Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

domingo, 19 de agosto de 2012

Octavio Arleo Pignataro: Primer taxidermista de Venezuela


Naty Arleo Rodríguez

Enero de 2012


Octavio Arleo Pignataro, es el menor de los varones, de una familia de once hermanos. Nació en Los Teques, Estado Miranda, Venezuela, el 21 de abril de 1920. Hijo de Francesco Giuseppe Arleo  Stabile, natural de Santa Domenica Talao y de Filomena  Pignataro DI Puglia, natural de Mormanno, ambos pueblos pertenecientes a la Provincia de Cosenza, Región de Calabria, Italia. Sus padres contrajeron matrimonio el 04 de Noviembre de 1905 y salieron de Europa rumbo a América con un niño varón en brazos y otro en el vientre, para llegar a Venezuela el año de 1913 a visitar a los padres de Francesco: don Vincenzo Arleo y doña Nicoletta Stabile, quienes ya vivían en el país desde mediados de 1890.
 Foto: Yoel Aranguren. 
Octavio Arleo Pignataro (1920- 2005). Primer taxidermista de Venezuela. 
Artículo: ZURITA, Millie (Año 2, 2002). Octavio Arleo Pignataro. Primer taxidermista de Venezuela. Revista Cambio, No 90, pág. 8.


Octavio Arleo fue un niño vivaz, inició sus estudios en la escuela María Luisa Echiverri con el excelente calígrafo, Clodomiro León. Posteriormente ingresó al Liceo San José de Los Teques, donde desde muy joven mostró gran interés por la biología. Allí, tuvo la oportunidad de entablar amistad con el padre Puyula y el padre Ojeda, eminentes profesores de esa institución.
 Desde niño, acompañó a su padre en frecuentes viajes de cacería por el territorio venezolano, principalmente por los llanos de Guárico. El afán por la cacería, lo trajo la familia Arleo desde su patria natal, donde muchos de sus integrantes practicaban la cacería de aves y mamíferos. En Venezuela, continuaron con ese pasatiempo, particularmente con la caza del venado caramerudo, el Odocoileus Virginianus.
Esta pasión que Francesco supo inculcar en las venas a sus descendientes -quienes aún después de cuatro generaciones en el país, siguen siendo amantes de la cacería- tiene gratos y dolorosos recuerdos para la familia Arleo. Los gratos, están asociados al sobrenombre que le puso la familia en Italia a Francesco, cuando aun siendo niño, se le disparó una escopeta dentro de su cuarto y gracias a Dios no hirió a nadie, pero quemó el baúl donde guardaban las pertenencias de la abuela, convirtiéndolo en una verdadera chimenea. De ahí en adelante, siempre lo llamaron Chichilo, a tal punto que en Los Teques nadie conocía a los Arleo por su apellido, sino como los chichilos. También, son gratos los recuerdos de las aventuras que tienen que ver con tal o cual viaje y sin duda, los trofeos de cacería como el venado de 21 puntas en su caramera que fue disecado hace casi sesenta años por Octavio Arleo y aún está intacto como el primer día en que salió del laboratorio.
Los recuerdos dolorosos relacionados con la cacería en la familia, tienen que ver con la pérdida de Francisco (Nene), el penúltimo de los hijos varones del matrimonio, quien a los 17 años perdió fatalmente la vida en una cacería cuando fue alcanzado por un disparo de escopeta. Algo  parecido le pasó a Octavio en otra expedición, cuando siendo muy  joven recibió un tiro de escopeta en el antebrazo derecho y milagrosamente pudo salvar su vida. También, son dolorosos los varios accidentes sufridos con ofidios por algunos miembros de la familia, quienes han sido mordidos por serpientes, particularmente por la temida Mapanare (Bothrops venezuelensis), sin consecuencias fatales afortunadamente.
Vista panorámica actual del centro histórico de Santa Domenica Talao

El interés de Octavio Arleo por la fauna y su vínculo con la taxidermia tiene su origen en ese pasado familiar y en una expedición de campo en la que conoce al gran taxidermista norteamericano  John D  Smith, de la Universidad de Texas, contratado por el Ministerio de Educación de Venezuela para iniciar  la disciplina de la taxidermia en nuestro país. En ese viaje surge una gran empatía entre el profesor Smith  y su joven  ayudante, debido al interés demostrado por éste en los trabajos que él realizaba, y aunque los separaba la barrera del idioma, pudieron encontrar los medios para comunicarse y compartir tan hermosa disciplina.
Más tarde, después  de un concurso abierto por el Ministerio de Educación, Octavio Arleo  fue seleccionado como el primer alumno  para recibir las  instrucciones del prestigioso taxidermista, quien al poco tiempo de su labor en el país, tuvo que abandonar  Venezuela atendiendo a un llamado del gobierno norteamericano para participar en la Segunda Guerra Mundial, puesto que era considerado un gran armero. Es así como Octavio sustituye la labor de este investigador en el Museo de Ciencias Naturales de Caracas, donde desarrolla su obra como taxidermista y naturalista por más de 25 años.
Allí, establece fraternos lazos de amistad y trabajo con importantes figuras del mundo científico  e intelectual de la época, entre los que destacan: el escritor, científico y naturalista venezolano Wallter Dopouy, Director del Museo de Ciencias Naturales para el momento en que Octavio Arleo ingresa a trabajar en sus instalaciones. El Dr. Francisco Izquierdo, quien actuó como traductor entre el taxidermista norteamericano John D  Smith y Octavio Arleo. El Dr. Tobías Lasser, destacado botánico, profesor universitario y médico venezolano. El Arqueólogo Josep María Cruxent, considerado el padre de la Arqueología científica en Venezuela. El científico, ictiólogo y naturalista venezolano Agustín Fernández Yépez. El Dr. Pablo Anduze, con quien descubre y registra conjuntamente una nueva variedad de pez de la familia Doradidae en Venezuela, que lleva su nombre: el Anduzedoras arleoi Plerodoras angeli. El Dr. Eugenio de Bellard Pietri, considerado el fundador de la espeleología en Venezuela. El  Ingeniero, escritor y naturalista Edgardo Mondolfi Otero. El Dr. Ramón Aveledo Ostos, reconocido entomólogo venezolano. El naturalista y ornitólogo venezolano William Henry Phelps y su esposa Katherine Deery Phelps, quienes han publicado más de 78 libros sobre las aves de Venezuela. El Dr. Abdem Ramón Lancini V, considerado el principal herpetólogo de Venezuela. El escritor y poeta venezolano Juan Liscano Velutini, conocido por sus columnas periodísticas dedicadas a la ciencia y la cultura.  El destacado historiador venezolano Coronel Tomás Pérez Tenreiro, quien fue designado edecán del Rey Leopoldo III de Bélgica por el gobierno nacional en la expedición al Alto Orinoco, y posteriormente fue miembro de la Academia de Historia. El empresario Gustavo Ramella Vega, quien es considerado uno de los misterios más apasionantes de la aviación civil venezolana, por su desaparición  cuando despegó del aeropuerto de Maiquetía con destino a Caicara del Orinoco, un 15 de abril de 1945 y aún no ha sido encontrarlo. Y finalmente, los hermanos Miguel, Arnaldo y José Antonio Ron Pedrique, con los cuales compartió una larga amistad, particularmente con el renombrado arquitecto venezolano José Antonio Ron Pedrique.
Vista panorámica actual del centro histórico de Mormanno

