Jeroh Juan Montilla
Voy a escribir en toda la oportunidad que me dé el espacio en blanco de una postal. Por tanto, mucho por decir quedará fuera de esta blancura.
Una postal puede ser un testamento, quien la remite entrega una herencia. En ella se ajustan los polos del espacio y el tiempo para darle holgura a la memoria. Toda postal nos insta a contemplar una lejanía. Este poemario (esta postal) de Jacqueline Goldberg tiene la rareza hipnótica de las gemas. Hermoso y abisal en lo textual y con el acabado de una indiscutible joya editorial. Tiene el mar como centro batiente, “agua entrampada” en el marco sereno de postales marinas, pausado piélago para el vaivén del meditar poético. Pero, más allá de los logros particulares de la autora y el editor (Igor Barreto, Ediciones Sociedad de Amigos del Santo Sepulcro, San Fernando de Apure, 2011), lo que me embelesa de sus páginas es la madeja de interrogantes que me abordan después de cada poema, que me atrapan con una red de algas en el goce pleno de la pregunta que extasía y revela la sencilla solemnidad de bastarse a sí misma.
¿Será que nos mintieron? El engaño, gracias a Dios, tiene sus aciertos poéticos y ontológicos. ¿Será que el tiempo no es el Rio del que tanto escriben? ¿No es la gruesa hebra del Ser? La reiterada imagen que fluye inclemente y sucesiva por todas las capilaridades del mundo. ¿No es el discurrir de una corriente? ¿Es acaso la auténtica imagen del tiempo ese mar oscuro que nos aguarda y tememos? Una enorme blandura que se balancea. Un océano insoportablemente extenso con muchas orillas que no se vislumbran mutuamente. ¿Tenía razón el viejo filósofo de la Selva Negra cuando nos recita sus galimatías del horizonte del Ser, el tiempo como como una planicie ontológica, un no ente?
¿Esta orilla que me apresa onticamente es el pasado? ¿Ese denso monstruo que mordisquea sin consuelo mis pies es el presente? Falsa e higiénicamente azul al mediodía. ¿Y el futuro? ¿Es la otra orilla imposible o nunca vista? Todo eso apelmazado en la temporeidad originaria del poema.
“Habrá un libro. El anhelado./ El de las postales y los artilugios de la claridad./ El que mienta sobre las razones que lo limitan./ Libro último, tan mío y tan de otros. Negro.”
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