Máximo Alberto Rangel*
Llegará un momento en el que no tendrás que pensar
(Pablo Coelho. “
Esto de escribir es como el amor: incontenible. Por más que lo ocultes, lo reprimas, lo disimules, lo contengas, algún día explotará en caudal como dique roto, y te delatará como ser necesitado de comunión y encuentros… No me refiero sólo al ejercicio literario, máxima expresión de la escritura, sino al hecho mismo de encontrarse frente al papel amigo y la noche compañera, y comenzar a confesarle nuestras cuitas, nuestras ansiedades, nuestras ideas …Y menos mal que es así, porque si no, moriríamos de indigestión de sentimientos no expresados. Igual, repito, que el amor que si se cultiva, nutre, y si se reprime mata, porque su esencia no es vivir oculto, sino darse y dar… aunque no regrese nada a cambio.
Y los deseos de escribir, cuando el hacerlo es vía de comunicación con otros o simplemente válvula de escape, no se quitan; al contrario —como el amor, perdonen la insistencia— lo que es peor: se agigantan.
Entonces el escribir, en ese sentido mayor y trascendente del término —comunicarse, digamos— por más que lo necesites, llega un momento en que te produce miedo, escalofríos, pues hacerlo es darse uno mismo, entregar todo o parte de la propia intimidad, aunque sea a jirones. ¿Quién no ha sentido alguna vez el miedo de esparcir su vida en el camino, mediante la palabra dicha o con el artificio gramatical de los alfabetos? Miedo no propiamente de soltar amarras, sino de que la palabra-ser, la propia esencia, quede suelta como agua que se escapa de las manos, sin ningún cántaro bienhechor-alma gemela que la recoja. Entonces la prístina palabra, el agua cristalina y pura (aunque fluya para expresar dolor y angustia, y más que nunca en estos casos), se arrastrará en el lodo del desprecio o de la indiferencia para vestirse de charco solitario, inmundo y maloliente….¿Quién, en sus cabales, no ha sentido este miedo criminal y castrador de las más puras ilusiones?...
Sin embargo, uno no se detiene en esas consideraciones y se entrega todo y totalmente ante la tentación de una hoja en blanco, al amparo de la noche compañera, en un trío de confidentes-cómplices-amigos, como queriendo convencerse de que esas letras, esas frases, esos pensamientos son ofrendas a la propia intimidad,… como queriendo decir que no están destinados a más nadie, en un intento vano de ocultar el deseo de dialogar con alguien y de ser escuchado… Igual que los intentos vanos de ocultar la necesidad de amar y ser amado…
Pero así somos: escribidores de verdades que pudieran disfrazarse de mentiras, buscadores de algo o alguien que nos falta, aunque adornemos esa búsqueda con incómodos ropajes de autosuficiencia… Como si pudiésemos ocultar que esas ansiedades no son otra cosa sino la más pura manifestación de que queremos vivir, andar con la frente en alto y sonreírle al mundo y a la vida con ese libre y espontáneo sonreír con que se saludan cada amanecer las flores y el rocío, y que sólo pueden experimentar en toda su grandeza los niños de corazón, (en cualquier etapa de la vida) y los santos, hombres y mujeres, hermanos solidarios, que han aceptado ser niños- niños o niños-adultos, a los ojos de los hombres y de Dios.
Tal vez tú y yo estemos compartiendo los mismos miedos, pero también las mismas esperanzas y el deseo de darse y dar. ¡Compañeros de camino y de ilusiones!
24-01-09.
*Docente y escritor venezolano (Caracas) maximorangel@yahoo.com
Imagen tomada de http://gua30.wordpress.com/2008/01/
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