En el transcurso de la vida de Octavio, existieron cuatro momentos que marcaron su vida como profesional: el primero fue su encuentro con el gran taxidermista norteamericano  John D  Smith, de la Universidad de Texas, en el año de 1939, quien le abrió el camino a la taxidermia.
El segundo, lo representó la recolección y registro de la garceta Bubulcus ibis arleoi, en enero de 1943 y la captura del pez bagre,  de la familia Doradidae en Venezuela, el Anduzedoras arleoi Plerodoras angeli, en 1948.  Ambos géneros nuevos para la ciencia en el país, los cuales fueron reportados por primera vez en Venezuela.
El tercer momento, lo representa el encuentro con el Rey Leopoldo III de Bélgica y la expedición al Amazonas, donde tiene la oportunidad de compartir una experiencia única en su vida, al lado de destacados expertos en fauna, en la cual se recolectaron importantes especies de interés científico. El encuentro con el Rey, dejó una marca en su vida, por la sencillez y desprendimiento con que actuaba. Al respecto, evocaba: “El Rey era un hombre muy sencillo, que trataba a todos con gran respeto. Al llegar a Puerto Ayacucho no tardó nada en calzar alpargatas y en adaptarse a la dura rutina del trabajo en la selva, llena de plagas, culebras y toda clase de peligros.”  
  El cuarto momento, lo constituye un accidente de trabajo en el Pico Codazzi, en el que producto de una caída, sufre una lesión en la columna que lo inhabilita para seguir ejerciendo la taxidermia, hecho que lo mantiene alejado del Museo de Ciencias Naturales de Caracas por mucho tiempo, hasta recibir finalmente la jubilación que pone fin a su carrera como taxidermista.  



 Sede del Museo de Ciencias Naturales de Caracas

Octavio Arleo Pignataro fue un hombre longevo, al igual que muchos de los científicos e intelectuales que de una u otra forma estuvieron vinculados con él, quienes en su mayoría superaron los 80 años de edad y con creces. Probablemente la esperanza de vida de estos hombres extraordinarios tiene algo que ver con la persistencia de una vida sensible y apasionada por la naturaleza, el vivir hurgando sus entrañas para develar los más profundos y recónditos secretos, el pensar y repensar en la vida y su maravillosa existencia en la tierra, hace que su cuerpo se sincronice con la luz de su mente y logren desafiar al tiempo…  Pareciera que esto resulta cierto y el más vivo ejemplo de ello, lo constituye en la actualidad el Dr. Jacinto Convit García, destacado médico y científico venezolano quien este año cumplirá cien años de edad y está desarrollando quizás la investigación más importante de su vida: la creación de una vacuna contra el cáncer, con muchas probabilidades de tener éxito.      

            Octavio Arleo Pignataro, tuvo once hijos de dos matrimonios y dejo una extensa familia. Curiosamente murió al lado de la casa donde había venido al mundo 85 años atrás, un 05 de octubre de 2005.


 Venado caramerudo, de 21 puntas en su carama. Cazado y disecado por Octavio Arleo, el año 1952. Propiedad de la familia Arleo Chicco.


Bubulcus  ibis en Venezuela . Una muestra de esta pequeña garza blanca, nativa del sur de Europa, África y Asia meridional, fue recolectada por primera vez Venezuela, el 27 de enero de 1943, cerca de San José de  Tiznados, al oeste de Calabozo, Estado de Guárico, por Octavio  Arleo P. del Museo de Ciencias Naturales de Caracas y quedo registrada como Bubulcus ibis Arleoi.



Variedad de pez (bagre) de la familia Doradidae en Venezuela, que fue recolectado por el Dr. Pabro Anduze y Octavio Arleo y  que hoy lleva el nombre de ambos: el Anduzedoras arleoi Plerodoras angeli.


 William, Kathy Phelps y Octavio Arleo Pignataro (derecha) recolectando especies de aves en uno de los túneles del tren El Encanto. ‘‘Con ellos viajé mucho e hice importantes hallazgos...’’.Octavio Arleo Pignataro. Revista Cambio (2002). Fotógrafo desconocido. 1965.



Equipo de científicos y acompañantes del Rey Leopoldo de Bélgica (centro inferior) en una expedición en la región del Amazonas. Octavio Arleo (esquina derecha inferior). 
Fotógrafo desconocido. 1952.
“...Fue una gran experiencia, asistieron muchos expertos en fauna y la colecta fue muy buena”. 
“El Rey era un hombre muy sencillo, que trataba a todos con gran respeto. Al llegar a Puerto Ayacucho no tardó nada en calzar alpargatas y en adaptarse a la dura rutina del trabajo en la selva llena de plagas, culebras y toda clase de peligros.”  Octavio Arleo Pignataro. Revista Cambio (2002).



A la luz de la hoguera: El río Sipapo desemboca en el Orinoco cerca de la isla Ratón y siguiendo su curso los expedicionarios reales llegaron hasta el caño Murciélago y el río Autana: navegaron hasta enfrentar el raudal Umaj-aye donde tuvieron que pernoctar dada la imposibilidad de remontarlo con las curiaras cargadas. Esa noche a la luz de la hoguera, Leopoldo rememoró con el profesor Cruxent la expedición al Congo Belga en que se habían  conocido y ambos especularon la posible presencia de elementos africanos en la América precolombina. Foto: Anibal Romero y texto perteneciente al Coronel Pérez Tenreiro.

 Expedición científica en los llanos de Guárico. Comisión del Museo de Ciencias Naturales. Octavio Arleo (centro). Fotógrafo desconocido. 1943.
“Estaba a orillas del río Paya en el Estado Guárico, vi pasar cinco garzas 
blancas y disparé a una con mi escopeta,  la agarré con cuidado y registré
el hallazgo en  un informe que se publicó en la Sociedad de Ciencias.
Pertenecían a una especie inmigrante de Madagascar, África. Ahora
es venezolana y lleva el nombre de Bubulcus Ibis Arleoi en mi
honor”. Octavio Arleo Pignataro. Revista Cambio (2002).

 
 Álbum de taxidermia de Octavio Arleo con imágenes de las especies 
disecadas a lo largo de su carrera. Fotógrafo desconocido. 1955.
“La taxidermia es el arte de disecar animales. Es una profesión muy
bella, artística y muy lucrativa cuando se sabe aprovechar.
Es un trabajo delicado y peligroso porque se debe utilizar
arsénico y otros químicos que obligan  a trabajar con
guantes y mascarillas, pero deja muchas satisfacciones.”
Octavio Arleo Pignataro. Revista Cambio (2002).

sábado, 18 de agosto de 2012

LOS HIJOS DE BOLÍVAR / ALGO QUE NUNCA SE DIJO EN LA HISTORIA QUE ESTUDIAMOS ¿ERAN REALMENTE HIJOS DE SIMÓN BOLÍVAR?

