Argenis Díaz / 2016.
La poesía, como la sabiduría,
clama en las calles, sigue dando su voz en las plazas públicas, “clama en el
extremo superior de las calles ruidosas” (Proverbios 1: 20, 21). Los “urbanos
andares” de Víctor Parra nos hablan de eso, de poesía, la cual nos acerca un
tanto a la sabiduría. Conocer la calle, las plazas, los mercados, los espacios
concretos de la ciudad, no basta para escribir poesía, hay que sentir y
visualizar las cosas, auscultar las palabras, para sacar aquellas que expresen
lo que quieres hacer sentir, pensar, imaginar. Camilo Sitte (1843-1903) se
refería en sus ensayos a la heterogeneidad del medio urbano y de las formas
directrices de este espacio, determinadas por los elementos vitales que
mencionamos.
Lo urbano en la poesía de la
modernidad es recurrente, la ciudad está presente en la voz poética
representativa de la lengua española. Hurgamos un poco en la publicación Poesía Urbana (Antología 1980 – 2010) de
Luis García Montero; hallamos expresiones como “la ciudad se convierte en un
dispositivo que dispara el fluir poético”. Y esta nos remite a nombres
importantes en la poesía y frases que revelan la ciudad como objeto o sujeto
del poema. En José Martí… “cuando va a la ciudad mi poesía / me vuelve herida
toda…” Federico García Lorca dirá: “No es el infierno, es la calle / No es la
muerte, es la tienda de frutas”. El poeta va del antagonismo a la complicidad
con la ciudad. El poeta es un cómplice de ese existir urbano hecho decir. Por su parte, Octavio Paz afirma que la
ciudad se ha convertido en nuestra piel. Con esto en mente volvamos al ámbito
urbano local.
Víctor Parra recorre las
calles de su Villa de San Luis de Cura (nombre de raigambre histórica de un
pueblo devenido en ciudad) para connotar en su poesía un espacio subjetivo que
parte de lo real concreto para trascender en la palabra poética: Repaso/ con la mirada/ las calles…
No obstante, existe una transfiguración de los personajes y el
escenario donde actúan realidades diversas, literarias y metaliterarias,
marcadas por referentes específicos. Los epígrafes con que abre el libro muestran
esta diversidad: Víctor Valera Mora con su “camino por las calles como me da la
gana”; Héctor Lavoe, recordándonos que la calle es una selva de fieras
salvajes, y vuelta al terruño con Aly Pérez, con su poesía de la provincia
“siempre amable con sus hijos”, objetos literarios que denotan cierta paradoja
o complejidad del hecho urbano como tal.
Esta lectura nos prepara para
abordar estos Poemas de urbanos andares
(2013) que nos muestran al poeta en una dimensión cotidiana distinta al derrame
erótico de Al borde del estallido (2009),
su libro anterior. En este libro el poeta intenta dar una lectura a la ciudad
que en algunos casos ha sido vista como un palimpsesto en el que se ocultan
escrituras anteriores grabadas en la memoria colectiva, sin faltar las
intertextualidades. Ejemplo lo tenemos en fragmentos como: “las meretrices de
costumbre/ comercian coitos/ apostadas en las barras/ pescan clientes/ me hacen
recordar/ al poeta norteamericano Carl Sandburd/…” Son otras calles
transfiguradas (las calles de Chicago) y una referencia literaria producto de
lecturas que son evocadas por el autor.
Sobresalen en estos textos
tales referencias poéticas o literarias: “la poesía del chino Valera Mora/
convida a develar arcanos”. La “mesonera” escribe bolígrafo en mano, mientras
“tu mano apresa/ La Mala Hora/ del Gabo García Márquez”. Hasta Heráclito
perturba el lugar y el instante del reencuentro en la mesa de un bar o
restaurante. Los espacios, como espejos, reflejan al viejo Borges. Como cartas
sobre la mesa corren los poemas de Aly Pérez o de Cintio Vitier en sus
orígenes, “con sonetos/ de la Habana sus malecones y soles” que son vistos
desde otra perspectiva, más local e íntima.
El sentimiento está ligado a
las sensaciones, en versos como el que da nombre al libro: “esta tristeza
marina de urbanos andares/ recorro a diario mi ciudad/ acaricio su entrepierna
su impudicia/ con el paso de los días/ esta Villa de San Luis de Cura/ va
incrustada en mi costado de poca orilla/…” La ciudad grita “sus blasfemias” en
la canícula, precisamente “a las 3 de la tarde”. Del antagonismo a la
complicidad o viceversa.
Los nombres en la ciudad
obligan a lecturas exóticas: “La panadería/ ostenta el nombre/ del Danubio/ río
de Hungría”, pero es un “danubio de panes dulces o salados”. Hay otro referente
al Danubio en un vals “interpretado en la dulce voz de Julio Jaramillo”. La
panadería al frente de la Plaza Bolívar de Villa de Cura, que en un instante se
convierte en un lugar precario donde la conversación “sigue su ruta/ de pasados
o tristezas”, donde aletean “las desilusiones”. Además de la calle Bolívar, el
río Curita “transparente”, una agencia de loterías rememora las de Babilonia,
en esta una muchacha atrae a los clientes que se juegan a la suerte con su
mirada, su piel canela y su cabellera negra.
