratenientes caraqueños contra el establecimiento de la población recién fundada en las tierras de pastoreo que aquellos reclamaban como de su propiedad, con la política colonial española de principios del siglo XVIII, la introducida en la Corte de Madrid por la Dinastía de los Borbones; por ejemplo, lo relativo a “la centralización del poder y el auge del comercio”, y como consecuencia de esto último, la lucha contra el contrabando, en cuyo marco se crea la Compañía Guipuzcoana, la cual es tratada en el libro sólo a través de su relación con algunos gobernadores, que afectados por el carácter de esa relación van a actuar tomando partido por uno u otro bando en los mencionados conflictos. Pero tal como hemos expresado, todas estas relaciones no las establece el autor para caracterizar un estado social, que dé origen, mediante su dinámica sistémica a un movimiento transformador que, a su vez, conlleve a un “estado resultante”. Aquí no se percibe el acontecimiento como “un par de estados sucesivos”, como planteó G. H. Von Wright. Después que el autor formula todo este entramado de relaciones, continúa durante toda la obra relatando hechos, todos ellos respaldados por gran cantidad de documentos. Por ejemplo, en los capítulos XV, XVI, XVII y XVIII, menciona una serie de datos tomados de los documentos, a partir de los cuales se dedica a “elaborar los hechos que encuentra en bruto”, tal como establecieron Langlois-Seignobos en su Manual.
Así pues, el autor define su objeto historiográfico como un conjunto de “hechos históricos elaborados” a partir de los “hechos en bruto” encontrados en la documentación utilizada. Como consecuencia de ello la concepción del tiempo que subyace en la obra se basa en la cronología, entendida ésta, según M. Sato, citado por Aróstegui, como “un método para ordenar el tiempo y situar los eventos en la secuencia en que ocurren”. Los acontecimientos son presentados en la misma siguiendo una línea secuencial de fechas, que van desde la más remota, hasta la más reciente. El autor comienza en el primer capítulo con una especie de antecedentes, que se remontan a 1532. En esos antecedentes se destaca la presencia hispana en los llanos de Guárico, para continuar con la acción de los padres Misioneros en ese mismo ámbito: sigue con la fecha de 1650, en la que arribaron a Venezuela los primeros religiosos de la orden Franciscana-Capuchina. Continúa relatando las actividades de éstos, y se refiere a otra fecha hito, como es la de la fundación de la Villa de San Carlos de Austria, en 1678. Y así prosigue con su repaso de acontecimientos y fechas, hasta el último capítulo, que culmina en 1802. Un recuento que hace el autor de la fundación de pueblos a finales del siglo XVII por los Frailes, ilustra cómo concibe y utiliza el tiempo cronológico en la generalidad de la obra. En la página 23 cuenta: “Entre ellas (las jornadas misioneras) estuvo la de Fray Pedro de Belicena en 1666, que incursiona por el río Pao y llega hasta el Tiznados... Con indios recogidos funda el pueblo de Paraima y allí muere flechado por ellos. En 1690 Fray Ildefonso de Zaragoza navega sin escolta por el Apure hasta la desembocadura del Guárico y encuentra muchos indios que no pudo reducir”. Inmediatamente, en el siguiente párrafo escribe:
“Poco más tarde se inician los poblamientos de naturales en las propias tierras del Guárico. Fray Buenaventura de Vistabella y Fray Arcángel de Albaide realizaron en 1690 el fallido intento de poblar en Camaguán. En esos años siguientes fundan varios pueblos de duración más o menos efímera. Camatagua en 1693, El primer Calabozo, Jesús Nazareno de Calabozo, en 1695. Guanayén, en 1696. San Diego de los Aceites, en 1697. San Pablo de Guárico, en 1699.”
La totalidad de acontecimientos que va detallando a lo largo de todo el trabajo, los va presentado en ese mismo orden cronológico. Cada capítulo es una continuación cronológica del precedente, con su respectiva ubicación en fechas y años, etc. Se nota claramente que asimila el tiempo a través de la concepción newtoniana comentada por Aróstegui: “...flujo temporal en cuyo seno se desarrollan los acontecimientos”.
Como el autor concibe el tiempo como cronología, en la obra no se percibe un esfuerzo por establecer, dentro del lapso en el cual transcurren los acontecimientos narrados en la obra, una periodización o periodificación, por lo menos a la luz de lo que Aróstegui llama “espacio de inteligibilidad”, o articulación de los “tiempos diferenciales”. Sólo en el citado capítulo XVIII, el autor asoma la existencia de una época, cuando se refiere a la política introducida en España por la Dinastía Borbón, porque ni siquiera en los casos en los que se pudiera inferir la existencia de un período en la vida de la Villa de Calabozo, en la citada centuria, como el ascenso a “Villa Eximida”, los aborda el autor más allá del simple relato de un hecho ubicado en la cronología.