Germán Fleitas Núñez
Cronista de La Victoria

La muestra de ADN del Padre de la Patria, obtenida durante la exhumación de sus restos, nos permitirá comprobar si realmente era el padre de los hijos que se le atribuyen. Existe numerosa descendencia de sus presuntos hijos y ya la ciencia está en capacidad de ayudarnos a despejar dudas genéticas y genealógicas.

A nuestro Libertador se le atribuyó la paternidad de cinco hijos, dos hembras y tres varones; dos europeos y tres americanos; que fueron: 1) La Niña de Achaguas, 2) Doña Flora Tristán, 3) Simoncito Biffard 4) Don Miguel Camacho y 5) Don José Costas.

Sobre estos "presuntos hijos" -como dicen los periodistas- existe abundante documentación y noticias en la prensa del siglo XIX, XX y en libros; pero muy poco interés le han prestado los historiadores, con el socorrido argumento de que "los grandes hombre no han dejado descendencia", lo cual es una verdad que tiene demasiadas pruebas en contrario. El viento parece haberse llevado  las palabras del gran hombre cuando el 18 de mayo de 1828 dijera que:  su esposa"...murió muy temprano y no ha vuelto a casarse, pero que no se crea que es estéril o infecundo porque tiene prueba de lo contrario".

Dentro de los estrechos límites de una crónica, ofrecemos información ligera sobre estos cinco "presuntos" hijos del héroe, en espera de que algún día el ADN diga la última palabra.
1) La referencia a la primera niña, la trae en sus Memorias, publicadas en 1847, el pintor Carmelo Fernández Páez, sobrino del general Páez, quien desde muy niño anduvo con Bolívar y lo acompañó hasta el fin de su vida. Autor de la efigie del Libertador que está en nuestras monedas, y de las efigies de casi todos los próceres, a quienes conoció personalmente, don Carmelo dice que en la huida hacia el oriente, durante el año 1814, muchas de las familias de Caracas se radicaron en Cumaná; otras siguieron a Angostura (hoy Ciudad Bolívar), y cuatro de ellas  llegaron hasta Achaguas;"...en una de estas familias tuvo una hija El Libertador". Viniendo de un compañero fiel, que anduvo con él todo el tiempo hasta que murió, el dato es digno de crédito y de respeto. Algunos genealogistas creen que se trata de una niña de la familia Toro, de nombre Clorinda, cuya madre casó luego con el victoriano Manuel García de Sena. La niña CLORINDA GARCÍA DE SENA Y TORO, casó con Don Manuel Antonio Carreño, gran músico, autor de la "Urbanidad de Carreño" y es la madre de la gran pianista Teresa Carreño García de Sena, quien sería nieta del héroe (sus restos también reposan en el (Panteón Nacional y será muy fácil obtener muestras de su ADN).

2) La segunda, doña FLORA TRISTÁN, cuyo retrato revela un gran parecido físico con el genio, era hija de doña Teresa Laisney de Tristán, esposa del coronel peruano don Mariano de Tristán, de la alta aristocracia del Perú. Bolívar la conoció en su segundo viaje a Europa que comenzó en 1803 y dura hasta su regreso en 1806, vía Estados Unidos. Lleva la tristeza de su prematura viudez y tiene apenas veinte años. Con Teresa hace un largo viaje hasta Bilbao, ella queda embarazada y al poco tiempo, en Paris,  nace Flora. Vivió de 1804 a 1844; casó y tuvo dos hijos: un varón cuyo nombre desconocemos y una hembra llamada Aline, que es la madre del pintor Gauguin, quien sería bisnieto del Libertador.
Flora fue una destacada dirigente política, fundadora del Partido Socialista Francés, luchó por el proletariado, por los derechos de la mujer y por el establecimiento del divorcio. Fue muy infeliz en su matrimonio, publicó libros, entre ellos "Peregrinaciones de una Paria" en 1838; viajó a Arequipa en busca de su tío Pío Tristán. Publicó las cartas cruzadas entre su madre y Bolívar, y murió en 1844. Los obreros agradecidos le hicieron  un monumento en el cementerio de Burdeos donde reposan sus restos.

3) Del tercero apenas conocemos, por habérselo oído decir a don Juan Uslar Pietri -hermano menor de don Arturo- que en 1805 nació en París un niño al cual apadrinó el futuro guerrero y le puso su propio nombre. La madre del niño había sido su amiga íntima. En una carta que le envía en 1823 Fanny Tobrian y Aristeguieta Du Villars, su prima, amante y confidente, al Libertador, le dice:"Vuestro ahijado Simoncito Briffard (espero que sea el solo que usted tenga en Europa) es digno de sus bondades y tiene el vivo deseo de ir a encontrarlo". No sabemos nada más de SIMONCITO BRIFFARD. Es a esta Fanny a quien le escribe en 1830 la carta que dice: "Me tocó la misión del relámpago; rasgar un instante la tiniebla, fulgurar apenas sobre el abismo, y tornar a perderse en el vacío".

4) El cuarto, don MIGUEL CAMACHO, nació en Pie de Cuesta, El Socorro, Santander del Norte, Colombia, pero vivió toda su vida en Quito donde murió el 10 de julio de 1898. Era más alto que Bolívar, pero tenía faz trigueña, frente alta y elevada, cabello ensortijado, bigotes bien poblados, nariz aguileña y barbilla perfilada, delgado pero bien musculado, ojos negros, de mirada penetrante y que en veces miraban al suelo y en veces, de lado.

Al día siguiente, el 11 de julio de 1898, el cortejo fúnebre era presidido por el General Eloy Alfaro, Presidente del Ecuador, por tratarse de un hijo de Simón Bolívar, pues como tal se le tuvo siempre. Poseía muchas cartas del Libertador y de"mi tía María Antonia, referentes a mi persona y particularmente a los gastos de mi manutención y crianza". Al fallecer, su criado era un hombre como de  setentinco años, llamado Lorenzo Camejo, hijo de Pedro Camejo, el Negro Primero, quien lo acompañaba desde su estancia en Caracas, en tiempos de Guzmán Blanco, y llamaba la atención de los quiteños "por su color negro, su altura, y porque llevaba en la oreja un arete de oro".

Don Miguel Camacho tuvo dos hijos llamados Margarita y Carlos.  Margarita casó con don Manuel de J. Benalcázar, honorable comerciante de Quito y tuvo tres hijos llamados Miguel Ángel, Antonio y Manuel.  Antes, don Miguel había tenido otro hijo llamado don Aquilino Camacho, profesor. Sus descendientes viven en el Ecuador.

