Inés Vargas
La soledad es tal vez la
compañía más cercana al hombre. Podemos estar rodeados de personas y sentirnos
infinitamente solos, es una experiencia
interior que se traduce en aislamiento físico o afectivo.
Muchos escritores, poetas a lo
largo de su corta o larga vida han experimentado esa soledad, hay un vacío, de ahí
la necesidad de conocerse a sí mismo; en estos casos esa soledad no es mala, al
contrario, ésta conduce a la inteligencia creativa, a entenderse hacia adentro, sin tener que aislarse de su
entorno y las relaciones diarias.
Es absurdo pensar que la
soledad condena en todos los casos al destierro y la infelicidad, porque es la
forma de llegar a los sentimientos y a las necesidades propias del ser humano.
Ayuda a encontrarnos y a
anhelar lo que no tenemos y que otros tienen. Porque se puede vivir en soledad,
pero de llegar a la ingrimitud, estaríamos negando nuestra propia existencia.
En ocasiones se proyectan en
las creaciones literarias los fantasmas interiores tales como inquietud,
desasosiego, desamor, desamparo y refleja, vivencias que hubiesen querido
vivir, las pasiones que no pudieron
sentir, y elijen la soledad porque nunca
lograron experimentar el sentido de la
vida.
“PATERNIDAD
Cesare Pavese
Hombre solo frente al inútil mar,
aguardando la noche, aguardando
la mañana.
Los niños allí juegan, mas este
hombre querría
él tener un niño y mirarlo jugar.
Grandes nubes hacen un palacio
sobre el agua
que cada día se derrumba y
resurge, y colorea
a los niños en el rostro. Allí
estará siempre el mar.
La mañana hiere. Sobre esta
húmeda playa
se arrastra el sol, agarrado a
las redes y a las piedras.
Sale el hombre en el turbio sol y
camina
a lo largo del mar. No mira las
mojadas espumas
que pasan por la ribera y no
tienen más paz.
A esta hora los niños dormitan
todavía
en la tibieza del lecho. A esta
hora dormita
dentro del lecho una mujer, que
haría el amor
si no estuviese sola. Lento, el
hombre se desviste
desnudo como la mujer lejana, y
desciende al mar.
Después de la noche, que el mar
se desvanece, se escucha
el gran vacío que está bajo las
estrellas. Los niños
en las casas enrojecidas van
cayendo en el sueño
y alguno llorando. El hombre,
cansado de espera,
levanta los ojos a las estrellas,
que no escuchan nada.
Allí están mujeres a esta hora
que desnudan un niño
y lo hacen dormir. Allí está
alguna en el lecho
abrazada a un hombre. Por la
negra ventana
entra un jadeo ronco, y ninguno
lo escucha
excepto el hombre que sabe todo
el tedio del mar.”
(Gente desarraigada y otros
poemas, por Cesare Pavese)