ALBERTO
PÉREZ LARRARTE
Cronista
Oficial de la Ciudad de Barinas
Me animó la idea de traer ante ustedes estas palabras
de reflexión sobre el deber ser del cronista en la vida pública venezolana, de
verdad me entusiasme a exponer tal asunto en este encuentro, rodeado de un
conjunto de hermosas e históricas edificaciones, que constituyen un patrimonio
histórico para la humanidad y sentir el calor del sol falconiano, en la ciudad
del viento, con la misma intensidad del afecto de su gente; es una sana manera
de desgarrarme el alma ante este auditórium, tal vez por la vehemencia que le
ponemos a las cosas; pero con la firme convicción de expresar mi preocupación
por el destino y vocación de los hombres y mujeres que tenemos la hermosa y
delicada misión de escribir la historia en un país que vemos cada día más
alienado y convulsionado por cosas intranscendentes, lo que hace que
aceleradamente se desborone el basamento moral y ético de la sociedad.
Si
hacemos referencia del cronista como funcionario público, no debemos apegarnos únicamente a la ley, aunque la ley
es la ley; considero que nuestra misión y visión va mucho más allá de ejercer
un cargo público, debemos ser auténticos promotores culturales, humanistas por
excelencia, constructores de
sueños, creadores de la palabra, defensores del patrimonio y acervo cultural de
nuestros pueblos, investigadores, propulsores y protectores de nuestra
identidad. Eso es el deber ser.
Nuestro
ejercicio de poder en la administración pública debe estar apegado a las más
diáfanas normas que deben regir a un funcionario público, sin olvidar que los
funcionarios públicos no están para que le sirvan, sino para servir a todos los
ciudadanos y debe fundamentarse su servicio en los principios de honestidad, participación, celeridad,
eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad.
Además, como hemos dicho, sin dejar de tomar en
cuenta que el ejercicio de cronista va mucho más allá de ejercer un cargo
público, su función debe ser ejemplarizante en el servicio colectivo, como
asesor de los Poderes Públicos Municipales, su actuación debe ser diáfana y
apegada a las más estrictas normas de imparcialidad política partidista, por lo
que no debe inmiscuirse en los asuntos de participación partidista, que aún
consciente que es un derecho natural que promueve la fe democrática,
marchitaría su independencia y capacidad creadora y defensora de los más
sagrados derechos patrimoniales y culturales de su localidad y si en ello
incurriría, estaría convirtiéndose en un borrego y servil de los políticos de
turno y su conducta ética y moral ante la sociedad, produciría el declive de
tan noble y leal oficio. Perdonen mi crudeza.
Como referente a tan loable y delicada
responsabilidad, don Alfonso Marín, en la primera Convención de Cronistas
Oficiales de Venezuela, reunida en Valencia en marzo de 1968, sostiene que: “Un
cronista de una ciudad, no debe ser nunca un funcionario decorativo, que se
conforme con la idea de su presencia en ese cargo que representa para él un
honor excepcionalmente alto. Ese honor existe, realmente, pero se encuentra
ubicado en los límites imperativos de un profundo deber y de un grave
compromiso”.
En la actualidad el
oficio de cronista ha evolucionado
convirtiéndose en un funcionario
público, con rango de Órgano Auxiliar de los Poderes Públicos Municipales,
estando al nivel del Secretario o Secretaria de Cámara Municipal o de quien
ostenta el cargo de Sindico Procurador municipal.
El cronista es un escritor, investigador, historiador
y orientador de las aspiraciones colectivas de su comunidad, recomienda
alternativas en materias de vialidad y urbanismo, propone políticas
transformadoras que humanicen su Municipio, es el guardián de las memorias de
su pueblo, le corresponde asesorar a los poderes públicos municipales, en las materias o asuntos de su
competencia, debe propiciar la creación de museos, archivos, hemerotecas y bibliotecas.
No amerita un titulo académico para ejercer tan
honroso oficio; pero si la humildad, honestidad, vocación, dignidad y entrega
necesaria para con decoro ser la voz obligada del Municipio.
El cronista, no es una pluma tarifada, es un libre
pensador. Muchas veces debe enfrentar las barbaridades que pretenden cometer
algunos mandatarios o funcionarios de gobierno contra el patrimonio y acervo
cultural, debe propiciar programas educativos y formativos para su comunidad.
El
cronista debe pensar y actuar diligentemente y sin rodeo, porque tiene bajo su
responsabilidad una delicada misión, no debe ser simplemente un contemplador
nostálgico de los sucesos de su pueblo, su pensamiento y actuación deben
dignificar tan alta misión. Para Wilfredo
Bolívar, cronista de Araure, "es una especie de conciencia de la
ciudad, un defensor del patrimonio, o el alcalde moral de un pueblo".