5) Por último, el más conocido de todos es don JOSÉ COSTAS. Su origen remonta a los días de octubre de 1825, cuando el Padre de la Patria llegó a Potosí, para cumplir con su compromiso de clavar las banderas de la libertad, en el Cerro de la Plata. El 5 de octubre fue coronado por una linda mujer de veintiún años, de nombre María Joaquina Costas, esposa del general Hilarión de la Quintana, colocó sobre sus sienes una corona "de filigrana de oro, tachonada de diamantes", obsequio de la Municipalidad de Potosí. María Joaquina tenía "piel fina, ojos color azul, boca pequeña nariz fina y un hoyuelo en la barbilla".

En el momento de coronarlo le advirtió:"Cuídese general porque esta noche tratarán de asesinarlo".  Esta oportuna información permitió debelar  la conspiración del general León Gandarias, y salvar la vida del héroe. Esa noche el suntuoso baile vió aparecer a "otro Bolívar"; por primera vez sus compañeros de armas lo contemplaron sin bigote y sin uniforme. Bailó toda la noche con María Joaquina; surgió una intensa relación y el caraqueño decidió prolongar en Potosí su estada hasta el próximo 28 de octubre, para celebrar allí "su cumpleaños". María Joaquina quedó embarazada y nació su hijo a quien, a pesar de estar casada,  presentó como José Antonio, hijo natural suyo y del señor Simón Bolívar. Al conocer Bolívar el nacimiento del niño envió al Coronel José Miguel de Velazco, con la misión de llevarlos a la "Quinta de la Magdalena". En el Perú se hicieron varios retratos de doña Joaquina con el niño en los brazos. La comisión le valió a Velazco su ascenso a General y la Presidencia de Bolivia. Por su parte José Costas vivió sesentinueve años, casó con doña Pastora Argandoña y procrearon a Urbano y Magdalena, ambos con numerosa descendencia. En su partida de matrimonio se lee: "...casé y velé a José Costas, hijo natural de la señora finada María Costas y del finado señor Simón Bolívar."

Murió el 7 de octubre de 1895. Existe una fotografía de doña Joaquina a los setenta años, tiene en las manos un libro, su rostro es simpático e imponente, ojos soñadores, boca pequeña nariz bien perfilada, su vestido es una saya de anchos pliegues y una mantilla andaluza. Sus descendientes viven en Caiza, un pueblito a noventa kilómetros de Potosí.

El 26 de octubre de 1925,  se celebró en la Villa Imperial de Potosí el centenario del ascenso de Bolívar al Cerro de la Plata; allí en acto presidido por la Academias, la Sociedad de Geografía e Historia y el Presidente de la República, se reconoció a las familias Costas y Rosso, como descendientes de Bolívar. En el momento de su muerte, cuando Doña María Joaquina se confesó con el cura Ulloa, le pidió: "que no sea separado de mi cuerpo en la tumba, este precioso relicario que lleva el busto del Libertador, y que me fue ofrecido por él en prenda de amor (...) Dios le haya premiado y me perdone a mi esta única falta grave de mi vida, que siempre consagré al bien de mis semejantes y al recuerdo del héroe, mi único y solo amor en el mundo".

Por su parte, dos años antes de morir, el Libertador confesó: "El Potosí tiene para mi tres recuerdos: allí me quité el bigote, allí usé por primera vez un vestido de baile,  y allí  tuve un hijo".