LA EXPLICACIÓN EN LA OBRA VILLA DE TODOS LOS SANTOS DE CALABOZO.
LA EXPLICACIÓN EN LA OBRA VILLA DE TODOS LOS SANTOS DE CALABOZO.
La presentación del autor y su obra al principio de este trabajo puede ser útil al momento de realizar un intento de identificar el tipo de explicación que éste realizó en el libro que estamos analizando. Si tomamos en cuenta algunos detalles de su vida, como los siguientes: Lucas Guillermo Castillo Lara estudió en varios colegios católicos, fue embajador de Venezuela en el Vaticano, tuvo un hermano Cardenal, miembro del Colegio Cardenalicio de Roma, podemos inferir que nuestro autor estuvo ligado a la Iglesia Católica, lo cual es importante, porque nos permite visualizar su posible formación ideológica. Esto a fin de considerar lo que algunos investigadores, como Fredy González denominan “Lugar Epistemológico”, cuya idea “...está asociada con su historia de vida, su formación personal y profesional, así como también con las huellas que hayan dejado en él sus vivencias y demás experiencias vitales como ser humano...” Aunque este concepto se aplica generalmente al investigador cualitativo, consideramos que también sería de utilidad para clarificar algunas posturas de un historiador en el momento de presentar el producto de su investigación, como creemos, es el caso que nos ocupa.
En la obra estudiada se puede percibir la utilización de una explicación de carácter Teleológico. El autor considera que es la acción de los hombres, principalmente los Frailes Franciscanos-capuchinos, la que impulsa los cambios históricos abordados en su libro. En un párrafo del capítulo XV se percibe claramente esa intencionalidad de los individuos en la materialización de un hecho histórico:
“Transcurren veintitantos años de su erección parroquial y Calabozo recibe su espaldarazo definitivo. En 1774 el Rey le concede Título, Dignidad y Escudo de Villa eximida. La siembra venía de atrás, de una pequeña semilla que amorosas manos franciscanas colocaran junto a una sencilla cruz, en la tierra fértil de unos hombres con vocación de hacer y construir.”
En toda la extensión de la obra, el autor destaca esa acción humana como móvil de los acontecimientos; sin embargo, esa acción humana no representa, según se puede percibir y se pretende demostrar aquí, una causa, sino una “cuasi-causa”, como sostiene von Wright, ya que se puede notar que el autor le da más importancia a algo que podemos identificar como una causa final, que en este caso es la voluntad de Dios. Para él los hombres actúan, para decirlo con palabras de Aróstegui, “...para cumplir un “destino” que no es definible en los términos de sus propios objetivos intencionales.” La homeostasis se hace presente en esta obra, a partir de la regulación de los fenómenos estudiados, dentro del orden establecido por Dios. Y cuando hablamos de una acción humana que va más allá de “sus propios objetivos intencionales”, nos estamos refiriendo a que según al autor, lo que guiaba a aquellos hombres, Frailes o no, era su “inquebrantable fe cristiana.”
Creemos percibir como una constante en el libro estudiado, el modelo de explicación historiográfica señalada. En las páginas 31 y 32 escribe el autor: “Pero la fe inquebrantable de hacer y realizar se mantiene firme y van seguros a la realización de su ideal.” Más adelante, en la página 37, se refiere a la voluntad de Dios como causa última de los acontecimientos: “La semilla evangélica sembrada por los dos frailes, en su expedición del año 1721 por el Orinoco, comienza a retoñar. Venía por esos caminos que Dios escoge a veces para cumplir sus designios”. Ya en la Introducción de la obra, utilizando un lenguaje poético, Castillo Lara anuncia lo que será el tratamiento que dará a la explicación de su trabajo: “Todo pasaba y repasaba, hasta que llegó el momento, uno marcado por Dios, el 1º de febrero de 1724. Entonces fue la Villa de Todos los Santos de Calabozo”. Y para finalizar su trabajo remata con el siguiente párrafo: “Así fue la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria y Todos los Santos de Calabozo. Así seguirá siendo por la voluntad de sus hombres y la gracia de Dios”. La voluntad de los hombres supeditada a la voluntad de Dios, es decir, ésta como causa última de aquella. Vista la cosa de esta manera, se percibe claramente la utilización de una explicación Teleológica.