Por ello, vayamos con nuestra conciencia y combatamos
con nuestras armas tanta mediocridad que carcome el alma nacional. Nuestras
armas son las ideas, el libre pensamiento y las letras que describen la
historia, en tal sentido debemos ser la antítesis del marasmo y la barbarie. No
nos convirtamos en aduladores de los gobernantes de turno, porque nos tragará
el tremedal.
Como la ley es la ley, como diría nuestro amigo y
admirado poeta y colega Guillermo de León Calles, cronista Oficial de
Carirubana, estado Falcón, cuando insta que debemos referirnos con insistencia
saludable sobre este logró de ser reconocidos en la vigente Ley
Orgánica del Poder Público Municipal, en su contenido que le da al cronista el
rango de uno de los Órganos Auxiliares del Poder Público Municipal.
En
este sentido el poeta De León Calles, refiere que: “Con esta herramienta jurídica en posesión nuestra, no habrá excusa
alguna que defina su incumplimiento. Los cronistas tenemos que acrecentar, con
el mayor grado de autoestima, lo que representamos para el curso cotidiano y
trascendental de las comunidades a las cuales servimos, con la necesaria
asesoría, si es que viene al caso, de
los profesionales específicos o de los colegas que hayan logrado que la ley
sea, con todas las mayúsculas del mundo, letra viva”.
Pero,
el incumplimiento de la ley, esta latente en varios Estados del país, son
innumerables los Municipios que no gozan del servicio de este funcionario
público que ha venido dejando de ser una figura decorativa y convirtiéndose en
un gestor y promotor de las principales
actividades que tienen que ver con el desarrollo integral del Municipio; además
que con el fallecimiento de los cronistas existentes en algunos Municipios, no
se ha dado el mandato de ley o se ha comenzado con el reparto de la torta como
nos los dijo en su oportunidad Germán Fleitas Núñez, cronista de La Victoria.
Cuando
muere un cronista de alguna manera, muere por pedazos un pueblo, con su desaparición
física se va la voz moral de un pueblo, son varios los cronistas, que nos han
dejado su legado para la posteridad, imitémosles.
Elevemos una plegaria no
sólo porque sus restos descansen en paz, sino porque su obra y pensamiento,
sean guía y ejemplo en el cumplimiento de nuestro oficio y faro de luz para las
nuevas generaciones.
Por ahora, los cronistas debemos hacer
que nuestro oficio impregne de conciencia a la ciudadanía y aclare la mente de
muchos funcionarios públicos alérgicos y desinteresados por las cosas sublimes
que alimentan el espíritu y acarician el alma y que entiendan de una vez por
todas, que el cronista que cumple con su deber, es el gendarme, el guía y constructor de sueños que engrandece la
vida municipal y el mejor aliado, de alcaldes, concejales y demás funcionarios
públicos y por consiguiente de la comunidad en general.
Eso
si, hagamos justicia de defender las bondades que ofrece ejercer el oficio de
cronista; pero con absoluta humildad, dignidad y con la autoridad moral
suficiente para hacer valer y respetar el sitial ganado en la colectividad,
hagámoslo con inmensidad creadora, el cronista debe ser un poeta y como señala
mi colega y amigo Antonio Trujillo, cronista de San Antonio de los Altos, estado
Miranda, quien afirma, que: "Un
poema es una crónica espiritual. La poesía es una crónica desde Homero hasta
aquí…Porque la crónica también es para defender un país”.
Se dan cuenta queridos
colegas del hermoso legado que nos corresponde atesorar, no permitamos que se
degrade nuestra misión, en fin como diría el pionero de los cronistas de
Venezuela, el celebrado, don Enrique Bernardo Núñez, "El pueblo mismo
es el cronista por excelencia".
Recuerdo con orgullo
afectuoso a mis dos grandes maestros, uno, José León Tapia, quien me dijo un
día, “hijo sigue con tu empeño creador,
acuciosidad y celo de hacer de Barinas un eslabón más de la grandeza de nuestra
patria” y con exceso afectivo, me animo al decirme: “Tu trabajo tiene gran trascendencia en una ciudad donde tantas veces,
en nombre de un falso progreso, se ha borrado nuestro patrimonio cultural y
arquitectónico, para pena de quienes llevamos a Barinas en el corazón”.
El otro, José Esteban Ruiz-Guevara, un verdadero
revolucionario y libre pensador que dignificó nuestro gremio; cuando fui
seleccionado por un jurado calificador me dijo: “Alberto, eres el primer cronista del municipio Barinas nombrado de
acuerdo con las disposiciones legales establecidas en la legislación
correspondiente y las pautas señaladas por la Asociación de Cronistas de
Venezuela”. Menos olvido cuando me dijo:
“Vayamos al ejercicio imparcial de nuestro oficio e indudablemente, no dejemos
que nuestra asociación se contamine”. El aplauso es por la memoria de estos
insignes venezolanos. Muchas gracias…
1 comentario:
díganme si ya se ha sancionado la ley del Cronista que latia como propuesta en 2014
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