EL CRONISTA COMO FUNCIONARIO PÚBLICO

Ponencia presentada en la XL Convención Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela, realizada en Coro, estado Falcón del 23 al 26 de mayo de 2012
ALBERTO PÉREZ LARRARTE
Cronista Oficial de la Ciudad de Barinas
Me animó la idea de traer ante ustedes estas palabras de reflexión sobre el deber ser del cronista en la vida pública venezolana, de verdad me entusiasme a exponer tal asunto en este encuentro, rodeado de un conjunto de hermosas e históricas edificaciones, que constituyen un patrimonio histórico para la humanidad y sentir el calor del sol falconiano, en la ciudad del viento, con la misma intensidad del afecto de su gente; es una sana manera de desgarrarme el alma ante este auditórium, tal vez por la vehemencia que le ponemos a las cosas; pero con la firme convicción de expresar mi preocupación por el destino y vocación de los hombres y mujeres que tenemos la hermosa y delicada misión de escribir la historia en un país que vemos cada día más alienado y convulsionado por cosas intranscendentes, lo que hace que aceleradamente se desborone el basamento moral y ético de la sociedad.
Si hacemos referencia del cronista como funcionario público, no debemos  apegarnos únicamente a la ley, aunque la ley es la ley; considero que nuestra misión y visión va mucho más allá de ejercer un cargo público, debemos ser auténticos promotores culturales, humanistas por excelencia, constructores de sueños, creadores de la palabra, defensores del patrimonio y acervo cultural de nuestros pueblos, investigadores, propulsores y protectores de nuestra identidad. Eso es el deber ser.
Nuestro ejercicio de poder en la administración pública debe estar apegado a las más diáfanas normas que deben regir a un funcionario público, sin olvidar que los funcionarios públicos no están para que le sirvan, sino para servir a todos los ciudadanos y debe fundamentarse su servicio en los principios de honestidad, participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad.
Además, como hemos dicho, sin dejar de tomar en cuenta que el ejercicio de cronista va mucho más allá de ejercer un cargo público, su función debe ser ejemplarizante en el servicio colectivo, como asesor de los Poderes Públicos Municipales, su actuación debe ser diáfana y apegada a las más estrictas normas de imparcialidad política partidista, por lo que no debe inmiscuirse en los asuntos de participación partidista, que aún consciente que es un derecho natural que promueve la fe democrática, marchitaría su independencia y capacidad creadora y defensora de los más sagrados derechos patrimoniales y culturales de su localidad y si en ello incurriría, estaría convirtiéndose en un borrego y servil de los políticos de turno y su conducta ética y moral ante la sociedad, produciría el declive de tan noble y leal oficio. Perdonen mi crudeza.
Como referente a tan loable y delicada responsabilidad, don Alfonso Marín, en la primera Convención de Cronistas Oficiales de Venezuela, reunida en Valencia en marzo de 1968, sostiene que: “Un cronista de una ciudad, no debe ser nunca un funcionario decorativo, que se conforme con la idea de su presencia en ese cargo que representa para él un honor excepcionalmente alto. Ese honor existe, realmente, pero se encuentra ubicado en los límites imperativos de un profundo deber y de un grave compromiso”.
En la actualidad el oficio de cronista ha evolucionado convirtiéndose  en un funcionario público, con rango de Órgano Auxiliar de los Poderes Públicos Municipales, estando al nivel del Secretario o Secretaria de Cámara Municipal o de quien ostenta el cargo de Sindico Procurador municipal.
 El cronista es un escritor, investigador, historiador y orientador de las aspiraciones colectivas de su comunidad, recomienda alternativas en materias de vialidad y urbanismo, propone políticas transformadoras que humanicen su Municipio, es el guardián de las memorias de su pueblo, le corresponde asesorar a los poderes públicos  municipales, en las materias o asuntos de su competencia, debe propiciar la creación de museos, archivos, hemerotecas y bibliotecas.
No amerita un titulo académico para ejercer tan honroso oficio; pero si la humildad, honestidad, vocación, dignidad y entrega necesaria para con decoro ser la voz obligada del Municipio.
El cronista, no es una pluma tarifada, es un libre pensador. Muchas veces debe enfrentar las barbaridades que pretenden cometer algunos mandatarios o funcionarios de gobierno contra el patrimonio y acervo cultural, debe propiciar programas educativos y formativos para su comunidad.
         El cronista debe pensar y actuar diligentemente y sin rodeo, porque tiene bajo su responsabilidad una delicada misión, no debe ser simplemente un contemplador nostálgico de los sucesos de su pueblo, su pensamiento y actuación deben dignificar tan alta misión. Para Wilfredo Bolívar, cronista de Araure, "es una especie de conciencia de la ciudad, un defensor del patrimonio, o el alcalde moral de un pueblo". 
Por ello, vayamos con nuestra conciencia y combatamos con nuestras armas tanta mediocridad que carcome el alma nacional. Nuestras armas son las ideas, el libre pensamiento y las letras que describen la historia, en tal sentido debemos ser la antítesis del marasmo y la barbarie. No nos convirtamos en aduladores de los gobernantes de turno, porque nos tragará el tremedal.
Como la ley es la ley, como diría nuestro amigo y admirado poeta y colega Guillermo de León Calles, cronista Oficial de Carirubana, estado Falcón, cuando insta que debemos referirnos con insistencia saludable sobre este logró de ser reconocidos en la vigente Ley Orgánica del Poder Público Municipal, en su contenido que le da al cronista el rango de uno de los Órganos Auxiliares del Poder Público Municipal.
En este sentido el poeta De León Calles, refiere que: “Con esta herramienta jurídica en posesión nuestra, no habrá excusa alguna que defina su incumplimiento. Los cronistas tenemos que acrecentar, con el mayor grado de autoestima, lo que representamos para el curso cotidiano y trascendental de las comunidades a las cuales servimos, con la necesaria asesoría, si es que viene  al caso, de los profesionales específicos o de los colegas que hayan logrado que la ley sea, con todas las mayúsculas del mundo, letra viva”.
Pero, el incumplimiento de la ley, esta latente en varios Estados del país, son innumerables los Municipios que no gozan del servicio de este funcionario público que ha venido dejando de ser una figura decorativa y convirtiéndose en un gestor y promotor  de las principales actividades que tienen que ver con el desarrollo integral del Municipio; además que con el fallecimiento de los cronistas existentes en algunos Municipios, no se ha dado el mandato de ley o se ha comenzado con el reparto de la torta como nos los dijo en su oportunidad Germán Fleitas Núñez, cronista de La Victoria.
Cuando muere un cronista de alguna manera, muere por pedazos un pueblo, con su desaparición física se va la voz moral de un pueblo, son varios los cronistas, que nos han dejado su legado para la posteridad, imitémosles.
Elevemos una plegaria no sólo porque sus restos descansen en paz, sino porque su obra y pensamiento, sean guía y ejemplo en el cumplimiento de nuestro oficio y faro de luz para las nuevas generaciones.
Por ahora, los cronistas debemos hacer que nuestro oficio impregne de conciencia a la ciudadanía y aclare la mente de muchos funcionarios públicos alérgicos y desinteresados por las cosas sublimes que alimentan el espíritu y acarician el alma y que entiendan de una vez por todas, que el cronista que cumple con su deber, es el gendarme, el guía  y constructor de sueños que engrandece la vida municipal y el mejor aliado, de alcaldes, concejales y demás funcionarios públicos y por consiguiente de la comunidad en general.
Eso si, hagamos justicia de defender las bondades que ofrece ejercer el oficio de cronista; pero con absoluta humildad, dignidad y con la autoridad moral suficiente para hacer valer y respetar el sitial ganado en la colectividad, hagámoslo con inmensidad creadora, el cronista debe ser un poeta y como señala mi colega y amigo Antonio Trujillo, cronista de San Antonio de los Altos, estado Miranda, quien afirma, que:   "Un poema es una crónica espiritual. La poesía es una crónica desde Homero hasta aquí…Porque la crónica también es para defender un país”.
Se dan cuenta queridos colegas del hermoso legado que nos corresponde atesorar, no permitamos que se degrade nuestra misión, en fin como diría el pionero de los cronistas de Venezuela, el celebrado, don Enrique Bernardo Núñez, "El pueblo mismo es el cronista por excelencia".
   Recuerdo con orgullo afectuoso a mis dos grandes maestros, uno, José León Tapia, quien me dijo un día, “hijo sigue con tu empeño creador, acuciosidad y celo de hacer de Barinas un eslabón más de la grandeza de nuestra patria” y con exceso afectivo, me animo al decirme: “Tu trabajo tiene gran trascendencia en una ciudad donde tantas veces, en nombre de un falso progreso, se ha borrado nuestro patrimonio cultural y arquitectónico, para pena de quienes llevamos a Barinas en el corazón”.
El otro, José Esteban Ruiz-Guevara, un verdadero revolucionario y libre pensador que dignificó nuestro gremio; cuando fui seleccionado por un jurado calificador me dijo: “Alberto, eres el primer cronista del municipio Barinas nombrado de acuerdo con las disposiciones legales establecidas en la legislación correspondiente y las pautas señaladas por la Asociación de Cronistas de Venezuela”. Menos olvido cuando me dijo: “Vayamos al ejercicio imparcial de nuestro oficio e indudablemente, no dejemos que nuestra asociación se contamine”. El aplauso es por la memoria de estos insignes venezolanos. Muchas gracias…

miércoles, 18 de julio de 2012

Misoginia y racismo según dos afro-descendientes


Rafael Lara-Martínez
Tecnológico de Nuevo México
Desde Comala siempre…

A
Si “olvidar (lethe) es perder la ciencia que se tenía antes” (Fedón, Platón), la historia salvadoreña ya perdió toda índole científica al eludir su carácter de verdad (a-lethe).

0. De la exclusión de la mujer y de los afro-descendientes
I. De la mujer
II. De lo africano
III. De la mujer africana
IV. Hacia la diversidad

0. De la exclusión de la mujer y de los afro-descendientes

Cuando la historia la define un tipo de escritura, su lugar es el de la ficción. La historia es una literatura, una retórica letrada. En nombre de una nueva ortodoxia, construye un simulacro del pasado sin documentación primaria.

Al respecto léase: http://es.wikipedia.org/wiki/Levantamiento_campesino_en_El_Salvador_de_1932. Ignoro su autor, pero ni las “secuelas del levantamiento campesino” ni “el levantamiento campesino en la ficción” se justifica con fuentes primarias de la época. No se cita ni una sola revista cultural de los años treinta.

Basta disfrazarse de izquierda para tildar toda posible crítica de reaccionaria. La memoria y la historiografía serían retrógradas, ya que no proponen la quema inquisitorial de toda fuente primaria.

En la fogata que honra al nuevo estalinismo se excluyen la diferencia racial y la de género. Su discurso sería un racismo y una misoginia encubiertos por una retórica política que se reclama correcta y liberadora.