LA REPRESENTACIÓN EN LA OBRA LA VILLA DE TODOS LOS SANTOS DE CALABOZO
Tal como se ha insinuado en otras partes de este análisis, el autor hace uso de la narración para comunicar su trabajo. La trama del relato sería aquí la fundación y desarrollo de la Villa de Calabozo durante setenta y tantos años del siglo XVIII. La estructura narrativa que presenta el libro en cuestión da a entender la coincidencia de esa estructura con la historia que pretende representar. Cualquiera que lea la obra entenderá que así como lo cuenta el autor, se desenvolvió la realidad social que debe ser su referente empírico. Podríamos preguntarnos ¿Qué diferencia en estilo se pueden establecer con un relato de ficción, novela o cuento, en el siguiente párrafo de la obra objeto del presente estudio:
“Ese mismo año Fray Salvador de Cádiz y Fray Bartolomé de San Miguel inician sus correrías apostólicas. Ambos van a ser compañeros inseparables en muchas aventuras misioneras. El primero salió de San Carlos hacia las riberas del río Pao, con solo dos indios de guía. Entre las bocas de este río y el Portuguesa encontraron ranchados unos indios Guamos, de los cuales logró reducir sesenta y siete. Los persuadió a poblarse en el sitio que escogieron, nombrado la Concepción del Pao, en las riberas del dicho río.”
Este es el lenguaje utilizado por el autor en toda la extensión de la obra. Es lo que han denominado narratividad, la cual es, según Aróstegui “...el desarrollo y concreción en la obra de esta estructura común del discurso narrativo, sea o no de ficción.” El autor seguramente consideró, como muchos historiadores de los años setenta, de antes y de después, que el discurso narrativo contenía en sí mismo la temporalidad, y que por ello mismo, era el más adecuado para representar la historia. O quizás pensó como Paul Ricoeur, que “la función narrativa, en la que se insertan tanto la histori(ografí)a como la ficción, es la expresión de la historicidad”. Quizás no lo pensó pero tal vez lo intuyó.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Tal como observamos en la presentación del autor, la preparación académica de éste en la ciencia historiográfica se redujo a sus estudios en Ciencias Políticas y Sociales. No presenta en su Currículo estudios de Historia, ni en pregrado ni en postgrado; tampoco presenta experiencia docente en la Educación Superior, ni en otro nivel. Lo que sí presenta es un contacto con repositorios y una relación con las Academias, lo que hace suponer una posible influencia de autores como Arturo Uslar Pietri, Guillermo Morón o José Luis Salcedo Bastardo, entre otros. Por lo antes expuesto podría inferirse que la preparación historiográfica de Lucas Guillermo Castillo Lara fue, en gran parte autodidacta; lo cual no le resta ningún mérito a este historiador tan prolífico, premiado y celebrado; pero sí nos puede ayudar a caracterizarlo a la luz de la práctica historiográfica venezolana.
Por la profusa utilización de documentos en la realización de la obra estudiada, y por el tratamiento que le da a la información, podríamos pensar que estamos en presencia de un historiador de tendencia positivista o neo- positivista, al estilo de Edward H. Carr; pero su obra presenta otros elementos, como el tratamiento que le da a la explicación según el modelo Teleológico, en donde la causa última del cambio social es la voluntad de Dios, y su formación religiosa, que nos inclinan a opinar que nuestro autor manifiesta influencias de varias corrientes historiográficas, pero presentando rasgos dominantes del Positivismo.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Academia Nacional de la Historia. Boletín Nº 312. Tomo LXXVIII. Octubre-Noviembre-Diciembre de 1995.
Aróstegui, J. (1994). La Investigación Histórica: Teoría y Método. Barcelona: Crítica.
Castillo Lara, L. G. (1996). Villa de Todos los Santos de Calabozo. El Derecho de Existir Bajo el Sol. Calabozo: Ediciones Fundación Carlos del Pozo.
González, F. (2000, Marzo). Apuntes Acerca de Algunos Conceptos Básicos de la Investigación Cualitativa. Jornada de Revisión y Lectura de Trabajos Finales presentados como Requisito Parcial de Evaluación por los Participantes del Programa de Doctorado de la UPEL Maracay. Maracay.
4 comentarios:
Tienen alguna imagen del Escudo de la Villa de Todos los santos de Calabozo, por favor, enviarlo al siguiente contacto: luis_lazio2612@hotmail.com
Saludos, maravilloso post! como periodista me ha servido muchísimo y como hijo de Calabozo aun mas, seria interesante poder consultar el Libro, o saber en donde se puede conseguir ya que vía online es difícil de conseguir completo, mas allá de alguno que otro fragmento
excelente trabajo me ha gustado mucho pero pido por favor publicar el libro en PDF para poder descargarlo me gustaría leerlo yo misma por completo es muy interesante pero lamentablemente el libro es difícil de conseguir
Hola ! aun este el administrador de este blog tendrá activa las notificaciones, seria genial contactarlo para saber donde podemos encontrar la versión on Line de este libro gracias
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