La poesía se desenvuelve en
espacios cotidianos: el automercado, el centro comercial, las calles, los
bares, las plazas, imágenes trastocadas, transfiguradas en un lenguaje que
busca construir universos paralelos, referentes, memorias y olvidos. La voz
poética se convierte en intrusa en un mundo prosaico, caótico y neurotizante, pero que contiene recuerdos,
encuentros o desencuentros con el pasado. También hay lugar para la muchacha de
larga cabellera, los gallos que cantan “deseos de patios”. Formas y contenidos
que alucinan, partiendo de lo concreto de lo cotidiano, de lo urbano y de lo
profano. No solo es Villa de Cura, sino que Caracas irrumpe con sus Colinas de
Urdaneta y Magallanes de Catia, contraste o paralelo entre ciudades disímiles
que se encuentras en el corpus poemático.
Comparten este espacio
textual poético un grupo de textos bajo el título de Poemas de la convalecencia donde la estructura señala un ritmo
quebrado y distinto marcado por algunos versos más largos y horizontales. No
obstante, un tema difícil de tratar en poesía como es este de rememorar una
operación quirúrgica, donde el frío muerde
la piel. Esta sección no es el mejor logro del autor y el yo poético queda solamente
reducido a un metalenguaje (en versos quebrados) que habla de la personal experiencia
de ser sometido a un espacio físico donde “médicos/ enfermeras/ entran/ salen/
regresan…” Bueno, mejor es un poeta vivo que un escritor muerto.
Sigue privando en la poesía
de Víctor Parra el verso quebrado, la verticalidad de la estructura textual con
ráfagas de horizontalidad cuando el pensamiento fluye. La pausa y el espacio en
blanco son propuestas de lectura que mantienen un ritmo propio. Los poemas son
edificios de palabras en equilibrio precario a veces. La temática urbana no es
fácil de tratar, pero estos textos constituyen un empeño por darle una lectura
posible a la ciudad, al conglomerado de imágenes que llevamos dentro y que el
autor quiere compartir para no olvidar que en todo habita la poesía y clama a
gritos por nuestra atención, por ser tomada en cuenta en el sentido de la vida.
Poemas de
urbanos andares.
Víctor Parra Rivero.
Editorial Proyecto
Expresiones.
Maracaibo. 2013.
Referencia bibliográfica
Presentado el libro Una tarde en el Café Cordano de Víctor Parra
El pasado viernes 9 de diciembre a las 3 de la tarde se realizó la presentación y bautizo del libro Una tarde en el Café Cordano del docente, poeta, narrador y cantautor Víctor Ramón Parra Rivero. El acto se llevó a cabo en la Casa de La Valenciana, ubicada en la calle Dr. Rangel entre Páez y Comercio de Villa de Cura, estado Aragua, en presencia de un grupo de amigos, amigas, familiares y el concejal Larry Coronado quien patrocinó la publicación de la obra a través de la Editorial Proyecto Expresiones.
Una tarde en el Café Cordano es un texto narrativo, específicamente un cuento, que refiere a un bar y restaurante antiguo y tradicional del centro histórico de Lima (Perú) que fue fundado a principios de 1905 por los hermanos Luis y Antonio Cordano y declarado Patrimonio Cultural de la Nación el 26 de abril de 1989. El texto presenta una historia con una ruptura temporal y espacial que la coloca en el contexto de la narrativa moderna. La obra contiene, además, una serie de breves narraciones donde -según el mismo autor- se pueden apreciar aspectos metafísicos, cierta ironía y descripciones de cuadros de famosos pintores donde corre la pasión, los aguijones de la carne y los saltos de líneas temporales, con aportes del realismo mágico y lo real maravilloso en cuanto a su forma y contenido.
Víctor Ramón Parra Rivero
Víctor Parra Rivero. Docente, poeta, narrador, cantautor y locutor. Es egresado de la UPEL El Mácaro en la especialidad de Educación Rural. Nació en Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela, el 27 de noviembre de 1967. Estudió la Primaria en el Colegio Simón Bolívar y la secundaria en el Liceo Alberto Smith, ambos de Villa de Cura. Ha participado en talleres de poesía y narrativa. Taller de Poesía La Cigarra (del fallecido Aly Pérez), Taller Literario de Maracay con Igor Barreto; taller de narrativa con Kristel Guirado.
Sus trabajos han sido publicados en las revistas y periódicos locales, como la revista Expresión y el quincenario El Vigía, de Villa de Cura; revistas Entre Amigos y Vida Activa; en los periódicos La Antena (Guárico), HOY en Aragua, El Portavoz de Aragua y El Periodiquito (suplemento Cultural “Contenido”). Revistas literarias: Hipocampo (1993), Garabato (1994).
También aparece en Narrativa de Aragua (1970-1996). Ediciones Secretaría de Cultura del Estado Aragua. 1997. Muestra de minificción aragüeña (1979-2000). Fondo Editorial de la Secretaría de Cultura del Estado Aragua. 2001.
Publicaciones
Al borde del estallido, poesía, publicado por Editorial El perro y la rana. Ediciones de Aragua 2009. Colección Historias de Barrio Adentro. Serie Poesía.
Poemas de urbanos andares. Editorial Proyecto Expresiones. 2013.
Una tarde en el Café Cordano, narrativa. Editorial Proyecto Expresiones. 2016.