I. De la mujer

Hacia 1932, no habría cabida ni para la mujer ni para los afro-descendientes. Veamos cómo esta relación —mujer afro-descendiente— la establece la verdadera ficción, ahora vuelta historia, ya que la historia se vuelve ficción “en el jardín de los senderos” que se entrecruzan.

Ninguna de las dos novelas tempranas sobre los eventos de enero de 1932 aparece en el artículo: El oso ruso (1944) del sandinista Gustavo Alemán Bolaños y Ola roja (1948) de Francisco Machón Vilanova. Pese a su carácter reaccionario, ambas novelas presentan a una mujer indígena violada por un hacendado blanco como una de las líderes políticas, comunistas, de la revuelta. Se llaman Rosa María, violada por un hacendado, y María Gertrudis, al acecho sexual de los hacendados cafetaleros.

En ambos casos, la primera comunista de América es La Chingada. Al negársele todo derecho sexual, se inclina por una acción armada que la ficción denomina “la honra” en los Cuentos de barro (1933) de Salarrué. Si la revuelta fue comunista, en El Salvador existiría el comunismo de La Chingada. A falta de derechos de género, el comunismo es su paliativo.

Distante por una generación, en el artículo, la voz de Julia Ama no satisface el requisito de género, ya que ella restituye la memoria de un líder masculino de su propia familia. La voz de la mujer indígena —de la mujer como agente social— queda a la espera. ¿Acaso no serían quienes se le entregan chulonas a la mirada viril de José Mejía Vides, a la de todo citadino que la espía con morbo?

Se le pediría demasiado a cierta izquierda salvadoreña del siglo XXI que admita la existencia de la mujer. “La participación formidable de la mujer; la mujeraquí[dice Zapata] se pone al frente” (Alemán Bolaños). Esa misoginia la testimonia el borrar su liderazgo histórico en 1932 y escribir una historia que sólo menciona a los hombres.

Si hacer historia es cuestión de hombres, le corresponde a la ficción hablar de la mujer. Por correlaciones extrañas el hombre es a la mujer, como la historia radical del siglo XXI es a la novela reaccionaria de los treinta, el lugar que otorga una voz. 

 

 RETRATO DE MUJER NEGRA de MARIE-GUILLEMINE BENOIST (1800)

II. De lo africano

Pero la omisión de esas dos novelas no sólo atestigua la masculinidad de la propuesta. En el artículo de wikipedia, la historia es cuestión de hombres. La supresión de la mujer redunda en el tachón de la presencia africana en el país y de su participación directa en los eventos.

Tal como lo declara el novelista nicaragüense, uno de los primeros poetas comprometidos con la izquierda marxista era afro-descendiente.“Chinto representaba el tipo negroide, de labios gruesos y pelo ensortijado”. El exalta al pueblo de Juayúa a la rebelión en un acto teatral de “poesía francamente bolchevique” (Gustavo Alemán Bolaños, El oso ruso, 1944). Su presencia también hay que borrarla.

El recuadro siguiente transcribe un largo fragmento tachado de la historia de la negritud en El Salvador. Lo africano se caracteriza por su ambigüedad y oportunismo que—en su esquizofrenia o escisión del yo— oscila del “bolchevismo” al “fascismo” (observación que debo a Arturo Alvárez D’Armas). En flagrante paradoja, Chinto acaba siendo miembro de un régimen tildado de racista. Parecería que sólo el liderazgo blanco —Farabundo Martí “era blanco y bien parecido”— le asegura una lealtad al marxismo salvadoreño.

XXXIII
La agitación llegó a Juayúa en forma de un recitador de la lengua llamado Chinto, cuyo éxito consistía en declamar teatralmente poesías de otros, desde un escenario cualquiera. Le acompañaba un propagandista y al propio tiempo cobrador de entradas en la taquilla. El teatrito de la localidad se vio cubierto de afiches en que Chinto, en actitud dramática, aparecía como un predicador de reformas sociales. Algo de ello daba a entender el programa que anduvo regando en el pueblo el propagandista de Chinto, un individuo llamado Quino. En éste, por su nombre reconoció Rosa María [la indígena violada, La Chingada, sujeto político femenino denegado por la historia actual] al preceptor de conscriptos en el Cuartel de Artillería, de San Salvador, a que se refería su conocido, el soldado. Luna y Zapata confirmaron que efectivamente Quino era profesor de reclutas en aquel cuartel, haciendo que se trataba de un individuo dual, por consiguiente peligroso.

Dos noches después tenía lugar el acto, con concurrencia numerosa. Chinto comenzó recitando versos románticos, con buena entonación. Siguió con poesías pesimistas, como el Nocturno de José Asunción Silva, y, como remate del programa, había versos de rebelión. El público se dio a aplaudir a Chinto a cada final. Se inspiraba a su vez, Chinto. Reservaba para lo último el toque maestro de su recital. Era una poesía francamente bolchevique, que pintaba al campesino proletario rebelándose al patrón, hasta el extremo de darle muerte cruenta, y de mostrar en una mano el machete vengador, y en la otra, “la cabeza del patrón”…

Allí fue el clímax del entusiasmo, en parte de los obreros y campesinos que había en la sala, como si él mismo fuera el ejecutor de una venganza colectiva, que muchos en Juayúa deseaban [el término de “degollar” lo emplea Salarrué para caracterizar a “el comunista”].

XXXIV
[…] Chinto representaba el tipo negroide, de labios gruesos y de pelo ensortijado. Su secretario y propagandista era aborigen, de pelo lacio caído hacia atrás. Se las daba de poeta, pero había solicitado una plaza de cabo preceptor del Cuartel de Artillería. Luna y Zapata previnieron a Apolinar [el padre de Rosa María] y sus hijos, acerca de esas mala fichas [nótese la división racial interna entre los presuntos líderes de la revuelta, los citadinos y “blancos”, Luna y Zapata, contra el “logrero […] negroide”, Chinto de carácter “dual” a revelar].

Un día domingo, 24 de enero, supieron unos pocos en San Salvador que el siguiente día iban a ser ejecutados Martí y los estudiantes Luna y Zapata […] Chinto a la sazón Secretario Privado del Presidente Hernández Martínez, asistiese a su ejecución. Había sido una vez su camarada y luego pasó a servir a los intereses de un poder adversario al comunismo. Ahora quería reprocharle su doblez, en esa tremenda forma.

A las seis de la mañana, el carro fatal —una ambulancia cerrada— llevaba de la Penitenciaría al Cementerio General a los tres [Martí, Luna y Zapata], conducidos por un pelotón. Allí iba Chinto, forzado a asistir …] estaba demudado.

[Queda sin anotar que “Iván, el oso ruso tomó el tren que conduce de San Salvador al puerto de La Unión”. Se escapa del “riñón salvadoreño [que] sangraba” sin asumir ninguna responsabilidad por los sucesos (XLV)].

Gustavo Alemán Bolaños, El oso ruso (1944)

Pero, la cuestión no se detiene en este nuevo tachón que, en nombre de un discurso disfrazado de izquierda, elimina a la población negra de El Salvador. No se detiene en ese borrón tan evidente, porque otra afro-descendiente reclama su presencia desde 1932.

Se llama Gnarda y, a lo mejor, se trata de una pariente de Chinto quien desea que “la honra” le haga justicia a su causa. A su causa sexual denegada por el poder sexual de los blancos bajo el derecho de pernada. Previsible por el tabú racial centroamericanista, el divertimiento astral con una “negra” pasa desapercibido mientras se le erige un altar a la relación de Salarrué con una amante blanca: Blwny (J. Gold, Sagatara mío, 2005).

Su figura “desnuda como toda mujer”, apetecible para la mirada masculina, aparece en la única novela que publica Salarrué en 1932: Remotando el Uluán. De nuevo, el artículo menciona una novela tardía del autor, Catleya luna (1974), cuyo título hasta mediados de los sesenta es La Selva Roja (Javier Peñalosa. “5 noticias literarias importantes del mes en México. I. Salarrué”. Guión Literario, No 107, Noviembre de 1964: 4).

Se trata de otro borrón para crear un simulacro de historia sin fuentes primarias. Se trata de un 32 sin 1932. Hacia 1935, el escrito central que, tardíamente, denuncia la matanza —“Balsamera”— ni se preocupa por tales sutilezas sociales de un etnocidio. En cambio, le interesa la muerte del líder pacifista, Hoisil, que precipita a los Izalco a una “locura llamada política comunista” encaminada a “degollar” (Salarrué, “Mi respuesta a los patriotas”, 1932).

En las propias palabras del autor, su intencionalidad original es el siguiente. “Estoy preparando “La Selva Roja”, una novela sobre una mujer, sobre una familia, sobre la humanidad”. “Entonces es una selva genealógica”. “Exacto; es una selva genealógica en donde la unidad es el “árbol de sangre” (Rafael Heliodoro Valle (Entrevista), “Diálogo con Salarrué”. Ars. Revista de la Dirección General de Bellas Artes, enero-marzo de 1952: 17-20).

El hecho crucial no lo declara que se suprima el nombre y la intención originales del autor, para que el historiador omnisciente del siglo XXI afirme su superioridad racial y sexual, su arrogancia intelectual. Lo concluyente de la historia como tachón es que elimina el único documento novelístico de Salarrué publicado en la fecha clave de 1932.

III. De la mujer africana

Precisamente en ese documento, Salarrué declara su placer sexual con una afro-descendiente. Que la lectura habitual sea la de un viaje astral cuyo sentido profundo se le revela “sólo a los iniciados” —“regiones de contenido mágico”; “alegoría esotérica”— no significa que no existan otras lecturas posibles.

Si estas interpretaciones no existen es porque vivimos bajo un sistema de terror y de falta de democracia que anula toda libertad de lectura. No hay conflicto de interpretaciones bajo la dictadura de un nuevo estalinismo. Al menos el artículo no le da cabida a otras visiones posibles de lo real.

Por fortuna, el exilio y la cercanía de la Muerte me limpian de todo miedo a declarar que existe una mujer “negra” en 1932 que cierta izquierda salvadoreña del siglo XXI tacha en su doble acto de misoginia y racismo. Leamos la experiencia “esotérica” de Salarrué en 1932.

El “fumbultaje musical” místico “con Gnarda [perfectamente negra y perfectamente bella [que] iba desnuda como toda mujer] abr[e las] aguas vírgenes” de la verdadera experiencia poética de Salarrué, “tras [las] caricias y mimos” teosóficos de “una abertura circular [¿femenina?] que tenía el aspecto de laguna” (¿la vulva?). En la “glorieta del deseo” —pleno de “emociones sensuales”— “se unieron nuestros labios y nos besamos”. “Mostraba […] sus bellos senos de mármol”. Entre “las nebrunas sensuales y las alectaras sensitivas”, el autor se hunde en un “enorme lirio de embriagador perfume” y de “deleite indescriptible”. Al concluir el contacto libidinoso, “nuestros cuerpos se sentían exhaustos, flácidos como si su energía emotiva hubiese sido agotada (¿luego del orgasmo y de la eyaculación?)” (Remotandoel Uluán, 1932).
 

Sin título (S./fecha), Salarrué (Salarrué, el último señor de los mares (2006))

Gnarda suspiró, por fin profundamente y murmuró un nombre: mi nombre. Dí algunos pasos hacia ella y tendiéndole los brazos la llamé: “¡Gnarda!...”. Nos estrechamos fuertemente. Cuando su sorpresa hubo menguado, se unieron nuestros labios y nos besamos. El chasquido de aquel beso hizo estremecerse los árboles…

No hay que callar que una neta diferencia de color distingue al autor —hombre blanco— de su amante “negra”, además de la indumentaria, rasgo cultural, que caracteriza a la figura masculina. “Hombre-blanco-vestido” versus “Mujer-negra-desnuda” señala una neta dicotomía de jerarquía social, cultural y étnica.

¿Por qué un hombre blanco se deleita con una “mujer negra” y la reversión de la raza y del género resulta imposible? Chinto con una mujer blanca desnuda, con Zelie Lardé de Salarrué, por ejemplo; o bien Gnarda con un hombre desnudo… ¿O la igualdad de derechos sexuales es inimaginable?

Prosiguiendo la ficción, “iniciado” por la Muerte, me preguntaría si Chinto no tendría razón de reclamar “la honra” de Gnarda. La respuesta resulta obvia. Ni cierta izquierdadel siglo XXI le otorgaría ese derecho. En El Salvador, para la imaginación histórica radical del 32, no hay ni mujeres ni afro-descendientes.

IV. Hacia la diversidad

Por tal razón, me complace vivir muerto en Comala y en el exilio. Desde este “lugar de los vientos” —del silencio y del abandono— doy constancia que me acompañan Chinto, la esquizofrenia de lo salvadoreño, yGnarda. Se trata de dos amigos entrañables —más muertos que yo—sin derecho a la palabra.

Ellos me piden que transcriba su testimonio tachado adrede por los nuevos racismos y misoginias encubiertos de ideas liberadoras. Por una imaginación histórica que, disfrazada de ciencia y de libertad virtual, le niega la palabra a los afro-descendientes y a la mujer. Le niega la palabra a la mujer afro-descendiente. Gnarde existe.

Afirmo la existencia de la mujer —de Rosa María y de María Gertrudis, líderes del 32— y de los afro-descendientes. En su nombre reclamo legalmente el reconocimiento de su actuación histórica. A los autores del artículo de enmendarlo si acaso en el siglo XXI existe aún honestidad intelectual y existe el derecho de respuesta, es decir, una diversidad de enfoques sobre lo real.

Con Chinto y Gnarda siempre… Con Rosa María y María Gertrudis siempre…

Por “lonra e la Juana” y de Gnarda, “por lonra” de Rosa María y de María Gertrudis, pongo en la mano del tata”, del historiador autoritario, “un fino puñal” hendido de palabras “con mango de concha”, en sus fuentes primarias. Tachadas adrede por una historia sin memoria…

V. Cuadro conclusivo
 

jueves, 14 de junio de 2012

Dos topónimos de origen africano en el estado Apure


Arturo Álvarez D´ Armas

La esclavitud en Venezuela se inicia a partir de 1545. Su desarrollo y consolidación se establece a finales del siglo XVIII, con el cultivo del cacao en la región norte costera. Este fruto de exportación fue la base de la riqueza de los criollos, llamados “los grandes cacaos”. 
 
 África. Congo. Corte del Rey del Kongo. Siglo XVI.

El africano resultó insustituible como mano de obra, por su alto rendimiento en el trabajo de las plantaciones de caña de azúcar, tabaco, algodón, así como en el desempeño de las minas. Una porción gozó el privilegio de trabajar en el servicio doméstico.
En el estado Apure, los esclavizados laboraban en las casas de familias de los terratenientes y en los hatos llaneros. Muchos de ellos fueron mayordomos en esas unidades de producción ganadera. Un alto número eran cimarrones, vivían de robar ganado, el trueque, el contrabando y cultivar pequeñas parcelas (conucos o vegas) a orilla de los ríos.
Uno de los tantos aportes que dejaron las etnias africanas se encuentran en la toponimia apureña. En este artículo se hace un pequeño estudio de dos nombres de origen africano en esa entidad llanera.

CASIMBAS, LAS: Centro poblado ubicado en la Parroquia Cunaviche del Municipio Pedro Camejo. Salazar Quijada (1983) dice:”Con este nombre se conoce a una troja o casucha para guardar cereales”. También puede ser un pozo, vasija o barril para almacenar agua de llovizna o de manantial. Acosta Saignes en su trabajo sobre Gentilicios africanos nos informa que en las Minas de Cocorote se encontraba un negro con el gentilicio Casimba. El señor José Manuel Puerta habitante de Cunaviche indica que Las casimbas se ubica entre el caserío El Oso, el caño río Clarote y el hato El Milagro. Actualmente la mayor parte de sus habitantes son indígenas yaruros.

Casimba es una voz que proviene del Kimbundu, uno de los principales idiomas de la República de Angola. Se escribe Kixima (Tanque, cisterna). En el sur de Angola esta un topónimo denominado Casimba. Ortiz (1985): cree que es un una palabra que viene del árabe. Los investigadores Fuentes Guerra y Armin Schwegler opinan que viene del kikongo (: “lugar, sitio” y nzímba: “hueco, cavidad”).


ÑAME: Con el nombre de ñame encontramos dos topónimos en el estado Apure, uno es el “Fundo los ñames”, centro poblado situado en la parroquia Bruzual, del Municipio José Cornelio Muñoz y el sitio “los ñames” perteneciente a la parroquia San Miguel de Cunaviche, Municipio Pedro Camejo.
El ñame pertenece a la familia de las Dioscoreáceas y género Dioscorea. Son plantas herbáceas, de tallos trepadores, volubles, que necesitan donde apoyarse. Hojas acorazonadas. Se cultivan por sus rizomas harinosos, de muchas proteínas y minerales. En Venezuela y en gran parte de América tenemos tres tipos de ñames: ñame común (Dioscorea alata L.) originario de la India y Malaya; el ñame congo (Dioscorea bulbifera L.) originario de África y el ñame de guinea (Dioscorea cayennensis Lam.) también africano.
Aproximadamente, entre los años 6000 y 5000 a.C., en la cuenca del río Níger eran cultivados el ñame, junto al arroz africano (Oriza glaberrima), mijo, sorgo y la palma de aceite, los cuales se difundieron hacia el norte y el noreste, en dirección al valle del Nilo.
La dispersión histórica del ñame se debe a los viajes de los portugueses en el comercio de esclavos. En los buques donde transportaban a los africanos les daban de comer “dos veces al día”: ñames cocidos, arroz africano, medio litro de agua o patilla (llamada melón de agua) y de vez en cuando un poco de “carne”. La voz inhame ya existía en el vocabulario portugués del siglo XV, y Colón, quien había estado en Guinea, llama mames o names a una variedad de batatas americanas. Gonzalo Fernández de Oviedo dice en 1535 los nombres mames, names o nnames, pero ya aplicados al verdadero ñame, diciendo que es “fruta extranjera que vino /a Indias/ con esta mala casta de los negros”.
El profesor Megenney (1983) en una importante investigación dice que el término ñame aparece en una serie de lenguas africanas que son las siguientes: Wolof (nyambi), Mende (yambi), Dyolof (ñambi), Grebo (nyambi) y Fulani (ñama).
En Venezuela toda sopa lleva ñame y en los pueblos todavía se elaboran torticas de ñame y los famosos buñuelos de ñame.

Fuentes consultadas:
Acosta Saignes, Miguel. Gentilicios africanos en Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación, Instituto de Antropología e Historia y de Filología “Andrés Bello”, s.a. 24 p.
Álvarez D´Armas, Arturo. Apuntes sobre el estudio de la toponimia africana en Venezuela. San Juan de los Morros: Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos, Oficina de Comunicación y Extensión Cultural, 1981. 18 p. (Serie Acervo II).
Álvarez Nazario, Manuel. El elemento afronegroide en el español de Puerto Rico. Contribución al estudio del negro en América. San Juan de Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1974. 489 p.
Escalante, Aquiles. “Afrocolombianismos”. En: Magazing Dominical. Bogota: 2 de enero de 1977. Pp. 5-6. (El Espectador).
Fuentes Guerra, Jesús y Schawegler, Armin. Lengua y ritos del Palo Monte Mayombe. Dioses cubanos y sus fuentes africanas. Madrid: Iberoamericana-Vervuert, 2005. 258 p.
Lopes Cardoso, Carlos. Do uso da “Cegonga” no Distrito de Mocamedes. Luanda: Instituto de Investigacao Científica de Angola, 1963. 17 p.
Megenney, William W. Sub-Saharan Influences in the Lexicon of Puerto Rico. Separata de Orbis. Louvain: Tome XXX, N° 1-2, 1981 /1983/. pp. 214-260.
Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables, Dirección de Cartas, Sección de Nombres Geográficos. Gacetilla de nombres geográficos. Caracas: Publicaciones de la Dirección de Cartografía Nacional, 1978. 339 p. (Edición provisional, 5).
Ortiz, Fernando. Nuevo catauro de cubanismos. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1985. 526 p.
Puerta, José Manuel. Información oral. Puerto Miranda, estado Guárico: 29 de marzo de 2008.
Salazar Quijada, Adolfo. La toponimia venezolana en las fuentes cartográficas del Archivo General de Indias. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1983. 723 p. (Estudios, Monografías y Ensayos, 40).
Vélez Boza, Fermín y Valery de Vélez, Graciela. Plantas alimenticias de Venezuela. Autóctonas e introducidas. Caracas: Fundación Bigott. Sociedad de Ciencias Naturales La Salle, 1990. 277 p.